Nuevo cine palestino: Mirar al ocupante a los ojos

Vuelve ALFILM (26.04 -02.05), el festival de cine árabe de Berlín. Este año con un foco de cine palestino. Desbandada presenta tres excelentes films en sucesivas entregas. Alam, Foragers y Mediterranean Fever, premio al Mejor Guión en el festival de Cannes 2022 y que se estrena en los cines de Berlín.

Desde la Nakba, de la que este año se cumplen 75 años, el pueblo palestino vive bajo ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza –a la que Noam Chomsky denominara «la cárcel al aire libre más grande del mundo». También en una inmensa diáspora que va desde países vecinos como el Líbano hasta otros muy lejanos, como Chile, donde se ha formado una muy numerosa comunidad. Alam (Bandera), dirigida por Firas Khoury, Foragers (Recolectores), dirigida por Jumana Manna y Mediterranean Fever (Fiebre mediterránea), dirigida por Maha Haj, son tres films que dan cuenta de otras historias: las de palestinos que viven en Israel.  

Dentro de una «normalidad» sin muros o alambradas a la vista y donde hasta se puede gozar de cierta prosperidad, pero alzada sobre un régimen de control y una historia palestina borrada.  Una cotidianeidad donde injusticias, paradojas, desazón hacen aflorar las heridas abiertas y con ellas la resistencia.

Valiéndose de muy diferentes formatos, el coming-of-age, el híbrido docu-ficción y la comedia negra, estos tres valiosos films palestinos tocan muy distintos registros de la resistencia, pero con un denominador común: no es la sufrida víctima con el sentimiento de inferioridad inculcado para la asimilación lo que prevalece, sino que la valentía, la creatividad, el poder de la imaginación, el ingenio, la resiliencia miran al ocupante a los ojos. A la misma altura.


I

Un día perfecto para tomar el té o colgarse:  Mediterranean fever (2022), dirigida por Maha Haj

Hay días, como en los cuentos de Salinger, que son perfectos para el pez plátano. Arde y brilla el sol sobre la arena y las olas del mar y Seymour Glass, que ha tenido una amena conversación con una niña de la que se ha hecho amigo,  vuelve a la habitación del hotel y se descerraja un tiro en la sien. Decidido. En una famosa frase, Anton Chéjov juega, en cambio, con la disyuntiva: «¡Qué buen día! No puedo elegir entre beber té o colgarme», escribe.  De haber un manual sobre cómo proceder en caso de vernos embargados por toda la melancolía del mundo, la desazón y la desesperanza este acaso enumeraría como opciones: la Salinger: esta variante Chéjov, con humor aunque sea negro e ironía en la desgracia; y por qué no,  la Kaurismäki de I hired a contract killer: contratar a un asesino a sueldo. Una potente imaginación o una depresión crónica pueden llevar a extremos el juego con la vida y la muerte.  Y de eso se trata en Mediterranean Fever.

Waleed es un palestino cuarentón padre de familia que lucha con su primera novela mientras su esposa está trabajando y a él le toca ser amo de casa. Vive en una ciudad del sol y el mar como Haifa, en Israel, y lleva una vida que en una película de Hollywood sería la imagen de la concreción del sueño americano –esposa e hijos y padres que lo quieren y lo apoyan, bonito apartamento frente a la playa, no apremios económicos que le han permitido dejar su trabajo en un banco para convertirse en escritor–, pero sufre de una depresión crónica.

Una depresión crónica funcional, porque por más que le cueste levantarse, Waleed «funciona». Es un buen padre que se ocupa de sus hijos y es diligente en las tareas del hogar –aunque qué escritor o aspirante a tal no conoce eso de buscar evasión de la página en blanco y de la ausencia de concentración haciendo todas las tareas que nunca haría. «Dos años de terapia no son suficientes para rendirse», le dice su analista. «Lo que es normal para otros con depresión no lo es.» ¿O cree usted que nuestra terapia no funciona.» «Para ser franco, cada vez que salgo de aquí  mi desesperanza es mayor que cuando llegué.»  Waleed está en un callejón sin salida.

«Siempre está en la casa», dice de él la vecina entrometida a la que Waleed le huye –y en su interior no soporta y va mucho más lejos. Y así, como buena comedia negra y thriller, Mediterranean Fever comienza con lo que hay que comenzar: un muerto. La llegada de un nuevo vecino a la casa, Jalal, un gangster de poca monta con el que Waleed entablará una insospechada amistad, llevará a extremos también insospechados en el juego con la vida y la muerte.

