Desgarro

La poesía de Sandra Rosas

Esta entrevista ha sido una experiencia inesperada e intensa. Nunca antes había hablado con una poeta de su poesía de manera tan directa, abierta, clara, honesta, valiente. El valor lo necesitábamos de hecho los dos, ella para responder y yo para preguntar. Y es que la experiencia empezó escuchando sus poemas, leídos por ella misma, en un tren llegando de Polonia, porque ella me mandó primero unos documentos de audio, así que mi acceso a su mundo fue auditivo, cosa que recomiendo, en especial con la necesaria ayuda de su voz. Una vez, otra vez, otra vez, los escuchaba, e iba entrando en los poemas como quien entra en una casa bombardeada. La imagen del poema como un espacio, de hecho, me la dio ella en la conversación, ya lo había experimentado yo previamente. Los poemas no son fáciles, hay que relajarse y dejar que la habitación vaya apareciendo, y solo entonces aparecerá, y uno se sentirá como en un sueño construido con el minucioso oficio de poeta de Sandra Rosas.

Hola, ¿qué tal estás, Sandra?

Hola, qué tal.

La primera pregunta es casi obligada. ¿Puedes presentarte?

Sí, claro. Yo soy Sandra Rosas, soy mexicana, soy poeta, escritora, y vivo en Berlín hace bastantes años.

El sábado vas a hacer una presentación en la librería Andenbuch, vamos a hablar del libro, y de ti como escritora. ¿Cómo te defines como poeta?

Esa sí es una pregunta difícil. Estudié literatura latinoamericana, y todavía en una época donde era casi una osadía decirse poeta, nadie se hubiera dicho poeta, ni siquiera los escritores de esa época decían “yo soy poeta” aunque fueran poetas. Se supone que “poeta” es un título que te dan los demás. Sin embargo en algún momento hay que asumir lo que uno hace. Escribo poesía, escribo artículos, escribo cuentos. Entonces, algún nombre se me tiene que dar. Definirme, creo que modestísimamente me definiría más como poeta que como escritora, pero es una percepción absolutamente individual. No me gustan mucho las definiciones, la verdad. Yo creo que hago un trabajo poético que se nota en toda mi escritura. Es decir, si escribo un artículo periodístico me doy cuenta de que tengo otra manera de mirar y de abordar los temas, una manera de narrar, que al final me lleva a la conclusión de que “esto no es veramente un artículo”. Cuando escribo un cuento es igual, está repleto de imágenes. No es algo que programe, es algo que sale, que surge, que nace allí. Pero bueno, mi trabajo es muy joven. Yo escribo desde hace veinte años, pero conscientemente y de manera más valiente tiene cinco años que estoy asumiéndolo.

Conozco muy pocos poemas tuyos porque el libro se presenta el sábado. Veo en tu poesía muchas cosas de las que es difícil hablar. Tengo unos cuantos adjetivos anotados, pero a medida que iba escuchando los poemas, y los escuchaba con auriculares, me iba dando cuenta de que no son temas fáciles de abordar en una entrevista. Es una poesía no solamente intimista, yo la veo muy… Es muy difícil encontrar palabras. Voy a utilizar una de ellas. Hay como un desgarro en tu poesía.

Para no tener tantas palabras, estás por el buen camino. Sí, definitivamente. Y quizá en algún otro momento vamos a entrar en el tema del compromiso que yo siento con esa escritura y que para mí es la escritura en sí, también como un acto político y personal. No creo que pudiera escribir de otra manera, lo he intentado, he intentado escribir también sobre pájaros y cosas así, pero no se me da. Hay una fuerza que es casi como un trancazo, ¿sabes?, que me obliga. Además, no me interesa tampoco, quizás en otro momento, quizás en unos años más va a ser un poco diferente, quizás va a ser una escritura que se ubique menos en el vértigo, en el desgarro, en el jaloneo, pero por el momento es así.

