El pasado 18 de Mayo los trabajadores de Foodora y Deliveroo en Berlín salieron a la calle con sus uniformes de trabajo y sus bicicletas para pedir una mejora de sus condiciones laborales. Estuvimos allí para informaros sobre su lucha y hemos hablado con uno de sus trabajadores.
Las protestas contra las compañías de reparto a domicilio no son nada nuevo: en Inglaterra, el país de origen de la empresa Deliveroo, los trabajadores se organizaron en 2016 para frenar un plan que pretendía pagar a los trabajadores por debajo del sueldo mínimo sin cubrir las lesiones o bajas por enfermedad. Las protestas, extendidas a otras empresas como Take Eat Easy o Foodora llegaron también a ciudades como París e Italia.
Si bien estas empresas se venden como jóvenes start-ups pegadas al tejido local, lo cierto es que Deliveroo es ya una multinacional valorada en 600 millones de euros, y Foodora es propiedad de Delivery Hero, una compañía que opera ya en 53 países. A pesar de que los gurús del capitalismo cool intenten vendernos a estas empresas como «start-ups», se trata de grandes multinacionales sin conexión con el tejido local.
Las piezas encajan, entonces, cuando uno observa que Deliveroo prefiere emplear a sus trabajadores como freelancers para cargar sobre su espalda los costes del seguro, la reparación, los datos móviles que necesitan para poder trabajar… contratar a un freelancer sale barato, además, porque uno puede saltarse la regulación laboral más fácilmente, pagando la hora por debajo del sueldo mínimo o dejando sin pagar las horas que los ciclistas pasan preparados para salir pero sin recibir un encargo («on-call»).
En Foodora, por el contrario, los trabajadores firman un contrato, lo cual les garantiza al menos un seguro médico y el sueldo mínimo. No parece suficiente, pues sus trabajadores participaron, junto con los de Deliveroo, en la protesta que recorrió Kreuzberg demandando una mejora en sus condiciones laborales. Nos contaron que las condiciones son cada vez peores, y demandan que los costes de reparación estén cubiertos, que se pague el tiempo para planificar horarios, un aumento de un euro por hora o encargo, y que se garanticen suficientes horas al mes como para ganarse la vida.
Alberto, que trabaja como freelance para Deliveroo, nos cuenta su caso. «Necesitaba dinero para desarrollar proyectos artísticos que es mi principal ocupación. Al ser un trabajo que tiene total flexibilidad horaria y no necesitas hablar alemán encajaba perfectamente con mi condición. Además me gusta mucho la bici y así hago ejercicio». Aun así, nos dice, reconoce el valor de las protestas: «Me parece genial que los trabajadores se junten y reivindiquen las cosas que creen necesarias. No he participado nunca pero me interesaría, a la del otro día no pude asistir. Al ser un trabajo donde vas sólo y todo funciona a través de apps, es interesante que se creen puntos de encuentro donde los trabajadores puedan intercambiar opiniones y experiencias. Yo lo echo en falta.»