Selina o la otra vida, novela del autor austríaco Walter Kappacher, trata de esa otra vida –más cercana a nosotros mismos, a los otros y a las cosas– que podemos llegar a vivir aún cuando nuestro camino seguía otro curso y este parecía ya establecido. Y lo hace en un elogio de la vida lenta, aquella que en un doble movimiento nos acerca, por un lado, a la materialidad de los seres y las cosas y, por otro, a los profundos interrogantes de la vida: el amor, la muerte, la fugacidad de las cosas, la inmortalidad. Los temas del escritor alemán Jean Paul (1763-1825), autor de la novela inconclusa Selina, que da título a la obra de Kappacher. Está traducida al español.
Stefan, un profesor austríaco de unos treinta y cinco años, acepta el ofrecimiento que le hace Heinrich Seiffert, un anciano alemán que ha conocido el año anterior en Arezzo, Italia: instalarse una temporada en una antigua pequeña casa de campo que este tiene en un sitio apartado de la Toscana a cambio de hacerse cargo de los trabajos necesarios para evitar que la propiedad, deshabitada desde hace tiempo e invadida ya por una naturaleza que ha ido proliferando salvaje, continúe deteriorándose. Además de una cesura, el año sabático significará para Stefan una partida. Esta lo confrontará de un modo desacostumbrado para él con los trabajos y los días, con nuevos peligros y desafíos, de ningún modo espectaculares, pero sí esenciales. Stefan irá haciendo habitable esa casa, irá conociendo a la gente del pueblo, visitará las ciudades de los alrededores con sus tesoros artísticos, visitará al anciano, conocerá a la sobrina de este, Selina, quien despertará en él un nuevo anhelo. Y aprenderá a sentarse en la noche bajo el cielo estrellado, con el cuerpo cansado de la labor física pero con una sensación cercana a la felicidad, y a preguntarse por los misterios del Universo. Conocerá otro tiempo, otro sentido de la vida.







Tras un capítulo donde se presenta a Selina y que funciona a modo de preludio, la novela se irá desgranando a lo largo de sesenta y un breves y ágiles capítulos centrados en el protagonista y sus peripecias. No hay gran trama ni gran intriga en Selina, y sin embargo la narración no pierde el carácter de la aventura. Una aventura contada fuera de toda altisonancia, con un tono tranquilo, pero que avanza sin pausa, con ligereza y un aliento sutil. Aquí lo importante no es el conflicto sino el proceso: cómo el personaje se va adentrando en la aventura en minúscula de esa nueva vida cotidiana. En ese mundo más rústico, más salvaje, en esa cultura a la que llega como forastero y en la que lo desconocido despierta en él al explorador. Es el hombre que deja atrás el confort de la vida asegurada, controlada y mediatizada y en el que vuelve a despertar otro hombre, cuya vida comienza a tener que ver de nuevo con lo básico de la supervivencia.
Y entonces la vida cotidiana adquiere de pronto una belleza diferente. Como cuando se abre una ventana, por ella entra una mosca y el gato dormido en su mullido sillón se despierta y pone en acción el instinto, las aptitudes y la belleza de los movimientos de cazador que pese a todo jamás perdió. Y en Selina esa belleza física prevalece de algún modo incluso por sobre la belleza que se puede hallar en el arte –e Italia es la cuna del arte. Del mismo modo que el momento de la epifanía o de la reflexión filosófica no surge en primer lugar de la lectura –aunque los libros (Séneca, Petrarca, Virgilio, Broch, Pavese, Jean Paul) son otro sistema de referencia muy presente en la novela–, sino de la contemplación de la naturaleza.
Y esta nueva cotidianeidad en la que entra el personaje es posible, dice la novela, aún en un mundo como el actual: con todos sus contrastes, sus incongruencias. En Selina no se plantea una dicotomía tajante entre los espacios urbanos y la naturaleza virgen; no hay aquí una exacerbada crítica de los avances de la civilización con la que se intente adoctrinar ni tampoco una barata utopía de una vida mejor –el sueño (paquete) turístico de la vida rústica en la Toscana–. Selina no es ni una novela bucólica ni un alegato intransigente de contenido ecologista. Su planteo es más realista y existencial.


