A partir del 1 de junio de 2018, las oficinas públicas del estado de Baviera deberán colocar una cruz en su entrada. Según el primer ministro bávaro, Markus Söder, con esta decisión el gobierno estatal quiere “expresar el carácter histórico y cultural de Baviera”. La imagen de Herr Söder colocando la cruz en su propia oficina ha sido reproducida en numerosos medios de prensa alemanes. El mensaje es: la identidad bávara es cristiana. Todo el que ingrese en una oficina administrativa sabe que está ingresando en territorio cristiano.
La decisión ha desatado una tremenda controversia en el país. Algunos han destacado que la medida viola los principios constitucionales sobre la neutralidad religiosa. La Constitución no tiene religión. Por tanto, es inconstitucional colgar crucifijos en los espacios administrativos del estado. Otros, sobre todo los partidos políticos de oposición la ven como una jugada para atraer el voto populista de derecha. En octubre de este año hay elecciones regionales. La Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), el partido de Söder, aunque sigue siendo la fuerza mayoritaria, perdió casi un diez por ciento de votos en las últimas elecciones de 2017. Estos votos fueron a engrosar las filas del partido ultranacionalista, antiinmigrante e islamófobo Alternativa para Alemania, AfD. Una cruz en los edificios administrativos podría ayudar a la CSU a recuperar esos votos de vuelta, y reafirma el slogan de que “El islam no pertenece a Alemania”, como no dudan en decir ahora los líderes de la CSU, contradiciendo incluso a la canciller Angela Merkel en Berlín.
Según el líder del partido liberal FDP, Christian Lindner, en este asunto Söder se parece al presidente turco, Erdogan, que le da un uso político a la religión. Y los verdes han dicho que los crucifijos en las oficinas van a dejar por fuera a millones de musulmanes, judíos y ateos alemanes.
La crítica más inesperada ha venido desde el campo religioso cristiano. La iglesia protestante alemana también se lamenta de que se abuse del crucifijo con fines políticos. Y en el frente católico, el jefe de la Conferencia Episcopal Alemana, cardenal Reinhardt Marx, ha dicho que esta es “una expropiación de la cruz en nombre del Estado”, porque la cruz, antes que un símbolo cultural es un símbolo religioso. Y denuncia que esto va a generar “más división, malestar y animosidad” de la que ya hay en el país.
Para gran escándalo de la ultraderecha, que ve en esta actitud de los cristianos una “capitulación” frente al islam. Es decir, la prueba de que los musulmanes están ganando espacio.
Pero la controversia por la cruzada de Markus Söder y sus aliados de la CSU ha tomado también un giro humorístico en los medios de prensa. En Twitter han circulado parodias de la foto original de Söder mostrando la cruz. Con un poco de Photoshop, en vez de la cruz se le ve con un enorme puerro, o con una botella de cerveza (lo cierto es que como identidad cultural la cerveza haría sin duda un mejor rol), o con un enorme letrero que dice “El exorcista”. Pues esa es la idea tras la nueva ley: exorcizar los demonios que habitan el país.
En este tono jocoso escribe también Claudius Seidl, periodista del Frankfurter Allgemeine, cuando compara a Söder con el famoso cazador de vampiros Abraham van Helsing, en la novela Drácula de Bram Stoker. Según el artículo, la cruz había sido siempre solo una señal, incluso en la época de las cruzadas. La cruz como arma aparece por primera vez con esta novela, cuando van Helsing descubre que los vampiros les temen a las cruces. En la foto, Markus Söder esgrime la cruz al estilo de van Helsing en las películas, para espantar el mal. Además, si nos acordamos bien, van Helsing ataca al vampiro no en Transilvania sino cuando Drácula emigra a Londres –malvado inmigrante– en donde ataca a mujeres (como pasó aquel año viejo en la ciudad de Colonia), y se pone a comprar bienes raíces para que vengan a vivir allí otras sanguijuelas del sureste de Europa. Otro detalle curioso que destaca Seidl es que, casualmente la historia de Drácula sucede en la frontera entre el mundo cristiano y el musulmán.
Pero aparte de bromas, esta ley representa un importante paso atrás en las políticas de integración del Gobierno alemán. Colgar cruces en lugares constitucionalmente neutros no va a promover precisamente la tolerancia, ni estimulará la reconciliación entre las diferentes culturas que viven en el territorio. Al contrario. En su mirada de corto plazo (las próximas elecciones), partidos políticos como la CSU no se dan cuenta de que no es mirando hacia atrás –hacia la historia, las cruzadas, las tradiciones– sino hacia adelante, en donde van a encontrar fundamentos para políticas acordes con la nueva realidad multicultural, multirracial y multirreligiosa de estos tiempos.