Es un jaloneo que surge, que viene de dentro, no es una poesía filosófica, social o reivindicativa, tiene más contactos con cierto tipo de surrealismo, hay imágenes muy oníricas como la de la serpiente, o la de la ciudad. A mí, como lector, me faltan los referentes para interpretar esas imágenes que vienen muy cargadas, creo que las claves solo las tienes tú. En este sentido es una poesía bastante hermética, como esa ciudad que es solo tuya. Y además hay una relación subjetivamente muy conflictiva con la ciudad, con el mundo. No sé si lo he entendido bien. Todo esto lo digo porque tú estás haciendo públicos tus poemas y ese es un paso muy arriesgado, porque realmente es una poesía muy tuya, muy de convertir en imágenes experiencias convulsas, que no sé si son propias, pero lo que se percibe detrás de la imagen supone un gran conflicto interno, independientemente de que sea propio o no, pero sí es una poesía muy desgarrada, y desgarradora. Entonces, estás dando ese paso de mostrarlo a través del libro.

Ana. Poema de Sandra Rosas, leído por la autora.

Ana

Para mí no es un acertijo. O sea, no es una cosa ajena o nueva lo que dices. No sé si tengo muy claro a qué me enfrento con la publicación de los poemas, pero, por otra parte, tengo muchos años publicando poemas, claro, no en un libro, este es mi primer poemario, pero en revistas y cosas así en México, y en mi blog. No sé si puedo medir los riesgos, si es que hay riesgos. Para mi gusto o para mi experiencia, hablar de esa manera o escribir de esa manera como la que escribo definitivamente significa lanzarme al abismo, porque no sé qué va a pasar, incluso con los mismos poemas, no sé a dónde me van a llevar o no sé si era ese a veces el final que les quería dar, o los quería desarrollar de esa manera. No puedes decir que es una poesía meramente orgánica y que no es pensada, eso no lo podría decir porque corrijo mucho. Pero es una poesía desgarrada, me gusta más esa palabra, no sé si provoca desgarro, eso no lo puedo ya valorar. O sea, es una poesía que está en trozos también, y yo espero que no es porque no se puede explicar. Es como que lanzas ahí un cadáver en trozos y tienes que ver dónde está la mano, dónde está el ojo…

Esa sensación de rotura interna también la noto en varios poemas.

Veo que es una poesía que habla de la experiencia, siempre el sujeto lírico soy yo, claro está, yo estoy absolutamente presente en cada palabra. Yo no me puedo ir a otro lado cuando escribo. Yo estoy ahí. Y también es una disociación. Es decir, cuando yo escribo ya no soy yo, y ya después, cuando leo los poemas, los conozco y son como habitaciones absolutamente conocidas para mí que yo podría recorrer con los ojos cerrados. Así son mis poemas. Incluso me han preguntado si puedo leerlos de memoria. No me atrevo porque soy una persona muy modesta, quizás demasiado insegura, pero los podría leer de memoria si quisiera. Y con todo, sin embargo, para mí también resultan una sorpresa cuando ya están vestidos, o disfrazados, si le quieres llamar así, en el sentido de que yo les voy a dar determinados nombres, determinados disfraces, determinados trajes que les quedan bien en ese momento. Sin embargo de todos modos son telas, sábanas que ellos no tenían. Entonces, así funciona, ¿no?

¿Los planificas, o surgen de forma autónoma, independiente de tu voluntad?

No, casi siempre surgen. Lo que sí planifico mucho, te digo, es la corrección. O sea, planifico en el sentido de que no sale ninguno de la fábrica si no siento que de verdad, así esté muy desgarrado, tiene en el cuerpo el nombre que lo define. Entonces, salen así estén en trozos de muertos en el sentido que me gusta mostrar exactamente el lugar de la herida, como diría Alejandra Pizarnik. Me gusta eso. Y no es por exhibicionismo, sino me gusta que se vea dónde entra la navaja, me gusta eso.

Así que habría dos momentos, el momento en que surge el poema, y luego el oficio de poeta posterior.

Pupilas ciegas. Poema de Sandra Rosas, leído por la autora.

