Las aguas del Volga

Fotografía: Arturo Martínez-Rubí

El joven director de escena argentino Federico Schwindt nos habla de las oportunidades que Berlín le ha brindado, de los vínculos con el pasado anterior a su salto a Europa, de las historias personales que ha encontrado por el camino y que ahora está mostrando en espacios alternativos de la ciudad.


A los seis años, Federico escuchaba una voz en su interior que desde entonces lo acerca a los escenarios. Después de insistir durante un tiempo sobre sus afanes por estudiar teatro, su madre lo llevó a clases de actuación. Este sería el primer paso que daría para lo que hoy forma parte de su vida, su identidad y el rol con el que ha decidido trascender plasmando su personalidad.

“Estuve bastantes años metido en eso hasta que después en la adolescencia me alejé un poco y cuando tenía 18, a la hora de elegir una carrera, justo en los últimos dos años del colegio, me había involucrado con dos producciones escolares. A la hora de decidir preferí la dirección teatral y no la actuación por la necesidad de poder crear esas historias.”

¿Qué tipo de historias son las que más te interesan?

“Historias individuales más que sociales colectivas. Me interesa el individuo donde le ocurre una transformación espiritual, interna, donde se puede ver algo que las lleva a cambiar su perspectiva de la vida, a pensar de otro modo. Historias que tratan desde perspectivas muy personales. Por eso en los últimos años estuve trabajando con solos, donde haya un elemento de sanación, algo que los personajes busquen sanar.”

Su familia paterna creció en un tiempo en el que enseñar a los hijos más de un idioma podría ser malo para su educación. Es así como nadie dentro de su núcleo familiar más cercano aprendió el italiano de la abuela ni el dialecto del abuelo, tercera generación de los alemanes del Volga radicada en Argentina. El castellano se impuso como el elemento de comunicación.

“Nací en Buenos Aires, estuve viviendo ahí hasta que tuve 24. Hice mi carrera en dirección de teatro en la Universidad Nacional de Arte moviéndome entre la escena independiente. Cuando tenía 19 había visto la compañía del teatro Du Soleil francesa, una de las más antiguas del mundo, dirigida por Ariane Mnouchkine, y me fascinó su trabajo. Vi algo ahí. Un estilo de trabajo que me llamó mucho la atención. Es una compañía donde los actores hacen la escenografía, cocinan, limpian los baños. Un trabajo muy familiar. Pasé los siguientes años pensando en esa experiencia que me había producido el teatro Du Soleil y a los 24 decidí ir a Paris a conocerla realmente de cerca.”

Con afanes de aventura y hambre de conocimiento, París sería la antesala de Federico en su camino por Europa.

“Llegué en realidad con un deseo de viajar, de tener un poco de distancia del país, pero la elección de Paris fue solamente por esta compañía. Pasé casi tres años ahí. Estuve un tiempo ayudando, no como actor ni mucho menos como director. Después comencé una asociación de intercambio entre la cultura francesa y argentina ayudando un poco a la integración de personas que llegaban por primera vez y también a hacer teatro, pero tomó un tiempo conocer la gente.”

¿Y qué fue lo que te llamó a voltear hacia Berlín?

“Acá en Berlín hay varias escenas teatrales, está la Freie Szene, pero que nace un poco como respuesta al teatro estatal. En cambio, en Buenos Aires hay muy poco teatro estatal, así que si uno quiere buscar calidad artística va al teatro independiente. O sea que me crie un poco en ese medio del teatro independiente un poco haciendo muchos roles y muchas cosas al mismo tiempo. Vivo en Berlín desde hace dos años por muchas razones. Una tenía que ver con el teatro. Me movía mucho más la escena teatral acá que la parisina. Hay poca porque París es muy caro y es difícil que los artistas independientes tengan espacios, mucho ocurre en la periferia. Y luego conocí a mi novio, que vive acá. Así que estuve haciendo una relación de larga distancia con él y con la ciudad. Finalmente hace dos años que estoy acá empezando a producir. Trabajo mucho con un espacio en un estudio teatral que queda en Hasenheide 9, se llama Tatwerk Berlin y trabaja con artistas jóvenes y estoy bastante involucrado.”

Hawaiian Fragments es la primera de cuatro obras que forman parte del proceso creativo de Federico. Una puesta en escena que sitúa al individuo en un proceso de sanación.

“La idea surgió en París, estuve en bastante contacto, a través de museos, con culturas originarias de todo el mundo y me interesó mucho la idea del ritual, qué significa el ritual y cómo los seres humanos tenemos la necesidad de rituales … que tenemos una ausencia de rituales sobre todo en una sociedad que se va secularizando, para poder tramitar o tratar algunas situaciones que nos suceden como humanos que pueden ser dramáticas o ciertos ritos de pasajes, ciertos lugares. Entonces a partir de eso empiezo a pensar qué rituales contemporáneos podían existir y empecé a pensar en una serie de cuatro obras donde cada una de ellas tendría en algún momento la necesidad de uno, de cierto acto simbólico que permitiera entender algo o reconciliarse con un hecho. Hawaiian Fragments, la primera de este ciclo, tiene que ver con la reconciliación de un hecho trágico que le ocurre al personaje principal y con la particularidad de que el hecho que le ocurre a su hijo sucede en Hawaii. La obra en sí funciona como un acto simbólico de reconciliación con lo que pasó ahí.”

