Yo quiero escribir un diario de guerra

Una conversación de Natalia Sandoval con la poeta colombiana Ramona de Jesús.

A Ramona de Jesús, los cables suspendidos en las nubes, los agujeros y las máquinas atravesando el paisaje edificado, le enmarcan la extranjería y le llenan la boca de sustancia. Así escribió Dos metros cuadrados de piel, su primer libro de poesía y ganador del Premio Nacional de poesía Obra inédita en Colombia, publicado por Valparaíso ediciones en 2020, y por Gog & Magog de Argentina en 2022. 

Con Ramona pateamos para el futuro esta entrevista. La lanzamos sin decir que lo hacíamos a un espacio donde poder encontrarnos después. Y cada vez que nos encontrábamos en Buenos Aires; en mi casa o coladas en las de otros o en la de ella: comíamos, bebíamos o nos sentábamos en su balcón de la calle Lavalleja hasta quedarnos con el silencio íntimo de las voces, las dos respiraciones y los dos alientos que conviven amistosamente y se mantienen a flote. 

Y así, mates de por medio, harinas, cigarros, librerías, veredas, lectura de otras, de ella, y caminatas por la Calle Corrientes, muchos vinos y varias discusiones nos hicimos amigas. Y en esa compañía nos convertimos con premura en uña y mugre, en amor de migración, de invierno. En el tiempo para amistar el presente que es pensar el ahora. 

Entonces, nos poníamos frente al rectángulo del sol y volvíamos a conversar, pero esta entrevista seguía allá, es decir, acá, a donde nosotras todavía no queríamos llegar.  

Ramona de Jesús escribe caminando en el lugar de la poesía. Ahí donde la palabra se pliega y es viaje, extrañamiento, curiosidad y ventana. 

Bueno, hace pocos meses nos encontramos con Ramona de Jesús en Buenos Aires. Tú recién llegabas a esta ciudad rioplatense, a esta Ciudad de la Furia. Pero también sabemos que hace poquito volviste a Alemania. Contanos, ¿por qué viniste a Buenos Aires? Después hablamos un poco de tu vida en Alemania.

Buenos Aires…, es complicado (risas). Yo estoy desde el 2009 en Alemania. Estuve viviendo en Bremen y en Berlín la mayoría del tiempo, y antes de eso también un par de años en la India. Es decir, llevo mucho tiempo, más de la mitad de mi vida, afuera de América Latina, y los últimos años, justo antes de la pandemia, empecé a sentirme un poco incómoda dentro del espacio de una ciudad (risas)… Especialmente de Berlín. La ciudad como que me empezó a enfermar. La ciudad es como un centro de gran intensidad anímica y física. Y empecé como a plantearme cosas. Justo acababa yo de terminar, bueno, de escribir y de publicar el primer libro de poemas, Dos metros cuadrados de piel. Ese libro lo veo escrito con una lengua anoréxica y famélica; con un español constantemente chupado por el alemán, en este caso, y una escritura, que fue como una especie de ejercicio de defensa contra esa violencia que yo sentía. Entonces, bueno, se acabó la escritura de ese libro y eso sumado a la gran intensidad que representa vivir en una ciudad y empecé a ver, a sentir, que era momento para mí -en verdad uno no sabe eso- para lo que uno quiere escribir en el futuro, que era importante rellenar la boca con otras cosas. Entonces surgió una opción de ir a estudiar una Maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Buenos Aires y viajé a eso. Sucedió una gran parte de manera online por la pandemia, y luego ya el último tramo, cuando se abrieron las fronteras internacionales en Argentina, estuve allá. Y bueno, ya estoy de regreso en Alemania. 

¿Cómo fueron esos años en Berlín? Porque mientras vivías en Berlín tuviste mucho contacto con la movida berlinesa literaria de esa ciudad. ¿Cómo es tu vínculo con los encuentros de escritoras, de poetas, no sé si alemanes o latinoamericanas, en esa ciudad?