Pupilas ciegas

Claro, y ahí ya no hay dolor. Ahí hay un trabajo que en los últimos meses me ha dado buenos resultados y estoy muy contenta, muy orgullosa, porque al principio era un trabajo muy caótico, yo tenía muchos cuadernos, tenía por todos lados archivos. Ahora estoy trabajando en dos proyectos y me doy cuenta de cómo están fluyendo porque estoy teniendo más disciplina, pero es una cosa de muchos años.

¿Cómo te organizas? ¿Qué hábitos, qué manías tienes como escritora? Me comentabas que tienes mucha regularidad, todos los días, un horario fijo…

Sí, pero no porque sea especialmente organizada, creo que no lo soy, y por eso mismo conscientemente me he obligado a sentarme todos los días en mi escritorio. No soy una máquina de hacer poemas, no es que siempre puedo hacer un poema, pero entonces es trabajar un poema, entonces es leer poesía, entonces es leer el periódico, salgo a mi balcón, me fumo un cigarro, pero es estar allí, es ese tiempo que dedico y que me obligo a estar allí. Porque si no, no me funciona. No me funcionó todos estos años.

Es una visión muy poco romántica del poeta.

[se ríe] Definitivamente, pero tuve que aprenderlo con los años. Porque esta idea de que me ocurre algo, cualquier cosa banal o profunda, como es enamorarse, por ejemplo, un encuentro, y después surge el poema… No funciona así, y por lo tanto escribirlo tampoco funciona así. Lo que sí sigo haciendo es que sigo escribiendo [toca el cuaderno de piel que tiene a su lado], lo primero es mi diario, y ahí van los poemas, ahí van los cuentos, después ya los transcribo. Tengo varios diarios. Uno es como una bitácora, escribo las cosas que me propongo, las cosas que quiero hacer…

Sandra Rosas, durante la lectura de su poemario en la librería Andenbuch.

Un cuaderno donde escribes a mano, con un bolígrafo…

Sí, sí, sí, qué bien que me lo preguntas. No, yo sigo escribiendo en un cuaderno [lo golpea afectuosamente] a mano, pero hay muy pocos poemas que yo trabajo ya en mi cuaderno. Me refiero a: escribo un poema, después hago el almuerzo, y a las siguientes dos horas quizá lo voy a revisar y empiezo a tachonear cosas pero ya cuando lo paso a la computadora. Yo sigo escribiendo todavía en cuadernos, me gustan mucho, compro bastantes en realidad, y van a todas partes, me siento absolutamente desnuda si no tengo uno.

Me interesa el segundo momento de la corrección, no sé cómo llamarlo, el trabajo técnico, digamos. A la hora de ese trabajo técnico probablemente tienes una serie de criterios, e incluso modelos o referentes a los que te quieres acercar o de los que te quieres alejar para que tus poemas no “suenen a Octavio Paz”, por ejemplo, por poner un referente mexicano que no sé ni siquiera si es el tuyo.

Es mi escuela, pero no es el mío.

La pregunta es, ¿cuáles son esos criterios, y sobre todo esos referentes?

Esta pregunta me gusta mucho, y no porque tenga la respuesta aquí cocinada [se toca la frente], pero me gusta mucho porque me lleva a la reflexión de mi propio trabajo. Una cosa que quiero decir antes muy rápida es que los poemas sí surgen como ese trancazo que te decía, sin yo proponérmelo, es como un dolor de cabeza que tienes y que no lo planeas. Después tengo criterios que creo que están muy interiorizados, tengo muchos años de haber estudiado literatura, muchos años de ser lectora, y yo aprendí a leer sola. Tengo además un crítico que es absolutamente maldito y que, a veces, me gustaría también ponerlo en cintura y decirle “ahora usted se calla ya”. Pero no puedo, e incluso me conviene que sea así. Y de lo que sí me quiero alejar evidentemente es… Me gusta mucho la poesía intimista, claro está, pero me gusta esta poesía más intelectual que se mete directamente con la construcción del poema, ¿sabes?, como lo que hizo Alejandra Pizarnik. Yo no hablo del poema en mis poemas, pero está allí una comunicación, más que discusión, con el idioma, porque todas las palabras son elegidas, ninguna está allí porque “ay, esta me gusta mucho”, solo se quedan las que pasan ciertos criterios de calidad, así se vean totalmente ensangrentadas y para otros sean “ay, qué horrible tema o qué doloroso”, pero en ese momento para mí no lo son, entonces queda allí y la voy a dejar allí. No me gustaría escribir esto que en alemán se llama weinerlich, esta poesía lloricona, me parece horrorosa.

