Berlín, ciudad neoclásica, ciudad ilustrada, ciudad romántica y revolucionaria, ciudad aristocrática, ciudad proletaria, ciudad cabaret, ciudad semita, ciudad parda, centro del terror, ruinas humeantes, ciudad socialista y ciudad capitalista, ciudad excesiva y excelsa, separada y unida de nuevo, repoblada, insomne y laboriosa, melancólica y eufórica, y sobre todo, cosmopolita.
Berlín es un universo en sí mismo, y describir y comprender la enorme complejidad y la poliédrica realidad de la ciudad de Berlín a través de la creación artística se nos revela como una titánica tarea que muchos otros, antes que nosotros, han intentando con muy diversa fortuna. Lo novedoso en este caso, y por eso estamos aquí reunidos, es que ahora la antigua capital de Prusia es interpretada y vista a través de unos ojos nacidos en otras latitudes. Y es sobre estos productos artísticos y culturales, creados por foráneos vinculados al mundo ibérico, hispánico, o hispanoamericano, sobre lo que vamos a discutir hoy con nuestros invitados primero, y con todos vosotros en la segunda parte del debate que vamos a iniciar.
Texto de Luis Miguel Fernández López
El evento que así comenzaba tuvo lugar en la librería Andenbuch de Berlín-Kreuzberg, regentada por Teresa Cosci, el 26 de noviembre de 2022. El objetivo giraba en torno al espacio cultural en español en la ciudad de Berlín. La revista Desbandada propuso a una serie de asociaciones, proyectos, instituciones, iniciativas y personas del entorno cultural, así como a todo aquel que quisiera acercarse, venir a hablar sobre el mundo hispanohablante de la ciudad, la identidad común que pudiera estar surgiendo del ámbito cultural, las propuestas que se generan y las respuestas que se reciben, así como las oportunidades y dificultades para su ejecución.
El segundo objetivo era poner en contacto a distintos actores de esta escena que tiene como elemento común el idioma. Como expresó alto y claro la propia Teresa Cosci al final, allí estábamos solo una pequeña representación de la enorme diversidad del espectro cultural que se vincula al idioma compartido.
No sabemos si alcanzamos plenamente nuestros objetivos, pero creemos que, en cualquier caso, es un buen comienzo.
El evento tuvo como participantes en la mesa redonda a Teresa Casanueva y a Timo Berger, y el moderador fue un habitual colaborador de la revista Desbandada, Luis Miguel Fernández.
Teresa Casanueva nació en La Habana en 1963. Tras una preparación académica en su Cuba natal da el salto a Europa, a la entonces RDA, para estudiar Pintura, Textil y Grabado en el Instituto Superior de Arte y Diseño en Burg Giebichenstein (Halle). Tras la caída del Muro en 1989, se instala definitivamente en Alemania, y dsde hace 12 años en Berlín. Ha participado en numerosas exposiciones, colectivas y personales, desde su juventud hasta la actualidad en Cuba, Alemania, Grecia y España. Desde el año 2000, ha participado en producciones de animación para el cine y televisión.
Timo Berger nació en 1974 en Stuttgart. Es poeta, productor cultural y traductor. En 2006 funda con Rike Bolte, y en el entorno del Instituto Cervantes, el Festival Latinale dedicado a la literatura latinoamericana, el cual dirige hasta la actualidad. En 2004 funda y codirige hasta 2007 el Festival de poesía Salida al Mar (Argentina). Ha traducido al alemán a numerosos autores tanto del ámbito hispánico como del portugués. En 2008 publicó el libro de poemas «Ferne Quartiere». Ha colaborado con Eloísa Cartonera y fundado con Ausias Navarro Millèt la editorial PapperLaPapp. Coordinó los eventos poéticos alemanes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2011, año en que Alemania fue país invitado de honor.
Luis Miguel Fernández nació en Valladolid en 1976. Es profesor de Historia y Lengua Española en un instituto de educación secundaria en Berlín. Apasionado de las artes, las letras y la política, escribe sesudos artículos de esta última disciplina cuando tiene ocasión.
