Zonas silenciadas

Feminicidios. Como atrocidad está presente prácticamente en todos los países del orbe. Quizá en México, como en Honduras o Guatemala, se mezclan sus rasgos de violencia de género con el problema general de la violencia del país, pero no por ello deja de pertenecer a una lacra mundial, y el esfuerzo por erradicarla se integra en los movimientos globales de lucha contra la violencia de género. Desde hace más de treinta años, la alarma social ha ido creciendo, como también han ido desarrollándose los movimientos en contra, y en paralelo, un lenguaje que le da forma, una narrativa diferente que permite contarlo.

El Instituto Cervantes de Berlín, en colaboración con el Instituto Iberoamericano de Berlín y la Embajada de México en Alemania, dedica un evento a enfrentar los feminicidios desde dos puntos de vista: desde dos autoras mexicanas, Cristina Rivera Garza, escritora afincada en Houston y autora de El invencible verano de Liliana, y Luisa Reyes Retana, quien fue directora del Instituto Cultural de México, autora de Tu lengua en mi boca.

Hemos hablado con Cristina Rivera Garza de su obra narrativa en general, y en concreto de su novela El invencible verano de Liliana. Ha participado en la entrevista Angélica Cruz, responsable del documental ¡Vivas!, y quien hará de moderadora en el evento del Instituto Cervantes de Berlín.

Cristina Rivera Garza es actualmente becaria Holtzbrinck Primavera 2023 en la Academia Americana de Berlín.

Buenas tardes, Cristina, y buenas tardes, Angélica. Estamos aquí para hablar del evento que ha organizado el Instituto Cervantes de Berlín en el que Angélica va a hacer de moderadora y Cristina va a participar junto a Luisa Reyes Retana. Vamos a hablar en primer lugar de la obra narrativa de Cristina, y luego más en concreto del evento. La primera pregunta, Cristina, es ¿te puedes presentar como escritora, como narradora?

Mi nombre es Cristina Rivera Garza, soy una escritora y profesora mexicana que ha vivido ya más de 30 años en Estados Unidos. Escribo, sobre todo en español aunque también en inglés, novelas, aunque también soy autora de libros de cuento, ensayos y poesía. Además de haber fundado el primer programa de escritura creativa en español a nivel de doctorado en los Estados Unidos, soy profesora del Departamento de Estudios Hispanos en la Universidad de Houston. Este programa, a través  del que se apoya a escritores emergentes en el mundo de habla hispana de USA, es parte fundamental de mi activismo como escritora en mi país de adopción y segunda casa. 

Y además, de alguna forma, eres historiadora.

De hecho, esa es mi formación académica. Tengo un doctorado la historia latinoamericana. La licenciatura la hice en sociología. Nunca he estudiado formalmente literatura, pero creo que gran parte de lo que hago está muy influenciado e informado por esos distintos campos de creación y de saber.

¿Cómo te influye tu pertenencia a dos países que mantienen una vecindad tan compleja?

Bueno, Como bien has dicho, la vecindad entre México y Estados Unidos es muy compleja. Y es muy larga, también. Implica, y ha implicado, la creación de estereotipos por ambos lados aunque, como hablamos de una vecindad radicalmente asimétrica, tanto en términos económicos como geopolíticos, las consecuencias son distintas. Se trata, después de todo, de la gran vecindad del siglo XX. USA es la potencia por excelencia, desarrollándose junto a un país al que se le despojó de gran parte de su territorio justo a mitades del siglo XIX a través del Tratado de Guadalupe Hidalgo. De ahí proviene la discriminación y la violencia de la que este país, me refiero a Estados Unidos, ha hecho uso desde sus mismos orígenes. El origen de los Estados Unidos es la esclavitud de la población de africanos que fueron traídos de manera forzosa sobre todo a las plantaciones del sur, aunque no solo ahí. En el origen está igualmente en el despojo de territorios de México y de las poblaciones de nativos americanos. Esa es la raíz de Estados Unidos, y a eso se debe que la relación, especialmente con México, sea tan honda y compleja. Hay que tomar en cuenta, también, que en la actualidad somos más o menos entre cincuenta y sesenta millones de hispanohablantes en Estados Unidos, una gran parte de ellos venimos de México; que somos entre diez y once millones de bilingües hablando español e inglés. Es decir, la reacción, el miedo que esto puede generar en una población que se cree dueña, que se ve a sí misma como parte de este destino manifiesto, como si fuera que le tocaba ya vivir y posesionarse de tanto territorio como cuerpos. El hecho de que estemos viviendo un proceso de lo que se ha dado por llamar “latinoamericanización” de Estados Unidos, y más específicamente de una continua “mexicanización”,  es ahora tan importante como lo ha sido el despojo antes. Hay una presencia constante y constantemente renovada de migración latinoamericana que da cuenta de una fuerza demográfica, para empezar, de una fuerza de trabajo, que es fundamental para el tipo de vida de los Estados Unidos. Esta fuerza también es evidentemente cultural. Me gusta mucho decir en estos casos, y esto lo digo en relación al programa que dirijo en la Universidad de Houston, que el español en Estados Unidos ha sido usualmente visto como una lengua de trabajo, y siempre repito orgullosamente: ¡como un idioma de trabajo! Lo que nosotros estamos haciendo en este programa de escritura creativa en español es verlo, también, como una lengua de reflexión, una lengua de creación que tiene que buscar su manera de expandirse, y su manera de crear nuevas generaciones de escritores, de creadores, de pensadores en este entorno.

