Bad Luck Banging or Loony Porn (2021), cuyo título original es: Babardeală cu bucluc sau porno balamuc, algo así como Follada con problemas o porno de locos, es una comedia-drama satírico dirigido con una enorme libertad narrativa por el cineasta rumano Radu Jude. Atrevida, provocadora, hilarante, altamente política, ecléctica, por momentos brillante, en parte tediosa, al final sorprendente en su desparpajo, la película se llevó el Oso de Oro en la Berlinale 2021. Filmada con la marca de los tiempos Corona, recién llega a los cines alemanes.
En el principio fue el porno
Es difícil empezar en este caso por otro lado más que por el principio. Porque la película comienza sin rodeos con la filmación de un video porno casero. Sexo explícito. Una pareja da rienda suelta a sus fantasías –¿mientras del otro lado de la puerta la abuela ha quedado de niñera? Subido a una plataforma de internet, el video se volverá viral y desatará una tormenta sobre la vida de ella, la protagonista del video y del film: Emi, nada menos que una profesora de historia de un colegio secundario al que manda sus niños la clase acomodada de Bucarest. El video será la piedra del escándalo. Y a Emi la esperará un día de perros.
Un objeto único y singular es Bad Luck Banging or Loony Porn, un film ecléctico que puede conjugar distanciamiento brechtiano con un marco de circo-varieté y mucho más. Que comienza con el citado video porno casero a la manera de prólogo o disparador, y está dividido casi literariamente en tres partes o capítulos. En la primera parte, titulada “Calle de sentido único”, la cámara sigue a Emi en su andar decidido y sin pausa por el caos urbano y el tránsito de Bucarest. Entre bocinazos, sirenas, el pip de la señal para no videntes de los semáforos y los autobuses que pasan, Emi, de sobrio y casi puritano trajecito gris, va andando por un camino siempre estrecho, entre los autos estacionados o las obras en construcción que limitan el paso. Es que ella misma se encuentra entre la espada y la pared. Un ramo de flores, una visita a la rectora del colegio no impedirán lo que se ha anunciado para esa tarde: reunión con los padres de los alumnos en la escuela para tratar el caso de la profesora. En tiempos mediáticos, lo más importante, dice la rectora, es evitar un escándalo en la prensa.

La cámara de Radu Jude es un observador que acompaña a Emi, pero por momentos la pierde, la deja y se detiene para ir tomando notas, apuntes de esa ajetreada Bucarest que irá atravesando en una caminata que traza un arco desde zonas céntricas y barrios más populares hasta la zona más elegante y adinerada donde se encuentra el colegio. El ojo de la cámara va registrando a los transeúntes con sus máscaras, los carteles de los eventos que no tienen lugar por Corona, los locales y los puestos callejeros, la arquitectura, esos edificios de monoblocs proletarios reminiscencia de épocas socialistas, algunos en pleno abandono, sobre los que a veces se recorta la figura –¿romántica? ¿omnipresente?– de una iglesia ortodoxa. La cámara de Radu Jude tiene una antena especial para captar el kitsch y la agresión urbanos, el absurdo, los contrastes, la ironía. Como la de los insultos que se escuchan una y otra vez en las calles, cuando suben los decibeles en esas constantes discusiones que van surgiendo en una sociedad en cuyo modo de vida, como en el de tantos pueblos latinos, está el interactuar, opinar, discutir –en público y en privado. Insultos que en su explícita carga sexual dejan casi pálido al video porno casero de la profesora. Y que pueden salir casi gratuitamente de la boca hasta de una anciana dama solo porque la cámara la captó.

