Sigue todavía sin suponer ninguna sorpresa para los habitantes de las principales ciudades alemanas el hecho de ir en coche, encender la radio y escuchar en los partes de tráfico, que alguna zona de la ciudad va a ser cortada por haberse encontrado vieja munición de la segunda guerra mundial que no llegó a explotar. Ya han pasado más de 70 años desde el fin del conflicto, pero prácticamente cada día se sigue descubriendo bajo tierra material potencialmente peligroso en alguna parte del país. Unas veces son granadas de mano, y otras bombas de varias toneladas que obligan a evacuar a gran número de personas de sus viviendas, o a cerrar aeropuertos, autopistas o estaciones de trenes. Es entonces cuando estas noticias saltan a la prensa internacional, y causan asombro por un fenómeno apenas conocido fuera de Alemania.
Incluso para los propios expertos es difícil hacer cálculos aproximados de la dimensión del asunto, ya que justo después de acabar la guerra y retirarse gran cantidad de munición que no llegó a detonar, nadie se ocupó de llevar una ‘contabilidad’ de lo que se iba recogiendo. La falta de medios de la época y la prisa que había por reconstruir el espacio habitable, llevaron a creer que se había desenterrado prácticamente todo. Pero este es un error fatal que todavía hoy en día sigue poniendo en dificultades a técnicos e historiadores.
Aun así, los datos que se manejan no dejan de asombrar: desde las costas del norte del país, donde más de un millón y medio de toneladas de munición descansan bajo el agua; pasando por las grandes zonas urbanas e industriales, y hasta las regiones fronterizas con Bélgica, Francia o Austria, se supone que aún quedan en toda Alemania más de 100.000 bombas bajo el suelo. Lo que representaría aproximadamente entre un 5 y un 15 por ciento de toda la munición que cayó desde el cielo en la segunda guerra mundial.
Las áreas más castigadas desde el aire fueron las grandes ciudades y las zonas donde se concentraba la producción industrial. Solo en Berlín, se cree que hay unas 3.000 bombas esperando a ser desactivadas. La ciudad de Hamburgo, que cuenta con un equipo de siete personas dedicado a estos trabajos, neutraliza unos 160 proyectiles al año (casi día sí, día no). También se calcula que alrededor de un 10 por ciento de la superficie para uso civil del Bundesland de Brandenburgo está contaminada con munición antigua. Cada año hay además entre 3 y 5 detonaciones espontáneas en todo el país.
A pesar de estos datos, del hecho de que la mayoría de los proyectiles se encuentran por pura casualidad, y de que muchas veces esas bombas descansaban en zonas muy transitadas, hoy en día no existe una sensación de inseguridad en la sociedad alemana. Esto se debe principalmente a la ausencia de incidentes reseñables en todos estos años. En Berlín, solo ha habido un accidente con víctimas mortales en los últimos 10 años.
Gran parte de ello hay que agradecérselo al personal de bomberos y policía altamente especializado que se juegan la vida mientras retiran cada año de la circulación unas 150 toneladas de munición. En otras ocasiones es la suerte la que evita verdaderas catástrofes, como en el año 2003 cuando unos operarios desplazaron más de 10 metros una bomba que descansaba en frente de la estación de tren de Friedrichstraße en Berlín. Lo que se confundió con una tubería, esparció polvo de TNT por la obra, y pasaron más de 26 horas hasta que a alguien se le ocurrió que quizás habría que avisar a la policía.
De todos los tipos de bombas que se van encontrando, las más difíciles de desactivar son las que estaban diseñadas para explotar un tiempo después de haber sido lanzadas; su objetivo era causar víctimas entre aquellos que abandonaban sus refugios tras el bombardeo principal. Este tipo de bombas, usadas por estadounidenses y británicos, han sido las causantes de varios accidentes con víctimas mortales y grandes destrozos materiales, como el que sufrió el barrio de Schwabing en Múnich en 2012.
Las más peligrosas, sin embargo, por su poder destructor, son las que los británicos llamaban Blockbuster (‘destroza bloques’), que estaban pensadas para que, al explotar, su onda expansiva pudiera levantar los tejados de toda una calle, permitiendo que las bombas incendiarias impactaran después en el interior de los edificios. La RAF (Royal Air Force) lanzó sobre Alemania unas 68.000 durante toda la segunda guerra mundial. Una de ellas, que pesaba casi 2 toneladas, fue la causante el 3 de septiembre del año pasado de la mayor evacuación desde el fin de la guerra. Más de 60.000 personas (incluidos dos hospitales) tuvieron que ser evacuados en Fráncfort.
Ese día tampoco hubo daños personales ni materiales que lamentar. Al final solo se causaron incomodidades para la población evacuada, y los habituales cortes de carreteras y trenes. Parece que así será todavía por mucho tiempo en Alemania. La sombra del recuerdo de la guerra es todavía muy alargada.
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