¿Tiene algo que ver con el desarrollo que se ha venido llamando el español de herencia o patrimonial?

Yo trabajo en una Universidad que es una Hispanic-serving Institution en una ciudad que se precia de ser la más diversa en los Estados Unidos, incluso más que Los Ángeles, Chicago o Nueva York. Gran parte de nuestros estudiantes son estudiantes de herencia. Es decir, hay una continua revalorización de lo que significa hablar español, ser bilingüe y vivir una vida precisamente entre estos dos, o más, idiomas en Estados Unidos.

Aparte de tu labor académica, eres escritora. En algún sitio he leído que para ti la escritura tiene algo que ver con los límites, la experiencia de la escritura, la experiencia de la vida tiene que ver con expandir los límites, si lo he entendido bien.

Cristina Rivera durante una lectura en Berlín. Febrero de 2023

Escribir, como vivir, tiene mucho que ver con cruzar límites. Hay una serie de limítrofes que nos recibe, son fronteras geopolíticas como en las que nací. Yo nací en Matamoros, Tamaulipas, una ciudad fronteriza en el lado este de la frontera de México y Estados Unidos, y viví por mucho tiempo en el lado oeste, en el otro extremo de la frontera, entre Tijuana y San Diego. Aún cuando el tema fronterizo como tal no es algo que haya tocado de manera abierta o explícita, está muy presente, ha informado cómo percibo la realidad, y finalmente, cómo escribo. El otro tema de los límites tiene que ver con los géneros literarios, también son limítrofes que son parte de las tradiciones dentro de los cuales se inscribe, lo querramos así o no, todo nuestro trabajo. Los libros no nacen aislados, forman parte de tradiciones. Me parece, en todo caso, que la escritura creativa provoca una relación que puede despertar al lenguaje, el lenguaje que usamos todos los días, el lenguaje que puede incluso volverse instrumental, como habría dicho Adorno alguna vez, descubre, despierta todas sus capacidades a través del ejercicio crítico, muy material y muy sensorial también, que es la escritura cuando se vuelve escritura creativa. Son tres los límites, los de la geopolítica, los de los géneros literarios, pero también los que tienen que ver con el cuerpo. Yo creo que la escritura no es un acto de inspiración abstracta, es una práctica material que ejercen cuerpos específicos en situaciones materiales específicas, es decir, cuerpos en relación con territorios y con otros cuerpos. En todo esto que estoy mencionando hay muchas is, y esas is son precisamente esos límites que hay que estar cruzando, de los cuales hay que estar muy alerta para poder invocar y producir mundos distintos al que vivimos.

Todo lo que me cuentas me hace pensar básicamente de la novela que he leído recientemente, que La cresta de Ilión, que saqué de la Biblioteca del Instituto Cervantes de Berlín, y que también tiene muchas is. Mientras la leía pensaba, “esto es literatura fantástica”, y luego pensé que va por otro lado: romper ciertos géneros literarios, las identidades puestas en duda. Es una novela que es posterior a Nadie me verá llorar, la novela que te hizo famosa de alguna manera.