Has nombrado a Alejandra Pizarnik…

No es que esté consciente, tú sabes. Hace muchos años que la leo, he leído toda su obra porque escribía la maestría sobre ella. Por supuesto también Sylvia Plath. En realidad quería escribir hace muchos años la tesis sobre las poetas que se suicidaron porque me interesa este tema, las dos tienen este tema: la muerte como único fin, el amor como ese lugar fallido, es toparte contra la pared de todos modos, ese intento y esa reiteración y ese volver y volver y volver hasta que la frente se te parte, ¿no? Eso me gusta. Y, te digo, en un momento fue la idea, trabajar con estas poetas.

Voy a ser buena, mamá. Poema de Sandra Rosas, leído por la autora.

Voy a ser buena, mamá

Hablas de poetas muy modernas. Estaba pensando en Alfonsina Storni, aunque no la pondría en el mismo grupo, está más asociada a cierto tipo de modernismo argentino.

Sí, pero ella hubiera estado en ese grupo si yo hubiera escrito eso.

¿Te nutres básicamente de poetas mujeres?

Bueno, no exactamente. Mira, ahora que lo dices, ha sido como etapas. En algún momento de mi vida también estaban, por supuesto, los poetas del 27, en algún momento también estaba el Ateneo de México, José Gorostiza, Elías Nandino, Xavier Villaurrutia, estaban allí. De alguna manera fueron tejiendo mis criterios de los que ahora yo ya no me doy cuenta. Por supuesto Vicente Huidobro, fue para mí en el momento en que lo descubrí… lo amé perdidamente, este ser el dios del poema, serlo mientras se lee en voz alta. Eso me encantó, me fascina leer en voz alta.

La pregunta tiene que ver con algo que comentamos en algún momento en nuestra anterior conversación, cómo una poeta se inserta en una tradición. ¿Tú te reconoces como poeta mexicana? La poesía es fundamental en la literatura latinoamericana, pero hay voces muy diferentes según los países. Yo a Vallejo lo identifico como peruano, y Octavio Paz no puede ser más mexicano.

Mira, si me hubieras hecho esa pregunta hace unos días te habría dicho que no, pero fíjate que en este momento me doy cuenta que sí. Antes de la entrevista estuve revisando mis lecturas, a gente muy joven, en este caso en México, pero escritores, es decir, no poetas, y me di cuenta que claro, sí hay una conexión. También tiene que ver con mi doctorado, con lo que en los últimos veinte años se ha publicado en Ciudad Juárez. La idea de tener como un sello, obvio, no me gusta, pero, por otra parte, tampoco me parece ni dramático ni problemático, porque sí, te digo, revisándolos mentalmente el fin de semana a esos escritores me he dado cuenta que sí hay estos elementos reiterativos que tienen que ver con la muerte. Y no me refiero a la muerte entendida como de la manera que la entiende esta cultura sincrética que somos los mexicanos. No me refiero a eso, no me refiero a ese culto por la muerte, no me refiero a este respeto, sino me refiero a este haberle perdido… Hay tanto miedo de ser asesinado en México, cualquier persona, hombre o mujer, pero como mujer hay mucho miedo. En todo el mundo las mujeres se sientes más vulnerables que los hombres porque la idea de que te van a violar existe, ¿no? Pero me doy cuenta, revisando esos autores que el elemento es que seas asaltado, y no me refiero solo que te quiten el dinero, sino asaltado como la imagen de que te quito todo lo que tú eres en un momento, en un minuto, en un instante. Eso está presente en estos autores.