Yo me vine a vivir a Berlín en el 2013. Yo estaba viviendo en otra ciudad en Alemania, una ciudad más pequeña, universitaria, donde estudié el pregrado en Estudios culturales y filosofía. Y creo que la vida y la obra están constantemente dialogando. Mi llegada a Berlín fue de alguna manera similar a mi llegada a Buenos Aires, en el sentido de que mi búsqueda artística estaba necesitando otro influjo y otro contacto. La ciudad donde yo estaba antes, Bremen, es una ciudad supremamente interesante y muy movida, y tiene una gran escena queer, y también un gran partido de izquierda. O sea, es bastante interesante. Sin embargo, es una ciudad donde predomina el alemán. Berlín, en ese momento, representó para mí también ir a buscar, tener un contacto con otra gente que se pareciera más o menos a mí, que hiciera algo similar y, nada, aprender. Llegué de esa manera a Berlín. También, bueno ir a estudiar: hice la Maestría en Literatura comparada en la Universidad Libre, la Freie Universität. En Berlín hay una gran movida literaria, digamos en el tiempo en que yo llegué, me imagino que incluso antes. Por lo que he escuchado, las cosas eran un poco más segregadas. Es decir, la escena angloparlante se movía entre ellos, la escena latinoamericana se movía entre ellos, la escena alemana se movía entre ellos, en los años que yo estuve en Berlín ese fue el caso. Sin embargo, en el último tiempo hay mucha comunicación e intercambio entre las diferentes comunidades migrantes artísticas.

¿En qué espacios de Alemania, o en qué eventos, participaste en esos años?

No sé, hice muchas cosas, me imagino (risas). En Berlín, digamos que a diferencia de Buenos Aires, se suma esto que te digo de grandes comunidades muy establecidas, también con tradiciones, con espacios, con revistas, bailes, lecturas… En diferentes idiomas, ¿no? Pero bueno, es una ciudad, en ese sentido, como Buenos Aires, donde uno está todo el tiempo recibiendo, y la oferta cultural es grandísima. Entonces no sé, para mí fue un tiempo de mucha curiosidad y de mucha exploración y de simplemente mucha observación también. Luego uno va encontrando los lugares donde se siente más cómodo y qué se yo… Participé en el Festival de poesía Latinoamericana de la ciudad, el Latinale: estuve invitada dos años, en el 2020 y en el 2018. Donde han pasado grandes figuras: estuvo invitada en su momento Gabriela Bejerman, estuvo Sergio Raimondi, Fátima Vélez de Colombia, de Chile estuvo Christian Formoso… Bueno, es como un gran evento, un gran punto de comunicación entre América Latina y Alemania. Participé también en el 2018 en el Festival Internacional de Poesía, que también es un festival de escala mundial y tienen una sección que se llama Poets Corner, que es como para los poetas residentes jóvenes en la ciudad. En algún tiempo trabajé con una revista de literatura en inglés, con el Sun Journal, traduje un par de textos para la revista de Literatura en español que se llama Alba Lateinamerika lesen, y no sé, ahí, como jugando… (risas)

Bueno, entremos en tu escritura. Hay una cuestión muy presente de tu movimiento entre fronteras, donde parece ser que ese movimiento se da también, no sé si por o para la escritura. ¿Qué pensás de la nacionalidad en tu escritura? 

No sé si algún día voy a tener respuesta a esa pregunta, pero sí es algo que en el último tiempo ha surgido bastante. He tenido un par de conversaciones al respecto. Se me viene a la cabeza una conversación con un poeta del interior de la Argentina que lleva toda su vida en su ciudad, escribe desde su ciudad, para su ciudad. Reconoce que esa escritura a él le daba la impresión que está hablando desde ese espacio y para ese espacio. A mí, al leerlo, no me da esa impresión, me da la impresión de una persona que está mirando el mundo, donde su ciudad es simplemente el espacio material que le permite a él mirar el mundo. Y entonces él me cuestionaba a mí, me preguntaba y un poco me decía que yo estaba escribiendo desde un no espacio, que eso cómo podía ser posible… 

Vos llevás muchos años por fuera de Colombia, en tu poesía y en tu interés por la traducción hay presente esto que decías de la necesidad de llenar la boca. Entonces, ¿te considerás una escritora colombiana o por el contrario, te resistís a esa nacionalidad de las escrituras, o te considerás una escritora migrante? Cuando Ramona se sienta a escribir, ¿en qué espacio se encuentra?  