Bueno, déjame contarte un poco, y ahorita regreso tu comentario sobre lo de novela fantástica porque me encanta esa percepción. Yo escribí y publiqué en 1999 Nadie me verá llorar. Es una novela que escribí en un contacto muy estrecho con expedientes médicos del manicomio La Castañeda, un manicomio estatal.

Hiciste un estudio sobre la locura en México.

Son manicomios que dominaron el mundo de la salud mental en el siglo XIX y hasta entrados el XX. Era una novela muy centrada en la Ciudad de México, muy anclada en documentación, aun cuando hay de mi parte mucho proceso de subversión precisamente de los documentos y de los registros. Es una novela para mí muy hecha de sustantivos, muy sólida, muy anclada en el espacio. Cuando me puse a escribir la segunda novela quería hacer algo completamente distinto. Para mí es mi novela verbal, por ejemplo, no es una novela que está anclada en sustantivos, sino en verbos. Creo que de mis novelas es la que está más cercana al mundo precisamente de la frontera. Aún y cuando la ciudad del Norte y la ciudad del Sur -las dos ciudades de La cresta de Ilión– no se llaman Tijuana y San Diego, hay hay muchos elementos que podrían caracterizarlas como tal. Lo que dijiste que te daba la impresión de que era una novela en el corte de lo fantástico: sabes que recientemente estos libros se han ido publicando al inglés. Te voy a hablar específicamente de La cresta de Ilión y de la novelaEl mal de la taiga, que son parte de mi ejercicio más centrado en la ficción. Cuando éstas novelas se tradujeron al inglés, El mal de la taiga recibió el Premio Shirley Jackson en 2018, que un premio para novelas de Horror lo fantástico oscuro-. Leídas dentro del contexto de la literatura mexicana o latinoamericana, era muy difícil que se leyeran en estos otros registros, y sin embargo, una vez cambiado el idioma, una vez que llegan a otro tipo de audiencia, fue más sencillo reconocerlas también como partes de ejercicios de lo fantástico, y en el caso de El mal de la taiga, como una novela de horror. Yo creo que no está mal calificarlas de esa manera. Como autora traigo una serie de preguntas que me interesan a mí que no necesariamente, digamos, tienen que ser claras, que tienen que ser explícitas para los lectores. Y ciertamente he tenido una curiosidad muy grande, y he trabajado mucho, de hecho, en algo que he llamado estructuras colindantes. Me interesa mucho entrecruzar géneros, trabajar entre los límites, en los bordes a través de los cuales distintos géneros colindan los unos con los otros. Y me gusta sobre todo utilizar características que adscribimos a un género literario, por ejemplo, a la narrativa, mientras estoy escribiendo en otro género literario, por ejemplo, la poesía o el ensayo, y me gusta combinarlos de tal manera que se mantengan siempre en estado de libertad, siempre en un estado de tensión, y se puede, incluso, de contradicción. Por eso me da gusto que digas que La cresta de Ilión podría ser leída, claro que sí, desde el registro de lo fantástico, de la misma manera que admite una lectura, también, desde el registro del horror.

Nadie me verá llorar, de Cristina Rivera Garza, editado por Tusquets.

La novela me recuerda muchísimo a Saramago, a Ensayo sobre la ceguera. El ambiente, la atmósfera, la definición de los personajes. Además él también trabaja sobre la locura.

Es muy interesante tu comentario porque si algo nos muestra es que las definiciones de género, en términos literarios, tienen que ver con lo que los autores ponen de por medio, pero también, y mucho, con la manera que perciben la lectura. Y tiene que ver, por supuesto, con dónde lo acomodan los libreros en las librerías, y cómo lo reseñan en los periódicos. Hay una negociación que me parece bien compleja. A mí me gusta mucho, de hecho, escuchar la manera en que los lectores abrazan un libro. Finalmente ese es el punto del libro, ¿no? Ese es el fin del libro, la posibilidad de compartir una experiencia con otro cuerpo que no está cerca de ti. Si la escritura es  un mecanismo que parte de la distancia, que crea distancia. también es un mecanismo que produce esa cercanía espectral y fuerte que es la lectura, una cercanía también muy crítica.