Una serpiente. Poema de Sandra Rosas, leído por la autora.

Una serpiente

Y no tienen que ser mujeres, también pueden ser hombres.

No, no, para nada. Por ejemplo, todos estos que te estoy diciendo son hombres. Estoy ahora mismo pensando en uno que es dramaturgo y del que hice un artículo. Se llama Edeberto «Pilo» Galindo, él tiene todo un libro de obras de teatro, pero una de ellas, que se llama, «Lomas de Poleo» (morir con las alas plegadas), habla sobre las muertas y desaparecidas en Ciudad Juárez. En esta obra de teatro es obvio que se trata de los feminicidios. A lo que quiero llegar es que el lenguaje ya de entrada está macheteado, de entrada no hay como… dudas, y no me refiero a que sea golosamente sangriento, pero tú ya lo sabes y tú sabes que ahí no hay vuelta atrás, tú ya sabes que ahí ya pasó un genocidio o una masacre, y que ahí lo que te vas a encontrar son más bien trozos de papel, de historias, pero ya no te queda duda de que allí pasó o está pasando algo. Y esto es lo que en este fin de semana me he dado cuenta, no sé si es solo socialización pero sí está presente en mi poesía. Está allí, no puedo voltear para otro lado, y quizá es absurdo querer voltear para otro lado, y sí me identificaría, más que como latinoamericana, como mexicana.

Esa no es una respuesta literaria. Es una respuesta más ética, que literaria, porque supone una solidaridad, una cercanía, una empatía…

No creas que es porque yo quiero mucho a México. Soy absolutamente crítica.

No, estamos hablando de literatura, y tu respuesta no es literaria, es ética, tiene que ver con el compromiso que antes mencionabas. No un compromiso ideológicamente entendido, sino que la poesía tiene que decir algo desde dentro, y lo que hay dentro es…

Es muerte, ¿no? Sí, creo que entiendo lo que dices, y ok, está bien, si no es una respuesta literaria, es ética, el punto es que me di cuenta que no era tan terrible, acercarse, o más que identificarse, un poquito verse en el mismo espejo que ellos se están viendo, porque bueno, claro, yo no puedo dejar mi cultura, ni mi historia, ni mi propia biografía atrás, así tenga veinte años viviendo aquí. No puedo, o sea, no es algo consciente. Está presente ahí.

De alguna forma sigues participando en la experiencia colectiva que es el México actual.

Sandra Rosas. Fotografía de ©Luiza Folegatti.

Ese es el punto, eso es a lo que llegaba, un poco a la conclusión, un poco un arañazo ahí.

Y eso que llevas en Berlín no voy a decir cuántos años.

Muchísimos. Para que veas qué fuerte es. Qué fuerte son las tradiciones, las escuelas, ¿no?, que están tan interiorizadas.

Es algo que me explicabas en otra conversación: tu relación con México, de hecho, ha pasado por distintas etapas. Creo que esto también tiene que ver con este libro y con lo que estás escribiendo actualmente.