De la A a la Z y a la S de superhéroa
Y entonces a continuación el film sorprende con una segunda parte, original, brillante, titulada: “Breve diccionario de anécdotas, signos y milagros”. Un ensayo cinematográfico, compendio enciclopédico de definiciones que no sin cinismo, humor negro e ironía hablan de y son un ajuste de cuentas con el socialismo y la historia reciente rumana, nuestra sociedad actual y las atrocidades cometidas en nuestros tiempos. En ese alfabeto de la A a la Z están el dictador Ceausescu, la revolución rumana; Eminescu, la gran voz poética de la literatura nacional; la iglesia ortodoxa rumana (y su silencio ante los crímenes de la dictadura). Pero también los chistes sobre rubias, la familia, los niños (“presos políticos de los padres”), la fellatio, la guerra, la cultura, el amor, los militares, el patriotismo, la vagina, el pene, la política, la pornografía, el racismo, la distancia social, las selfies, la violación, la Navidad (“los hombres se apresuraron a llevar a cabo la masacre para poder celebrar como buenos devotos la fiesta de la Navidad en familia”).

Y luego sí, en una tercera parte titulada “Praxis y alusiones veladas (sitcom)”, nos reencontramos con Emi que debe hacer frente a los padres de los alumnos. En una reunión que por la pandemia tiene lugar en el patio de la escuela y que, presidida por la rectora, se convierte en un tribunal de máscara y mueca grotesca que mayoritariamente en nombre de la moral y la familia y entre el voyeurismo, la hipocresía y la defensa de lo indefendible juzgará a Emi. Pero Emi se defenderá. En un tramo de la película que tiene reminiscencias de un cine de los setenta, con sus zooms artificiales en medio de largas discusiones –donde el film se hace algo largo también–, y de su ira surgirán su fuerza y su venganza. Con S de superhéroa, valga decir. Como no podía ser de otra manera, por supuesto, en uno de los tres finales que nos ofrece en su juego la película.

La poética de un boceto de un film popular (que en realidad no lo es) y la piedra del escándalo
«Las tres partes se vinculan entre sí en forma poética“, señala el director. “Pero en el sentido en que lo define André Malraux, para quien toda verdadera poesía es sin duda irracional en tanto sustituye la relación ‘establecida‘ de las cosas por un nuevo sistema de relaciones.» “Mientras el título es claro”, prosigue, “el subtítulo Boceto para un film popular requiere explicación. Malraux señaló en una oportunidad que el pintor Eugène Delacroix‚ si bien afirmaba la superioridad de la pintura acabada por sobre el boceto, conservaba muchos de sus bocetos, los que consideraba en cuanto a calidad tan obras de arte como sus mejores cuadros. Esta idea me resultó interesante, por lo que decidí aplicarla al cine y ver cómo sería una película cuya forma permaneciera abierta, incompleta, como un boceto. Y sí, ‘popular’, porque creo que el film tiene algo de esa ligereza de una brisa de verano, también por su tono burlesco. Pero en realidad no es ningún film popular. Solo un esbozo de un posible film popular”.
Con toda su inacabada multiplicidad y complejidad, no obstante es, en definitiva, muy simple de lo que se trata en Bad Luck Banging or Loony Porn. Pues lo que hace el film es confrontarnos como espectadores a una pregunta: ¿qué es lo obsceno? ¿El video porno o las atrocidades cometidas en la historia de nuestros tiempos? ¿El video porno o tantos hechos y situaciones que han sucedido y suceden a nuestro alrededor pero a los que no registramos? Film directo, excesivo, experimental, divertimento altamente político, es un drama satírico, una tragedia que divierte. ¿En el fondo un film de tesis? En todo caso uno que abre muchas puertas a la cultura de nuestros tiempos.
En griego skandalón significa «bloque que entorpece la marcha en un camino». Y a partir de este significado estricto del término, se indica, deriva la connotación de acto que mueve a la indignación y al espontáneo movimiento anímico, singular o social, de sobresalto. Bad Luck Banging or Loony Porn de Radu Jude se pregunta, nos pregunta, cuál debería ser la verdadera piedra del escándalo.
Todas las imágenes ©Neue Visionen Filmverleih
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