El cabaret en Alemania empieza a tener presencia a principios del siglo XX, fruto del influjo parisino de los cabarets más importantes de la época en Europa, Le Chat Noir, y, sobre todo, el Moulin Rouge.
En sus inicios y hasta el fin de la I Guerra Mundial, la censura estuvo muy presente en la sociedad, cultura y divertimento del berlinés, siendo el cabaret muy reprimido. Durante la Gran Guerra, la principal manifestación política realizada en las salas de espectáculos estaba enfocada al carácter nacionalista del alemán, siempre marcado por el régimen gobernante, reprimiendo las libertades y expresiones del mundo del espectáculo.
Esto cambió durante la República de Weimar (1919-1933). Ante un contexto de crisis política, económica y social, el cabaret fue utilizado como forma de evasión (fin de la censura); se empiezan a trabajar temas de carácter político, y principalmente, se banaliza el contenido sexual. El hecho de tratar costumbres sexuales y erotismo como sinónimo de libertad, atrajo de forma masiva al público berlinés, a la par que fue motivo de escándalo por parte del burgués conservador.
Por tanto, el cabaret ejerce de elemento de opinión pública de la sociedad berlinesa, similar a los cafés de la España de finales del siglo XIX.
La mujer adquirió un papel importante durante los años veinte berlineses. Las vedettes coparon la primera escena del cabaret. Hicieron del erotismo y la sensualidad el poder y la libertad, golpeando los esquemas de carácter moderado establecidos en Berlín hasta la fecha. Fueron numerosas las artistas sobre el escenario que revolucionaron el entretenimiento más destacado del momento. Algunas de las más importantes son:
Marlene Dietrich. Famosa por sus mil y una virtudes. En lo musical, trabajó junto al compositor Friedrich Hollaender en la canción Raus mit den Mannern aus dem Reichstag. Una canción contra la agresividad masculina y el carácter belicista del hombre. Dicha agresividad contra el hombre se ve reflejada en la siguiente frase: “los hombres son prescindibles, fuera, del Parlamento, de la existencia (…)”. En el séptimo arte resalta su papel en la película El ángel azul (1930), en la que representa a la carismática Lola-Lola. Esta película causó sensación porque rompió con los cánones marcados por el cine comercial de la época, y mostraba un carácter sensual y erótico que triunfó en Europa y EEUU.
Claire Waldoff. Conocida como la Reina del Cabaret, no ocultó su orientación homosexual. Fue multada en numeradas ocasiones por vestirse de hombre.
Anita Berber. Introdujo el desnudo integral en el escenario, provocando pasiones y rechazos encontrados del público. Se autoproclamó ‘chica mala’, fruto de los excesos de la cocaína y el alcohol. Estuvo muy vinculada al mundo del dibujo, la poesía y la fotografía.
Lotte Lenya. Austríaca de nacimiento, pronto se trasladó a la República de Weimar para disfrutar de su dinamismo cultural. Sus espectáculos y canciones estaban enfocados a la sátira política, teniendo que huir hacia América junto a su marido, el compositor Kurt Weill, tras la instauración del régimen nazi.
Las letras exaltaban la homosexualidad o la infidelidad, y promovían la promiscuidad del sujeto alemán, convirtiéndose en himnos. La canción más destacada es Das Lila Lied (La canción violeta), considerada por críticos y musicólogos el principal canto a la homosexualidad del momento. Durante esa década proliferaban en Berlín locales frecuentados por LGTB. Entre los locales donde acudían los hombres destaca el Cabaret of the Spider; las mujeres frecuentaban el Café Dorian Grey, o el Toppkeller; y a Eldorado acudían especialmente los transexuales.