Agradecimientos
Antes de seguir, queremos agradecer, y lo hacemos también en nombre de la librería Andenbuch, la asistencia a todas y todos los que quisieron acercarse a conversar de estos temas. Las situación sanitaria de la ciudad, con muchas personas afectadas por distintos tipos de virus, así como cierta circunstancia deportiva, determinó claramente el desarrollo del evento, por lo que la asistencia tuvo un valor inestimable para nosotros: Gracias a todas y a todos los que asistieron.
Lo que viene a continuación no es un resumen del evento ni una transcripción de todo lo que dijo, que fue mucho. Es una recopilación de algunos conceptos e impresiones surgidos del debate. La primera parte del evento se puede ver en el canal de YouTube de la revista Desbandada.







Plan del evento
Para el evento, establecimos con Luis Miguel Fernández los siguientes temas de conversación en forma de pregunta:
- Identidad y denominación. Pongámonos de acuerdo, ¿qué palabra o palabras podemos usar para hablar de nosotros hoy en esta charla?
- La ciudad: la visión del foráneo. ¿Qué representa Berlín para vosotros desde vuestra personal posición artística?
- La lengua y la cultura de acogida: la interpretación implícita en los productos culturales y artísticos. ¿Qué representación veis de la lengua y la cultura alemanas en los productos culturales de vuestro entorno artístico?
- La visión del mundo hispano desde la cultura alemana. ¿Qué visión tiene la sociedad alemana del mundo hispanohablante? ¿Cómo se hace de mediador entre estos dos mundos?
- Encuentro de elementos en Berlín, la narrativa del hipotético colectivo. ¿Existe algo parecido a un colectivo artístico en torno a la lengua castellana?
- La vivencia del emigrante. Partiendo del hecho de que tu experiencia como migrantes influye en vuestra obra, ¿cómo elaboras tu experiencia de emigrante? En el sentido complejo de la palabra verarbeiten.
Además de esos temas, y en una segunda parte tras una breve pausa, estos eran los temas que queríamos abordar con los asistentes en la sala.
- ¿Dónde nos reunimos, dónde exponemos, dónde creamos?
- ¿Cómo nos relacionamos, qué medios existen para conectarnos, qué canales y qué redes de contactos existen?
- ¿Qué dificultades enfrentamos para crear? ¿Y para difundir, para dar a conocer y compartir lo que producimos?
- ¿Cómo nos recibe la sociedad alemana de Berlín y sus instituciones, cómo hacemos para llegar al público alemán, tenga o no una vinculación personal con el mundo hispano?
¿Qué somos?
Era difícil ponerse de acuerdo en este punto. Cualquier denominación que queramos emplear para nombrar lo que somos y por qué estamos reunimos en la sala tiene, según distintas perspectivas, una fuerte connotación de algún tipo. Entran en juego consideraciones de carácter histórico, (geo)-político, cultural, lingüístico, quizá hasta generacional. ¿Se trata de una escena cultural «hispana“, «hispanohablante“, «hispanoamericana“, «iberoamericana“, «latinoamericana», en Berlín? Ni siquiera el idioma común que nos permite comunicarnos recibió una denominación compartida. En un momento dado, Timo, no sin cierta fina ironía, propuso que nos llamemos “hispanoberlineses”. La causa de esta falta de acuerdo está, más allá de los aspectos mencionados, en una palabra clave: diversidad. Tenemos algo en común pero siempre dentro de la diversidad. Hay, así, una tensión a la hora de elegir un término, quizá porque ese término vaya a limitar nuestra actividad creativa, o porque sería más una etiqueta impuesta desde fuera, desde el discurso hegemónico, o desde el eurocentrismo. Y sin embrago, estábamos allí juntos discutiendo. Y sin embrago, cada uno de nosotros ha estado o ha participado en eventos, exposiciones, obras de teatro, manifestaciones, o ha leído poemas, cuentos, artículos escritos por otros que son como nosotros.
