Una entrevista por Julieta Pestarino
Desde que empecé a estudiar fotografía, Marcos López estuvo allí. Hice mi primer curso en el año 2004 y Asado en Mendiolaza no solo ya existía, sino que ya era una foto conocidísima. Al año siguiente una amiga me regaló mi primer libro fotográfico, Pop Latino. Pocos años después Marcos fue a dar una charla a la escuela en donde estudié fotografía y desde entonces siempre seguí encontrándolo. Para quienes nos adentramos en el mundo fotográfico en Argentina durante los inicios de los dos mil es, sin dudas, un referente indiscutible. Un evento de cine documental en 2009, un festival en Brasil en 2012, miles de exposiciones, más libros y charlas. Para cuando empecé a viajar lejos, no me sorprendió encontrar su obra alrededor de tantos otros países. Siento que, de alguna manera, sus fotos forman parte de mi imaginería.
Recién llegada a Alemania encuentro que, en el marco del European Month of Photography (EMOP), la Embajada Argentina en Berlín presenta una exposición del fotógrafo santafecino Marcos López. En la muestra se exhiben ocho de sus obras más emblemáticas; tal vez, algunas de las más reconocidas por condensar una representación de la argentinidad durante la transición de milenio. Retratos individuales y grupales, en interiores o exteriores, y en tándem entre lo analógico y lo digital. Todas las fotos fueron realizadas entre finales de los años ’90 y 2010 a través de la puesta en escena, en una construcción deliberada que reúne elementos icónicos de lo argentino y, por ende, de lo sudamericano. Marcos afirma que su obra es elegida para completar el cupo latinoamericano y que le cuesta correrse de este lugar. Nos muestra las mismas fotos, mientras se inventa otros juegos para tratar de seguir explorando nuevos y conocidos tópicos.
Marcos: A mí me invitan siempre a ocupar el casillero del estereotipo latinoamericano, pero también yo me la busqué. Cuando un festival en Europa u otras partes del mundo piensa que necesita un latinoamericano o latinoamericana para completar ese lugar dicen “llamémoslo a Marcos López”. Mis fotos vendrían a ser lo que se espera de un fotógrafo latinoamericano, pero en ese esperable creo que desconcierta un poco el humor y el chiste. Y estas fotos han estado en decenas de festivales. Casi que es mi trabajo. Podría decir que trabajo de representar estereotipos latinos exagerando los lugares comunes.

El mártir ©Marcos López
Julieta: Empecemos por estos dos retratos, contanos de qué se tratan.
M: El Mártir (2003) y Amanda (2005) de algún modo representan una reflexión sobre el indigenismo. Las hice inspirado en la fotografía de Graciela Iturbide y Manuel Álvarez Bravo, un tipo de fotografía que para que tener el sello latinoamericano tenía que tener como una textura indigenista. Entonces, me inventé al mártir sufriente que lleva estoico los quinientos años de conquista como un puñal en su corazón. Tiene que ver con la culpa católica y con el que soporta, con la idea de sufrir, pero igual salir adelante.
Amanda, por su parte, remite al arte indigenista cusqueño y también tiene una cita a Luis González Palma. Él es amigo mío y lo tomo como una cita, como una remake.

Amanda ©Marcos López
J: ¿Profundizaste en otros trabajos en esta temática latinoamericana indigenista o estas son las únicas fotos que hiciste en esta dirección?
M: Es un tema que yo no profundicé, son fotos puntuales. Fue como para decir “dejo sentada mi opinión sobre el tema”. Y se convirtieron en fotos muy icónicas. Hay humor y hay un matiz trágico. El plástico que tiene ella en su manto es una transgresión de materialidad de época, hago que parezca una virgen cusqueña, pero le pongo un plástico. Creo que esos elementos caracterizan todo mi trabajo. Al mismo tiempo, yo creo que estas fotos son efectivamente retratos. Ella efectivamente se llama Amanda y era camarera en un bar a la vuelta de mi casa en el que yo solía almorzar. Cuando la vi con ese rostro andino de una belleza tan intacta le propuse fotografiarla. O sea, ella está representando a una virgen andina, pero al mismo tiempo también es Amanda. No deja de ser un retrato de ella.