Es una pregunta que me pone en aprietos, pero es una oportunidad, yo diría, para explicarme. Bueno, tienes razón que ha pasado por diferentes etapas. Llego en el 2004 acá, a finales de 2004, y mi primer objetivo era escribir la tesis de la licenciatura, es decir, una cosa absolutamente práctica. Y ok, la escribo, tres meses, y después todo cambió. Entonces me caso, me quedo aquí, y este objetivo se aplaza, el movimiento interno siempre es “pero me voy a ir en algún momento”, como cuando ya te estás levantando de la silla, ves que todo el mundo sigue sentado, aunque el impulso es levantarte de la silla. Entonces, los primeros años fue eso, fue como “pero yo solo vine por tres meses”. Y después, claro, las condiciones, casarte, después llega mi hijo, entonces fueron literalmente, me quiero quedar con esa imagen, amarrando mi silla al piso, ¿sabes?, con hilos apenas finos que cada vez eran más y más y más, ¿no? Hasta que abajo ya había una estructura que ya no podía fácilmente desmontar. O sea, el impulso sigue, no tan fuerte, pero sigue este impulso de regreso. Ahora sé que no es lo que quiero, pero está ahí. Bueno, este fue el primer impulso, y el segundo impulso fue “no quiero saber nada de México”, todo lo contrario, pienso que por una necesidad, absolutamente justificable, porque me doy cuenta, no puedo regresar. Me quedo aquí, y la lucha de aprender el idioma, porque yo no hablaba absolutamente ninguna palabra, entonces fue aprender el idioma, pero ya con un hijo, y lo único que no dejé de hacer fue escribir diarios. Fue como que yo no quería saber mucho de México. Tenía relación con mi familia, pero no quería tener contacto con otros mexicanos, y no porque no me caían bien, era una necesidad de decir “tengo que aprender el idioma, tengo que hacer mi vida acá”. Ese fue un movimiento así casi como abrir los codos y decir “¡fuera!”. Y bueno, te digo, ahí fue también una escritura muy hacia dentro porque lo único que hice fue seguir con los diarios.

¿Y ahora?

Y ahora, bueno, logré uno de mis sueños que era estudiar aquí, en la Universidad, en Berlín. Amo las universidades, realmente, son como mi segunda casa, estuve en España, en la Autónoma, en la Complutense, y las amé perdidamente. Así sea en otro país, en la Universidad me siento bien. Bueno, entonces, estudié este máster en la Universidad Libre de Berlín, y claro, entonces después ya me di cuenta que sí podía yo misma ir desatando los nudos de esa silla y, por otra parte, poniéndola más cómoda. De a poquito empecé a tener menos conflicto con el idioma, empecé a tener más seguridad con el alemán. Y después fue empezar de nuevo este, pues flirteo, de alguna manera, de nuevo, con mi cultura, de nuevo con amigos, de nuevo vamos a leer el periódico, ir más frecuentemente a México, y después surge el doctorado, que empieza muy bien porque me dan una beca y puedo ir en el 2018 a Ciudad Juárez. Es un nuevo impulso. Fui más consciente de que vamos a sacar los poemas de ahí, de los diarios, vamos a darle más espacio. Fue como irse desnudando muy poco a poquito, ¿sabes?

Este proceso, ¿tiene influencia en tu manera de escribir?

Yo creo que en mi manera de ver, es donde se podría notar, pero no creo que tampoco se note tanto.

¿Por qué no se debería notar?

Bueno, porque me gustaría que el poema fuera un poema limpio. “Limpio” me refiero, no que no sea duro o no se le vea las espinas, que no te espines cuando lo tocas, no.

Te espinas mucho, te tengo que decir. Hay un par de poemas que me costaba volver a escuchar porque me iba metiendo y metiendo, y de pronto me preguntaba dónde me estoy metiendo psicológicamente hablando. Y me preguntaba si puedo hacer las preguntas que tengo que hacer. Es decir, espinar, espinan. ¿Qué significa un poema limpio?

Estás haciendo que yo me tenga que ver en el espejo. Sí, un poema limpio evidentemente es un ideal, un ideal interiorizado que no tendría quizás por que ser así, no le funciona seguramente a todos los poetas, o a toda la gente que intenta medianamente jugar con las palabras, pero yo lo tengo cosido, ¿sabes? Ni siquiera lo llamaría obsesión, porque me parecería injusto llamarlo una obsesión, pero es una necesidad, es un impulso, que sea un poema limpio. Por ejemplo el poema de la serpiente, al final tú acabas y tienes la sensación de que lo único que tengo es la serpiente. Evidentemente son muchos mensajes allí también, son muchas historias. ¿Conoces estos programas para comprimir un pdf?  Ese poema es así. Son muchas historias puestas cuello con cuello, absolutamente comprimidas. Es como si abrieras una manguera, y de pronto sale el chorro del agua y te va a tumbar. Pero eso a mí me gusta. No es que lo haga exactamente con la intención, pero para mí eso sería modestísimamente un poema limpio. No porque no espine, sino porque intento que no sea un mero quejido burdo, y que el poema mismo se pueda defender por sí solo. Bueno, claro, si espina, o deja muchas preguntas, ya no puedo hacer nada. El poeta, o el escritor, nunca está cuando está el lector.

