Ravensbrück

Dos relatos, dos mujeres, dos lenguajes, una misma experiencia

Al norte de Berlín, a una hora en tren desde la Hauptbahnhof, en el término municipal de Fürstenberg (Havel), se encuentran las ruinas de un campo de concentración nazi de mujeres. En el propio Berlín, en la plaza Richard-von-Weizsäcker Platz, hay una placa con la lista de los campos de concentración para recuerdo de todos: el nombre de este campo aparece bajo el de Sachsenhausen, en Oranienburg, también al norte de Berlín. El que nos ocupa es menos conocido, menos nombrado, también menos visitado, quizá por la distancia. Y sin embargo, dentro de la inevitable referencia al horror que supone siempre hablar de campos de concentración, este parece destacar, para nosotros, por dos características que lo identifican frente al resto de la infame lista: el hecho de que estuviera dedicado a mujeres, mayoritariamente por causas políticas, aunque también perecieran allí mujeres judías, y el hecho de que cuatrocientas mujeres españolas fueron deportadas allí.

Haz clic en la imagen para acceder a la información.

El Instituto Cervantes de Berlín presenta el 23 de marzo de 2023 el libro que recoge, además de otros aportes, el relato de una de esas españolas, Mercedes Núñez Targa. El libro no puede tener un título más representativo de la situación del campo y su historia en la conciencia de los españoles que viven en Berlín, pero también en la de todas las europeas y europeos: El valor de la memoria. Porque toda una calle en Berlín está dedicada, sin que muchos lo sepan, a la participación de los soldados de Franco en el frente ruso de la II Guerra Mundial, pero no hay un solo monumento a los 140.000 refugiados republicanos deportados y explotados en campos de trabajos forzados, entre los que se han de contar, cómo no, a estas cuatrocientas mujeres.

Hasta aquí los datos, los enlaces, los eventos públicos, la bibliografía, las referencias históricas que deberán alargarse para cimentar la conciencia del valor de la memoria de los que vivimos en esta ciudad, en este país, en este continente. Este artículo es otra cosa. No vamos a reivindicar la incuestionable necesidad del recuerdo, la necesaria justicia de las víctimas de un sistema fundado en el horror o la restitución de lo perdido. Hay una organización que se ocupa de ellos con mayor crédito, y que regularmente realiza actividades públicas con mayor derecho: Rotspanier. Tampoco nos vamos a centrar en el hecho de que hubiera españolas, pues eran de todas las nacionalidades, incluidas las alemanas judías junto a las alemanas disidentes. Lo que encontrarás aquí es la voz y el testimonio de dos mujeres: son dos acercamientos, íntimos, impactantes, desde dos lenguajes diferentes, a esta parte del sistema represivo de la Alemania nazi.

Apunte del natural de las cercanías del KZ Ravensbrück. Por Pilar Millán.

VIAJE DE INVIERNO A RAVENSBRÜCK
por Monika Zgustova

La nieve húmeda cae más allá de las ventanillas del coche y la niebla gris se extiende sobre los campos pardos, se filtra en los bosques de abetos y pinos altos. Escucho a mi amiga, la artista Pilar Millán, hablarme del proyecto en el que está trabajando; es sobre las mujeres en los campos de concentración. Yo le cuento la idea de la novela que estoy escribiendo, cuyo último capítulo tiene lugar en Ravensbrück.

Sin embargo, desde la mañana, cuando subimos al coche en Berlín, estoy inmersa en mi propio mundo en el que el tiempo no se mide en minutos. Cada hora se parece más a un frágil jarrón de cristal que se llena paulatinamente de sensaciones auditivas, experiencias de la naturaleza o la arquitectura, sentimientos del momento. Pienso en esto cuando mi amiga y yo bajamos del coche delante de un edificio con el letrero “Ravensbrück Gedenkstätte-Memorial”, y después cuando Pilar y yo caminamos hacia el lago Schwedtsee donde una familia de patos nada tranquilamente, ignorando que a esas mismas aguas fueron a parar las cenizas de decenas de miles de mujeres -según el libro Gedenkbuch, de 2005, hubo unas 30.000 víctimas en total, incluyendo las que murieron después de la liberación del campo-, asesinadas en el campo de concentración vecino. 