Maha Haj, la directora, confiesa conocer bien el temperamento melancólico y el don liberador del humor sarcástico. Al escribir el personaje de Waleed disfrutó burlándose de su propio lado oscuro.  El encuentro con Jalal, que es su opuesto, señala, crea un escenario cómico que permite ir echando luz sobre la oscuridad. Es que Waleed es el encierro, los espacios cerrados, las persianas bajas, las cortinas corridas. Y Jalal es el mundo exterior al que Waleed primero espía desde la ventana; los espacios abiertos, la naturaleza, un día de pesca en el mar; vital, más básico, es demasiado realista para caer en la depresión.

El fuerte de Mediterranean Fever es que, más allá del logro de la réplica y el humor, el film convierte lo que sería el simple encuentro de las antítesis –eso sí, unidos por las tareas del hogar, porque Jalal también está en casa mientras su esposa trabaja–, en un brillante relato de un plan oculto y sucesivos pactos que magistralmente va cambiando sutil y permanentemente el equilibrio entre ambos personajes, mostrándolos con otro rostro, intercambiando sus lugares. En el estudio de Waleed hay un cuadro: es un retrato con un rostro partido, dos rostros que forman uno. «¿Quién eres?» «Estás lleno de sorpresas.» Merecidísimo premio al Mejor Guión en Cannes 2022. Algo, por lo demás, inseparable de una excelente dirección y excelentes actuaciones.

El escenario es Haifa, una ciudad sobre el mar Mediterráneo, y la fiebre mediterránea del título, una dolencia que  ninguno de los análisis o tests convencionales puede detectar. En su film Personal Affairs Maha Haj relataba historias de palestinos que viven en Israel, en Cisjordania y en el exilio. «En Cisjordania y en el exilio los personajes sufrían frustración, sensación de encarcelamiento y desesperanza debido a la complejidad de su condición de palestinos, la misma frustración y sensación de encarcelamiento que Waleed, como palestino que vive en Haifa sigue sufriendo», señala.

En esta película elige centrarse en una personalidad y expresar la depresión de un individuo en contraste con la de toda una sociedad. Un tercio de la población de Haifa es palestina. Desde la ocupación de 1948 vive con calles que ahora llevan nuevos nombres y algunos de sus barrios y distritos, como Wadi Saleeb, Wadi Nisnass, Halleesa, menciona la directora, permanecen en ruinas y son zonas pobres abandonadas. Las imágenes de este lado palestino de la ciudad: las ruinas de piedra, el mar bajo un cielo nublado y la luz otoñal, serán así en algún momento en el film la otra cara de Haifa.

«¿Se puede mezclar blanco con beige en la lavadora?» «Depende del beige.», se consultan Waleed y Jalal. «Cobarde es el que le teme a la muerte», dice uno. «Cobarde es el que le teme a la vida», replica el otro.  El destino quizá le depare a uno de ellos una nueva oportunidad.

Trailer Mediterranean Fever

Mediterranean Fever se proyectó en ALFILM – festival de cine árabe de Berlín y se estrena el 4 de mayo en los cines de Berlín y de otras ciudades alemanas.


II

Venderles hielo a los inuits : Foragers / Recolectores (2022), dirigida por Jumana Manna

«¿Qué tal si les prohibimos producir Coca Cola a los norteamericanos y les vendemos nosotros Coca Cola? ¿Qué tal si les prohibimos tocar el hielo a los esquimales, mejor dicho, a los inuits y nosotros les vendemos hielo? ¿Qué tal si les prohibimos recoger orégano a los italianos y nosotros les vendemos orégano?  Gran negocio, pero, ¿qué argumentos les damos? Que el orégano está en peligro de extinción y solo nosotros producimos porque hay que protegerlo. Que el hielo está en peligro de extinción y solo nosotros producimos porque hay que protegerlo. Bueno, con la Coca Cola no funcionaría este argumento, pero encontraríamos otro.  Perfecto. Lo haríamos por el bien y la conservación de la naturaleza. Y nuestro negocio florecería. Y bueno, tal vez los que se extinguirían serían los inuits, los italianos…» 

¿Un diálogo disparatado? Un diálogo cómico si no fuera trágico, porque si bien montaje de ficción está hecho de las frases e ideas que hacen a la esencia de Foragers (Recolectores), el film de la cineasta palestina residente en Berlín Jumana Manna.