Y… yo creo que lo único que puedo decir ahora, porque lo que te digo, creo que es algo que hay que seguir pensándolo… Por decirlo de alguna manera, yo me veo como uno entre varios casos de personas que escriben afuera de su país. Por ejemplo, Valeria Luiselli escribe desde afuera de México, María Negroni también ha pasado grandes periodos de su vida escribiendo desde afuera y adentro también. Samantha Schweblin, Alan Pauls… Lo único a lo que apunto a decir, de momento, es que yo creo que ese no espacio también es un espacio, o tengo una intuición: ¿Qué es ese no espacio? ¿Qué espacio es ese no espacio? ¿Cómo se vive entre lugares? ¿No? ¿Qué lugar es ese entre? Ese entre tiene que ser un lugar. Un lugar más parecido al océano, pero es un lugar. Es un puerto, es un contenedor que mueve cosas entre continentes. Es un lugar estado, en el sentido no de estado nación, sino de estar. Es un habitar, es un evento, es una temporalidad que se abre y se cierra en otro lugar. Bueno, pensando en esta discusión que te digo que tuve con este otro escritor, me imagino que viviendo en una situación de constante movimiento o viviendo en un país, donde yo no tengo el mismo pasaporte, me imagino que sí hay cosas que permanecen iguales y a las que uno se asoma para sentir cierto nivel de pertenencia o como un pequeño islote en el mundo desde dónde pararse, y me imagino que para mí eso ha representado el cuerpo.  Mi propio cuerpo que sucede es un cuerpo de mujer y el espacio de la literatura, que justamente es una linda metáfora para lo que estoy diciendo. Que es un espacio otro: un no lugar que es un lugar. Entonces bueno, me imagino que eso es lo que me interesa cuando escribo, lo que trato de mirar de momento en lo que estoy escribiendo. Y lo de nación me lo han interrogado algunas personas, si me interesa hablar de la experiencia de migración y digamos que hay un coqueteo, me imagino. No lo sé, también hay un rechazo por eso.

Claro, esta pregunta te la hacía porque como estamos hablando de la escritura, Dos metros cuadrados de piel fue un libro que se escribió en Berlín. Es un libro que contiene muchos poemas que pasan por distintos lugares y que de alguna forma es una colección de pequeñas habitaciones de poemas dedicados a ciertos espacios, a ciudades que no son Berlín: ¿Cuánto tiempo te llevó la escritura de ese libro?

©Ramona de Jesús

No, o sea, Dos metros cuadrados de piel fue como la única cosa que yo escribí en mi vida (risas). Me tomó todo lo que yo tengo ahora de años. Me quedo como sin palabras porque, como te decía antes, para mí la vida y la obra están todo el tiempo dialogando y se necesita, o necesito yo, vivir también para tener obra, y al revés necesito tener obra para poder vivir. También ha sido como una búsqueda, Dos metros cuadrados fue también, y lo veo ahora en lo que estoy escribiendo, como una búsqueda por la forma, y eso implica no solamente la actividad de sentarse a escribir pero también de investigar en uno: cuál es la forma artística, cuál es el lenguaje, cuáles son los objetos, de qué manera hablar de los objetos. Al ser el primer libro es una cosa medio milagrosa porque uno está haciendo algo porque lo quiere hacer y toda mi atención estaba puesta en escribir, en compilar, y hay tanta atención y tanta intensidad puesta en ese esfuerzo, que no le alcanzan a uno los ojos para ver de qué manera se está haciendo ese esfuerzo. Yo me imagino que eso pasa, que esa posibilidad de ver o de reflexionar sobre lo que uno está haciendo pasa cuando uno escribe otra cosa, ¿no? Uno hace un segundo ejercicio donde dice, a ver: ahora me quiero poner a ver, a observar cómo es que se escribe. Dos metros cuadrados simplemente fue la escritura, punto: poemas que se escribieron sueltos cuando yo tenía ciertas lecturas o invitaciones. De repente me escribían de una revista y me pedían poemas y yo no tenía nada que presentar, entonces empecé a compilar y a escribir poemas. Y en algún momento, ya muy tarde, terminé de escribir el 1 de mayo del 2019 y dije: ¡pum!, hay un manuscrito. Pero ese proceso de compilar, de armar el objeto del libro, de coser todos los poemas y de dar una narrativa fue una cosa que sucedió en un espacio de, no sé, dos meses. Después de haber hecho un trabajo de excavación de muchísimos años.

Pero además este libro, antes de meternos de lleno en los poemas, fue ganador del Premio nacional de poesía Obra Inédita en Colombia. 

Que este libro se gane ese premio, también es la enunciación de ese espacio de la literatura que estás nombrando. Es un libro que se escribe por fuera de Colombia, que habla de distintos lugares del mundo, pero que viaja allá y ahí es que obtiene un reconocimiento. Esto me parece que condensa la idea de lo que estás hablando…

Ahora, respecto a lo que decías, de que recibió un premio en Colombia, eso fue una cosa muy emocionante. Tampoco es poco común; es decir tiene también precedentes: Tania Ganitsky, que es una poeta colombiana, gana también ese premio en el dos mil… no lo sé, ya no lo sé ahora, voy a hablar inventando un poco, pero en el 2015, una situación así, con el primer libro de ella que ahora tampoco recuerdo cómo se llama… 