Visitamos los archivos, donde nos reciben amablemente sus directores Jan Švimberský y Monika Schnell y nos explican que de las 135.000 reclusas que estuvieron en el campo durante la guerra 48.500 eran de Polonia, 28.000 de la Unión Soviética, 24.000 de Alemania y Austria, 8.000 de Francia y miles de mujeres provenían de otros países; más de 20.000 eran judías, cifra que representaba un 15% del total. Un 85% eran de otras razas y culturas. Más de 80% del total eran prisioneras políticas. Muchas presas eran esclavas laborales de Siemens & Halske. De 1942 a 1945 los nazis llevaron a cabo experimentos para comprobar la efectividad de sulfonamidas.

Cortesía de ©Sigrid T. Smit y Bernhard Strebel.

Al salir de los archivos, Pilar y yo atravesamos la puerta de entrada del campo, parecida a las que había visto en Auschwitz y Terezín. Estoy tan ensimismada que no me doy cuenta cuando mi amiga se aleja de mí con su cámara. Camino por un vasto terreno entre muros donde antes había decenas de barracones y ahora sólo quedan unos pocos. Mientras miro un cuervo que sobrevuela el antiguo campo pienso que Ravensbrück significa “el puente de los cuervos”. Y me pregunto si aquellas mujeres también miraban el cielo y los pájaros, y si medían el tiempo en los sentimientos y experiencias que caían en el jarrón de cristal del tiempo transcurrido. Quizá algunas de ellas a veces medían el tiempo en instantes y vivencias. Sin embargo, es probable que en general desearan que cada hora, cada día y cada noche terminaran cuanto antes.

Camino por la calle en cuyos márgenes antes se erigían los alargados barracones. Hacia el final de la guerra, cientos y miles de mujeres malvivían, se apretujaban en cada uno de ellos. ¿Cómo habrá sido su vida? ¿Habrán tenido energía para componer poemas y memorizarlos, para que la belleza de la poesía les devolviera el espacio íntimo, la humanidad y la dignidad perdidos? 

Monika Zgustova en Ravensbrück. Fotografía de Pilar Millán

Me encuentro casi al final del callejón; ante mí se cierne un muro gris de hormigón pintado y desconchado, con alambre de espino en la parte superior. Descubro a Pilar con su máquina fotográfica delante del muro que separaba a las prisioneras del lago, de la naturaleza, de la libertad. Aquí fue donde la escritora alemana Margarete Buber-Neumann conoció a la periodista checa Milena Jesenská, cuya biografía más tarde escribiría, Milena, que llegó a referirse a esta alta valla como “el muro de las lamentaciones”.

Durante su encuentro, Milena estrechó la mano de Margarete y se presentó: «Soy Milena, de Praga». Praga era su identidad, más que su apellido. Entonces las dos mujeres, más tarde amigas íntimas, se pusieron a conversar; Margarete le contó a su compañera en desgracia que la habían enviado a Ravensbrück desde Rusia, de un campo estalinista, siguiendo un plan de intercambio de presos que se llevó a cabo en 1940, después del pacto Molotov-Ribbentrop. Milena le contó que la detuvo la Gestapo porque trabajaba en la resistencia contra la Alemania nazi y ayudaba a los judíos y a otras personas perseguidas a abandonar Praga para cruzar las fronteras y llegar a un lugar más seguro. Y mientras Margarete, que ya había padecido varios años de campos de trabajos forzados, se giraba para detectar si no se acercaba alguna vigilante que las castigaría por detenerse a charlar, Milena actuó como si no fuera una reclusa en un campo de concentración bajo rigurosa vigilancia sino una mujer libre que paseaba por un bulevar y ahora se preguntaba qué cafetería sería la más adecuada para entrar en ella con su amiga.

Camino a lo largo del muro y veo a Margarete como Ariadna, la divinidad griega que sabe descifrar los laberintos, en su caso los gulags y los campos nazi, y ayuda a los humanos a encontrar su camino fuera de allí; y percibo a Milena como Antígona, la heroína griega que desafía a los tiranos.

Intento imaginarme cómo era ese callejón entre los barracones que conocieron tantos horrores y desgracias que toda la galaxia se llenaría de ellos… Y en medio, como unas estrellas en el cielo nocturno, brillaron unos momentos de descanso, de paz y tal vez hasta de breve felicidad.

