Hablamos con Sergio Falconi-Parker, creador de la webserie «Berlín Déjate Querer«. Ecuatoriano de nacimiento, lleva en Berlín 14 años y comparte con nosotros su visión de la ciudad, la doble cara de lo que expresa a través de su cámara.
Son las diez de la mañana y el sol ya está en todo lo alto. En la avenida hay más bicicletas que autos mientras me abro paso hacia el departamento de Sergio sin que él sepa que, de alguna forma, ya lo conozco un poco. Este será nuestro primer encuentro.
Cuando abre la puerta confirma mi teoría: es de ese tipo de personas que hablan con los ojos. Me hablan de un camino recorrido en donde muchos hemos estado sin darnos cuenta, pero que con su historia dibuja un puente paralelo a otras vidas: las nuestras.
Sergio vivió poco más de 20 años en una ciudad que lleva en el corazón: Guayaquil. Su casa, su hogar, comenzaba a cuestionarle sobre su esencia y la posibilidad dedescubrirse fuera del vínculo de lo que hasta entonces le resultaba familiar. El choque lo esperaba en otro lugar.
– Siempre me han gustado los cambios, empezar de cero […] Miami (primer destino), me pareció muy insípido. No salí de Ecuador-, puntualiza con los párpados mientras termina la frase. Bastó un año de vuelta en casa para despertar la inquietud por emigrar hacia su sueño, materializado con una mezcla de deseos de antaño y una plática con su primo:
– ¿Sabes cuando tienes una idea en mente y es cuestión de tiempo que suceda? Así fue para mí el que no viviría en Ecuador. Cada vez que alguien me preguntaba lo que quería hacer con mi vida respondía: “Vivir en Europa”. Todos me decían: “Sí, te veo viviendo en Europa”, pero un primo fue el único que me preguntó – ¿Y cuándo? -. Yo salí con la típica excusa de siempre: -No tengo para el pasaje-, le dije. -Yo te lo pago-, me contestó.
– ¿Y qué pasó?
– Me cambió la vida. Lo mejor que pude haber hecho fue salir de mi país, al que amo. Pero yo me descubrí saliendo de Ecuador. Me hizo poner los pies sobre la Tierra salir de mi zona de confort, darme cuenta de cosas de mi personalidad que aún sigo descubriendo.
– Cuando vuelves de Estados Unidos a Ecuador, ¿qué vas pensando? ¿Qué cambió?
– Fue la mejor cosa que pude hacer […] si no te ves en un país o intentas, o regrésate. Un par de años antes de irme a Miami vine tres meses (a Europa), a andar en tren con mi guitarra […] ¡Me fascinó estar rodeado de tanta historia! ¡De tanta cultura! Yo estaba estudiando medicina entonces. Me quedé tan fascinado que llamé a mi madre: “Madre, no me vuelvo”. Tan serena, me dijo: “Tu padre y yo te hemos dado el apoyo y la confianza para que estudies medicina. No quebrantes esa confianza, no la destruyas”. ¡Una frase! No me lo tuvo que repetir. Cuando decidí no seguir con la carrera hubo mucha decepción, no de mi parte, porque uno se conoce y yo creo que estaba estudiando medicina más por hacer feliz a un par de personas que porque realmente quería ser médico.
– ¿Es cuando llegas a Italia?
– Sí, llegué de sorpresa a visitar a mi hermana. Me quedo un año y ahí conozco a mi ex, que es alemana, y por ella me vine a Alemania. Ella quería estudiar aquí, pero las cosas no funcionaron entre nosotros. Me quería ir al principio, pero me dijo: “Ya hablas un poco de alemán. ¿Por qué no te quedas un par de años, mejoras la lengua y ya luego te vas?”. Eso fue hace más de 10 años. En Berlín tengo 14 años. ¡Increíble! ¡Impensable!
– ¿Y cómo ves la ciudad ahora?
– No es de las ciudades más bonitas que he visto. Yo la llamo un jardín de infantes para adultos. Aquí como que la edad se queda en el limbo, es la ciudad de la eterna juventud. Es una relación como de amor odio. Pero tampoco odio, más bien como que te quiero, pero a veces me lo pienso un poquito. A mí me encanta una ciudad como Madrid, Barcelona, París […] ¡es la ciudad más preciosa que he visto! Pero Berlín es, no sé. Me encanta esa libertad con la que puedes salir a la calle vestido de Napoleón, que nadie te dice nada ni te miran raro. Hasta tal vez te sonríen.