No era Desastre lento, era antes de Desastre lento. Bueno, y Tania Ganitsky, en ese momento, estaba viviendo en el Reino Unido. Ella estaba viviendo afuera de Colombia. Entonces el premio lo vi como algo que empezó a establecer un puente, una invitación a decir, a reclamar algo, a empezar a dialogar más directamente con un espacio en el que uno, como migrante, de alguna manera, -bueno, dependiendo de la forma como uno migre- le cierra los ojos un poco, ¿no? Hay que cerrarle los ojos, un poco, al país natal para poder migrar, para poder hacer vida en otro lugar. Entonces lo vi yo como una invitación, como una puerta a un diálogo muy emocionante, no solo en Dos metros cuadrados sino en, por ejemplo en lo que te decía de Tania Ganitsky. Había una cosa ya que el jurado en Colombia consideraba, que estaba hablándole al espacio nacional, si uno lo quiere decir así, pero también le estaba hablando a otra cosa.

Ahora sí, metámonos en estos poemas. La voz de Dos metros cuadrados de piel es una voz que se escucha desde distintos planos o son distintas voces: está la voz de los poemas que piensan la escritura, está la voz de los poemas que piensan la economía cuando hablamos del dinero, la voz que explora la estética de las pasiones de los otros, la voz que explora la obra de otros o que lee, escribe poemas y traduce; y esos otros son personajes de la pintura, música, otros libros también, personajes de la historia y también la voz que habla del amor. ¿Cómo fue que ensamblaste esta curaduría y la volviste libro? 

Bueno, repito lo que ya te dije antes, algo que también hablaba esta semana, el placer hay que trabajarlo. O sea, el placer, o lo milagroso, no solamente sucede, sino que se requiere de un trabajo para llegar a eso, ¿no? Si uno practica deporte, se requieren muchas horas de entrenamiento hasta llegar a un pequeño momento donde uno dio un buen golpe o tuvo una pelea bien ganada si uno boxea. Se requiere el entrenamiento del placer. Veo la primera edición de Dos metros cuadrados de esa manera, lo mismo como vi la escritura del libro, como un entrenamiento, y entre más uno entrena, se van perfeccionando cosas. La primera curaduría también fue como mi primera experiencia, después de haber tenido un manuscrito -igual, el primer manuscrito cambió desde que ganó el premio a imprenta-, de dialogar con un editor, de pensar en un libro, de ver cómo se ve todo impreso, con qué portada, con qué contraportada, qué decisiones se tomaron respecto a la puntuación. Bueno, a mí me encanta editar, volver a revisar, uno regresa al poema y regresa cambiado. Entonces, me encanta darle la vuelta a las cosas siempre. Esa primera curaduría digamos que fue un experimento instintivo. En la segunda ronda, cuando se volvió a editar con Gog & Magog, ya había un conocimiento adquirido. Entonces, en efecto la curaduría del libro cambió, la serie de poemas que mira al poema… Se marcó como una especie de capítulo o como de una voz tenor que marcara la pauta de las otras voces que venían y que se empiezan a repetir. Todas las series se repiten siempre. Se empieza con el poema que mira al poema, y vienen las otras series, que son otras voces en otros tonos o con otras frecuencias. Es una serie de influjos, sí, de repeticiones. Y de repente, de repetición en repetición se presenta una serie de progreso o una serie de narrativa. En la segunda curaduría para mí era claro, por ejemplo, que estaba bueno que el poema enunciara en un principio la destrucción y cerrara con una destrucción transformada. Es justamente el mismo poema en dos versiones diferentes: una versión fue, digamos que el borrador, y la otra versión fue la edición, y así quedaron. Yo quería que quedaran en el libro versiones borradores del mismo poema, que el poema se repitiera y que se viera el tras bambalinas del poema que es el primer borrador.

Ambas ediciones tienen curadurías distintas, los poemas están puestos de una forma específica, entonces ¿qué vínculo tiene esta curaduría con la traducción? Porque este libro, además de la escritura, del proceso creativo y de la investigación, yo creo que también está hablando de la traducción.

¿En qué sentido?