Y en mi ensueño percibo que algo ha empezado a moverse contra el fondo del muro, donde hay restos de nieve. Son figuras humanas. O, mejor dicho, sombras. Sombras de mujeres. Flotan como unos pañuelos de seda en el aire. Llevan uniformes de reclusas. Pero se confunden con la niebla, esas mujeres flotantes son de color gris perla y translúcidas. Sin embargo, son ellas, las mujeres encarceladas que trabajaron aquí y, en medio del horror, crearon sus propias vidas, sus propias rutinas diarias, sus escalas de valores, experimentaron amistad y odio, deseo y aversión. Caminan unas detrás de otras y unas al lado de otras, como caminaban hace ochenta años cuando se dirigían al trabajo diario, con la cabeza gacha, encorvadas por el cansancio.

Sin embargo, hay una mujer, una sola, que camina erguida. Es la única que me mira, y en el brillo nacarado de su delicado rostro ovalado leo interés. Ahora esta sombra erguida se separa de las demás y se vuelve en mi dirección.

Lenta y ligeramente, la esbelta figura se abre paso hacia mí. Sus ojos azul grisáceo, enmarcados por las pestañas negras, brillan en la niebla. Se acerca y me estrecha la mano.

«Soy Milena, de Praga», se presenta en voz baja.

Y tras esta salutación empieza a contarme lo que sería el último capítulo de mi libro.


Apunte del natural de la chimenea de los hornos crematorios del KZ Ravensbrück. Por Pilar Millán.

Buenas tardes. Estamos de nuevo hablando con Pilar Millán, con la que hablamos ya de su proyecto artístico con mujeres africanas. El tema que nos ha reunido es algo diferente. Se trata de un campo de concentración al norte de Berlín, en relación con el cual va a haber un evento en el Instituto Cervantes de Berlín. ¿Cómo conociste la existencia del campo de Ravensbrück?

Conocí la existencia del campo por un encuentro casual, hasta plácido -con lo que estremece usar este adjetivo en un contexto así- una bonita tarde de octubre navegando con amigos por los lagos del norte de Berlín. Era otoño del 2015. Fueron días muy tranquilos, yo acababa de llegar de una exposición en España y estaba agotada. Ese día atracamos en un puerto pequeñito, fuimos a un café a tomar algo, lo típico, café con kuchen en una terracita con vistas a un pequeño lago. En primer plano, flores y en la mesa delante de mí, una anciana de pelo blanco con quizá su hija mirando al lago. Parecía un momento idílico, todos relajados. Y de pronto, al otro lado de la orilla, me llama la atención un muro interminable, larguísimo, cortando el paisaje al fondo. Pregunto a mis amigos: “¿tenéis idea qué es ese muro?”. Silencio. Solo responde, valiente, una mujer, mi amiga Doris: “Es el muro de Ravensbrück, el campo de concentración nazi para mujeres”. A partir de entonces la situación se puso tensa, mi kuchen se quedó sin comer, y yo me quedé petrificada. Encontrarte enfrentada de repente a la realidad del terror de la historia reciente de Europa. Ese muro gritaba bien alto: los campos están aquí, el horror ha existido y lo hemos hecho aquí. Es algo tremendo… Son esos encuentros puntuales en la vida que te dejan tocada. Y te preguntas: ¿Y ahora? ¿Ya está? ¿Sigo con mi vida, mis proyectos y otras cosas?

¿Qué es Ravensbrück?

Es el nombre del campo de concentración para mujeres, donde el nacionalsocialismo encarceló a unas 130.000 prisioneras para trabajos forzados desde 1939 hasta 1945. Está en Brandenburgo, a unos cien kilómetros al norte de Berlín, y el pueblo situado enfrente es Fürstenberg / Havel. El campo se empieza a construir en 1938 sobre un terreno baldío que se compra para construir en él. Algo pensado y planificado para ello: un campo de concentración de mujeres para trabajos forzados: Konzentrationslager. En principio no se concibió como campo de exterminio porque la mayoría eran presas políticas, pero al final de la guerra las víctimas se amontonaban en decenas de miles, y más de 2.000 mujeres documentadas fueron asesinadas en la cámara de gas. Aunque por otras fuentes, como entrevistas a supervivientes que hace pocos días he tenido el privilegio de escuchar en los archivos sonoros del Ravensbrück Gedenkstätte-Memorial, se supone que el número de “indocumentadas” gaseadas es escalofriante, muchísimo mayor.