De hecho tú has reflexionado mucho y has teorizado, sobre la recepción y sobre el lector. Tienes alguna reflexión que me recuerda, lo siento, a Cortázar, cuando hablaba del “lector hembra”, aquello que se entendió tan mal. Tú provocas una lectura que no puede estar tranquila sentada en el sillón, te estás todo el rato preguntando dónde estoy como lector. ¿Sigues buscando esta provocación del lector?

Qué interesante que menciones a Cortázar. Hace poco vinieron unas amigas aquí a Berlín y estábamos hablando de lo mal que ha envejecido Cortázar, especialmente Rayuela. Fue muy interesante el reflexionar en voz alta: pues sí, ha envejecido mal, ¿no? Los cuentos tienen otro destino y hay otra manera de acercarse. Especialmente esa esa dicotomía entre el lector hembra y el lector macho me parece muy poco feliz. Volviendo a la pregunta sobre el lector, sobre la lectura como una práctica. La lectura no como un acto de contemplación ni de clientelismo, la lectura que va más allá del consumo. Es algo que he estado muy presente tanto en mi práctica como lectora, el tipo de libros o de artefactos que me mantienen alerta son el tipo de cosas que me ponen a escribir, aquí hay aquí algo de lo que agarrarse para hacer otra búsqueda en otra dirección. Me gustaría pensar que ese es el tipo de libros que he estado haciendo, libros que piden un poco más. Como les digo a mis alumnos cuando estamos en clase, si están en la clase, que bueno, que vengan sus cuerpos, pero yo también quiero que esté su mente, su espíritu crítico, su afecto. Que haya una implicación mucho más comprometida y mucho más corporal. Es el tipo de lectura que me anima a seguir escribiendo.

Luego la propia lectura es muy satisfactoria, quiero decir. Al mismo tiempo que pones en duda los gemelos, sin embargo, no alejas el texto del lector. Tenemos ejemplos donde leer puede ser complicado como La casa verde, Tres tristes tigres, es casi como leer el Ulises de Joyce.

O Paradiso, de Lezama Lima.

En tu caso la lectura es fácil, es fácil entrar en la historia, pero luego tienes que estar todo el tiempo buscando las claves narrativas para entender qué posición tienes como lector. ¿La poesía tiene algo que ver con eso?

Cristina Rivera durante una lectura en Berlín. Febrero de 2023

Déjame este contestar a las dos cosas porque me parecen interesantes. Para mí el estar escribiendo y el crear este mecanismo que pueda llevarnos un poquito más allá, que pueda crear este pensamiento crítico, y con suerte una práctica crítica, tiene mucho que ver experimentar, con suspender, con subvertir tradiciones que recibimos y que a veces aceptamos acríticamente. El gran peligro de hacer eso es quedarse jugando solo. Para mí ese es un gran peligro. No me gusta la idea de quedarme jugando sola. Cuando estoy escribiendo un libro tengo que pensar en mecanismos, en estrategias a través de las cuales pueda bienvenir también a los lectores. Como lo digo muchas veces en mis clases y en mis talleres, la función del lector es siempre irse. El lector o la lectora siempre están a punto de irse. Y contra lo que el libro tiene que luchar precisamente es esa que es la actitud, el movimiento natural, si es que hay algo natural, de la lectura en cuanto tal. Entonces, siempre hay que poner ahí algo más. Yo no soy de las personas que utiliza la trama, que muchas veces se utiliza precisamente con ese afán de mantener la atención de los lectores, aparte vivimos en un mundo donde la atención cada vez se pelea más, y cada vez hay menos cantidad de atención. Creo que debe haber otros elementos ahí. Y a lo mejor viene de mi interés en la poesía, este otro énfasis en las múltiples capacidades materiales del lenguaje. A la mejor hay cosas que no pongo en la cama pero que nos atraen por cómo el lenguaje tiene un cierto ritmo, o cómo se ve en la página, cómo se despliega a lo largo de las hojas, cómo se vale de la polisemia para crear otra serie de mundos posibles… Es decir, hay un montón de otras estrategias que yo creo que le pertenecen a la escritura en general, pero que tendemos a asociar de manera más concreta con la poesía, Ese sería un ejemplo precisamente de un trabajo colindante, es decir, de poner a funcionar estos elementos que usualmente asociamos a la poesía en un campo distinto como es el de la prosa, o más específicamente, el de la narrativa. Creo que siempre necesitamos de ambos, hay que tener muchos pies y que todos esos pies estén en distintos territorios para poder preguntarnos lo que vale la pena preguntarnos, qué son las preguntas imposibles.