En un sentido quizá muy básico. Por ejemplo, en los poemas que hablan de la escritura del poema se está preguntando qué es la palabra y esa pregunta es una pregunta desde la poeta traductora. Pero también los que son adaptaciones, en una Adaptación de Cocuyo de Severo Sarduy, a mí me parece que también está hablando de la traducción o está tentando al concepto de la traducción. Las conversaciones por ejemplo, Una conversación entre Xi Xuan y Ana Cristina César, ahí hay personajes que no hablan la lengua de la poeta y entonces la poeta cómo imagina esas conversaciones. Y bueno, los estudios sobre las pinturas también, esas investigaciones estéticas dentro del poema, creo que tienen una idea sobre la traducción…

Es bastante interesante lo que dices porque es un tema con el que llevo coqueteando varios años y, yo soy muy lenta en todas mis cosas, tengo que meter solo un dedito en la piscina y así lentamente, hasta que me voy aclimatando a las cosas. Y me alegra que se note porque es un esfuerzo que quiero hacer y que me emociona. Alguna vez, ahora justo en mi estancia en Buenos Aires estuve en una lectura de Ariana Harwicz, la escuché hablar de su obra y ella, que estudió cine y luego teatro, -bueno ella estudió varias cosas, literatura…- estaba comentando que lo que más le había impactado de todo ese viaje había sido aprender a leer una pintura como, por ejemplo, uno lee un poema ,y a leer un poema como si uno estuviera leyendo una fotografía, y a leer una fotografía como si uno estuviera leyendo una obra de teatro. Es decir, traducir entre medios como para expandir la experiencia y también encontrar líneas en común o diferentes ángulos, diferentes perspectivas. Eso me parece a mí un trabajo de traducción, en el sentido más amplio de la palabra. Yo creo que el libro coquetea con eso: cómo ciertas experiencias de lectura, de observación, de encuentros con los vecinos o experiencias de la vida diaria, como revisar las cuentas bancarias, en fin, se traduce a la experiencia escritura. De alguna manera, sí, cómo se aplana sobre la página. Dos metros cuadrados me parece a mí un ejercicio estereográfico, que es poner un objeto tridimensional sobre una mesa, ponerle una luz en el cénit y luego calcar sobre el plano las sombras de ese objeto, esa traducción, digamos. También hay otros ejercicios de traducción dentro del libro, por ejemplo A lovesong to Alfred Prufrock de T.S. Elliot y bueno, yo escojo los versos y hago una traducción de esos versos en el libro. También hay unas traducciones, unos pequeños injertos de Ponge. Así que me entusiasma ese comentario.

Ahora, como para pasar a lo que yo intuyo que estás escribiendo, lo último que quería decir sobre esta segunda edición de Dos metros cuadrados de piel es hablar un poco de la tapa. Es una tapa muy misteriosa y además es un daguerrotipo que se llama Burning Mills as Oswego New York y es de 1853 y corresponde a George N. Barnard. ¿A qué aproxima este incendio de esta casa o de este edificio con los poemas que estás escribiendo? Porque esta tapa está por fuera de esta curaduría en algún punto, estos poemas ya estaban editados en una primera edición. Sí ,sufrieron algunos cambios, bueno, no sé si sufrieron, pero tuvieron algunos cambios (risas)

(risas) Acontecieron, sí.

Y evidentemente Dos metros cuadrados de piel, si uno lo lee de comienzo a fin, sí son una hoguera, sí hay un incendio en la escritura. La escritura está encendida, hay unos cadáveres que quedan ahí.

Sí, tengo que volver a hablar de la primera impresión de Dos metros cuadrados de piel que fue con Valparaíso ediciones porque es como el libro cero. O sea, el libro que le permitió a uno hacer un libro primero. En este caso, el libro primero resulta siendo el mismo libro cero, así lo siento yo, pero bueno, le tengo mucho cariño a esa primera edición porque tiene sus asuntos, porque también era un ejercicio de aprender a conocerse.

A vivir…

Sí, de aprender a vivir, claro, de aprender a vivir. Esas cosas están ahí y deben quedar ahí en el mundo porque uno no es una persona pura. No me interesa a mí tampoco que la gente vea un texto pulcro y perfecto. Por eso me interesaba que hubiese primeras versiones del poema conviviendo en el mismo libro con versiones finales. Porque la escritura es todo el proceso de escritura y es todo el viaje. También es verdad que yo tengo un papá arquitecto y una mamá médica y eso está clarísimo en el libro. Mi total interés por la arquitectura, por la construcción, por las formas, por los pesos, las medidas, la historia también y, entrando por la historia: el cuerpo, la historia del cuerpo, la construcción del cuerpo, el aplanamiento del cuerpo, la dimensión… La primera tapa de Dos metros cuadrados de piel no está demasiado alejada de esta, lo que pasa es que, de repente, no hubo el dinero para pagar los derechos de autor que yo necesitaba. La idea era poner, no sé si lo has visto, este artista que se llama Christo y Jean Claude -son una pareja-, lo más conocido que hacen ellos es que cubren ciertos edificios en el mundo. Entonces, cubren el Reichstag en Berlín con una tela gigante o cubren el Arco de Triunfo en Francia…Todo lo cubren con una tela. Y esa primera tapa de Dos metros cuadrados de piel es otro artista, que hace una réplica de ese ejercicio que hacen Christo y Jeanne-Claude. Es un edificio cubierto con una tela, en un paseo, en una de las calles principales de la Ciudad de México. Bien, entonces como que el paso a esta segunda etapa tampoco es gigante, o sea la escala es más o menos parecida. Yo sabía que para mí el libro era como una casa, un edificio al que le sucedía algo. En esa primera edición el edificio está cubierto y en efecto esa primera edición todavía es un poco tímida. Todavía está un poco encubierta. Cuando tuvimos la oportunidad de reeditarlo con Gog & Magog, yo dije, a la mierda todo, que se abra lo que se tenga que abrir, y es un desnudo. Entonces, el edificio como que ahora se presentaba así: el esqueleto en llamas. Pero bueno, puedo hablar horas de eso… (risas). Era no solamente lo que sucede en el interior de la casa, sino la historia que la superficie misma cuenta.

