Semblanza y obra de Daniel Díaz Piñeiro, un artista gallego en Berlín (I)

Buenas tardes, Dani, quisiera iniciar esta entrevista recordando cómo y en qué circunstancias nos conocimos. Recuerdo que era algo así como el año 2009 o 2010 y yo iba mucho por el Tacheles. ¿Podrías contarnos qué era eso del Tacheles y por qué te encontrabas allí?

A finales de 2008 decidí salir de Barcelona después de una serie de malas experiencias en España. Fue un mal año en lo personal y en lo laboral. De lo personal no hablaré, pero de lo laboral diré que trabajaba como creativo en agencias de publicidad y que con la crisis todo iba en la mala dirección, así que decidí irme a vivir a Berlín e intentar desarrollar mi pasión, que era y es la pintura. Ya en Berlín, buscando un lugar para vivir me encontré una venezolana que alquilaba una habitación, y cuando le comenté que buscaba un taller, me recomendó la visita al Tacheles. Yo no sabía absolutamente nada del movimiento Squat, ni de la historia de ese edificio ocupado dedicado al arte. Por saber, tampoco sabía gran cosa de Berlín, o Alemania. Tenía algún catálogo del expresionismo alemán, había leído algún libro de Günter Grass, las guerras mundiales y poco más. Recuerdo que cuando llegué por  primera vez a Tacheles, miré hacia arriba y vi aquella fachada imponente con grafitis por todas partes, y ya dentro me encontré con artistas de todas las partes del mundo: Japón, México, Estados Unidos, Rusia… músicos, pintores, actores, en un ambiente tan artístico y creativo que me enganché al minuto de estar allí. Días después conseguí un espacio y comencé a pintar en un taller compartido en la primera planta, y creo que ahí fue cuando nos conocimos.

¿Podrías contarnos qué pintaste durante tu periodo de estancia en el Tacheles?

Pues Tacheles fue una etapa en la que estaba muy interesado en el gran maestro Modigliani y su universo figurativo. La búsqueda de la belleza y la elegancia de la mujer, la paleta de los colores de la carne, aquellos rojos y ocres profundos mezclados muy cuidadosamente con el blanco de zinc. También fue una etapa en la que aprendí de otros artistas el Upcycling o Artcycling, o cómo crear una obra de arte con el mínimo coste. La mayoría del trabajo que realicé allí, son tablas que directamente encontré en los contenedores de las obras de construcción de los alrededores.

Sí, el Tacheles era todo un símbolo para la ciudad, la gran estructura de hormigón armado de unos antiguos almacenes que resultaron bombardeados pero no destruidos durante la guerra… Yo también recuerdo cómo iba por allí a veros pintar, o simplemente a tomarme una cerveza mientras charlaba distendidamente con propios y extraños. Realmente era otro Berlín en aquellos tiempos, pues si algo tiene de especial esta ciudad es la capacidad de mutar continuamente. Me gustaría saber algo más de tu trayectoria artística y vivencial antes de llegar a Alemania, puesto que es una época de tu biografía que desconozco bastante.

Pues empecé a pintar a finales del siglo XX en Betanzos, un pueblo cerca de La Coruña, que es donde crecí. Mi formación es autodidacta, aunque quién me metió el gusanillo fue un amigo pintor que ya no está entre nosotros, Juan González, un hombre que amaba profundamente las bellas artes. Recuerdo ver su taller y el profundo olor a linóleo. Me gustó aquello y me puse a probar en un trastero. Las primeras obras fueron una serie de Maternidades que llevé a una exposición colectiva en una galería del Borne de Barcelona que ya cerró hace mucho, se llamaba Art Cúbic y no vendí. La primera pintura que vendí fue gracias a una marchante de Ourense que me representaba y que se jubiló hace años, Berta Lamas. En aquellos tiempos yo firmaba como Dani Díaz pero he cambiado de nombre artístico varías veces (daniel disabel, daniel de Isabel). Creo sinceramente que este asunto no me ha ayudado demasiado, pero es así como lo he ido haciendo.

En efecto, todos los comienzos son difíciles, pero tiene que existir una emoción inicial, un pathos o Leidenschaft que arrastre hacia la práctica artística, aunque luego venga el lento y trabajoso aprendizaje. En ese sentido te percibo como un pintor apasionado o pletórico de emociones que te llevaron a la acción por encima de otras consideraciones de índole académica. Veo por lo tanto que la afición a pintar viene desde antiguo, pero continuando con tu trayectoria artística me gustaría que hablaras del período posterior al Tacheles en Berlín, ¿qué hiciste cuando expulsaron a la gente de allí?

