Ya corren los días de la 73 edición de la Berlinale. Aquí algunos valiosos estrenos.
* El juicio, dirigida por el director argentino Ulises de la Orden y que se estrena en la sección Forum. El juicio a las Juntas militares de la dictadura. Un film imprescindible.
*Tótem, dirigida por la directora mexicana Lila Avilés y que participa en la Competencia Oficial: Celebrar la vida para dejar partir.

*Feroz, clandestina y cobarde: – El juicio (Argentina), dirigida por Ulises de la Orden
En 1985, a dos años de recuperada la democracia, en Argentina tiene lugar un hecho sin precedentes en el país y a nivel mundial: el juicio a las Juntas militares de la dictadura. 9 altos mandos, entre ellos Jorge Rafael Videla, quien acuñara el cínico concepto de desaparecidos –“No están vivos ni muertos, están desaparecidos”, respondió a quienes buscaban a sus familiares–, y Eduardo Massera, son sentados en el banquillo de los acusados. Ante un tribunal civil. Bajo la acusación de genocidio, de delitos de lesa humanidad. Lo nuevo es, también, que se trata de un juicio oral y público, no escrito, y donde la investigación no queda a cargo del juez, sino del fiscal. En conjunto, todo un hecho inédito que El juicio, dirigido por Ulises de la Orden, nos presenta en el Forum de la Berlinale en un film extraordinario.
El canal estatal de la televisión argentina, ATC, registró íntegramente las audiencias del juicio y transmitió en diferido una pequeña selección del material grabado en cada jornada. Esa transmisión se realizó, por disposición judicial, sin audio. La única etapa del juicio que se transmitió de manera completa y con imagen y sonido fue la lectura de la sentencia. Este registro quedó bajo custodia de la justicia argentina, pero en 1988 también se hizo una copia de seguridad que se entregó al Parlamento de Noruega para garantizar su preservación.
Posteriormente y recién en 2011 se estableció un convenio con la alianza de organizaciones de derechos humanos Memoria Abierta y con la Universidad de Salamanca para hacerlo accesible en forma pública y difundirlo. El material original, grabado en U-Matic y que ya presentaba signos de desgaste, fue entonces digitalizado.



Testigo Miryam Lewin / Dictador Jorge Rafel Videla / Fiscal Julio César Strassera ©Memoria Abierta
Es a partir de este material de archivo de 530 horas de grabación que surge El Juicio. No solo un paso más en el sentido de la preservación, sino un film que en un brillantísimo trabajo de edición logra en 177 minutos un documento lúcido, claro, accesible, y no obstante absolutamente abarcador y contundente del sistema detrás del horror: del terrorismo de Estado del llamado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). Algo comparable solo con el régimen nazi. No es casual que se hable de campos de concentración.
Sucede a veces que un film abre una ventana a otro film. Este es sin duda el caso mutuo de la película –de ficción– Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre, que actualmente compite por el Oscar a Mejor Película Internacional, y El juicio. Pues cada uno construye un relato sobre el proceso pero desde otra perspectiva.
El film de Mitre narra de algún modo el periplo del héroe/antihéroe en la figura de ese fiscal Strassera que asume la tarea que nadie quiere asumir, y se concentra en la estrategia de la fiscalía: ante la imposibilidad de derivar la investigación a la policía por estar ella misma comprometida, hacerse cargo de esta formando un equipo de jóvenes que viajará por todo el país para buscar a los testigos; ante la imposibilidad de investigar todos los casos, recoger un conjunto de unos 700 testimonios con los que se pruebe que detrás del accionar existió un sistema.
El juicio, por su parte, se concentra en las audiencias orales, y con las declaraciones de testigos y acusados, con las intervenciones del fiscal Strassera y su ayudante Moreno Ocampo así como de los abogados defensores y de los jueces, pone al desnudo, en un relato emocionante, doloroso pero atrapante, y de forma sumamente bien estructurada en 18 capítulos, la maquinaria incontestablemente “feroz, clandestina y cobarde”, como la describirá el mismo Strassera, del horror.
“Ni siquiera en la guerra”, “Un ejército de ocupación”, “Incluso la abanderada”, “Nos iremos al infierno”, “Detener la información”, “El oficio de buscar”, “Eso no era una cárcel”, “Ni siquiera ciudadanos”, “Tirar por la borda”, “A merced”, “Los cuerpos”, “Gusanos” son, entre otros, los capítulos a lo largo de los cuales El juicio va captando la dialéctica y el cinismo de las argumentaciones; sin perder dinamismo va abarcando la multiplicidad de dimensiones y momentos en los que se movió la maquinaria. Allí no solo están los secuestros indiscriminados, la tortura, los vuelos de la muerte, la búsqueda de los familiares de desaparecidos, los niños nacidos en cautiverio, los apropiados, sino también el rol de los servicios de inteligencia, la conexión internacional; la censura de la prensa; la rapiña, el robo de los bienes de los secuestrados.
El juicio hace de las limitaciones un valor: las tomas de los testigos de espaldas o como máximo de perfil, ya que no estaba permitido filmar sus rostros, hacen más intensa la carga de emoción concentrada en la voz. Lo que podría haber sido un seco material de archivo se convierte en un film apasionante. En un film de no ficción que no tiene nada que envidiarle a la ficción, donde incluso van surgiendo personajes. En un film de un inmenso dramatismo hasta la frase final del fiscal Strassera en su histórico alegato: “Nunca más”.
*Berlineses, todavía quedan entradas para el jueves 23 de febrero en el Delphi Filmpalast. Ver aquí.