Gracias, Cristina, por todas estas reflexiones tan interesantes. Le dejo la palabra a Angélica, que va a hacer la segunda parte de la entrevista.

Bueno, Cristina, yo estoy muy feliz de participar en el evento como moderadora porque es un gran honor para mí estar con ustedes dos ese día. La primera pregunta sería qué vas a presentar en el evento del Instituto Cervantes de Berlín, de qué vas a hablar.

Haz clic en la imagen para acceder a la información.

Nos han convocado para hacer una conversación y lectura acerca de violencias de género en México. Un tema que, por cierto, no le pertenece por desgracia solo a México, un tema que es global. Estamos viviendo lo que Rita Segato ha denominado, me parece de manera correcta, como la guerra contra las mujeres, y creo que lo que vamos a hacer en el Instituto Cervantes de Berlín es tratar de tener una conversación crítica, animada, muy concreta, sobre estos temas, con base en los libros que tanto Luisa ha escrito como mi libro más reciente, El invencible verano de Liliana.

¿De dónde surge el título del evento que vamos a tener el próximo 27 de abril, Zonas silenciadas?

Pues mira, como yo lo discuto en El invencible verano de Liliana, una de las razones por las cuales la violencia de género se perpetúa, existe, en primer lugar, y se perpetúa, es porque hay un silencio forzado sobre ella. Creo que es bien difícil, primero identificar, luego, prepararse contra, y luego tratar de cambiarla, me refiero a la violencia de género, cuando, en primer lugar, no hay un lenguaje lo suficientemente preciso y lo suficientemente compasivo para poder contar estas historias de violencia. Por muchos años, las historias de violencia de género han sido contadas desde el punto de vista y con la narrativa patriarcal del crimen pasional que usualmente culpa a las víctimas y exonera a los perpetradores, y eso es una manera de silenciarlo, de forzar un silencio, de decir que esas cosas forman parte del mundo de lo privado que la ropa sucia se lava en casa, que eso no debe de pertenecer a una discusión pública más amplia. Creo que los movimientos feministas de los últimos veinte o treinta años, sobre todo los más recientes, han ido produciendo ese lenguaje con el cual podemos discutir de otra manera, con otro tipo de narrativa, está violencia, y la podemos volver más visible, luego, entonces, juntos y juntas la podemos cambiar- Sí es una zona silenciada, es una zona a la que hay que interrogar, y es una zona para la cual ahora hay palabras. Si no hubiera esas palabras no habría podido escribir El invencible verano de Liliana. Una zona a la que hay que estar continuamente cuestionando.

Justamente mencionas mucho en el libro de la historia de tu hermana, cómo tal vez su historia hace treinta años no hubiese podido ser contada de esta forma porque ni siquiera estaba en el imaginario colectivo. La gente no hablaba mucho de esto, y la importancia de que ahora existan esas nomenclaturas, esos términos que ya describen un poco más de lo que se está hablando: de ciertas violencias, de los feminicidios. Y para mí personalmente, que también llevo esta temática, me parece muy oportuno que treinta años después hayas sacado a la luz, en este tiempo, la historia de tu hermana. ¿Qué significó para ti el investigar acerca de esto que es tan personal, pero tanto importante de contar también como una forma de lucha para que la gente sepa lo que es lo que está pasando, no solo en lo privado, sino en lo público?

Fragmento de El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza, editado por RANDOM HOUSE