¿Qué pasa cuando una mujer dice “incendio”? Porque, ¿es distinta la mirada de una mujer nombrando las cosas y la de un varón nombrando las cosas? Lo que sí es muy claro en Dos metros cuadrados de piel es la voz de una mujer diciendo las cosas que pasan en la escritura, las cosas que le pasan al cuerpo, lo que pasa con las superficies y todo esto que hemos hablado acá. Entonces, ¿qué pasa cuando una mujer dice “se incendia la casa”?

Me tengo que quedar callada un momento para pensar (silencio). Sí, yo quiero responder a eso, sin embargo, quiero decir que Dos metros cuadrados de piel, incluso en esta edición con Gog & Magog, sigue siendo un primer libro.

Ediciones de Dos metros cuadrados de piel de Ramona de Jesús
Valparaíso ediciones / Gog & Magog

Esto lo estoy comentando por el comentario que hizo el escritor argentino Julián López en la presentación de Dos metros cuadrados en su edición argentina, aludiendo a que él, en su lectura, sospechaba que este libro es “un diario de guerra”. Uno de los paisajes de la guerra es que todo está en llamas, por eso quería hacer una especie de traducción anudada al comentario de Julián y lo que percibo del incendio en el libro…

Yo creo que el comentario de Julián fue muy hermoso, al decir que Dos metros cuadrados de piel era un diario de guerra. Muy hermoso, muy generoso, pero yo me imagino que él estaba viendo el posible futuro de Dos metros cuadrados de piel, ¿ok? Porque yo no sé si del todo Dos metros cuadrados de piel alcanza a ser el libro maduro que necesita ser para ser un diario de guerra. Me encantará escribir ese libro. Yo quiero escribir un diario de guerra. Y creo que lo que Julián vio ahí fue justo, la semilla de, o sea, me emociona que se alcance a ver eso. Del todo tampoco quiero perder de vista la escala de las cosas, de que sigue siendo un primer libro y que muchas cosas no están resueltas. En el primer libro uno no resolvió todo. No sé si alguna vez uno va a resolver todo. Mucho menos en el primer libro: ¡de nadie! Así uno se haya demorado los años que se haya demorado. Porque el ejercicio no es ese, el ejercicio es escribir, y escribir siempre es un gerundio, entonces es “escribiendo”. ¿Qué dice una mujer cuando dice “incendio”? Yo creo que una mujer que dice “incendio” es una mujer que causó el incendio, o sea, que generó esa situación. No le llegó, sino que la buscó. Ella decidió prenderle fuego a las cosas. En ese sentido ella decidió sacrificar lo que se tenía, lo que no se tenía también. Los posibles futuros y los posibles no futuros y hacerse responsable. Responsable en el sentido de aceptar nombrar las cosas, de saber que uno realizó el sacrificio. Y lo más amoroso que se puede hacer en ese momento, después de realizar el sacrificio, es quedarse parado al lado del tabernáculo para ver las cosas destruirse. No tirar la piedra y correr. No podría decir, en este momento, qué es lo que hace un varón en esa situación, pero bueno, es lo que yo considero hace la voz de la mujer en Dos metros cuadrados de piel: pronuncia la sentencia y la ejecuta, y se queda ahí parada hasta el final, hasta que no queda nada. Eso digamos que es el incendio. El incendio que conlleva a la inmolación, un poco a lo gonzo.

Y bueno, usando un poco esta intuición de Julián López respecto del futuro, yo me imagino que es precisamente la escritura que está en gerundio hoy. ¿Qué estás escribiendo?