¿Por qué un campo solo de mujeres? ¿Era el único que había?

Era el único que había. Eso es por lo que me ha llamado tanto la atención, como para para sentir la necesidad de hacer un proyecto sobre él. Y, enlazando con la anterior entrevista que me hiciste sobre el proyecto de El Termitero, te diré que la motivación es la misma que la de mi interés por Ravensbrück, la denuncia de la violencia contra la mujer.

En los campos solía haber mujeres y hombres. 

Sí, separaban a mujeres de hombres, llegaban juntos a los campos pero a muchísimas de ellas las sacaban de esos campos para llevarlas a Ravensbrück. 

Sachsenhausen, más cerca de Berlín, en Oranienburg, era un campo de trabajo, y era solo para hombres. Creo que era una fábrica de ladrillos.

En ese caso imagino que la idea era utilizar a los presos en trabajos forzados para la Alemania nazi.

¿Sabes que dentro de Berlín había un campo de concentración? Es también un centro de documentación. No es muy conocido.

La verdad que no lo sabía, tengo que investigar, ¡gracias!

Denkmal Rosenstrasse

A propósito de mujeres, delante del Instituto Cervantes estaba el centro de detención de judíos casados con mujeres alemanas gentiles, que iban a preguntar por sus maridos. Ya no está el edificio, en su lugar hay un parque con un monumento. En este punto quiero preguntarte por Monika y por su investigación de dos mujeres, una alemana y una checa, que estuvieron en ese campo.

Cuando conocí a Monika aún no había empezado a trabajar sobre Ravensbrück. La conocí el 2021 con motivo de mi exposición en el Jardín Botánico (RJB – CSIC) de Madrid, “La Simetría de los Encuentros”, que comisarió Emilio Navarro. Monika vino con una amiga común, Marifé Santiago Bolaños, y quería ver mi exposición. A raíz de la exposición nos pasamos el contacto. Yo había leído de ella Vestidas para un baile en la nieve, un libro sobre las mujeres rusas intelectuales que encerraron en los gulag de la Siberia profunda por ser sospechosas de ser contrarias al régimen estalinista. Ella ha podido hacer entrevistas directas, el libro es una joya. Entre Monika y yo existe un interés común por la investigación sobre violencia ejercida sobre las mujeres por parte de regímenes totalitarios, y sacarlo a la luz. Interés que está presente en su próximo libro donde narra el encuentro de estas dos mujeres excepcionales.

¿Cómo fue tu acercamiento a Ravensbrück después de tu primer encuentro con Monika en Madrid?

Te comentaba al principio de esta entrevista el momento que me enteré de la existencia del campo, y de lo marcada que me dejó en 2015 la visión de su muro al otro lado del lago Schwedtsee. Y de alguna manera esas impresiones marcan a nivel del subconsciente, no eres consciente en el momento que ocurre esa impresión. Y años después te dices “ostras, esto es por eso”, incluso a veces no te das cuenta hasta que te lo hace ver otra persona, como los curadores, por ejemplo, que son muy buenos para eso. Pero mi acercamiento definitivo a Ravensbrück, y el momento en el que se libera esa impresión del 2015, fue en el Instituto Cervantes de Berlín a raíz de mi asistencia en un congreso internacional, justo a la vuelta de mi exposición del Botánico de Madrid donde conocí a Monika. Vi en la newsletter del Instituto Cervantes el congreso “Rotspanier, Zwangsarbeiter in Hitlers Europa” anunciado. Leí la nota y pensé “qué interesante”. Era octubre del 2021, justo seis años después de conocer la existencia del campo de concentración para mujeres. También mi acercamiento a Ravensbrück sucedió de manera casual ya que en el programa del congreso en ningún momento aparecía la palabra “Ravensbrück” ni ninguna otra referencia. Una vez allí una de las ponentes habló del campo de concentración de Ravensbrück. Y cuando escuché que 400 mujeres de la resistencia francesa de nacionalidad española que habían huido del fascismo en España en el 39 hasta Francia, y allí las habían capturado y traído en esos trenes de ganado en condiciones infrahumanas hasta Ravensbrück, pensé “tengo que hacer un proyecto, no sé qué, pero tengo que hacerlo”. Es como un impulso bestial que no puedes reprimir. Como me ocurrió en el proyecto sobre el mito de El Termitero cuando me puse en contacto con la asociación de las mujeres africanas de Catalunya que luchaban contra la ablación. Y esa tarde de otoño en el Instituto Cervantes volvió a ocurrir.