J: Y en el caso de las fotos grupales, ¿cómo las trabajaste?
M: Por ejemplo, El cumpleaños de la directora (2008) es una escena teatral, tranquilamente podrían ser personajes de una obra de teatro. Intenté recrear una escuela de monjas que fue en donde nos educamos mi hermana, yo y mi madre. Conscientemente están representadas las corrientes migratorias en Argentina mezcladas con los criollos, por ejemplo, esta chica podría ser una nieta o bisnieta de alemanes. Hay una referencia a Las meninas de Velázquez en este personaje (de la esquina inferior derecha), inclusive en lo compositivo. Y hay un desgano general y un resentimiento en todos los integrantes de la foto, en particular en el personaje del ayudante. Yo a veces hablo de un resentimiento del mestizaje, al mirarlo no sabés si el ayudante la acompaña o la quiere tirar por la escalera. Hay, también, una intención de buen cristiano en hacer entrar en la foto al guardia de seguridad bajo la idea de que “somos una gran familia”, mientras a la vez el tipo está con un perro entrenado para matar.

El cumpleaños de la directora ©Marcos López
J: Para construir estas fotos de alguna manera tuviste que hacer un ejercicio de observación primero, una búsqueda de esos elementos y personajes representativos.
M: Hay mucho de observación y mucho de intuición. Cuando la gente se toma algo demasiado en serio a mí me da por matarme de la risa.
J: ¿Cómo fue el trabajo de preparación de esta foto, de elección de todos sus elementos, de toma y posproducción?
M: Hay un estudio de color muy trabajado, porque creo que en un momento me cansé de las chancletas y la pelopincho y quise hacer una foto en tonos engamados. Por eso en esta foto el color es muy parejo. Me llevó mucho trabajo, está hecha con muchas tomas analógicas que hice con una cámara Hasselblad unidas luego con Photoshop. Pero esto es muy difícil, porque cuando querés juntar las fotos que tomás por separado las perspectivas se complican.
J: Para hacer este tipo de fotografías con tantos elementos ¿armabas diseños previos y luego en toma todo iba en un lugar exacto ya calculado o hiciste muchas tomas de prueba en donde ibas jugando con los elementos?
M: No, probé mucho. Hice muchos cambios, por ejemplo, en un momento probé sentar a otro personaje en la silla de ruedas. Alguna vez me gustaría hacer una exposición de lo que serían los outtakes, aquellas tomas que no quedaron en la foto final, en donde tal vez hay cosas más interesantes de las que sí quedaron elegidas. Aparte, mi mirada 15 años después no necesariamente va a ser la misma.
J: ¿Con la misma técnica ya habías hecho antes Asado en Mendiolaza (2001)?
M: Sí. En todas estas fotos hay un conflicto entre documental y puesta en escena, porque en esta exagerada teatralización yo actúo como director de actores y dirijo la pose exacta de cada personaje de las fotos. Hasta los elementos de la mesa están puestos de una manera muy obsesiva para marcar las líneas y formas que quiero para que todo funcione. La ubicación de cada cuchillo, cada tenedor y cada mirada está pensada. Estas fotos yo creo que me salieron tan bien que ya no tengo iniciativa de seguir haciéndolas. También hay una cuestión de mercado, porque son muy caras de producir y el mercado no las consume.

Asado ©Marcos López
J: ¿Y en su momento vos cómo financiabas la producción de estas fotos?
M: Las autofinanciaba y era un momento en que mis fotos se vendían más en las galerías de arte, incluso yo tenía una galería en Madrid y en Argentina. Hubo un momento en donde existió como un boom de la fotografía artística, en donde los coleccionistas de arte querían tener por lo menos una foto mía. Eso creo que se diluyó ahora.
J: ¿Entre qué años ubicarías ese momento de auge del mercado?
