Detalle de arquitectura soviética
Desde que comenzó la guerra en Siria y miles de personas pasaron de tener una vida normal a convertirse en apátridas y refugiados, observo como aparecen de vez en cuando noticias sobre familias sirias acogidas en Occidente que piden volver a casa. Prefieren regresar a su país en guerra que ser unos parias del primer mundo. Porque lo que a nosotros nos vale, a ellos no. Porque por mucho que podamos ofrecer hay algo que siempre falta: la tierra. No todos lo entienden. Los comentarios que siguen a este tipo de noticias están cargados de racismo, clasismo y un complejo de superioridad que adolece de una terrible falta de empatía.
Esa incomprensión, que se vuelve tan violenta y radical en las redes sociales, se describe de una manera mucho más poética y elegante en la novela La hija del comunista, de Aroa Moreno Durán, reciente ganadora del Premio El Ojo Crítico de Narrativa 2017. Un libro que nos lleva de nuevo al Berlín dividido para contarnos una epopeya sin heroínas. Y es que la historia de Katia, la protagonista de este libro, nos desgarra por la actualidad de lo narrado: el dolor de una huida, aunque sea buscada, la nostalgia de una pérdida, aunque esta vaya unida a patrias y a banderas tanto o más que a los seres queridos, y la arrogancia de los falsos anfitriones, cuyos brazos abiertos están cargados de hipocresía.
Pero, además, La hija del comunista es una novela con cierto aire costumbrista y muy bien documentada. No en vano su autora es periodista y para la creación de la novela contactó con hijos de exiliados españoles, visitó el archivo de la Stasi y recorrió las cicatrices que aún sobreviven en nuestra ciudad. Quizá por eso es tan fácil imaginarse el paisaje gris que nos muestra a través de los ojos de la niña Katia. Un Berlín oriental en plena reconstrucción, un estado socialista repleto de ideales y también de imposiciones y límites. Muchos. El más doloroso es ese muro que no protege, solo aísla: «¿Has pensado lo que sería estar aquí para siempre?», se pregunta más de una vez la narradora. Y el lector no puede por menos que sobrecogerse ante dicha interpelación.
La hija del comunista es mucho más que un libro sobre el muro de Berlín, aunque este marque el destino de todos sus personajes. Tampoco es una historia de amor de final trágico, aunque sea el amor el impulso que desencadene la huida. La hija del comunista es un libro sobre las raíces y el desarraigo. Sobre el drama del exilio. Sobre las consecuencias que las decisiones de los grandes gerifaltes en sus despachos tienen sobre la vida cotidiana de los que nos pintamos nada y lo único que ansiamos es ser felices. Pero ni eso nos dejan.