Porque ellos lo hacen todos los años. La asociación hace actividades en memoria de los españoles que estuvieron en campos de trabajos forzados. Pero volvamos a Monika y a cómo se preparó ese viaje juntas a Ravensbrück.

La idea de la visita (para mí obligada) al campo surge cuando decido hacer el proyecto. A partir de ahí empiezo a investigar y a documentarme un poco, y sabía que todo pasaba por una visita al campo. Tuve que superar una especie de pudor que siento ante el hecho de visitar los campos de concentración que nunca he visitado, pero en este caso, el hecho de que fuera un campo de mujeres, la mayoría por razones políticas, aunque por supuesto había también miles de judías encarceladas, llegaba como de una manera más directa. Planteé la visita pero a causa de la pandemia, los archivos estaban cerrados. Mientras tanto vivo entre España y Berlín, y sigo con la investigación, comprando libros sobre el tema, etc. Durante esos meses, ya en la primavera del 2022, Monika y yo seguimos en contacto y vamos profundizando en el trabajo de cada una. Ella sabe que estoy en Berlín y le comento que en cuanto se pueda voy a visitar el campo de mujeres sobre el que estoy investigando. Ella ya sabía que existía y que lo quería introducir de alguna manera en un nuevo libro que estaba pensando hacer sobre la vida de Milena Jesenská, a la que Kafka escribió esas preciosas cartas de amor que luego se publicaron como “Cartas a Milena”. Milena murió en Ravensbrück, otro asesinato más para sumar al campo.

Es irónico, porque el propio Kafka vivió en Berlín, aunque mucho antes, claro. Y a Milena, ¿la llevaron desde Praga a Ravensbrück?

Creo que sí. Lo describe Margarete Buber-Neumann en su libro “Milena”, que es el primero que leí durante mi periodo de documentación. Margarete también termina encarcelada en Ravensbrück como prisionera política, y se hacen grandes amigas. El apoyo mutuo de amistad incondicional entre las mujeres de Ravensbrück, documentado en muchas de las entrevistas a supervivientes como Neus Català, fue el bastión de supervivencia física y de resistencia moral ante el terror nazi. Ese concepto de la amistad entre mujeres salvó miles de vidas. Y Milena, cuando intuye que va a morir muy pronto, le dice a Margarete que “hable por ella”, por todo lo que ella no podrá escribir sobre esta experiencia de horror, amistad y muerte. 

Así que de alguna forma estabais las dos en paralelo con el mismo tema.

Así fue.

Pero normalmente no se dice que murieran en un campo de concentración de mujeres, con esa apostilla final “de mujeres”.

No. Exacto, normalmente no se presenta así, como si el hecho de nombrar la palabra “mujer” restara importancia a su asesinato y al de las otras decenas de miles de víctimas. Es bestial lo que aún queda de lucha por la igualdad de género a niveles incluso de documentación histórica, como en este caso en el que me has llamado la atención. Monika quiere recuperar la figura de Milena en una biografía novelada. Y le ofrecí venir conmigo a Ravensbrück, “si quieres te llevo, tengo que ir al campo”. Le encantó la idea. En Noviembre pasado al fin coincidieron nuestras agendas. Decidí esperarla e ir juntas, para mí era también la primera visita. Para las dos. Ella venía de Praga de presentar otro libro, y el segundo día que estuvo en Berlín en casa fuimos. Fue una visita muy… muy especial. Un día de otoño, frío. No había nadie. A la entrada, hay un magnífico centro de documentación, el Mahn- und Gednekstätte Ravensbrück, en el antiguo cuartel general de las SS. Como hacía un tiempo terrible, después de recorrer el campo, ella estuvo mucho tiempo viendo la documentación y yo salí fuera, en el área del campo. Hay esa explanada gigante donde estaban los barracones de las presas y donde ahora no hay nada. Han quitado los barracones pero en su lugar han hecho algo que para mí está muy muy bien: han extendido toneladas de grava rojiza sobre toda la explanada y la huella de los barracones están como a cuarenta centímetros más baja. Tú percibes una serie de planos rectangulares paralelos. Es como un campo de tumbas inmensas. Al menos es lo que sentí. Monika quería también pasear para estar en el mismo sitio donde ocurre el primer encuentro de Milena con Margarete para incluirlo en su novela. Estuve con Monika en ese momento. Fue muy especial. Estábamos muy emocionadas. Luego quiso que la fotografiara junto al muro en ese lugar de encuentro. Hacía un frío terrible. Intentaba imaginar ese frío y más en las condiciones infrahumanas que sufrieron ellas en el campo.