-En el tiempo que llevas aquí, ¿cómo ves que la ciudad haya cambiado? ¿Te parece abismalmente distinta?
– Hay cosas que han cambiado, la ciudad crece constantemente. Ves grúas por todos lados, pero de lo que me doy cuenta en los últimos diez años es tan evidente: todo mundo sabía que en los parques se vendía droga, pero ahora es con tal descaro y tan evidente, que pienso en los padres que tienen hijos y los llevan a esos parques […] Ni como hombre ni como mujer pasaría por el parque en la noche. Esa seguridad de que sales a la calle y puedes estar tranquilo, algo que no sucede en nuestros países. Ahora eso ha cambiado. Algo que no mucha gente sabe es la cantidad de robos que hay a departamentos. Creo que son 30 o 40 por día, es una cantidad alarmante. Por un lado, en la ciudad vas por la calle seguro y bueno. Y la bici, seguro te la roban al menos una vez cada dos o tres años.
Mientras hablamos, sus cámaras nos graban, esas que utiliza para grabar la serie. Berlín Déjate Querer es un proyecto cuya naturaleza se plasma de una forma ampliamente ligada al autor, de esa que se contagia cuando conecta en la cotidianeidad propia. Hay ciertos reflejos en los que cualquier espectador sentiría afinidad y empatía.
– Háblame de la serie. De alguna forma se refleja tu personalidad en este proyecto. Una persona que está buscándose a sí mismo y experimenta esa introspección.
– El proyecto lo empecé hace un año. Es un viaje introspectivo que tiene que ver con el existencialismo de un extranjero viviendo en Alemania, en Berlín, y se vale de elementos reales y fantásticos para afrontar situaciones y vivir su vida. La serie la hice con tres objetivos:
Al principio iba a ser un documental periodístico, pero la primera escena fue espontánea, y pensé: ¿Por qué no darme este tiempo para hacer este viaje y ver qué soy? ¿Cómo funciono? El personaje de la serie es una persona que ha pasado mucho tiempo solo. He querido ser sincero conmigo mismo y dejar a mi creatividad tomar las riendas. Su personalidad se divide en partes: están el ego, la parte romántica y la parte negativa, que es más un balance de positivo-negativo. Luego está la reflexión y cada personaje tiene un perfil. Y la interacción de estos personajes, de estos alter egos con Sergio es lo que lo ayuda a darse cuenta de ciertas cosas, porque no es sólo que comienzan a criticarlo constructivamente sino a hacerlo entrar en razón y abordar estos temas de los cuales la gente muchas veces no quiere hablar.
El segundo objetivo es la auto terapia. La serie la hago para mí, y si a alguien le sirve lo que estoy haciendo, ¡Qué bien!
Y tercero: plataforma para dar a conocer talentos musicales, artísticos, de pintura, como Rubén, mi consejero en la serie, quien es un pintor impresionantemente bueno, Paloma Lirola, una show woman con un tremendo talento musical y voz, que hace de Tormento, quien es el contraste para lo poco oscuro que es Sergio, le trae un poco de luz, de color.
También esta parte es para hablar de temas urgentes: política, salud mental, psicología. Si es que he de hacer algo, que he de contribuir a educar un poco, no a manera de eminencia sino más bien diciendo «si te quedas en casa es probable que te suceda esto, y si te pasa tampoco lo veas tan dramático.» La serie es más constructiva, antes que querer explotar negativamente un mal momento que esté pasando alguien.
– ¿Cuántas cosas han cambiado de ti desde que empezó el proyecto? ¿Qué de todas estas cosas han contribuido a tu conocimiento interno?
– En su totalidad es positivo, porque cuando estoy interpretando a alguno de mis alter egos, a una parte de mi personalidad, escribo el guión y me pongo de parte de ese alter ego. Por ejemplo, uno de los alter egos se llama Nega, por negativo, y cuando él aparece le dice a Sergio: “Yo no te hago hacer nada, yo propongo. Tú decides”, y es verdad. Cada alter ego me permite analizar. Porque cuando no tienes a alguien cercano para contarle tus problemas y tus situaciones, es como una idea: estás en una habitación de cuatro paredes y te sale de la cabeza, pero no se oxigena y te vuelve a entrar. Es lo mismo con los problemas. El hecho de sacarlos, de expresarte, hace algo. Me siento más ligero […] que estoy cuidando de mí mismo.
Cuando le pregunto sobre sus influencias, Sergio hace una pausa y mira en su interior. Sus manos se posan sobre sus piernas y las levanta al son de su voz, que va lentamente articulando las palabras junto con los ojos que guían su diálogo.