Selina es como una novela del Tao, donde no hay nada por delante ni por detrás ni más allá del camino mismo, del devenir. Lo único que existe es la inmediatez, y para narrarla está el gran arte de la escritura de Kappacher: esa escritura que logra acercarse al máximo a la lenta materialidad de los seres y las cosas. Una escritura parca, pero donde la contención no se percibe como represión sino como forma que contiene perfectamente, orgánicamente a los objetos que toma. No hay lugar aquí para lo superfluo, lo redundante, la carga intelectual: lo que se narra es imagen, es hecho, es acción concreta, corpórea, material.
¿Quién es el lector de Selina? Hay un lector literario que podrá inscribir la novela en esa tradición presente en la literatura germana o inglesa del tópico del viaje a Italia –como cuna del arte, del amor, de la buena vida. Un viaje que trae consigo una epifanía, una transformación. En este sentido funciona el epígrafe de Adalbert Stifter: “…si hubiera venido a Italia por primera vez hace veinte o veinticinco años y luego hubiera seguido viniendo con frecuencia, hubiera hecho algo de mí”. Podemos pensar en la película de James Ivory, basada en la novela de Forster, A room with a view. También en el mundo latino hispanoparlante Italia es sinónimo de buena vida. Pero con todo este sería un lector literario.

Selina tiene, sin embargo, otro lector posible. El que haya comprendido –ya como resultado de una búsqueda personal o por influencia de los nuevos movimientos slow food, slow life surgidos a fines de la década del ‘80 y aún hoy vigentes–, que en nuestros días el tiempo y una vida simple son el verdadero lujo. Obviamente en las antípodas del marketing de la autoayuda slow life, aquí se encontraría con un texto sutil que requeriría de él esa misma sutileza en la lectura. Así como tomarse el tiempo y elegir el momento adecuado para leerlo: definitivamente no en medio de las prisas cotidianas.
A cambio de ello este lector que también tuviera ese anhelo de esa otra vida –la que se busca en una isla del Tigre, en un pueblo de pescadores como el antiguo Cabo Polonio, en una playa virgen– entraría en el misterio de este libro: un libro que cuenta esta aventura de lo cotidiano más precario y salvaje de un modo tan tranquilo, tan sin estridencias, pero tan desde adentro, que sin darnos cuenta nos atrapa y, contra toda predicción, jamás aburre.

Walter Kappacher
Escritor austríaco nacido en Salzburgo en 1938. Dejó los estudios a los 15 años. Fanático de las carreras de moto, trabajó al principio como mecánico y luego de hacer el servicio militar estudió teatro, pero terminó viviendo como empleado de una agencia de viajes. Comenzó a publicar cuentos y relatos a mediados de los años ´60. A mediados de los ´70 se estableció ya como escritor profesional iniciando una carrera que desarrollaría al margen de los grandes circuitos literarios. Tardíamente reconocido, actualmente es considerado como uno de los mejores autores austríacos contemporáneos. Pese a su abundante obra, que incluye novelas como Die Werkstatt (El taller), Der Amateur, Silberpfeile (Flechas de plata), Der lange Brief (La larga carta) Der Fliegenpalast (El palacio de las moscas) (2009), Selina o la otra vida (2005) fue la primera novela con la que alcanzó reconocimiento internacional. En el 2009 ganó el Premio Büchner, el mayor galardón de la literatura en lengua alemana.
Walter Kappacher, Selina oder das andere Leben (Selina o la otra vida), Deuticke im Paul Zolnay Verlag, Viena, 2005. Novela, 255 pág.
Walter Kappacher, con traducción de Claudia Baricco, Selina o la otra vida, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires/Madrid, 2011. Novela, 278 pág.
Portada: Detalle de pintura de René Magritte La belle promenade © Christie´s (CC BY-NC-SA 2.0). Foto casa de persianas verdes ©Unsplash/ Eugeniya Belova. Foto calle con trattoria ©Unsplash/ Marco Calignano. Restantes imágenes de primera galería de fotos ©Unsplash/ Chris Barbalis. Foto casa de piedra ©Unsplash/ Sensei Minimal. Imagen cielo estrellado Unsplash/©Abner Valero. Imagen portadas de libros ©Claudia Baricco. Foto de Walter Kappacher ©Lukas Beck