¿Qué nos vincula? ¿Es el idioma común herramienta suficiente de acercamiento y creación de un entorno cultural compartido? En el encuentro había personas vinculadas a la palabra, pero también artistas vinculadas a las artes plásticas, que no expresaron una vinculación tan determinante del idioma para hacer llegar sus creaciones, así que el idioma como medio expresivo no es necesariamente lo que nos une.
Sigue abierta la pregunta: ¿qué somos?, ¿qué nos vincula?, ¿qué nos permite comunicarnos a pesar de la diversidad de orígenes y de experiencias?, ¿es una vinculación real, o solo pretendida?, ¿hay algo que no estamos viendo, o no queremos ver? ¿Estamos, finalmente, generando una identidad distinta de aquella con la que llegamos al país, a la ciudad, sea cual sea nuestro origen? El impulso para la reflexión está lanzado.
Coexistencia de generaciones
Una de las características que parece definir este entorno cultural es la coexistencia de generaciones: hay una anterior a la crisis del 2009, y otra posterior a esa fecha. Pero también está la de los hijos de los que llegaron antes del 2009, y que ya tienen recorrido y espacio propios. Hay una generación, activa aún hoy, que llega, digamos, en torno al año 1989. Es cierto que algunas personas y algunos colectivos ya estaban en Berlín, o en Alemania, antes de la caída del muro, otros llegan en los años subsiguientes. Hay que destacar, por un lado, a todos los cubanos que llegaron a la República Democrática o a algunas de las repúblicas soviéticas, especialmente la rusa, y que después se quedaron en la nueva Alemania. Representante de ese colectivo es justamente Teresa Casanueva. Junto a ellos, podemos nombrar, también, como colectivo, a los chilenos exiliados en Alemania como resultado del golpe de estado de Pinochet. Igualmente había un pequeño grupo de españoles emigrantes que se establecieron en torno a la Kantstr. Muchos de los integrantes de esos grupos, no hay que olvidarlo, regresaron a sus países cuando la situación lo permitió o sus circunstancias socioeconómicas o laborales.
Junto a esos grupos más o menos vinculados entre sí en la era preinternet, había otras personas, artistas, músicos y escritores, que solían vincularse a través de asociaciones y de restaurantes. Un buen ejemplo es el de los músicos, de los que habló el director del mariachi El Dorado, Víctor Ibañez. Estamos hablando de los años 90, los años post-reunificación, los años del cambio en que Berlín dejaba de ser, poco a poco, una ciudad dividida; en que la sociedad berlinesa vivía en una tensión que hoy ha desaparecido prácticamente, y que los que vinieron después no experimentaron. Una época de transición que dio paso a muchas cosas nuevas, la digitalización de la vida cotidiana, el uso del EURO en vez del MARCO…
La siguiente oleada migratoria importante llega a partir de la crisis del 2009: llegaron de todos los países de habla hispana, puesto que la crisis fue mundial. Esta generación más joven se viene a unir, en los números, en edad, a los hijos de esa otra generación que ya estaba instalada e integrada en la ciudad, pero probablemente no comparten ya los procesos internos del migrado. Formaron rápidamente redes, la tecnología de la comunicación representó un papel fundamental aquí, la relación con el idioma y la cultura alemanas es diferente, de menor dependencia, lo que permite sobrevivir en inglés en una ciudad donde la propia sociedad alemana ha cambiado, con mayor aporte de la Alemania occidental, y una progresiva especulación inmobiliaria que acaba afectando a todos. Además, es una generación que “consume” cultura, y es más grande, permite alimentar una economía de la cultura propia que no necesita de la sociedad alemana: en los espectáculos de teatro, en las lecturas de poesía, en los conciertos de música (¿latina?), apenas hay alemanes. ¿No tienen ya interés? Timo explicó, con franca crudeza, que los intereses de la sociedad alemana han cambiado, que ya la cultura en español no está en la escala de prioridades en la misma posición que ocupaba en los años 80 y 90, pero además es que la nueva generación tiene como característica que se retroalimenta a sí misma, con lo que no parece necesitar ni buscar la aprobación de la sociedad que la rodea.