Los últimos seis meses de Tacheles fueron muy difíciles, los artistas estábamos nerviosos porque se confirmaba que era el fin de la mítica Kunsthaus Tacheles (Casa de Arte Tacheles) que llevaba ocupada desde 1990, justo después de la caída del Muro. La verdad es que yo no estaba tan preocupado, al fin y al cabo había sido de los últimos artistas en entrar, había vendido bien, y sobre todo me había llenado de energía positiva y de la posibilidad de ver la vida de otra forma. Así pensando rápido te diré que por mi taller pasaron personajes como Irvine Welsh, el escritor de Trainspotting, o dos keniatas de la tribu suajili vestidos de suajilis que venían de una feria de turismo; el Dr Motte, DJ que había inventado la Love Parade, o Christian, uno de los fundadores de Christiania en Copenhague. Todo muy ecléctico y underground, pero a la vez muy creativo y enriquecedor. Así que ya me sentía un privilegiado por haber vivido la experiencia Tacheles.

Sí, eso creo, después que salieras de allí te visité en un solar con edificios abandonados y semiruinosos que se encontraban en la Melchiorstrasse de Kreuzberg, si no recuerdo mal… Aquel día soleado de verano hice muchas fotos de esos espacios tan morbosos y sugerentes. Había también algunas secciones del Muro pintadas con grafitis. Tenías un estudio destartalado y sin calefacción que te dejaban gratuitamente para que pintaras allí, ¿era así en todos los casos, había otros artistas y en qué trabajaste durante ese tiempo?

Se trataba de unas antiguas dependencias de correos. En Melchiorstrasse había pocos estudios ocupados; la artista polaca Wiola Stankiewitz, el artista alemán Jakob Wagner y un artista vasco buen amigo mío, Víctor Landeta. Pero sí que aquello estaba destartalado como dices, tres o cuatro personas echamos un mes de trabajo de desescombro y limpieza antes de instalarnos allí, acabamos agotados. Más adelante nos trasladamos a otro edificio abandonado y más grande, situado en la Köpenickerstrasse.

Así que ese traslado sucedió en el mismo barrio canalla de Kreuzberg, con sus fábricas decrépitas de entreguerras y sus enormes Speicher mirando el río Spree…

Es cierto, una noche se celebró en la fábrica una vernissage de arte vanguardista con unos treinta artistas de todo el mundo. Se trataba de una fiesta-exposición colectiva en la que participé con mi buen amigo Víctor Landeta. Desde el tejado del edificio se podía ver el campamento de los Autonomen (La Kopi) en Kreuzberg. Pero también en ese tiempo estuve preparando una expo para una galería de París. Fue mi primera exposición internacional y se celebró en octubre de 2013 en la Galería Myriane. Resultó un buen empujón en mi carrera, como digo había hecho colectivas pero aquella era mi primera exposición individual y tuvo bastante buena acogida, de hecho se vendió bien.

Resulta que yo me fui de Berlín por razones personales más o menos en esa época, cuando se terminaba el sueño del Tacheles, y que allí había conocido también a Germán, que lleva hoy en día la librería de viejo La Escalera. Se llama así porque comenzó a vender o a prestar libros usados bajo unas escaleras de hormigón en el esqueleto del edificio. Tu taller no estaba muy lejos, subiendo precisamente por esas escaleras. Pero no quisiera desviarme, y ya que hemos enterrado al Tacheles y yo desaparecí, perdiéndome parte de la apasionante historia de Berlín durante más de cuatro años, quisiera que nos explicaras en detalle esta nueva etapa de tu vida artística…

Unos dos meses antes del cierre definitivo del Tacheles, que fue a finales de 2012, pasó por el taller un chico que tenía pinta de vivir en la calle, con un perro que se llamaba Geronimus. El muchacho se hacía llamar Lazer y era uno de los grafiteros tipográficos más conocidos de Berlín, así que un día me dijo: “Would you like to paint an unit of the Berlin Wall?” Al principio desconfié, pero aquello era Berlín y estaba en el Tacheles, así que todo era posible. Aquella tarde le acompañé y me llevó a un lugar increíble. A unos 500 metros del Tacheles, en la Chaussestraße, se encontraban como diez secciones (units) del Muro de Berlín, algunas pintadas, otras no, en una antigua fábrica textil de mediados del siglo XX, enorme y abandonada. Y ahí empieza la historia del Neu West Berlín, un proyecto cultural de Patrice Lux, curador internacional conocido como Herr Mauer (Señor Muro). NWB se dedicaba a alquilar parcelas abandonadas destinadas a proyectos inmobiliarios en la ciudad, y durante esos años previos a la demolición los transformaba en proyectos de creación artística. Su principal proyecto se llamó Visible Wall y la gente lo puede reconocer fácilmente en esas pequeñas piezas de porcelana blanca del Muro de Berlín que se venden en todas las tiendas de souvenirs de la ciudad. Hoy NWB sigue siendo un proyecto de arte contemporáneo, una idea nómada de residencia artística y también una forma de acercar el arte a la gente. Para mí aquello fue una sincronía de gente interesante y un modo alternativo de vida. Estar un día cualquiera a las diez de la mañana dialogando sobre el futuro del arte en esta sociedad con artistas de cualquier parte del mundo es un regalo.