Esta es mi siguiente pregunta: el lector. Vas a presentar el libro, lo estás presentando en varios sitios. ¿Cómo crees que se van a leer los poemas? ¿Qué recepción crees que van a tener? Un poeta escribe, y luego publica. Si decide publicar y presentarlo, es porque toma en cuenta al lector, escribe para alguien al fin y al cabo, en su faceta social. Y tú decidiste convertirte en eso, y expresa y sistemáticamente, con una rutina, con un trabajo, que ordenara todo. Nosotros somos el otro lado del proceso.

Mira, te confieso que no les creo a los escritores cuando dicen “yo esto solo lo escribí para mí”. No les creo.

Tú lo escribes para ti pero no lo publicas para ti.

Exactamente. Claro que lo escribes para ti, claro, obvio, obvio, en ese momento realmente es para mí o para la persona que está escribiendo y que va a leer, como dos personas en ese momento, sí, eso está claro. Pero no podría decirte con los ojos cerrados ni con el poema más doloroso, por tomar un adjetivo, no te podría decir “yo no pensé en publicarlo”. Mentiría. Claro que todos han sido pensados para publicar, yo tomaría la imagen de “salir a la luz”. O sea, mis poemas son -no me gusta la palabra mucho, porque a la gente le asusta-, como fetos, no porque no llegan a ser bebés, sino porque los sacaron antes del útero. Yo los lanzo, “vámonos al aire”, o “vámonos al viento”, o “vámonos a la nieve”, porque sé que ya están preparados, aunque parezca que no, pobrecitos. En el libro hay alguno que yo me arrepiento un poquito, porque no es muy limpio, le falta trabajo, no te voy a decir cuáles son, pero hay dos poemas que digo “ay, no, no los quiero”, pero eso ya son otras cosas. Si yo leo poemarios de otros pasa exactamente lo mismo: abres un libro, y no te gustan todos los cuentos. Eso es normal, hay que vivir con ello. Por otro lado, ya sé un poquito cómo se va a recibir. El libro se presentó por primera vez en el 2019. Yo lo he leído en español y lo he leído en alemán, y casi siempre la gente viene, por ejemplo, con este poema que se llama “Ana”, sobre todo, las mujeres -los hombres están un poco así como “oye, ojalá que no esté enojada”-. Yo no estoy enojada. Las mujeres siempre dicen “oh, es que es muy íntimo” y casi me quieren como abrazar. Pero yo no me siento mal, es decir, yo, te digo, aunque se viera así, que los sacaron sin zapatos y están fuera, como la niñita de las cerillas, tienen todas las condiciones para sobrevivir. No sé cómo se va a recibir ahora, yo espero que no se reciba como una poesía banal, o como una poesía lloricona, espero que no, eso sería para mí una pesadilla.

Reliquias escoltadas

Eso no puede ser. No es una poesía fácil. Hay mucho hermetismo, hay que leerla varias veces para ir entrando, y cuando entras descubres un mundo complejo, desgarrado, como decíamos antes, para el que hay que estar un poco preparado, tanto emocional como éticamente. No tiene que ver con el lloriqueo, al revés, tiene que ver con una experiencia muy dura, lo que transmite, el mundo que hay dentro.