Los sitios conservan la memoria de lo que pasó.

Absolutamente. Tomé con los dedos helados trocitos de madera, alguna piedrecita, una semilla de tilo. Testigos quizás de esa memoria. Luego Monika se fue al centro de documentación. Mientras, hasta el anochecer, yo seguía fuera de acá para allá dando vueltas, helada, por todo el campo repitiéndome una y otra vez: “cómo es posible que esto haya pasado aquí”.

Luego cada una ha vuelto a su lugar de origen. ¿Has tomado alguna decisión sobre cómo lo vas a materializar?

Primero pensé en una pieza de vídeo, pero conforme voy documentándome, más caminos se van abriendo. Esta semana he vuelto a Ravensbrück, pero esta vez dos días seguidos. La dirección de los archivos me había dado los permisos para trabajar en los diferentes departamentos. Previamente les había enviado una lista con todos los aspectos en los que quería investigar de cada departamento. Está siendo una experiencia hermosa esta colaboración tan generosa por parte de ellos, dentro de un escenario como ése… Después de trabajar todo el día en los archivos al atardecer de este febrero me abrigaba y salía del despacho que me habían preparado a recorrer de nuevo el campo. Estuve haciendo algunas fotos. Me llevé una pequeña cámara de 6×6 que compré en el mercadillo de Schöneberg. Hice algunas, y salieron raras. Incluso no me las querían revelar. Pero estoy trabajando sobre ellas. Salen cosas sorprendentes.

¿Vas a usar la fotografía como lenguaje visual?

Como uno de ellos. Aunque como bocetos, y dentro del trabajo de documentación, en esta segunda visita al campo también llevé carboncillos, lápices de colores que había visto allí cuando estuve con Monika; llevé sanguina, carbón, y, fíjate, me puse a dibujar al lado de los hornos crematorios sin ser consciente que había elegido carbón, el combustible del horror de los hornos. Son asociaciones que surgen. Hice algunos bocetos de unos árboles bellos, tristes, que están a la orilla del lago Schwedtsee. El mismo lago al que echaban las cenizas que salían de los hornos, es tremendo…. Pero estos dibujos no son obras para mí, son bocetos que apoyan la documentación que voy consiguiendo para este nuevo proyecto sobre Ravensbrück.

Es un primer capítulo de una historia que seguirá. Luego habrá que construir el relato artístico.

Exacto. Es un momento muy íntimo, muy personal, no se piensa en exposiciones ni nada parecido. Tiene que engendrarse, tomar forma, tiene que estar preparado para ofrecerse al público. Primero surge la necesidad de hacer el proyecto, pero luego el segundo paso tarda…

Pilar Millán

Pues dejamos aquí la entrevista con puntos suspensivos, ¿te parece?, para retomarla en un futuro cuando haya tomado esa forma.

Sí. Y muchas gracias.

Muchas gracias a ti.


©Sigrid T. Smit y Bernhard Strebel del plano de Ravensbrück.


El 24 de marzo de 2023 se presentó, además de otras informaciones relativas al campo de Ravensbrück, la edición alemana (traducción de Carsten Hin), de las memorias de Mercedes Núñez Targa, «El valor de la memoria«, quien luchó desde su liberación tras la II Guerra Mundial, por conservar la memoria de todos los que habían padecido en las créceles franquistas, en los campos de concentración franceses y en los del régimen nazi. Mercedes tuvo una breve estancia en el campo de mujeres de Ravensbrück. En el evento participó el hijo de Mercedes, Pablo Iglesias Núñez, a quien debemos la publicación de las memorias de su madre, primero en catalán y luego en español. El evento estuvo organizado por el Instituto Cervantes de Berlin y la Oficina Cultural de la Embajada de España en Alemania (Kulturabteilung der Botschaft von Spanien in Berlin), cuyo responsable inició el acto, en cooperación con el Memorial de Ravensbrück y el Círculo Internacional de Amigos de Ravensbrück.

Revista Desbandada

Un comentario sobre “Ravensbrück

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