De la industria global al taller local. Tecnología y empoderamiento

En Berlín existen dos FabLabs, lugares abiertos al público que podrían cambiar los esquemas de producción a nivel mundial. Gracias a las impresoras 3D y otras máquinas, ya somos capaces de fabricar «casi cualquier cosa» descargándola de internet.


Últimamente nos estamos acostumbrando a oír hablar de la automatización, las impresoras 3D y los robots de forma habitual, y son de hecho las primeras imágenes que se me vienen a la cabeza cuando pienso en tecnología y futuro. Pero, ¿qué tienen de interesante ciertas herramientas tan molonas como la impresora 3D, para que pueda cambiar de verdad la estructura productiva de nuestras sociedades?

Pues lo cierto es que no lo sabemos aún, pero hay una nueva modalidad de talleres muy prometedoras, que desde su nacimiento se han expandido por todo el mundo con la velocidad del rayo. Son los llamados FabLab’s (Fabrication Laboratory, o en español laboratorios de fabricación). Nacidos en el año 2001 de la mano de Neil Gershenfeld, director del departamento de Bits y Átomos del MIT de Massachusetts, cuando decidió abrir el taller que tenía en su departamento a sus alumnos del MIT a través de una clase que se llamaba “How to make (almost) anything” (cómo hacer -casi- cualquier cosa). La clase fue un rotundo éxito, atrayendo alumnos de todas las disciplinas y profesiones, desde artistas hasta arquitectos o ingenieros electrónicos.

FabLab Berlín (2015)

Pero, ¿qué se enseñaba en esa clase? ¿Qué máquinas había en ese taller? Muy fácil, había máquinas de corte láser, fresadoras de control numérico (CNC), impresoras 3D y otras máquinas cuyo común denominador es que trabajan solas, es decir, a través de un programa de ordenador, se introduce el diseño y el material, y la máquina se pone a trabajar. Son las llamadas máquinas de fabricación digital, puesto que están controladas digitalmente por un ordenador. Con ellas, los alumnos fabricaban robots, maquetas, experimentos artísticos, prototipos para nuevos productos, drones, o incluso objetos domésticos como una lámpara o una silla. Y lo mejor de todo era lo rápido que aprendían y lo fácil que resultaba compartir sus experiencias y sus diseños, puesto que al final lo que producían eran modelos digitales, archivos de ordenador intercambiables.

Fabricación personalizada en todos los rincones del mundo

Esta experiencia fascinó a Neil Gershenfeld y a sus alumnos y en seguida, al año siguiente, se abrió el primer FabLab fuera del MIT, en la India. En pocos años se expandió por todo el mundo, contabilizándose al final del 2016, en octubre, un total de 716. Lo más interesante es que son talleres totalmente autónomos unos de otros, lo cual genera una grandísima variedad de formas y funciones. Y lo único que tienen que hacer para poder obtener el título de FabLab es cumplir con unos estatutos que estableció el MIT, con los cuales se garantiza que estos talleres están abiertos al público en general y no sólo a un grupo específico, dando acceso a estas tecnologías a una cantidad de gente impensable hasta ahora; y que el conocimiento que se genera en estos talleres será documentado y compartido para enriquecer a la sociedad con estas experiencias.

De esta manera se genera una red global de talleres locales de prototipación y experimentación que bien podrían acabar cuestionando la forma en la que compramos y producimos objetos. ¿Quién sabe? Quizás llegue el momento en el que sea más fácil descargarse un producto OpenSource de internet y pasarte por el FabLab más cercano para imprimirlo, en lugar de ir a comprarlo a una tienda. Claramente la oferta de productos a la que se tiene acceso desde tu ordenador en un mercado mundial de objetos a través de internet es mayor que la selección de una tienda de tu barrio o incluso del centro de tu ciudad. Incluso se podría modificar uno mismo el diseño si no le gusta el descargado.

Además, esta modalidad de “fábricas” locales de bajo coste tienen la posibilidad de generar riqueza material y llevar ciertas tecnologías a aquellas zonas donde la industria no llega, como en algunas zonas aisladas del campo o en determinados países de los llamados “en desarrollo”.

Tres estudiantes del Ghana FabLab dan los toques finales a una unidad de panel solar
en el pueblo de Kobina Adorh Krom

La Alemania ‘tecnológica’, el último país en la cola

Estas ideas de autoproducción e innovación a escala local han sido mejor acogidas en unos países que en otros. En concreto, si nos fijamos en Europa, vemos como Alemania, a pesar de su fama de gigante tecnológico, no ofrece un paisaje demasiado alenta

dor. Existen solo 46 FabLabs en el país, mientras que en un país como España con alrededor de la mitad de la población tiene ya 47. El país que más «lo peta» con diferencia es Francia, 153, seguido de de Italia con 134. Y si comparamos a nivel de capitales vemos como París cuenta ya con 23, Madrid tiene 8, Londres y Roma 4, y Berlín solo 2.

FabLab Berlín (2015)

De momento, el mayor problema con el que se enfrentan estos talleres de producción local es que ,aunque la curva de aprendizaje para utilizar estas máquinas es mucho mayor que nunca antes, sigue siendo un tanto complejo y suena un tanto alienígena a todas aquellas personas que no conocen este mundo y que no han tenido ningún contacto con determinados programas de ordenador. Es decir, aunque sea más fácil de lo que parece, parece aún extremadamente difícil. Además, mi crítica personal es que están -en su mayoría- demasiado enfocados a la innovación (¡que es donde está la pasta!) y no tanto a la producción local, lo cual, en mi opinión, cambiaría bastante nuestro concepto de industria y taller. ¿Seremos capaces como sociedad de romper esta barrera?

Revista Desbandada