Y tú, ¿tienes rituales en tu vida como una especia de terapia para manejar cualquier tipo de situación?

“Sí. Como extranjero al enfrentar un hecho traumático para la vida de uno salir del país. Por ejemplo, en las mañanas escribir en general un poco libremente sin pensar demasiado lo que va pasando por la cabeza, más o menos media hora. Fue algo que ya venía haciendo desde Argentina. Y justamente cuando vine a Berlín era muy necesario tener este periodo por la mañana y este lugar para escribir las emociones que me estaban pasando. Escribir por lo que estaba transitando y poner todas las experiencias que causa la extranjería en palabras.”

¿Qué transformación podrías ver en tu paso a Berlín?

“Una que me permitió la distancia fue acercarme mucho más a mi propia voz. A veces, lo difícil de estar en el medio donde uno creció, donde nació culturalmente y se crio, es que uno está muy influenciado por un montón de voces, de presiones sociales o estándares de cómo hay que hacer las cosas. Esa transformación tuvo que ver, y sigue teniendo, con descubrir qué es lo que me interesa y tener esa libertad. La extranjería permite esa libertad muy interesante de encuentro con uno mismo fuera de todo.”

¿Qué te gusta de Berlín que no puedes encontrar en otro lugar?

“Esa sensación de espacio. Es una ciudad que todavía se siente muy espaciosa y que hay cosas por construir, que esa es una de las cosas que contrasta radicalmente con París en donde da la sensación de que ya está todo construido y no queda más espacio para nada. Berlín se siente como una ciudad en construcción en donde uno puede tener alguna especie de impacto. Esa sería la principal después de muchas otras cosas: la tolerancia, la diversidad.”

¿Cómo te ves en los próximos años?

“Realmente no tengo perspectivas de volver a la Argentina. Cada vez es algo que se me cruza menos por la cabeza. La situación política tampoco me motiva, especialmente para pensar volver. Por otro lado, tengo mi pareja aquí, o sea que uno va haciendo proyectos de vida. Profesionalmente creo que tengo muchas más posibilidades aquí de las que podría tener en Buenos Aires de llegar a realizar algunas cosas artísticas que allá no tendría los medios para hacerlas. Sin embargo, me parece importante mantener la conexión con la Argentina. Me doy cuenta que cada vez, paradójicamente, cuanto más me quiero quedar acá más necesito mantener un tipo de conexión con Argentina, también profesional. Por eso estoy pensando en realizar algunos periodos de investigación en Buenos Aires. Como mantener el vínculo. Siento que si no lo mantengo tampoco me será posible estar acá.”

¿No sería ese un tipo de ritual? Mantener el vínculo porque uno se reconoce cuando está fuera. Buscar lo que uno construyó desde hace tiempo por otras voces puede ser una manera de mantener viva esa llama.

“Sí, me ha costado reconocer que lo necesito. Los primeros años decía: “Bueno, no. Tengo mi propia identidad. No me siento profundamente argentino.” Y cuanto más pasa el tiempo siento que necesito esa conexión. Es difícil reconocerlo, pero hay algo en la gente que viene del mismo lugar de donde yo vengo que no puedo encontrar en otro lado. Cierta familiaridad, cierta manera de comprender el tiempo, de lo que uno hace, de un cierto humor. No significa que no lo tengo con otras personas, pero hay algo que une más rápidamente, más sencillamente. Una sensación de familiaridad, un pasado en común en relación a lo cultural, a lo político.”

¿Y tu familia?

“Tengo bastante vinculo, sobre todo con la familia paterna. Con mi mamá trato de hablar una vez por semana al menos. Se extraña. Hace poco tuve un sueño gracioso que precisamente ilustra la relación que me gustaría tener con mi familia, porque también cuando uno se va del país decide tomar cierto tipo de alejamiento, aunque uno se lleve bien: Soñaba que mi papá se había mudado a Frankfurt junto con mi hermana y eso me hacía muy feliz. Es interesante que se había mudado a Frankfurt, no a Berlín. Como decir “están en Alemania, pero lo suficientemente lejos para mantener cierta distancia y lo suficientemente cerca para seguir encontrándonos.” Yo creo que esa sería mi relación perfecta. Si bien siempre me reconocí como una persona poco familiera, con la extranjería me comencé a dar cuenta que sí tengo esa parte de compartir y a veces es un poco difícil.”

Después de hablar con Federico me queda la sensación de haber conocido a una persona cuya sencillez y tranquilidad se transmite con su lenguaje, ese que los actores logran interpretar en sus obras. Habrá que estar al pendiente de sus siguientes proyectos para conocerlo en otras facetas.

Esta entrevista fue realizada por Arturo Martínez-Rubí para Desbandada.

Revista Desbandada