Bueno, es muy difícil contar una historia de este tipo con el lenguaje que produce el que encubre la violencia de género, con el lenguaje patriarcal, que es el lenguaje que manejamos. Por desgracia, la historia de mi hermana, que ocurrió hace un poco más de 30 años, es una historia que se sigue repitiendo. Y es una historia que todavía se sigue contando dentro del cauce de esta narrativa, el crimen pasional. De hecho, no creo que sea por pura casualidad de entre los comentarios que me mandan a veces sobre el libro de brillen aquellos en los que algunos lectores y lectoras se empiezan a acordar de historias parecidas que hasta ahora tienen sentido. “Ah, eso es lo que le pasó a bañar Conchita, que vivía allá y que dejamos de ver”. “Ah, eso fue lo que le pasó a mi compañera de clases cuando ya no siguió yendo…”. Es decir, hay una especie de momento de pausa y de reconocimiento, que creo que es que es muy común cuando hay este tipo de silenciamiento forzado, esta invisibilización forzada también de estas historias. Cómo le hacemos para contarlas de manera distinta cuando nos la sabemos tan bien, cuando desde el poder, desde la autoridad, desde el machismo se han contado de una manera que parece que ya no las podemos decir otra vez. Yo creo que aquí es donde juegan un papel muy importante las voces de las mujeres que han sido maltratadas, o las voces de las mujeres que han sido víctimas de esta forma letal de la violencia de género que es el feminicidio. Yo tuve el privilegio de encontrar una serie de documentos que mi hermana había guardado. Son documentos que ella escribió y que ya autorizó, digámoslo así, desde muy chica, y en los que dejó constancia de su experiencia sobre el mundo, los veinte años que estuvo con nosotros. A mí me interesó mucho utilizar esos documentos, poner la voz de Liliana, no darle voz de Liliana porque Liliana ahí dejó su voz, crear un contexto en el que la voz de Liliana pudiera hablar con los lectores como ha hablado todos estos años conmigo. Era construir este contexto de escucha para que otros pudieran también tener contacto y acceso con esta voz. En términos de estrategia literaria lo que me parecía importante era no escribir sobre Liliana, sino con ella, puesto que tenía acceso a estos papeles y, por otra parte, no escribir sobre ella en el sentido de anteponer mi voz o tratar de editorializar la voz de de mi hermana. Todos estos elementos utilizados de tal manera que el énfasis no solo fuera en el momento de la muerte, sino sobre todo en el momento de la vida. Porque me parece que lo que produce la reacción más interna, más crítica, es precisamente el darse cuenta de todo lo que perdemos, no solo los familiares y los amigos, sino todos en general, las comunidades en general, de todo lo que perdemos cuando una mujer nos es arrebatada violentamente de nuestro entorno. Ver ese lugar vacío, saber que ese lugar estuvo ocupado alguna vez por esta vida que es compleja y llena, y que ya no está ahí. Me parece que eso produce un tipo de reacción y un tipo de compromiso muy distinto que cuando repetimos la historia del protagonista masculino que ejerce un poder letal sobre las mujeres. Ciertamente eso está incluido en esta historia, pero hay un énfasis mayor en la capacidad crítica de Liliana como una mujer joven buscando una vida distinta a finales del siglo XX en México.

Hablando precisamente de que esto sucedió 30 años atrás y hoy el feminicidio, o estas historias, se ven de otra manera, tú personalmente, ¿cuál crees que es la diferencia entre esa lucha feminista de hoy en día a la que pudo haber sucedido treinta años o más atrás?

El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

Esto está muy relacionado con algo que hiciste en un momento, que es el libro Condolerse. El cambio de narrativa y cambio de discurso en torno al feminicidio tiene relación con este libro.

©Annette Hornischer/American Academy in Berlin.

Bueno, el problema es que hace treinta años, de verdad, era muy difícil organizar cualquier movimiento crítico alrededor del feminicidio porque todas las oportunidades narrativas estaban copadas por el por el machismo, por el patriarcado. Cualquier cosa que uno dijera podía ser utilizado en su contra. También de ahí surge el silencio. Es un campo minado en el que continuamente hay que estar cuidándose de qué mina enterrada está pisando y va a explotar. Lo que ha cambiado es, por supuesto, la producción de ese lenguaje que nos permite articular la historia de otra. Y, sobre todo, que hay una audiencia también distinta. Hace rato hablábamos de la importancia de la lectura, bueno, pues hay que hablar de la importancia del acompañamiento, de la importancia de los oídos que están listos para escuchar otra historia y para creerle a otras.