Es una cosa en la que también llevo bastantes años y digamos que ahora, gracias a mi experiencia en la Argentina, encontré un embudo o una voz, o un pasaje para acceder a ese material con el que llevaba yo jugando tanto tiempo que justo también en esa charla con Julián discutíamos, que quizás, ese momento es todo en la escritura. Porque en la escritura uno lo puede hacer todo, y cuando uno lo puede hacer todo, uno puede hacer nada. Es decir, existe todo y existe nada. Ni siquiera Dios, porque también él toma una decisión de creación. Pero bueno, entonces encontrar la voz o la forma para acceder a ese material es quizás lo que uno está esperando. Bueno, tú conoces algo de ese proyecto… 

Sí, claro.

Ese proyecto empezó siendo, hace muchos años, simplemente una imagen: una mujer excavando en un apartamento, tratando de exhumar un muerto. Alguien a quien ella misma había sacrificado, o sea una homicida, ¿no? Tratando de desenterrar el cadáver. Yo me estaba viendo en estos días una cosa en Netflix de este asesino en serie norteamericano, Ted Bundy o del otro… Norteamérica produce tantas cosas en serie, ¿no?, que entierran a los muertos en su propia casa -obviamente- porque pues es el lugar como más cómodo, más privado. Entonces es ella excavando, exhumando, y luego eso se transformó. Ha tenido varias etapas. Se transformó en una especie de diccionario de hombres, donde todos los poemas trataban de definir a un hombre -también lo conversamos tú y yo en algún momento-. Era como un cementerio de hombres. Y hace poco, el material dio una vuelta donde ya se juntan las dos imágenes, la mujer excavadora y el hombre enterrado, y se traducen a un poema como un triángulo, como una síntesis: había una tesis, una antítesis y una síntesis que puede ser la escritura misma donde hay una voz que está excavando unas especies de muertos ya no exclusivamente hombres…

En el regreso a Alemania. Esta nueva escritura, ¿va a estar presente de nuevo en Berlín?

Nada que ver. Regreso a Berlín pero me quiero despedir también de la vida en ciudad por un tiempo. Yo creo que Dos metros cuadrados de piel fue un ejercicio de ojos, de esforzar los ojos por ver algo. También justo lo conversé con Julián, me encanta hacerle propaganda a la gente que es genial (risas), porque Julián acaba de entregar una novela ahora también para Random House, yo no la he leído, conozco lo que él me ha dicho, un poco sobre la medicina en el siglo XIX, pensando que la medicina en general no cambia.  Desde hace tantos siglos, se nos receta cuando estamos enfermos o alterados o qué se yo, salir de la ciudad, buscar refugios en lugares campestres…

Tranquilos…

Sí, claro, no son bucólicos, ni son un locus amoenus, pero sí son lugares alejados donde las pasiones y las intensidades sean menos fuertes. Esa, digamos que es la experiencia de este libro, por eso necesité salir de Berlín y ahora, de pronto el ejercicio es de escucha. De cerrar los ojos y  forzar el oído a ver.

¿Cómo pensás que va a ser ese encuentro con esa ciudad a la que conoces, a la que vuelves pero ahora con otros textos?

Y bueno, este nuevo libro que estoy escribiendo surge de esta experiencia porque me vine a vivir al campo en la mitad de la nada en Alemania, en un pueblo que no existe en un mapa. Somos 320 personas y el poema original de ese libro que el nombre secreto era, o el cuerpo enterrado era el “De Walter Benjamin” es pues esa persona que está excavando en el campo. En la mitad de la nada. Donde no hay nada, y el único interlocutor es la naturaleza. Entonces espero que ese libro tenga ese otro tono y Berlín…no lo sé, no sé qué lugar va a ocupar Berlín. Me encantaría que Dos metros cuadrados se tradujera al alemán. Entonces que se abriera ese canal de traducción, donde me puedo involucrar con el país en el que vivo de manera más visible, porque el migrante igual es una figura invisible. Escribir en otro idioma en un país que lo hospeda a uno es de alguna manera, permanecer bajo el radar o en una especie de invisibilidad. De alguna manera por eso la traducción es tan emocionante y bueno, no sé digamos que eso es lo que yo esperaría de mi relación ahora con Berlín.

En Buenos Aires hay una revista web que se llama Hablar de poesía, dirigida por Alejandro Crotto, que se publica en papel cada semestre y se dedica a la crítica, la divulgación y la traducción. Y, tengo entendido que hay una parte de lo nuevo que estás escribiendo, que se publicó mientras estuviste en Buenos Aires, ¿quieres leernos algo?