Bueno, claro. Pero esa es la angustia, que los poemas no sean así, ¿sabes por qué? Porque los materiales con los que yo trabajo están vivos. Y yo misma soy mi arquitecta, soy mi médica, soy mi cirujana, yo misma hago todo. Entonces esto parece obvio, pero lo que quiero decir es que yo conozco muy bien dónde está, en qué cajón guardo qué. Y a mí me sorprende positivamente casi cómo la gente me dice “lo tuve que leer dos veces”. A veces, claro, me inseguriza, digo, “dios, no se entendió nada”, pero me conmueve de alguna manera que la gente se sienta conmovida, aunque no entiendo muy bien por qué. No entiendo porque para mí ya fueron como platos lavados, huesos totalmente limpios. Después reflexiono y pienso, claro, es que son huesos, ¿no? O había espinas ahí. Pero yo ya no me doy cuenta. Yo trabajo todos los días con esos materiales.

Esta es ya la última pregunta. Es un libro en dos idiomas. ¿Por qué en dos idiomas, y cómo fue el diálogo con la traductora? Me gustaría que la nombremos.

Se llama Rike Bolte y quiero decirte que yo no sabía dónde me metía. Es una persona muy generosa, muy profesional, muy buena en su trabajo. Nos entendimos muy bien, y la maravilla es que no nos conocíamos. O sea, yo la conocía de nombre porque ella es la que organiza la Latinale, ella es la fundadora, y está en muchísimos proyectos. Pero yo no sabía quién era. La encontré por recomendación de otra escritora, entonces yo le escribí y le dije, igual como ese niñito que está fuera en la nieve, le dije “mira, yo no tengo el dinero, quiero traducir ya mi poemario, llevo tanto tiempo trabajando con él, ¿cuánto me cobras”. O sea, así, literalmente. Rike fue muy muy generosa con todo, con su trabajo, con sus explicaciones, con su amor también, o sea, amor en el sentido de la generosidad con el que acogió el trabajo Lo hicimos, yo no diría a cuatro manos, pero casi. Mi nivel, por decirlo así, de manera no fanfarrona, con el idioma es que estoy feliz que entendía las traducciones, estoy feliz que podía explicar o podía rechazar determinadas palabras porque le decía “no, eso no es lo que yo quería decir, esa no es la palabra”. Entonces, estoy contenta que yo podía tener ese nivel para decirlo. Pero evidentemente es una profesión, la traducción es una profesión, quedó absolutamente claro. Tenemos el sueño, por lo menos yo, de presentar el libro con ella, porque no se ha podido presentar el libro con ella, es una pena.

Fue decisión tuya publicarlo con traducción.

En realidad no. Encontré, también por azar, al editor, de Klak Verlag, y él al principio me había dicho, “Mira, lo vamos a publicar solo en alemán”, por eso la busqué a Rike. Entonces, claro, el corazón se me achicó un poquito porque me dije, yo escribo en español, pero por otra parte también un poco con ese desdén, desdén iluso, de “no quiero saber nada de México, está bien, que lo publiquen en alemán”, pero casi como acariciar con guantes. Y en algún momento, fue muy lindo, el editor me dijo “¿Sabes qué? Aquí hay una comunidad muy grande de hispanohablantes, sería un error que no publicáramos el libro bilingüe”. Entonces, yo, súper feliz, ¿no? Por mí, claro, adelante.

Entonces es un libro de poesía en español traducido, tiene su verdadera identidad, si hubiera salido solo en alemán habría sido un libro de poesía alemana.

Se habría interpretado así.

Te habrían tomado como poeta alemana.

No me lo quiero imaginar. Porque aunque medianamente pienso que coqueteo bastante con la cultura alemana, y quiero seguir haciéndolo de manera consciente, no me siento cien por ciento a gusto.

Bueno, pues lo que queda es ir el sábado a la  presentación. Muchas gracias por tus generosas respuestas, y nos vemos allí el sábado.

Muchas gracias igualmente.


El sábado 9 de octubre de 2021 Sandra Rosas presentó su poemario Pupilas ciegas en la librería Andenbuch de Berlín-Kreuzberg.

Entrevista de 2019.


Revista Desbandada

3 comentarios sobre “Desgarro

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