Father’s day / El día del padre, del director ruandés Kivu Ruhorahoza, se estrenó en la Berlinale 2022 en la sección Encounters. Una historia de dos mujeres –o muchas más– y un niño –o muchos más. Una historia de desobediencia, redescubrimiento y sanación en una sociedad a la que la historia que no se nombra obliga a poner en cuestión el rol del padre.
El film regresa a Berlín en ocasión de Afrikamera, el festival de cine africano urbano contemporáneo, diáspora y migración que comienza en solo pocos días (8-13 noviembre).
Los japoneses de África
“Los japoneses de África, así nos llaman”, dice Kivu Ruhorahoza, y habla de Ruanda, ese país en el corazón del continente. «No le estamos diciendo en la cara a todo el mundo lo que pensamos, lo que sentimos“, agrega. Su film Father’s day da cuenta de ello. Cuando al relatar las tres historias entrelazadas: la de Kadogo, el niño al que su padre adiestra y explota para robar partes metálicas de vehículos y perritos de buenas familias que revenderán luego; la de Zaninka, la masajista, la madre a la que el duelo tras la muerte de su hijo adolescente en un accidente aleja de su marido, y la de Mukobwa, la joven que puede donar el órgano que salvaría la vida de su padre enfermo –un hombre que ha sido poderoso, ¿un militar?–, pero no quiere hacerlo, apela a un relato signado por el minimalismo, un relato parco, que no busca el efecto. Pero que no obstante la frontalidad de su cámara logra un acercamiento a los cuerpos, a los rostros de enorme sensibilidad. En silencio, dando tiempo a los silencios de los personajes, al silencio de la naturaleza. Porque allí en ese silencio hay algo contenido en esas dos mujeres de rostro impasible atravesado por la melancolía, hay algo contenido en ese niño que resiste estoico el maltrato, que está buscando un cauce. Y Father’s day abre con las aguas de un río, y cierra con las aguas de un río.
Tres padres
Zaninka se sentará en silencio al borde la ruta, allí donde tuvo el accidente mortal su hijo. Mukobwa en silencio, a la orilla de ese río al que la mujer le cuenta que arrojaron los cadáveres de los hombres asesinados para que se los llevara la corriente. Y esa –y luego solo un velocísimo y brevísimo flash de imágenes en el confesionario– serán en Father’s day las únicas referencias, sin nombrarlo, al genocidio que tuvo lugar en Ruanda en 1994. Lo que está detrás de todo.
«La Ruanda de hoy está tratando de sanar de un pasado de genocidio perpetrado contra la comunidad tutsi”, señala el director. “Ese legado de violencia está siempre presente, siempre latente en el fondo.” “No pasa un día sin que percibas las consecuencias en gente que ha vivido estos hechos traumáticos. La Ruanda de hoy es un país con niveles de violencia increíbles que llevan a una enorme crisis del rol del padre. Porque aquí tuvimos un millón de personas, en su mayoría hombres, que fueron asesinados por otros hombres, los que luego terminaron huyendo del país o en la cárcel. Todo eso dejó un vacío. La tragedia obligó a nuestra sociedad a redefinir y repensar el rol del hombre, el rol del padre en nuestra sociedad.»
Tres variaciones de la figura del padre son las que Kivu Ruhorahoza quiso mostrar en su tercer film: “el padre que no logra serlo porque no es el padre biológico; el padre caótico e incapaz, y el padre de esa generación que nació apenas pasado el genocidio y que se pregunta: ¿qué hizo mi padre?, ¿por qué no tengo respuestas sobre dónde está el resto de mi familia y no tengo contacto con el resto de mi familia?, ¿por qué mi padre no habla sobre ciertos temas?»
Tres padres y otro padre, Dios Padre. Omnipresente. La herencia de la etapa colonial está en esa religión católica que es puerto donde predicadores de televisión o curas en la iglesia ofrecen sentido a la vida. „Mi padre no lo merece“, dice Mukobwa. ¿Acaso ella es Dios para decidirlo?, replica admonitoria y censora la voz desde el confesionario. «Hay que aceptar el plan de Dios.“ Casi un mantra que impone resignación y obediencia y atraviesa toda la sociedad.





Hermanas en el jardín de la sanación
Desde los marginales de los suburbios, a la clase media baja trabajadora, a la clase adinerada, las tres historias de Father’s day atraviesan todos los estratos de esa ciudad de Kigali, la capital. La gran urbe que es vista desde lejos, desde el verdor de la naturaleza que la circunda, un verdor que se va abriendo paso en el film.
Filmada contra todos los obstáculos, con un micropresupuesto de 50.000 dólares y apenas pasados los momentos más críticos de los tiempos Corona, la película hace de las limitaciones un valor. La crisis de la pandemia se convierte en parte del film y adquiere un cariz existencial. El virus no solo ha hecho tambalear la economía, la subsistencia de muchos, sino muchas de las que parecían certezas inamovibles. «Le echamos la culpa de todo al virus“, dice Zaninka, «pero quizá no ha hecho más que sacudir lo que no era lo suficientemente sólido como para que lo llevemos adelante“. Father´s day se sitúa en el momento en que se vuelve a salir después del confinamiento, en el que tras la sensación de claustrofia del encierro llega la apertura, el exterior, el afuera. El redescubrimiento de la belleza a nuestro alrededor. Toda una metáfora.
En una dura crítica al patriarcado, mujeres y niños, los protagonistas de Father’s day no tienen la palabra. Mudos se enfrentan en un principio Zaninka, Mukobwa, Kadogo al monólogo verborrágico del médico, del cliente que ofrece un plus por «un servicio extra“, del padre que lo hará hombre para que sea su heredero. El duelo, el dolor, el abuso harán que no puedan hablar. Pero el azar cruzará las historias y el encuentro de Zaninka y Mukobwa será el comienzo poco a poco de un diálogo entre mujeres, entre pares, entre hermanas. Un diálogo que la cámara de Father’s day deja suceder, transcurrir con una naturalidad que emociona. Y con el poder de la palabra, con la emoción compartida, se redescubre el placer, el cuerpo. «Con Covid la vida se detuvo. ¿Qué extrañas?” “Bailar.”
En Father’s day, como en las películas del senegalés Ousmane Sembène, el padre del cine africano, son las mujeres las que traen el cambio a la sociedad y con ello la esperanza. Mayor es la esperanza si, como aquí, los niños tienen también al menos una mínima chance de ser protagonistas de ese cambio. Algo solo posible de la mano de la desobediencia.

Kivu Ruhorahoza © Taté
Nacido en Ruanda en 1982, trabaja como cineasta, autor y artista multimedia. Sus obras cinematográficas y artísticas se han exhibido en festivales de cine como Sundance, en Sidney y Venecia, y en museos como la Tate Modern y el MoMA. Sus textos son publicados por Éditions Magellan en París y aparecen en la revista «Chimurenga».
Father’s day se proyecta el 10 de noviembre a las 21:00 con la presencia del coproductor Innocent Munyeshuri en el marco del festival AFRIKAMERA 2022. URBAN AFRICA, URBAN MOVIES: MIGRATION & DIASPORA 08—13 NOV 2022 Programa completo ver aquí.
Todas las imágenes ©AFRIKAMERA2022
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