La primera toma es un plano general aéreo, cenital: el verde, como en medio de la «nada», y allí un punto que se mueve, un punto que se distingue humano, como merodeando por un árbol y unos arbustos. Una música disonante. Luego la cámara en la subjetiva: está al acecho.  La camioneta de una patrulla se detiene, la última ronda. Y cuando los dos guardias se alejan: el sabotaje. El hombre que esperaba avanza decidido y les desinfla las cuatro gomas. ¿Quiénes son? La patrulla es de la Autoridad de Protección de la Naturaleza Israelí. El hombre es un palestino que sale a recoger plantas silvestres comestibles.  El conflicto está declarado.

¿Pero de qué plantas se trata? ¿Qué plantas recolectan clandestinamente estos «dealers», como se los acusa,  a los que se les impone multas y deben comparecer ante la justicia, todo lo que no puede evitar que sean reincidentes? Se trata de za’atar, una especie de tomillo silvestre con el que se prepara también la mezcla de especias del mismo nombre, infaltable en la comida tradicional árabe. Y de akkoub, una suerte de cardo de sabor similar a la alcachofa, de múltiples propiedades benéficas para la salud y una fiesta y bendición para las familias palestinas. Que ahora para llevarlo a sus mesas deben salir a recogerlo por los campos y las colinas en acciones «subversivas». O encargarlo y comprarlo como si se tratara de comprar armas o hash. «¡No tengan miedo, vecinos!», vocea el vendedor en el improvisado puesto callejero cuando llega la estación del akkoub. «Miedo debería tener usted», le responde la clienta. Es que la ley de protección de la naturaleza del Estado de Israel prohíbe la recolección y venta de za’atar  y akkoub silvestres. Sí, correcto, adivina usted bien: Es para protección y preservación de la naturaleza. Pero puede usted comprarlos: porque en Israel se cultiva. ¿Por qué si los judíos no los consumen prácticamente? Sí, correcto, adivina usted bien: Porque es un buen negocio vendérselos a los árabes.

Filmado en Jerusalén y las montañas de Jerusalén, Alta y Baja Galilea, los Altos del Golán, Foragers es un film que conjuga el documental y la ficción para narrar y poner en escena este conflicto. Con ironía y no sin humor va de las laderas y campos salvajes a las cocinas y mesas y también a las plantaciones, la televisión y los tribunales dejando al descubierto las paradojas de la política de extinción-preservación. A semejanza de lo que fue, por ejemplo en Argentina en el siglo XIX la llamada Campaña del «Desierto» –en verdad una campaña militar para hacerse de tierras donde habitaban los pueblos originarios–, también el postulado de un Estado que se construye e instaura su ley sobre la «nada», ex-nihilo, como si allí no hubiera habido antes pobladores. Desde una patrulla de guardias que ya parecen de cómic e inspeccionan unos campos verdes porque allí «suele ir en esa época del año una familia» a recolectar, Foragers es un relato de lo absurdo y desmedido. En definitiva de lo arbitrario e inadmisible, a lo que los acusados enfrentan en los interrogatorios con ingenio pero también una voluntad inquebrantable.

En un montaje paralelo, Jumana Manna va siguiendo por un lado al hombre de los perros, Zeidan Hajib, y, por otro, –porque en su obra historia personal y  política son lo mismo– a su madre, su padre, sus tías. Como la del inicio, la toma final también será una toma general aérea en la que los personajes se encontrarán. Una toma general se usa en cine para dar perspectiva y contexto: en esta sabremos quiénes son los personajes, qué vínculos tienen, y, sobre todo, dónde están. La clave para comprender el conflicto que narra Foragers. Y el conflicto y la resistencia palestinos.

Foragers se proyecta el 27.04.2023 | 21.30 | Kino Arsenal y el 28.04.2023 | 20.00 | Kulturbrauerei 8 . En presencia de su directora Jumana Manna – En Madrid: hasta el 30 de julio se proyecta en Matadero en el marco de la muestra Preservación Paradox. Entrada gratuita. Ver aquí.

ALFILM 2023: Toda la programación (proyecciones, mesas redondas, master classes) & info sobre salas y entradas. Todas las películas en versión original con subtítulos en inglés.


III

Izar una bandera, quemar una bandera: Alam, dirigida por Firas Khoury

Para Firas Khoury, director del cortometraje Las piernas de Maradona –que afortunadamente ahora se puede ver en Netflix–, contar historias de la vida cotidiana, contar historias personales es ya una forma de resistencia. «Ellas son la mejor prueba de que seguimos existiendo como nación.” Solo así se da cuenta de la existencia de un pueblo palestino que vive como todos,  y no solo en los sucesos que arrancan titulares. Como todos, pero claro está también en particulares condiciones.

