INVASIÓN 2021: Los tiburones

Coproducción entre Uruguay, Argentina y España, Los tiburones (2019), dirigida por la cineasta uruguaya Lucía Garibaldi, es una sutil mirada sobre la adolescencia. Un peculiar coming-of-age que no sin humor, sin duda también negro, nos relata la historia de Rosina, una chica de 14 años a la que el primer deseo conjugado con la inédita amenaza de tiburones en las aguas llevará por caminos insospechados.

Corre, Rosina, corre

Corre, Rosina, corre. Hay algo que persigue a Rosina, como una callada furia interior. Es que no es fácil ser adolescente, esa deformidad, como señala la directora uruguaya Lucía Garibaldi. El cuerpo cambia, el vello crece, se vive la vastedad de un deseo, el despertar sexual. Hay un impulso de afirmar la propia individualidad que no siempre sabe hallar un cauce, que choca con límites. Y así lo hace patente ya el mismo comienzo de Los tiburones. Entre la vastedad del mar donde se sumerge Rosina que ha salido escapando de su padre, que la corre a duras penas, y el espacio apretado de ese pequeño baño de casita de clase media trabajadora donde no hay agua y hay que lavarse con agua embotellada no puede haber más que choque. La incomprensión o el rechazo de parte del mundo puede llevar a adolescentes a refugiarse en una romántica ensoñación interior. Lo divertido de Los tiburones, con su particular humor y su humor negro, es que nada de eso sucederá con Romina: de ella saldrá una villana justiciera –por supuesto con su propio sentido de la justicia.

Como en la antigua mitología, de la esperma –aquí de la (fallida) iniciación sexual– y la sangre – o la marea roja, en este caso, porque la menstruación, de la que tanto se hablará, le llegará recién a la hermana algunos años mayor- nacerá una furia. Personificación de la venganza y el castigo que perseguirá a sus víctimas sin descanso. Y así empieza ya Romina, que acaba de destruirle un ojo a la hermana. Sin querer, papá. Pero 5 puntos. Romina tan para adentro, sí, pero no para. Y aún falta para que aparezca su principal objetivo. Entretanto la tranquilidad del pueblo costero se ve interrumpida por una noticia: se han visto tiburones. ¿Tiburones? Si allí no hay. Serán toninas. Para Romina hay tiburones. El pueblo empezará a organizarse para enfrentar la amenaza de los depredadores devoradores de bañistas. Como en la película Tiburón de Steven Spielberg, se temerá que la noticia arruine la inminente temporada veraniega, principal fuente de ingresos de la localidad turística.

Detrás de la felicidad

Detrás de la felicidad, detrás de ese mundo ideal de las vacaciones en las grandes casas de veraneo, de los clubes de los balnearios hay siempre un ejército de trabajadores. Gente de la zona que habita esos pueblos fantasmas durante el año cuya economía y subsistencia depende casi exclusivamente de la temporada. Como la localidad balnearia de casitas bajas y pescadores en la costa uruguaya escenario de Los tiburones, que la cámara toma en planos en picado o planos largos de calles vacías, canchas de tenis vacías, piscinas vacías. Precisamente en medio del trajín de dejar a punto en pocos días jardines, piscinas, canchas de tenis, de lanzar el nuevo emprendimiento para depilación femenina se desarrolla la historia de este film. Con la hosca Rosina, de 14 años, a bisagra entre el mundo femenino de las chicas adolescentes algunos años mayores que ya fuman y tienen sexo y el mundo de los muchachos musculosos trabajadores con los que su padre la lleva a trabajar para que ayude. Allí conocerá a Joselo, el joven pescador. La cámara será los ojos de Rosina descubriendo las líneas de otro cuerpo, pero también la mirada de la desazón ante el desencanto. „Esta es una historia de las primeras veces“, señala la directora. „La primera alerta por escualos en las aguas marinas, vez primera del deseo de contacto íntimo, y primer corazón roto.“

Con frescura, sin perder el ritmo pausado y tranquilo con el que va siguiendo a su protagonista, la directora también guionista logra conjugar con acierto en su opera prima la sátira social con la mirada de ese mundo de la adolescencia. Una lacónica y kitsch sátira social donde detrás del mundo ideal de los turistas están los habitantes de un pueblo que vive con naturalidad la paradoja de estar sobre el mar pero vivir con cortes de agua, lo que los mantiene cargando bidones de agua de mar para lavar los platos, yéndose a duchar a casas ajenas o gritando alerta baño apenas vuelve el agua, mientras se llenan piscinas de agua azul o se riegan las canchas de tenis. Y si en la casa familiar ya la vida era estrecha, ahora hay que hacer lugar porque se muda la abuela.

En Los tiburones las chicas que cantan en los programas cazatalentos desafinan; los comentarios de los clientes que compraron el aparato de depilación, la nueva adquisición de la madre para su emprendimiento, por supuesto de nombre en francés, C’est moi, se leen en un inglés horrible, y en la mesa con gesto impasible y humor seco se dan diálogos delirantes donde nadie parece responder a nadie y donde la preocupación materna por una buena alimentación se cruza con las obsesiones y dudas de la adolescencia:  Te va a dar algo si no comés proteínas, comete un huevo. Son óvulos, corta Rosina. ¿Qué? Son óvulos los huevos. Es un asco comerse un óvulo. ¿Óvulos como en la menstruación? , pregunta la hermana con el parche en el ojo. No hablemos de esos temas en las mesa. Aparte no hay óvulos en la menstruación. Pero sí…, dice la hermana del parche en el ojo que ya está confundida. Y sí, no es fácil ser adolescente.

Mitos y realidades: el origen de las verdades

Sin perder nunca la empatía con sus personajes, Los tiburones juega con sus saberes e ignorancias, con clichés, estereotipos y supuestos. Lo mejor para ir a hacerse un tatuaje es ir bien mamado. Así no te duele. No, replica Joselo que leyó en Internet que el alcohol te deja la sangre más liviana. O más espesa. Los tiburones juega con cómo se crea o arma la verdad. Con Internet como fuente de toda sabiduría. Con los dichos que van corriendo y van cobrando fuerza hasta imponerse. Con las interpretaciones que ajustan y encajan los indicios para armar teorías de amenazas a las que hay que combatir con grupos de Whatsapp. No importan las contradicciones. Los tiburones comen carne roja. No, blanca. No, roja. Y Rosina actúa en consecuencia. Decidida. Rosina, excelentemente interpretada por Romina Betancur, no para.

La película se proyecta en Invasión. Festival de Cine Argentino (3 -12.12.21). Este año en formato online para toda Alemania. Toda la información aquí.

Todas las imágenes: ©Montelona Cine

claudia baricco

(isa.kar.wai) - Un cine real o virtual es el living de mi casa. Los libros son mi otro hemisferio. En un mundo donde todo es político. Latitud: B y B – Buenos Aires-Berlín, dos ciudades de contrastes.

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