Tótem © Limerencia
*Celebrar la vida para dejar partir: Tótem (México), dirigido por Lila Avilés

Tótem © Limerencia
De doodem, un vocablo de la lengua algonquina de pueblos originarios de América del Norte, proviene “tótem”. Corazón y clan se conjugan en él. Tótem es así lo que pertenece a mi parentesco, lo tiene que ver con el corazón de uno, entendido este uno como parte de una familia extensa, de la tribu. Y allí es donde tiene lugar el film de la directora mexicana Lila Avilés. En esa casa familiar inmersa en preparativos y donde tendrá lugar una celebración que también es despedida. Allí donde plantas, animales, fenómenos, objetos, humanos, vivos, muertos parecen estar conectados por igual por una fuerza vital, en movimiento. “Déjalo ir”, le dirá a Sol, de 7 años, su mamá ya en la escena inicial, y no importa lo prosaico de la situación en el baño de un centro comercial, anticipa la respuesta a cuando Sol diga: “No quiero que se muera mi papá”.
A contener y soltar la respiración jugarán después madre e hija. Camino a esa casa familiar de clase acomodada profesional pero en decadencia económica que la cámara irá captando en su fluir ininterrumpido de colmena laboriosa, pero también caótica –“La libertad y la creatividad surgen del caos”, dirá la directora. Una casa donde no hay servidumbre y no habrá quehacer o actividad más elevada que otra. Donde la faena de limpieza, la cocina, el agua que corre, el baño, la peluquería, el masaje al enfermo, la conversación, el trabajo de la esotérica especialista en limpieza de energía y malos espíritus, la terapia cuántica, el IChing, el bonsai, las teorías sobre el fin del mundo o el calendario ritual de Mesoamérica son todos parte de un mismo ritual colectivo al que tías, hermanas, niños, primos, abuelo, joven padre enfermo Tona; Cruz, la señora que lo cuida y atiende, Sol misma, los invitados luego, aporta lo que puede, lo que está a su alcance. Un ritual colectivo imperfecto, humano, animal, desacralizado. A veces serio, otras cómico, otras triste, melancólico. En esa casa que se va despojando de cuadros, que va siendo invadida por la naturaleza. El vuelo rasante de un ave negra es presagio, los insectos se van posando de mano en mano, el verdor de las hojas tiñe reflejándose los ventanales. Todo se prepara para la fiesta que será gozo y encuentro como todas las fiestas, pero sobre todo el momento en que cada uno – todos, también Sol y su papá- entregará su regalo, su don, su ofrenda.


Tótem © Limerencia
Con gran maestría dirige Lila Avilés este film coral, que reúne a un ensemble de actores profesionales y amateurs en actuaciones que conjugan cotidianeidad e intimidad. Un film que trae alguna reminiscencia del cine del Dogma, con una cámara muy cercana, donde poco a poco y a menudo más allá del lenguaje se van develando las relaciones, los vínculos entre los personajes; la actitud de cada uno frente al hecho certero de la muerte, ante la pérdida. Limitaciones, imposibilidades, resistencias, resiliencias, desapego, sabiduría aún sin saberlo o pretenderlo. Y también finalmente el mismo significado de esta celebración.
Tótem es un film que cree en la infancia. En su capacidad de escucha, de pensamiento, de observación. En su apertura e interés hacia los interrogantes del mundo y de la vida. En su madurez. Tótem es un film del propio cuerpo y de la decisión de optar por la autodeterminación, la autonomía. Y de la emoción y la sabiduría de acompañarlo. Como un Libro de los Muertos Tibetano que se escribe pasando la aspiradora, haciendo un pastel, tiñéndose el cabello, poniendo las mesas para los invitados, presentando un número de lip-synchro y clown. Y si el fin del mundo, como le responde el teléfono móvil a Sol, sobrevendrá cuando el fuego del sol se acabe, allí estará ella finalmente, Sol, para que el sol negro no decline, para que el fuego de las velas no se apague. Y para que los que parten puedan partir.
Trailer Tótem /Lila Avilés ©Alpha Violet
*Berlineses, todavía quedan entradas para el viernes 24 de febrero a las 10:00 en Berliner Festspiele. Ver