Los nazis que no pudieron desfilar

Ayer, cientos de nazis intentaron desfilar en Spandau para celebrar el 30º aniversario de la muerte de Rudolf Hess, uno de los altos cargos de la Alemania nazi. Al mismo tiempo, grupos y partidos de izquierda, sindicatos, asociaciones contra el racismo y una ciudadanía organizada se concentraron para evitar que los nazis marchen en Berlín.


Rudolf Hess pasó los últimos 20 años de su vida como el único preso en la cárcel de Spandau en Berlín. Su pésimo estado de salud y su pérdida de memoria no consiguieron que los británicos le transfirieran a un hospital. Hess era, al fin y al cabo, uno de los altos cargos del Partido Nazi. Su oficina estuvo detrás de leyes tan determinantes como la que quitó la ciudadanía alemana a los judíos en 1935. Hess murió en la misma cárcel donde su partido había torturado a los presos políticos del régimen. En aquél entonces, la cárcel de Spandau fue una primera versión de lo que terminarían siendo los campos de concentración.

Los nazis que se congregaron ayer hicieron lo posible por mantener la marcha dentro de la legalidad. En lugar de banderas con la esvástica, ondearon la bandera del Imperio Alemán (negro-blanco-rojo), que también fue la bandera nazi durante los dos primeros años de dictadura, ya que no es ilegal. Tampoco se oyeron cánticos anticonstitucionales ni se observaron actitudes violentas entre los manifestantes. Solo salieron a decir una cosa, que se podía leer en una gran pancarta negra: «No me arrepiento» (Ich bereue nichts).

Pero desde las once de la mañana, antes incluso de que los nazis llegaran a Spandau, otra multitud recorrió las calles de Berlín. A diferencia de la concentración por Rudolf Hess, donde la mayoría eran hombres blancos, la contramanifestación era joven y anciana; blanca, negra y mulata, ondeaban banderas de partidos, asociaciones, y una de las Brigadas Internacionales. De camino a la calle donde pretendían cortar el paso a los nazis, la contra-manifestación se encontró marchando al lado de un albergue de refugiados. De inmediato, se oyó a lo largo de la calle: «Dilo alto, dilo claro, aquí son bienvenidos los refugiados«. Muchos de ellos saludaron desde las ventanas. Los más jóvenes saltaron la valla y se unieron a la marcha.

Ayer los nazis no desfilaron por Berlín. Les paró un bloque valiente del Berlín diverso que todos queremos mantener y disfrutar. Pero mantener la diversidad de Berlín requiere una lucha continua (en las calles, en las escuelas, en las conversaciones, en los periódicos; en todos los frentes) contra la intolerancia y el fascismo. Como comunidad de hispanohablantes (tanto de España como de Latinoamérica), cualquiera que lea estas líneas sabe que el odio y la violencia terminarán llamando a nuestra puerta si no hacemos algo para evitarlo. Todos conocemos la historia y esta vez se trata de impedir que se repita.

Revista Desbandada