¿Cuanto tiempo permaneciste en Neu West Berlin?

Fueron siete años, aunque todavía seguimos en cierta medida. Durante ese tiempo pinté tres secciones del muro, una se encuentra en el centro de la ciudad (Nofretete, Chaussestraße 32, Hinterhof), otra en las afueras (Adán y Eva, Teltowerpark) y la tercera la tengo deslocalizada porque desapareció misteriosamente. En NWB hicimos proyectos interesantes, como un parque temático para conmemorar el 25 aniversario de la caída del Muro en 2014, para ello estuvimos preparando el espacio situado en el antiguo YAAM de Berlín —cerca de la East Side Gallery, eran unos terrenos de la Fundación Cinema for Peace— y pintamos secciones del muro completamente de blanco para simbolizar la paz y la reconciliación, pero también en homenaje a los que murieron tratando de saltar el muro. En ese proyecto, que duró unos dos meses, vinieron a visitar la exposición personajes como Maurizio Cattelan y Ai Wei Wei, aparte del mismísimo Mijail Gorbachov invitado a la inauguración por Patrice Lux. Patrice es el fundador de Neu West Berlin, un personaje, creció en Leipzig en los tiempos de la RDA, y tiene unos planteamientos “neoliberales–comunistas“ que solo comprende él, pero tiene contactos en el mundo del arte. Y somos amigos. A finales de 2017 lo expulsaron del último local de Neu West Berlin en la ciudad, además desaparecieron siete pinturas mías.

¿Lo expulsaron del local, qué quieres decir?

Parece ser que por problemas con la inmobiliaria Immeo la policía precintó el recinto situado en la Kurfürstenstrasse 145, que es la dirección que aparece en la web de NWB, esa página no está actualizada. Lo que pasó es que NWB era un proyecto de residencia artística, música electrónica, arquitectura, diseño, performance, pintura…

Tal vez tratando de abarcar demasiadas cosas.

Sí, Juan Pedro, completamente de acuerdo. Yo intenté que el proyecto se circunscribiera a las artes plásticas, pero fue imposible, la música electrónica tiene demasiada fuerza en esta ciudad. Ahora NWB se ha trasladado a Stuttgart, que es donde voy hacer una exposición en octubre con Joachim Schönmoser, Matthias Krause y Patrice Lux. También quiero decir que NWB nos lo curramos varios artistas, sobre todo Matthias Krause, Andreas Hachulla, Jacob Wagner, Victor Landeta y un servidor. Matthias me ofreció compartir su estudio, situado en una antigua fábrica de trenes al lado del río Spree. El edificio es enorme, de ladrillo visto como es típico de tantos edificios de los años veinte en Berlín, y allí trabajan artistas de todo el mundo. Con eso realmente empezó una nueva etapa, porque empecé a pintar con más comodidad al disponer de un atelier permanente… Y después a mediados de 2018 nació mi hijo. Y se paró todo.

Vaya, qué interesante, no sabía que tuvieras un hijo.

Pues sí, Juan Pedro, la vida da muchas vueltas. Recientemente, a raíz del confinamiento, mi mujer me invitó a refugiarnos en la casa de sus abuelos en Baviera, a orillas del Danubio. Allí han transcurrido estos últimos meses y he disfrutado de la paz del campo, he podido pintar bastante e incluso he diseñado cerámica. La hermana de mi mujer es ceramista y, cómo dispone de taller, hemos hecho algunas piezas juntos. Para la cerámica me he inspirado en dos temas: uno, el Futurismo, aquel movimiento de mediados del s. XX con pintores como Gino Severini o Umberto Boccioni, que buscaron desentrañar el movimiento en el plano, y dos, la simbología del maravilloso e inabarcable arte mesopotámico…

Foto de portada: Mural en Tacheles. Fotos de Daniel Díaz Piñeiro – danieldeisabel@icloud.com

Juan Pedro Ledesma

Germanista, traductor y publicista: juanpedro@arcor.de

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