M: Entre el 2000 y el 2010 lo ubicaría. Por ejemplo, esta foto [Comida rápida] es del 2007. Habla de muchas cosas esta foto, hay una influencia de las series de televisión norteamericana con las camareras de los bares de ruta vestidas así, como en Route 66. Todo cuesta $1 peso, $2 pesos, con el tipo que sale de trabajar y viene a comerse su hamburguesa mientras el cajero lee el diario. Una sumatoria de estereotipos argentinos. Tiene una particularidad que son las líneas de perspectivas, lo cual sólo se puede hacer moviendo la cámara. Es un método que yo no inventé, pero desarrollé mucho. Por otro lado, ese bar solo ya es una obra de arte, esos panchos gigantes pintados en sus paredes que parecen platos voladores podrían estar en ArteBA como obra de arte contemporáneo. El bar solo sin gente sería una buena foto también.
J: A esta foto en particular siempre la interpreté como una referencia o un contrapunto a tu otra foto anterior de un chico sosteniendo una bandeja con su pedido dentro de un local de comidas rápidas.
M: Sí, esa es de principios de los ’80. Es lo mismo. Podría esa foto estar acá y dialogarían perfectamente. En ambas fotos yo estoy documentando un estilo de vida, aunque esa foto es una toma directa pero también construida. Sería la puesta en escena como documentalismo de una época. En esta foto del 2007 también hay un guiño al arte pop porque parece que yo estuviese haciendo una propaganda de Quilmes o de todas las marcas que están acá, las incorporo a propósito.
J: ¿Cómo fue el vínculo con estas marcas, u otras que has usado en tus fotos? ¿Pedís permiso, alguna vez te dijeron algo?
M: Nunca me dijeron nada. Siempre tuve un poco de temor de que alguna marca se queje, pero nunca pasó. Es más, ahora me llamaron de unas piletas pelopincho para que les haga un presupuesto del catálogo de su nueva producción de piletas, que sería como mi sueño. Es como que yo mismo construí un Frankenstein del que ahora no me puedo bajar. Yo igual lo hago, me gano la vida y agradezco, pero con ese formato que los otros esperan de mí ya no estoy en sintonía, internamente yo siento que estoy vibrando en otras zonas.
J: ¿Y en qué te interesa trabajar ahora o qué estás haciendo?
M: Por ejemplo, la arquitectura del conurbano de Buenos Aires es un tema que me interesa muchísimo. Yo tendría que hacer un libro sobre ese tema. Pero hay un sitio de Instagram, The Walking Conurban, ¡que son buenísimos! Ya está, ya lo hicieron ellos. Si juntan todas sus fotos en un libro sería un hit. A veces les he pedido la dirección de algún lugar y me la dieron, muy generosos.
J: Pero vos tenés una mirada atenta constante para encontrar tus rincones Marcos López por las zonas que recorrés.
M: Sí, a veces me bajo del auto y saco una foto con el teléfono. Pero esa foto no pasa del teléfono. También hay algo en mí de director teatral que yo he desarrollado con algunas experiencias. Me fui dando cuenta que tengo un vínculo con el teatro, de repente hasta yo me monto en un personaje teatral y hago una columna radial. Si a los personajes de las fotos de esta exposición les escribís diálogos, las fotos funcionan como escenas cinematográficas.
J: Vos en efecto trabajás como un director de cine en estas fotos, tanto en construir la historia como en dirigir a los actores, sus poses, el vestuario, las luces.
M: Sí, cada personaje tiene una historia y llevo al extremo el lugar común del estereotipo. Ahora estoy un poco cansado, me estoy poniendo a pintar. En la pandemia me puse a pintar fotos antiguas y ahora acabo de publicar un libro que se llama Marcos López intervenido. Se va a publicar ahora otro libro que se llama Querido diario, que son mis crónicas escritas en Instagram, en donde yo publico pequeños textos breves en donde a veces me tomo a mí como un personaje inventado porque escribo en una primera persona ficticia. Podría escribir mañana una crónica de mis días en Berlín que no necesariamente vaya a ser verdad, pero al publicarla en Instagram en primera persona se lee como verdad.
