
Die Brücke, 1906
En 1905 se fundó en Dresden el grupo Die Brücke (El Puente). Sus componentes serían Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff y Ernst-Ludwig Kirchner, más tarde Max Pechstein y Emil Nolde, entre otros. Estos jóvenes pintores proclamaron su deseo de apartarse tanto de las corrientes realistas como impresionistas en la creación artística. A esta tendencia la llamaron Expressionismus, escogiendo conscientemente el término latino para manifestar que el artista era dueño de su creación y debía por tanto “expresar” su observación de la realidad con fuertes trazos y colores. No bastaba ya que la realidad externa llegara a través de “impresiones” que recogían más o menos fielmente los sentidos, tampoco se trataba de reflejar solamente lo bello, lo armónico o el equilibrio de un mundo que se deshacía. De ahí la destrucción deliberada de la perspectiva. El artista observaba el mundo a través de su subjetividad, y era el sujeto el que debía expresarse en el objeto, más que nunca una consecuencia de las corrientes psicoanalíticas que propugnaban la exploración del subconsciente.
Algunos de los componentes del grupo se trasladarían a Berlín antes de la Primera Guerra Mundial, y allí encontraron el gran tema que desplazaría la observación de la naturaleza: la metrópoli bullía como un monstruo infernal en espasmos rápidos y frenéticos. Todo se deshacía y reaparecía con la misma rapidez, y en ese ambiente de cambios la creación artística se encontró con los temas que apenas trataba la pintura anterior: lo feo, la maldad y la miseria debían y podían también ser arte. La injusticia social reinaba en la gran ciudad provocada por un capitalismo agresivo y despiadado que arrojaba desechos sociales por doquier: mendigos, prostitutas, desempleados, alcohólicos, ancianos y niños abandonados presentaban la otra cara de la moneda de la revolución industrial. Algunos de los componentes del grupo y otros muchos artistas y literatos sufrieron los horrores de la guerra en el frente y, al regresar, encontraron en Berlín una sociedad aún más deshecha donde a la frustración por la derrota se unía una desesperada lucha por la supervivencia. La violencia que traían esos soldados traumatizados, los tullidos e inválidos que había parido la guerra de trincheras, la revolución que fue aplastada por el ejército y la policía, la escasez y, por último, la inflación que convertía el dinero en humo no hicieron sino acrecentar la desesperación del pueblo. Otros temas de los que se ocuparían pintores como George Grosz, Otto Dix, Otto Griebel, Max Beckmann y Ludwig Meiner serían la soledad del hombre en la gran ciudad, la ansiedad, la incomunicación y la locura. La “estética de lo feo” era necesaria para oponerse a la falsa estética burguesa idealista, realista o naturalista.
Para Daniel Díaz Piñeiro, artista gallego que desarrolla su labor en Berlín, “Erich Heckel representa la máxima esencia del expresionismo alemán. Heckel fue inspirador y miembro del grupo Die Brücke, y sus trazos casi infantiles dibujan formas simples pero a la vez de gran complejidad técnica, su paleta es una selección de color potente, llena de rojos, ocres y azules de ultramar. Heckel siempre estuvo buscando la expresión pura de la imagen, rastreando e introspeccionando los entresijos del alma humana. ‘Rote Häuser’ (casas rojas), quizás su obra cumbre, fue pintada en 1908, muy al comienzo del movimiento Die Brücke y por tanto no ambientada en la gran ciudad Berlín. Una obra sencilla en apariencia, pero cargada de simbolismos y de profunda expresión, que implica además un gran conocimiento sobre naturaleza y arquitectura. Esta obra maestra influyó tanto en mi trabajo que logró provocar en mí una pequeña obsesión, pintándola y repintándola varias veces en diferentes etapas de mi trayectoria artística. Y la seguiré pintando.”
En Berlín se puede admirar pintura expresionista sobre todo en el museo Die Brücke y en la Galería Nierendorf.
Pero el Expresionismo no se limitó a la pintura. Prácticamente afectaría a todas las artes; a la literatura, al teatro, a la poesía, al cine y hasta a la arquitectura. Erich Mendelsohn, arquitecto de origen judío, construyó entre 1920 y 1922 la denominada Einsteinturm (Torre de Einstein) en el distrito de Potsdam-Babelsberg. Allí desarrollaría Albert Einstein sus investigaciones para probar experimentalmente la Teoría de la Relatividad. Con esta temprana obra, Mendessohn se convierte en uno de los más destacados representantes del expresionismo en arquitectura, aunando un diseño futurista y atrevido con una gran funcionalidad técnica. El zócalo y el basamento los construyó de hormigón armado, fascinado por las posibilidades que ofrecían los nuevos materiales de construcción, pero la torre tuvo que ser edificada en ladrillo con revoque, por la penuria económica de los años de posguerra.

(Wikipedia)
Surgiría además una literatura expresionista que tuvo como tema principal la gran ciudad (Berlín), un demonio que amenazaba con tragarse al individuo, una catástrofe para el satisfecho mundo burgués. Aunque también se dio un teatro expresionista, el género literario con mayor fuerza fue la poesía, donde, al igual que en la pintura, se buscó una “estética de la fealdad” no solamente mediante la fuerza de las palabras, sino también con la elección de los temas: guerra, metrópoli, angustia, pérdida de identidad, muerte, locura, amor pasional y delirio creativo. Una figura representativa de esta tendencia fue el joven lírico Georg Heym que, tras publicar en 1911 su primer libro de poemas (El día eterno), se ahogó patinando sobre la superficie helada del Havel apenas un año después. A título póstumo apareció su más famoso libro de poemas, Umbra vitae (Sombras de la vida). La búsqueda de la emoción y el pathos para escapar a la estrechez de una vida burguesa encorsetada en normas y convencionalismos caracteriza a estos jóvenes y les hace aparecer como neo-románticos. Muchos de ellos, en busca de sentido para la existencia, encontraron una temprana muerte en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.
Fuente de todas las imágenes de pintores: Wikipedia Commons
Imágenes de la torre Einstein: ©Juan Pedro Ledesma
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