Claro, en Hablar de poesía se publicaron esos poemas inéditos en el estado de cuando este libro nuevo, en el que estoy trabajando, todavía estaba creyendo que estaba escribiendo un cementerio o un diccionario de hombres. Lo que te digo, ahora eso ha dado un giro y los poemas al día de hoy son otro asunto… Puedo leer de lo que se publicó el que te digo que es el poema original de este nuevo libro al que le tengo tanto cariño. El título como está impreso en Hablar de poesía es De Walter Benjamin.

DE WALTER BENJAMIN. Leído por la autora.

¿Y vos querías leer algo de Dos metros?

Sí, me encantaría leer un par de poemas Dos metros cuadrados de piel.

A LOS TREINTA AÑOS. UNA CONVERSACIÓN CON EMILY BERRY Y RAYMOND CARVER. Leído por la autora.
UNA CARTA PARA YURI GAGARIN II. Leído por la autora.

Bueno, vas a estar en Berlín estos días ¿qué vas a hacer?

Sí, estoy en Berlín. Tengo dos Lecturas. Tengo una lectura muy linda entre amigos con la gente que me enseñó a escribir a mí en la calle. Entonces es como un encuentro, vamos a estar en un bar y bueno es el 13 de octubre en el bar Oblomov Kreuzkoelln. Nada, va a estar Cristian Forte, que es un poeta argentino al que admiro muchísimo, y va a estar Timo Berger, que es un poeta alemán pero también es un gran traductor del español al alemán y un gestor cultural, una figura ahí muy activa. Y el 17 de octubre estoy en una lectura, invitada por el Salón Berlinés gracias a la ayuda del Senado de Berlín, que lo financia, y estoy yo leyendo con un autor que se llama Ron Winkler y va a estar buenísimo, la semana siguiente va a estar leyendo Alan Pauls. Han hecho unos pares, entonces siempre está como un autor y una autora latinoamericano, leyendo junto a un autor alemán.

UN PLANO DE UNA CIUDAD CONSTRUIDA SOBRE BOGOTÁ. Leído por la autora.

Y además sé que abriste un espacio de escritura que bautizaste “Un ramillete de heridas”, cuéntanos de qué se trata…

Sí, me encantaría decir, porque estoy muy emocionada… Estoy dando una mesa de escritura, de pensamiento poético. Es un taller también basado en una experiencia, o en una, sí, en una investigación justamente de traducción. Estoy como muy obsesionada mirando a una poeta austriaca que acaba de morir, se llama Friederike Mayröcker, está muy inspirado en ella. Ella dice que la escritura es la media vida pero la lectura es la vida entera y esa es la premisa del taller, los lunes a las 18 horas en Berlín. Tenemos un grupo hermoso, en este momento tengo dos plazas abiertas para el grupo y los que quieran participar o unirse me pueden escribir a:

norajmeadsusse@gmail.com

Nos juntamos a leer porque yo creo que una buena escritora o una excelente escritora es una excelente lectora. Entonces estamos leyendo bastantes textos, discutiéndolos, diseccionándolos, enamorándonos, dejándonos herir y también hay una parte donde trabajamos los propios textos y empezamos a hacer una especie de clínica, pensar en la propia obra de quienes están participando. Y cuando uno lee, que también es algo que le leí a James Baldwin, que uno cree que las heridas de uno son únicas en el mundo hasta que uno efectivamente, lee. Entonces es eso, investigar la herida que es la lectura. Ese abrir de herida, al mismo tiempo ese acompañamiento o ese aplacar de la herida que puede ser la lectura, y como producir o aplanar esa herida propia en la página. Es un taller también arqueológico, un manual arqueológico de la herida y posiblemente en el futuro un diario de guerra. Pero bueno, eso será el año que viene (risas).

MUJER HABLA FRENTE A UNA TUMBA. Leído por la autora.
UNA CARTA PARA VALENTINA TERESHKOVA. Leído por la autora.

Muchas gracias, Ramona De Jesús.

Gracias a ti, Natalia. 


Entrevista realizada por Natalia Andrea Mera Sandoval en octubre de 2022. Foto de portada: Ramona de Jesús en el Ciclo de lectura Carne Argentina. ©Natalia Andrea Mera  (Buenos Aires, 8/07/2022).

Natalia Mera Sandoval

Ramona de Jesús: @eyesofdelphy


Natalia Andrea Mera Sandoval (Popayán, 1990) es una escritora colombiana que vive en Buenos Aires desde 2014. Sus escrituras se encuentran en fanzines, revistas y medios de comunicación como HermanxNinjx, Pájaro Azul, LATFEM y CULTURAqueLADRA.

@solfalaz (ig-tw) y Natalia AM (FB)

Revista Desbandada

2 comentarios sobre “Yo quiero escribir un diario de guerra

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