J: ¿Y cómo surgió la idea de publicar este libro con las crónicas?
M: Me le propuso el editor, cosa que me dio sinceramente mucha satisfacción, porque me lo propuso el editor de una editorial chica de Córdoba que se llama Caballo Negro, que publica escritores de verdad, no como yo que soy un fotógrafo que escribe. Y lo que es interesante es que no va a tener fotos, son sólo textos. También estoy preparando otro libro que se va a llamar Patria, que creo que es como mi gran tema: la patria, la Argentina. Será que, a esta edad de mi vida –voy a cumplir 64 años–, me está interesando más ponerme a rastrear negativos míos de los años ’80 y tratar de encontrarles valor, que a hacer fotos nuevas.
J: ¿Patria tendrá sólo fotos inéditas de tu propio archivo?
M: No, puede haber fotos viejas mías que convivan con fotos sacadas con el celular hace una semana. No puestas en escena, sino fotos más documentales.
J: Este trabajo que estás haciendo ahora en estos tres libros casi simultáneos, ¿creés que está relacionado con el cambio del mercado del arte que nombraste antes? ¿O con un cambio en los consumos de la fotografía como arte?
M: Creo que ya se hizo mucha fotografía. Yo veo el catálogo de un festival y siento que ya sé qué otras fotos van a haber, ya no tengo la motivación de ir a verlas. Muchas veces pienso que después de William Eggleston, de los retratos de Robert Mapplethorpe o de Richard Avedon, por decir algunos nombres, a la fotografía le cuesta encontrar un lugar a dónde ir. Me parece que la fotografía llegó a un punto que ya no va a superar. Después de la mujer de pelo rojo en un bar de Eggleston, ¿qué más vas a fotografiar? Es una combinación perfecta entre luz y no pretensión.
J: Volviendo a las fotos que nos rodean como representantes de lo latinoamericano en festivales alrededor del mundo; estos espacios de difusión podrían elegir una fotografía latinoamericana diferente. Por ejemplo, un tipo de fotografía documental que muestre ciertos tópicos ligados al subdesarrollo desde la pobreza o la desigualdad. Sin embargo, tus fotos, además de tener humor, son una versión de alguna manera positiva de lo latino.
M: Sí, podrían mostrar fotos hechas desde los lugares comunes. Yo siento que lo que tenía que decir ya lo dije, estoy fotografiando muy poco. Me estoy dedicando más a revisar mi archivo, a buscar retratos casuales, no tan armados como estos. Me considero un retratista y creo que soy un buen retratista por sobre todas las cosas, creo que es un don que tengo. Si ponemos en esa pared mis fotos que saqué a los dieciocho años funcionan, desde que revelé mi primer rollo me salieron bien. La fotografía siempre me salió fácil.
Nuestra reunión termina y Marcos se va a visitar una exposición de otro fotógrafo muy reconocido que sucede a pocas cuadras. Me quedo pensando en las carreras de ambos y en los referentes con los que cada generación nos formamos. Aquel otro fotógrafo norteamericano, muchos años mayor a Marcos, también dijo en cierto punto que dejaba de sacar fotos y se dedicó a la música. Miro las fotos de Marcos de nuevo y me acuerdo de mí misma ojeando mil veces Pop Latino o mostrando su obra en clase. En el fondo, lo trascendente no es la disciplina que uno elija, sino estar en cierto umbral de posibilidad para seguir expresando nuestra experiencia en el mundo.
La inauguración de la muestra de Marcos López será el jueves 9 de marzo a las 18.30hs y la muestra podrá visitarse hasta el 31 de este mes. El día 10 a las 18.30hs habrá una charla en persona con el fotógrafo.

Julieta Pestarino es una fotógrafa, curadora e investigadora de Buenos Aires, Argentina. Investiga historia de la fotografía argentina y latinoamericana mientras también trabaja en sus proyectos curatoriales y fotográficos personales. Actualmente vive en Berlín. https://www.julietapestarino.com/
Foto de portada: Comida rápida ©Marcos López