Texto y fotografías de María Vetterlein

I
En Berlín empecé a soñar más. Sueños intensos, en blanco y negro. En una oportunidad soñé que me quedaba ciega y, como siempre, guardé el secreto hasta después del desayuno. No interesan los detalles, sino acercarme discretamente al estado de las cosas al despertar, a su impronta de humo, de objeto cubierto de polvo; y a la sensación que me acompañó por meses.
¿La rebelión consiste en mirar hasta pulverizarse los ojos? Me acuerdo haber salido de la habitación, haber tanteado un camino directo a la ventana. Para ver. A esas horas no había gente, pensé en volver a la cama, pero ya no pude. Pensé que mirando la realidad urbana desataría esa suerte de hechizo, disolvería el velo invisible que cubre la visión del soñador despierto.
Afuera había nevado. Entonces pensé que estaba viviendo un dejà vu. Ya estuve en esa ventana y con esa luz. ¿O fue un recuerdo?


II
Dice Blanca Varela:
Al despertar
me sorprendió la imagen que perdí ayer.



III
Me acuerdo de mi primera vez en Berlín. Me acuerdo de que me pareció tan oscura que percibí el roce de los fantasmas en la piel.
Así como en la evocación de la memoria, o en los sueños, el pasado se nos aparece con agujeros.

IV
Hay algo en la repetición que estimula el deseo. Hay algo en la forma de la memoria que tiene el color o la aspereza de los sueños. El ruido de algunas cosas al caer, apelmazado, se podría aplicar a este evento. En los minutos que suceden inmediatamente al despertar, dice Benjamin, se manifiesta una suerte de verdad, rescatada con los ojos del ensueño, que llega a la memoria. Se me ocurre una verdad pálida y con sombra, como la historia de un país.

V
Abarco recuerdos como flashes y evoco los espacios poco iluminados con la devoción japonesa de Junichiro Tanizaki. Esos que por su densidad particular desvelan un “universo ambiguo” donde sombra y luz se entremezclan. El centelleo de objetos dorados en esa quasi penumbra, observa, emite una “suave y misteriosa irradiación”. ¿No es acaso como se nos aparecen los sueños, algunos recuerdos?
Divagar a la hora gloriosa de los intersticios de luz suele devolverme la fe. Quiero evocar memorias de una luz a determinada hora, la hora del intersticio de sombra. O de luz. Quiero hacer el amoroso ejercicio de recordar solamente esas horas y también ser une flâneuse con cámara fotográfica.


VI
Me acuerdo. De las funciones de cine de trasnoche y de todas y cada una de las veces que fuimos con mis amigos a ver The Wall. Del misterio, de la libertad después del frío sepulcral de un país.
Me acuerdo de que en ese mismo cine inolvidable me caigo de la butaca de tanto reír con La fiesta inolvidable.
Me acuerdo de mi primer encuentro con Berlín. En Quasimodo tocaba James Moody con su banda.
Me acuerdo de otro frío sehr feroz; de la nieve mojándome la cara y de mis primeros días de exilio. La nieve haciendo luminancias en la oscuridad. Nombrar la nieve en otro idioma. Capturarla.
Me acuerdo de las chicas de mi edad en minifalda, y de mi abrigo – o disfraz de oso – y de mi primera gran gripe.
Me acuerdo de una bicicleta sin ruedas amarrada al poste de luz increíblemente tenue. Nada extraordinario en Berlín.
Me acuerdo del día en que no hubo nadie.
Me acuerdo de Prenzlauer Berg cuando visitamos el Wasserturm, la torre de agua y sus fantasmas cayendo.
Me acuerdo de los primeros Stolpersteine en la ciudad y de caminar extremando el cuidado, saltando si fuera preciso. Siempre.
Me acuerdo de una estación desierta, más desierta que las calles desiertas de esa nueva ciudad en la que viviría más tarde. Tomo el tren equivocado y urgida me bajo en un enorme parque como un bosque. Un cosquilleo entre miedo y placer me recorrió el cuerpo.
Me acuerdo de las huellas sobre un lago congelado y de cisnes entre bloques de hielo.







«Cuando comencé a hacer fotografías mi manera de pensar y ver estaba muy ligada al cine. Con el tiempo y la guía de mis maestros me fui acercando más a la naturaleza y a las personas. Podría decir que estas son mis dos pasiones. Comencé a explorar temas como la ausencia y los sentimientos.»
Maria Vetterlein es fotógrafa. Nació en Argentina y estudió cine y fotografía en Alemania y en Argentina con Valeria Bellusci, Martin Bogren, Alberto Natan y Guillermo Ueno. También es psicoterapeuta y socióloga especializada en arte y cuerpo, incorporando el autorretrato fotográfico como medio de exploración del ser. Vive y trabaja en Berlín desde 2019. http://www.mariavetterlein.com
Texto y fotografías ©María Vetterlein