La poesía de Jorge Alejandro Suárez Rangel
La poesía de Jorge habla de distopías, de ahí el nombre de “Utopías rotas” de uno de sus poemas. No es una poesía cómoda. Es una poesía dura, que raspa, que hiere, que perfora, que lastima, que incomoda, que electrifica, que uno no quiere escuchar. Es una poesía hablada que no debemos leer sino escuchar, en su voz mexicana, la que le da el verdadero tono emocional, e incluso existencial, diría yo. El mundo se cae a su alrededor, las palabras se caen a su alrededor, como las bombas que cayeron en Berlín en el 45, aniquilantes, feroces, estruendosamente. Cualquier rastro de esperanza se derrumba: agresión, violencia, destrucción, lucha salvaje, son los componentes de su imagen de la ciudad. Ve lo que los turistas nunca verían. Ve la ciudad como nadie más que él. Porque su mirada de la ciudad no procede de esta ciudad que todos compartimos. Se ha traído los ojos desde México para ver Berlín. Es lo primero en que pensé al escuchar sus poemas. ¡Qué agobio! ¡Qué sensación de asfixia! ¡Qué claustrofobia! Y al mismo tiempo, fascinante, no puedo dejar de escuchar su voz, quiero que su poema continúe y al mismo tiempo lucho por no salir corriendo. Cuando leí sus poemas me di cuenta de que no era una poesía como las demás, como las que hemos publicado en Desbandada. Cuando la escuché interpretada por él mismo, me di cuenta, impactado, hasta qué punto es así. Hemos publicado muchos buenos poemas, voces sobre todo femeninas, fascinadas por lo que ven, fuera o dentro de sus cuerpos, de sus mentes, de sus sueños. Los de Jorge no diría yo que son buenos poemas, porque no son amables con la belleza. Su destreza no está en esa poesía a la que estamos habituados hasta ahora. Ha venido para zarandearnos con sus imágenes, con su ciudad partida entre dos seres contrapuestos, los perros y las cornejas, metáforas quizá de dos formas de habitar la ciudad. Su experiencia de la ciudad es ajena a la nuestra. Al mismo tiempo, tiene algo en común con la poesía de otra mexicana, la de Sandra Rosas: la violencia -la rotura, el desgarro- es el tema común, pero Jorge le añade el desencanto, el hueco insondable de la existencia sin apoyo. Si tuviera que asociar la poesía de Jorge con algo, me iría al expresionismo más descarnado de George Grosz: el individuo aislado enfrentado a lo peor de la sociedad, al efecto de la impersonalidad, al poder de las atroces estructuras, luchando por no desindividualizarse. O aún más, a las visiones distópicas del polaco Zdzislaw Beksinski, sus espacios inmensos donde el individuo es la figura más pequeña, y no tiene ojos. No me reconozco en su voz, como habitante de Berlín me parece una poesía extraña, chirría en el concierto ajetreado de una ciudad que de alguna forma he acabado amando. Y sin embargo, reconozco que es una posibilidad de esta misma ciudad, quizá una posibilidad que yo mismo no quiero ver. Pero mira, me iría con Jorge a tomar una chela: por alguna razón, me ha tocado. Porque hay algo que lo salva -palabra que él nunca admitiría-: su ironía. Escuchen a Jorge, no lo lean, escúchenlo, si se atreven a entrar en su universo, y luego, ya si eso, lo leen.
Jorge Alejandro Suárez
Autor autodidacta, intérprete de sus propios dramas desde siempre, aunque de modo profesional apenas desde 1997, cuando ingresó al Laboratorio De Teatro Campesino e Indígena, porque se ofrecía sin costo alguno para la población marginal de la ciudad de México.
Siempre finalista aunque nunca ganador de concursos de dramaturgia, durante el año 2007 escribió la obra Tu fantasma, historia de un hombre que asesina a su mujer en un ataque de celos, metáfora de la masacre de indígenas ocurrida en Acteal diez años atrás. Decidió presentar el texto ante el concurso de dramaturgia “Gerardo Mancebo del Castillo” y aunque no logró obtener el primer lugar, las críticas del jurado le sirvieron de recomendación para ingresar al taller de “Dramaturgia en escena”, dirigido por Ximena Escalante y Boris Schoemann. Ahí surgió la obra Zenzontle mongol, protagonizada por personajes con síndrome de Down que se enamoran y desean tener relaciones sexuales, pero sus deseos son impedidos por la censura social. La obra fue elegida para su lectura en la presentación de la editorial Los textos de la Capilla en el Palacio de Bellas Artes en el año 2008. También durante en ese año el autor se presentó como conferencista en la Séptima Semana Nacional de la Dramaturgia.
Como finalista obtuvo el montaje de sus monólogos en tres ocasiones dentro del Festival de cuentos antinavideños del Teatro la Capilla, entre 2009 y 2013. De entre estos textos sobresale Soy Ramón, peripecias de un perro callejero que es convertido en perro de pelea y termina su vida enfermo de cáncer a causa de los alimentos industrializados, la obra ha sido adoptada por el actor y director Mauricio Carmona, quien la ha presentado ininterrumpidamente desde el 2009 hasta hoy.
Jorge Alejandro Suárez Rangel, quien también es actor y director de teatro, montó en 2012 el espectáculo unipersonal El niño de la panza verde limón, donde la amistad entre dos compañeros de escuela primaria es traicionada por uno de ellos, en medio de un ambiente de violencia provocada por el acoso escolar. El espectáculo fue seleccionado para formar parte de la Muestra de Artes Escénicas de la Ciudad de México. Hasta el año 2014 participó integralmente en el quehacer teatral de la ciudad de México, llegando incluso a contribuir en la creación de obras para sordos.
Nacido en el DF, actualmente radicado en la ciudad de Berlín, migró con su familia a causa de la violencia creciente y la falta de oportunidades. Una vez en Alemania se encontró con que su vida profesional debía empezar de cero. Nunca tuvo los medios materiales para costearse un título y nada de su experiencia tiene una calificación oficial. Orillado a la auto-gestión, por resistirse a la oferta laboral corriente, produjo y produce teatro sin etiqueta ni garantía; sin firma que lo respalde. En proyectos modestos como el de “El teatrito”, Intergalaktischer Kulturverein o RammbaZammba Theater, su trabajo se exhibe en pequeños espacios, al margen del mercado, y es muy probable que usted nunca lo vea.