En Alam (La bandera), el debut de Khoury en el largometraje, Tamer y sus amigos llevan una vida típica de estudiantes de bachillerato hasta la llegada de la bella Maysaa’. Para conquistarla, Tamer acepta participar en una acción secreta que consiste en cambiar la bandera israelí de la escuela por la palestina en vísperas del Día de la Independencia de Israel, un día de luto para los palestinos al conmemorar la Nakba, la catástrofe que significó la huida y expulsión de cientos de miles de palestinos de sus tierras  mientras que cientos de pueblos y ciudades palestinos fueron despoblados y arrasados. Poco a poco Tamer comienza a vencer su miedo hasta que decide participar en su primera manifestación.

«Quiero mostrar al mundo que un adolescente palestino no es diferente de cualquier otro en todo el mundo, tienen sueños y aspiraciones similares, y buscan embarcarse en nuevas experiencias, encontrar el amor y el reconocimiento mientras se transforman en adultos», señala el director. «También es un intento de sacar a la luz en qué circunstancias se ve obligada a desarrollarse la juventud palestina, las agudas contradicciones existenciales a las que se ve sometida a una edad temprana.»

A un film que va siguiendo los carriles más típicos de una trama de boy meets girl (chico conoce a chica) y coming-of-age, Khoury le imprime en su tercio final un osado giro con el que alcanza nueva densidad. «Como palestinos que vivimos en Israel estamos obligados a izar una bandera que no es la nuestra», señala el director.  Y una bandera es un símbolo. Pero también solo un instrumento: «El inicio de la liberación es izar tu bandera. El punto más alto de liberación es quemarla», le dirá Safwat a Tamer en la magnífica escena la noche previa a la manifestación, en la que los adolescentes comparten la única cama en la casa del abuelo adonde se ha mudado Tamer en un gesto de independencia. 

La noche en la que también se revelará la historia de ese tío Naji, protagonizado por el actor Saleh Bakri, a quien ALFILM le dedica una retrospectiva.  Ese tío al que Tamer debe proveer día a día de algo de madera porque prender fuego es su único sosiego. Potentes imágenes va encontrando Alam en su resolución, imágenes que van condensando la historia de lo que es un relevo generacional. De una lucha y una resistencia que continuará, porque como resuena en el final en la voz de Leonard Cohen en El partisano: «las fronteras son mi prisión/el viento sopla por las tumbas/pero la libertad pronto llegará«.  En la apuesta de Alam, de la mano de los jóvenes, que ya buscan y emprenden nuevos caminos.

«Los adolescentes palestinos de hoy, la tercera generación de la Nakba, han demostrado ser más coherentes que sus propios padres en su lucha contra el establishment que viola sus derechos. Sin embargo, en su lucha está la complicación misma de tener que ir en contra de una educación que les enseñó a temer y a subordinarse a los deseos del Estado, a actuar como ciudadanos desentendidos, a ascender en la escala financiera y a ignorar su conciencia del mal que se les está haciendo a ellos y a su pueblo. Al ser testigos de la escalada de su realidad política, muchos palestinos son cada vez más conscientes de la ineficacia de la resistencia armada bajo un asedio permanente, de las posibilidades que ofrece la resistencia pacífica y del poder de las masas en las calles. En su reciente lucha contra el Plan Prawer israelí, que pretendía confiscar 850.000 dunums de tierra destruyendo así 35 aldeas palestinas, los jóvenes palestinos –¡principalmente adolescentes!– organizaron con éxito frecuentes manifestaciones que condujeron finalmente a la detención de este plan», señala Firas Khoury, para quien Alam es su tributo a estos jóvenes que en los últimos años se han convertido en su inspiración.

Trailer Alam.


Alam se proyecta el 28.04.2023 | 21.30 | City Kino Wedding y el 29.04.2023 | 19.30 | Kulturbrauerei 5. Con la presencia de su director Firas Khoury.

ALFILM 2023: Toda la programación (proyecciones, mesas redondas, master classes) & info sobre salas y entradas. Todas las películas en versión original con subtítulos en inglés.

Todas las imágenes: Alam ©ALFILM

claudia baricco

(isa.kar.wai) - Un cine real o virtual es el living de mi casa. Los libros son mi otro hemisferio. En un mundo donde todo es político. Latitud: B y B – Buenos Aires-Berlín, dos ciudades de contrastes.

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