El cartel reza: «Mis amigos y amigas quieren vivir sin miedo. ¿Tu mandarías a los tuyos a la guerra o a ser perseguidos? ¡Yo no! No a las deportaciones a Afganistán».
Ayer, la población afgana en Berlín se concentraba para condenar el ataque terrorista en Kabul, así como la continuada política de deportaciones practicada por Alemania. Ponemos esta protesta en el contexto de la política migratoria alemana y hablamos con una de las activistas que organizaron la protesta.
En octubre del año pasado, Alemania consiguió un acuerdo con Afganistán mediante el cual se abría la veda para la deportación, y fijó sus objetivos: de los aproximadamente 250.000 afganos residentes en Alemania, unos 11.000 debían abandonar el país a partir de diciembre.
La segunda de estas deportaciones colectivas despegó en Frankfurt y aterrizó en Kabul, la capital de un Afganistán donde en 31 de sus 34 regiones persiste el conflicto armado. Ayer, en el mismo país que Alemania consideraba tan seguro para el retorno, un atentado acabó con la vida de 90 personas, hiriendo a más de 400.
Ya desde el inicio de estas deportaciones, varias organizaciones en defensa de los refugiados señalaron la irresponsabilidad de estas políticas. Hace una semana, se podían leer en la prensa titulares como “Kabul: no hay garantía alguna de seguridad”, y frases que explicaban la realidad sin rodeos: “Afganistán es un país en guerra”.
Pero el gobierno alemán siguió con las deportaciones. Expulsando siempre a criminales entre las filas de los deportados, para ganar algo de legitimidad ante la opinión pública, Alemania ha devuelto a Kabul algo más que criminales. Nasiri, por ejemplo, llevaba viviendo en Alemania tres años; una noche de diciembre le despertaron cuatro policías en su casa y se lo llevaron, sin que pudiera siquiera recoger su móvil o su ordenador. Abdullah, periodista que tuvo que huir de Afganistán junto a su familia cuando recibió amenazas de muerte de los talibanes, terminó el pasado año en un centro de refugiados en Munich, sin saber si tendría que volver, junto con su familia, al país donde solo le esperan miedo y violencia.
Protesta frente a la embajada afgana en Berlín
La comunidad afgana en Berlín se manifestó ayer enfrente de la embajada de su país tanto contra el ataque en Kabul como contra el tratado que su país firmó haciendo estas deportaciones posibles. Hablamos con Zahra Mousawi, activista social y feminista, una de las organizadoras de la concentración que ayer tuvo lugar en Berlín. Nos dice que no toda la culpa es de Alemania: «El gobierno afgano intenta aparentar que Afganistán es seguro, pero lo cierto es que para nada lo es. El terrorismo está a la orden del día. Estamos aquí para decirle al gobierno afgano que deje de colaborar en estas deportaciones», y añade: «Si ellos no paran este proceso, y dejan de traicionar a la población afgana, llevaremos nuestra protesta a los tribunales internacionales de justicia. Ahora hablamos también a la sociedad alemana, sólo porque nuestro gobierno no nos escucha. El mensaje es claro: parad las deportaciones«.
Recordemos que, a finales de 2016, la Unión Europea en su conjunto solo había proporcionado asilo a un 5% de los refugiados que se fijó como objetivo en 2015. Hablamos de la misma Europa que acordó la venta de refugiados a Turquía, en un acuerdo que organizaciones como ACNUR o la Cruz Roja calificaron de «ilegal», y la misma Europa que incumple sus principios básicos, ya que según la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, «Se prohiben las expulsiones colectivas» (art. 19).
La solución, por lo tanto, no debe darse a nivel nacional, sino supranacional. Se trata de un momento ejemplar para mostrar que la Unión Europea puede coordinar algo más que el expolio financiero y la austeridad de los países en crisis, y de momento ha fallado en demostrar que puede (o quiere) estar a la altura de una de las mayores crisis humanitarias en lo que va de siglo.
Según informaba la organización PRO ASYL, el vuelo de deportación hacía Afganistán programado para el día de ayer fue cancelado. Sin embargo, se mostraban escépticos ante una medida que parece sólo provisional. El partido de Angela Merkel, la CDU, ya se ha pronunciado al respecto: sienten mucho el atentado, pero las deportaciones no van a parar.