Desde revista Desbandada estamos atentos a lo que pasa en la ciudad, y vemos -nuestra imagen requiere aún una constatación más fundamentada-, que en eventos vinculados a las primeras generaciones apenas hay público vinculado a la segunda oleada (los jóvenes que aparecen en esos eventos suelen ser los hijos de aquellas), y viceversa. Hay una proporción que sí comparte ambos ambientes, pero parece ser minoritaria. Parece darse cierta incomunicación intergeneracional.
Por otra parte, detectamos que los públicos, dentro de cada generación, no interactúan entre sí, que hay cierta tendencia a la fidelidad al local, a la persona o la agrupación que organiza. Es decir, por un lado parece haber dos capas en este aparente colectivo en torno al idioma, en función del momento de llegada a la ciudad, antes o después del 2009. Por otro lado, las iniciativas y propuestas parecen moverse como en islas de un archipiélago en el que el mar alemán no favorece la comunicación: las caras que veo en un acto de una librería no las veo en una representación teatral o en un evento poético, y los asiduos a las fiestas de salsa, o los padres jóvenes que llevan a sus hijos pequeños a las clases de español de herencia apenas se dejan ver en presentaciones de libros o en pases de películas chilenas o peruanas en versión original. No se trata, claro, de que todos vayan a todo, pero sí de alcanzar mayor interacción y de compartir más los espacios. Se trata de evitar que las mismas personas vayan siempre a los mismos sitios, tal vez por simple desconocimiento de las otras opciones. Esta reincidencia, si se confirma con los datos observables, no contribuye a que nos nutramos unos a otros, a que nos influyamos, y finalmente, a la conciencia de la existencia de algo común.
La sociedad alemana
La experiencia del emigrante es una experiencia que cada uno vive individualmente, pero que comparte en colectividad. La relación con la nueva lengua y la nueva cultura y la nueva sociedad la establece cada uno, y sus claves son independientes, hasta cierto punto, de la manera de expresarla o de cómo incide en su actividad humana: Teresa Casanueva llegó a la Alemania Democrática dentro de un sistema político que ya no existe, para Luis Miguel Fernández la vivencia del emigrante ha sido una experiencia muy enriquecedora, sin la cual no habría conseguido crecer tanto interiormente, Irati Elorrieta nos explicaba en una entrevista que el emigrante vive una tensión entre dos espacios, el que deja y el que lo recibe: en el fondo, cada uno decide cómo va a vivir esa experiencia, y decide si lo lleva al lienzo o a la hoja de papel o a la pantalla en la que se proyecta su película, o no lo hace en absoluto. ¿Se puede ver en la poesía de Elsye Suquilanda la poesía de una emigrante? La experiencia de poesía comunitaria que surge en los Eventos hispanopoéticos del Pasajero del muro, que a veces podemos calificar de catárticos, ¿serían posibles sin la conciencia de una experiencia migratoria común? Hay una poesía y una narrativa -probablemente también una obra plástica- que se escriben, en Berlín, desde el lugar de origen, que sigue analizando lo que «pasa allí», como la más distribuida novela de Amir Valle, Jineteras, y toda su indagación de la prostitución en Cuba; hay otra escritura que incide en la experiencia inmediata de la calle, el barrio, el trabajo, los amigos de acá, como la novela de Irati Elorrieta, Luces de invierno, la historia de dos vascas en Berlín; finalmente hay una tercera posición que construye un espacio ajeno al mundo, un no-espacio, como describe su propia poesía Ramona de Jesús en el estupendo artículo de Natalia Sandoval.
La producción cultural que generamos los que, viviendo en Berlín -o en Alemania-, hablamos este idioma como lengua materna, establece distintos grados de tensión con la lengua y la cultura de acogida, como también lo hace con la de origen, porque al salir, participamos en una suerte de revisión de nuestra relación con el origen. La diversidad está también en los procesos internos. ¿Integración o asimilación? ¿Es necesario casarse con un alemán o una alemana? ¿Es posible aprender alemán y seguir produciendo en el idioma de origen? ¿Es obligatorio aprender alemán para no vivir aislado culturalmente del entorno? ¿No es acaso esta superproducción cultural una muestra de la necesidad de disponer de espacios donde pueda reconocerme en otros con la misma experiencia migratoria sin tener que verbalizarla, tematizarla, problematizarla?