¿Qué esperabas encontrar en Berlín, desde el punto de vista artístico y desde el punto de vista existencial, cuando decidiste venir aquí?
Odio los viajes, en especial los viajes en avión, me aterrorizan. Venir a Alemania no fue una decisión personal, sino familiar, tomada en razón del nacimiento de mi hijo. En México comenzaba a construir mi proyecto personal como autor y como creador de teatro, este proceso se interrumpió abruptamente con mi partida del escenario donde sucedían mis historias. Lo que esperaba ingenuamente de Berlín es que fuera México, creí que podría continuar desde el punto en el que me quedé cuando abordé el avión.
¿Cuáles son tus referentes poéticos y literarios? ¿Qué has leído? ¿Qué te ha influido?

Soy pobre, mis referentes están en la cultura popular y los medios masivos. A Jaime Sabines lo conocí cuando se convirtió en un rockstar y desbordó el palacio de Bellas Artes. Derramé mis lágrimas de niño con Remi, aprendí a bailar a ritmo de House Music y me volví drogadicto con Nirvana. También estuvo la trova cubana y El extranjero de Camus, una docena de autores respetables que leí con entusiasmo, pero muy lejos de la erudición. Creo que fue importante el movimiento del Rock urbano en el DF, escuchar historias de mi propio territorio para romper la línea entre lo real y lo literario.
¿Con qué pintores o escuelas pictóricas te identificas? ¿Con qué obras o pintores asociarías los textos que mandaste?

Me gustan muchos pintores del siglo veinte como, Joan Miró, David Alfaro Siqueiros o Giorgio de Quirico, tal vez porque eran autores de moda cuando me interesé en el tema y eso los hacía accesibles. Con estos tres textos yo encontraría relación quizás con Baselitz o José Clemente Orozco, aunque tendría que volver a reflexionarlo con los cuadros por delante. El cine de Fassbinder y Win Wenders me vienen con fuerza a la memoria cuando trato de responder a esta pregunta.
©De las todas las imágenes: revista Desbandada.
Que mqaravilloso descubrimiento para mí, Jorge es real, filósofo, poeta, actor y nada, es la nada lo que lo hace auténtico, porque las etiquetas nos cazan, nos apartan en un nicho de donde por comodidad no nos atrevemos a salir. Todos los poemas me resuenan, vibran como un verdad que alguien se debe atrever a pronunciar y entonces están ahí las cornejas para gritarla, aunque nadie las entienda. Muchas gracias por este artículo tan de piel y a la vez etéreo,
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