Totalmente. Dolerse y Condolerse son son dos libros que escribí con base en una columna que tuve en un periódico mexicano por unos siete años, en el periódico Milenio. Ahí escribía más o menos de todo, cuestiones sobre todo de literatura, pero conforme México entró en la mal llamada “Guerra contra el narco”, cuando Felipe Calderón trató de legitimar una elección muy dudosa lanzando esta guerra irresponsable, yo, como muchos en México, empecé a pensar y a preocuparme y a escribir de manera constante sobre este tipo de fenómenos. Después los editores de de Surplus me invitaron, de hecho, a publicar los ensayos que tenían que ver específicamente con la violencia. Yo creo que así fue como me di cuenta que tenía muchos años pensando en eso, y ahora que publiqué El invencible verano de Liliana la otra cosa que me doy cuenta es que no solo lo pensaba como una ciudadana alerta y preocupada de inicios del siglo XXI, sino también lo pensaba como una hermana que tenía treinta años o más tratando de buscar una manera de contar una historia que ha sido fundamental en mi vida.

A mí me parece muy interesante en tu libro que, cuando uno llega a las partes donde tú compartes los textos de los diarios y pensamientos de Liliana, podría uno pensar que está interactuando con una mujer de nuestro tiempo, como si hubiese viajado al futuro y estuviera exactamente en este oleaje feminista que está pasando en este momento en Latinoamérica, o en México. Lo escribes en varias partes del libro que tú también creías que tal vez Liliana sí se podría desarrollar en nuestro tiempo mejor, y podría ser mejor entendida que en el tiempo en que ella era joven y pasó esto, en los noventa, cuando todavía no había esa ola tan potente. ¿Tú qué piensas acerca de este movimiento feminista que se está dando actualmente en Latinoamérica? ¿Cómo es la postura de los medios de comunicación al abordarlo?

Yo creo que si tenemos futuro, es un futuro feminista. Es decir, me parece que cualquier consideración teórica que no tenga en cuenta las profundas diferencias y desigualdades de género, pues es una una postura teórica que está cojeando de manera radical. Las discusiones que estamos teniendo, no solo de violencia de género, sobre transgénero, por ejemplo, justo ahora, pues son conversaciones fundamentales a las que no se les puede sacar la vuelta, que son complicadas, son difíciles, pero son precisamente las que nos van a hacer posible, en caso de que sea posible, tener otro tipo de futuro. Y me parece que, tal como ocurre en la Academia o como ocurre en la vida cotidiana, lo mismo pasa con los medios de comunicación, que hay que estarles recordando continuamente que no es una elección, que no es una moda, no es un producto del contentillo. Es una relación estructural de nuestro mundo, es una relación que se arma precisamente en visiones sociales y sexuales de trabajo. No es una relación que tenga que ver nada más con opciones de identidad sexual, etcétera. Tiene que ver con cuestiones de raíz. Si no pensamos cuestiones de género, realmente no estamos pensando sobre el mundo en el que vivimos. Por eso digo que es, de los pensamientos, el que me parece el único capaz. O los únicos capaces, porque son muchos feminismos, hay que tomarlo en cuenta, no hay uno, por fortuna, y hay una gran discusión de por medio. Donde está el disenso pues también está la libertad. Lo que comparten los feminismos es ciertamente esta apertura a considerar a las relaciones de género como estructurantes y estructurales. Eso para mí es fundamental.

Voy a hacer la última pregunta. ¿Cuál es el rol que juega entonces la literatura en conjunto con el movimiento feminista? ¿Cómo lo empodera?

Frente a un tipo de narrativa cosificada, limitante, mortuoria, como son las múltiples narrativas desde el poder, entre ellas las patriarcales y machistas, pues creo que precisamente el trabajo de la literatura es esa pala y ese pico que vienen a cuestionar el lenguaje ya capturado vuelto instrumental para ese tipo de causas. Vivimos continuamente rodeados de ese tipo de lenguaje y creo que con la literatura o dentro de este espacio crítico que forma la literatura tenemos la oportunidad de darle la vuelta a muchas cosas. Y de lanzar preguntas que son importantes para crear las grietas por las que podemos pasar a otro lugar.

Bueno, muchas gracias. Cristina. Gracias Iñaki por el espacio. Espero que el evento en el Instituto Cervantes vaya bien y sea un éxito de público. Y sobre todo mucha suerte con el nuevo libro El invencible verano de Liliana. Mucho éxito en todos los sentidos, no solo en el literario.

Muchas gracias a ustedes.


Cristina Rivera durante una lectura en el Salón Berlinés. Berlín, febrero de 2023


Fotografías del evento en el Instituto Cervantes de Berlín, 27.04.2023

Video del evento retransmitido por la Embajada de México en Alemania
Revista Desbandada

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