Más allá de lo que supone esta experiencia, y confirmada la poca asistencia de público alemán a los eventos que organizamos, la sutil sensación percibida en la acalorada discusión que este tema generó es la de una necesidad distinta: la de que, de alguna manera, se espera algo que podríamos definir, y sin llegar a dar con la palabra apropiada, como aceptación, por parte de la sociedad alemana, algo que sucede en muy contadas ocasiones. “No nos miran, no se preocupan de lo que hacemos, queremos que reconozcan también el valor y la calidad de lo que hacemos, pero no lo hacen, ni siquiera aquellos que tienen acceso a lo que hacemos, por conocer el idioma o por disponer de las claves para interpretar lo que producimos”. ¿En cuántas ocasiones han salido artículos en periódicos alemanes sobre la intensa actividad cultural que mantenemos en esta ciudad? Hay pocos ejemplos. La pregunta es solo una reducción de lo que queremos decir, pues se trata de un sentimiento mucho más complejo. No queremos ser gueto, pero tampoco queremos dejar de usar nuestras claves culturales y lingüísticas: estamos en esta ciudad y aportamos contenidos de valor. No se trata solo de participar en el Carnaval de la Culturas, significa que realmente contribuimos a una sociedad multilingüe y multicultural. Sin nosotros -sin todos nosotros- ese modelo cae bajo la presión del nacionalismo. Es más, como claramente dijo Ana María Acevedo, estamos criando a los alemanes plurilingües del futuro: no les aportamos solo el acervo cultural de nuestros antepasados, sino el que en la propia ciudad de Berlín estamos construyendo. Un proceso que ya se está viendo en los hijos de aquellas primeras generaciones de las que hablamos más arriba: ellos son ya alemanes, y sus referentes culturales hispanos ya no son solo los de los países de sus progenitores, sino también aquellos contenidos y estructuras que esos mismos progenitores generaron en la ciudad.







¿Ámbitos aparentemente irreconciliables?
A la reunión en la librería Andenbuch estaban invitadas algunas instituciones públicas, en concreto los departamentos culturales de tres embajadas, México, Argentina y España, así como el Instituto Cervantes. Agradecemos desde aquí su asistencia. Como señalamos más arriba, uno de los objetivos era reunir ámbitos diferentes: el menos institucional con el más institucional, objetivo que afortunadamente logramos. Creemos que fue un gesto muy positivo el que pudieran unirse estos dos ámbitos. Tradicionalmente ha habido una cierta “distancia respetuosa”, por decirlo de alguna manera, entre las asociaciones y propuestas culturales que surgen espontáneamente en la ciudad, y aquella otra labor cultural dirigida desde los Estados con presencia diplomática en la ciudad. Una distancia marcada por muchos factores diferenciadores, entre ellos, el tipo de discurso que cada uno genera, y la libertad para generarlo, ya que las instituciones siempre son deudoras de políticas culturales decididas lejos del lugar donde se implantan, con el que muchas veces no suelen establecer vinculación directa, dirigiendo sus propuestas casi exclusivamente a la sociedad en la que se insertan, en este caso, la alemana, preponderantemente en una nivel oficial, dado su carácter de representación diplomática.
No creemos que sea imposible la colaboración entre los dos ámbitos, y de hecho, la revista Desbandada ha tenido la suerte de poder trabajar con algunas de esas instituciones -el Instituto mexicano de Cultura, la Embajada de la República Argentina, el Instituto Cervantes-. Al revés, creemos que el ámbito no institucional ejerce cierta atracción en el estatal. Constatamos en la sala, en todo caso, que esa distancia tiene algunos rasgos de desconfianza, desdén o recriminación. No queremos decir, en absoluto, que sean actitudes generalizadas, transmitimos solo una sensación percibida: “¿Por qué mi embajada no me ayuda a organizar este evento, o al menos a darle difusión, si está pensado para el bien de la comunidad que esa embajada representa? Cuando necesita que vayamos a una exposición de un artista que llega de fuera, bien que nos llama, pero nunca baja a la calle a echarnos una mano”. ¿Sería posible de alguna manera revertir esa dinámica? ¿Merece la pena esforzarse en hacerlo? Nuestra respuesta está en nuestras publicaciones.