– Siempre me ha interesado la interacción social, el comportamiento humano, el tratar de entender un poco más antes de caer en prejuicios. Y qué mejor manera de seguir con esto que conmigo mismo. A mí me encanta decir lo que pienso y siento. Aprecio la sinceridad y trato de plasmarlo en mi trabajo. Otra cosa que me apasiona es la realidad. Hay mucho más que sacar de una historia real que de un superhéroe. Nadie te ayuda más que tú mismo, o es como debería ser. Si tú no quieres mejorarte nadie podrá ayudarte. Tú eres la primera persona con quien debes contar en tu vida.
– ¿Estabas deprimido cuando comenzaste esta serie?
– Sí, definitivamente. Es la primera vez en mi vida que he pasado por algo así. Yo pensaba que simplemente era una persona solitaria, que también puede ser, pero sí. Me deprimí por un par de cosas que sucedieron, momentos difíciles. Me robaron todo mi equipo y no tenía seguro. Perdí todo, fue muy duro. Porque yo tenía trabajos, perdóname la expresión, de mierda, muy fuertes tanto psicológica como físicamente, para comprarme mi equipo, y de repente ¡que entren a tu departamento y te destrocen todo! Robar por hambre es una cosa, robar por estilo de vida es otra cosa completamente distinta. Eso me afectó tremendamente. Por eso la serie. Me siento muchísimo mejor desde que comencé porque fue confrontar ese trauma que creó el robo. Y no fue sólo eso, fueron otras cosas también. Fueron dos fases. Yo creo que es casi obvio en la serie que la persona está deprimida. La serie es mi auto terapia para afrontar lo que hay y buscar salir adelante.
– ¿Es Berlín Déjate Querer una forma de ‘reenamorarte’ de la ciudad para seguir aquí?
– Sí, definitivamente. Porque si la situación fuese insoportable ya me hubiese ido. Es tratar de pensar y decir: “A ver, un momento. El problema no es la ciudad, el problema soy yo”. Es un poco como un cortejo de reconquista y me pareció una manera interesante de abordar el tema como: “A ver, tú le gustas a un montón de gente y quiero saber por qué”. Nunca estuve enamorado de Berlín. Nunca me robó el aliento como París o Barcelona. Tiene sus ventajas, pero creo que si me fuese, sí que la extrañaría.
Después de algunas horas compartidas, la hipótesis inicial sobre las raíces del migrante que se busca entre las calles de una ciudad que lo ha acogido, a golpe de experiencias y escalones interminables, arroja muchas más incógnitas que se proyectan. La búsqueda de uno mismo cuesta, tiene un precio y una aceptación anticipada de lo que eso significará sin que se sepa con antelación la magnitud del esfuerzo. Cuando le pregunto a Sergio sobre el momento en que comenzó a proyectarse como la persona que quería ser, alude a dos palabras refiriéndose a sus padres: Herencia intangible.
-Mis padres ya me heredaron en vida con el ejemplo de ser correcto. Y yo como que crecí en una sociedad diferente, en una burbujita de sociedad, la de los blancos. Tuve privilegios, pero ya ahí lentamente me fui dando cuenta de que hay otra realidad en el país. La pobreza, ver niños en la calle a las dos de la mañana pidiendo caridad. ¡Me partía el corazón! Yo crecí racista sin darme cuenta, pero ya cuando me comenzaron a molestar los comentarios de gente cercana fue que dije: “Esto yo pensaba que era broma, pero ¿decir que quieres pasarle con el auto a estos indios de mierda? ¿Quién eres tú para decir eso?”. Entonces ahí fue donde empecé a alejarme de la sociedad. Decido ser más congruente de ver injusticia, de ver desigualdad. Yo necesitaba descubrirme. Estaba en esta niebla, en esta burbuja, que no podía ver yo quién era o en quién podía convertirme.
He pasado toda la mañana tomando notas sobre preguntas que me he hecho a mí mismo en diferentes partes de mi vida. En algunos días de mi pasado yo he sido Sergio, el de la serie, el que está aquí sentado, pero hoy seguimos conversando por horas y lo hacemos aún cada vez que veo su serie. Ahí donde le pregunto, me pregunto, nos preguntamos quiénes somos y nos damos un sinfín de respuestas envueltas en música, sabores de las cocinas de nuestras madres, palabras que se aprenden en el barrio, bailes y nombres de personas que conocemos. Conocerlo ha sido, también, conocerme a mí.
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Esta entrevista fue realizada por Arturo Martínez-Rubí para Desbandada.