Necesidades comunes: retos
La relación con las instituciones nacionales de nuestros países es solo la punta del iceberg de un aspecto mucho más urgente de nuestro ámbito, y que Maite Lamuño describió como “la precariedad del mundo de la cultura” en la que tenemos que seguir remando.
Fundamentalmente faltan locales para las propuestas con formato escénico y salas de exposiciones para artistas que sirvan de referencia estable; faltan lugares de encuentro; pero también falta una infraestructura de relaciones y contactos, para alcanzar cierto grado de coordinación que evite la coincidencia temporal o temática entre propuestas, como viene sucediendo en las últimas semanas. También faltan gestores culturales que ayuden en los procedimientos administrativos de solicitud de ayudas para iniciativas y eventos ante el Senado de Berlín o las instituciones europea: no decimos que no los haya, pero faltan, como también falta el conocimiento de que existen esos gestores culturales y cómo llegar a ellos. Hasta ahora, y como Teresa Casanueva describió, los contactos tienen un carácter personalista, falta cierto grado de profesionalización del Community manager que potencie lo que los contactos personales logran. Falta una forma de compartir el valiosísimo know how que van acumulando algunas asociaciones, en especial las de la primera ola, para que las puedan transmitir no solo a la siguiente generación a los dejan el testigo de su propia asociación, sino a otras asociaciones. Y en general creemos que falta el conocimiento mutuo de las distintas propuestas y opciones culturales para que todo el colectivo que comparte este idioma, pueda beneficiarse de la variedad y calidad de lo que generamos, que es específico nuestro puesto que lo hemos generado aquí, y cuyo valor es justamente que lo compartimos. Tenemos la impresión de que constituimos ya un ámbito cultural con la suficiente madurez y el suficiente empuje como para dar un salto cualitativo, un salto que de alguna manera parecían reclamar las y los asistentes al encuentro en la librería Andenbuch: nos estamos acercando a cierto límite, ya no podemos, o no queremos, seguir en esa precariedad. Víctor Ibáñez explicaba cómo en su época los músicos se pudieron de acuerdo para establecer tarifas, de modo que todos pudieran vivir de la música sin enfrentarse. Hay que volver a eso, a la capacidad para hablar. Y una cosa más: no podemos seguir dependiendo de que Facebook distribuya uniformemente los anuncios de los eventos, porque sabemos que no lo hace. Necesitamos nuestros propios canales de distribución.
Lo que nos puede unir no es tanto el bagaje que traemos, sino la posibilidad de ejercer y poner en valor ese bagaje, y de convertirlo en otra cosa igualmente válida que podamos disfrutar, y que, llegado el caso, podamos dejar a esos nuevos alemanes, como tan acertadamente dijo Ana María Acevedo, que son nuestros hijos, o las generaciones que puedan venir en el futuro.
Quiénes fueron convocados
Estos son algunos de las asociaciones, agrupaciones, instituciones, propuestas e iniciativas culturales presentes en la ciudad, que fueron invitados al evento. Además, invitamos a numerosos artistas, escritores, músicos o periodistas que integran ese milieu cultural nuestro. Son una muestra de la diversidad y del alcance o que se cuece en el Berlín hispanohablante.
Nuestro especial agradecimiento a Teresa Cosci, propietaria de la librería Andenbuch, por la colaboración para la organización de este evento.
El mural que reproduce la foto de portada de este artículo, y que sirve de carátula del video, es de la artista mexicana Adry del Rocío. Se llama «En casa es donde el corazón esté», y se encuentra en el barrio de Marzahn-Hellersdorf, en la Märkische Allee 158, cerca de la estación de la S-Bahn Poelchaustr.
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