El escritor Luis Fayad / Fotografía: Jaime de Lorenzo
En 1978, Luis Fayad publicó en España su novela Los Parientes de Ester, y desde entonces su nombre aparece registrado junto con los grandes autores colombianos de su generación. Esta novela que el joven Fayad llevaba inédita en su maleta a mediados de los años setenta cuando viajó a París como estudiante, pronto se convertiría en un hito de la literatura colombiana del siglo XX. Hay un antes y un después de esta novela en la trayectoria novelística del país.
REVISTA DESBANDADA: Los parientes de Ester está considerada como la novela que rompió con el realismo mágico en Colombia.
LUIS FAYAD: Europa y Estados Unidos exigían este tipo de literatura de Latinoamérica, que fuera exótica, que tratara temas del campo, la violencia, la pobreza, el paisaje, la fantasía. En esta manera de mirar a Latinoamérica hay una visión que viene desde los cronistas españoles. Ellos escribían lo que sabían que querían leer en España, y no les importaba exagerar e inventar. Los cronistas no dejaron testimonio de lo que eran las comunidades indígenas como personas, cómo pensaban, qué sentían.
Fayad no estaba interesado en narraciones mágicas sino en los dramas y conflictos de la clase media urbana bogotana, que vienen a ser más o menos los mismos que los de cualquier clase media urbana del mundo. La novela fue traducida al alemán en 1987, Auskunft über Esters Verwandte, y obtuvo en su momento una enorme divulgación y excelentes reseñas en los principales medios de prensa alemanes. Ya desde esos años, Europa empezaba “a abrirse a otra clase de literatura latinoamericana, no solo la que se divulgaba por sus escenarios exóticos, que era una condición para ser traducida”.
Fayad nos dio cita en Araban Backwaren, una pastelería y café de alemanes de origen turco en pleno Kreuzberg. Hacía frío ese día. No era de extrañar que no hubiera nadie sentado en la terraza, aunque las mesas estaban dispuestas como si ya hubiera entrado la primavera.
«Europa y Estados Unidos exigían de Latinoamérica una literatura exótica. En esta manera de mirar a Latinoamérica hay una visión que viene desde los cronistas españoles. Ellos escribían lo que sabían que querían leer en España, y no les importaba exagerar e inventar.»
RD: ¿Por qué este lugar?
LF: Porque vengo aquí todos los días. También voy a Café Tinto, casi a diario, otra cafetería del barrio. Los dueños son kurdos. Me conocen, y yo los conozco.
RD: Después de que saliste de Colombia en los setenta, estuviste moviéndote un poco por Europa, primero en Francia, después en Suecia, en diferentes partes de España, hasta que llegaste a Berlín en 1986 con una beca, y aquí te quedaste.
LF: En esa época no era difícil quedarse, había muchas oportunidades de trabajo. Pude vincularme al Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre como profesor y conferencista de literatura. Las universidades me invitaban a hacer reuniones e intervenciones durante los cursos de literatura. Pude mejorar mi alemán y trabajar como traductor y como asesor para el doblaje en español de películas y programas de radio. También he trabajado en la coordinación de eventos culturales.
El escritor Luis Fayad / Fotografía: Jaime de Lorenzo
RD: En esos primeros años todavía estaba el muro partiendo la ciudad en dos. ¿Cambió algo tu vida y la de tu familia con la desaparición del muro?
LF: No cambió nada. Sobre lo que pasaba en Berlín a la caída del muro, muchas veces se enteraba más la gente de fuera de Berlín, o de otras partes de Alemania, que los que vivíamos aquí, los que estábamos metidos en la transformación. La gente decía que éramos unos privilegiados por el cambio, porque enseguida empezaron hacerse muchas obras para reconstruir la ciudad: el metro, las vías de comunicación en general, el teléfono. Pero fueron tantas obras a un mismo tiempo, que antes que privilegio, para los que vivíamos en Berlín, era una incomodidad.
Por otro lado, la reunificación de Alemania costó mucho dinero. Eso significó una disminución de los presupuestos para la vida cultural. Antes de la caída, en Berlín había muchos más subsidios para proyectos culturales. La Alcaldía y el Senado de Berlín daban mucho dinero a cualquier solicitud que se les hiciera, para actos culturales, lecturas, teatro, talleres de escritura, espectáculos de música, traducciones. No era difícil obtener estos subsidios porque Berlín occidental era una ciudad aislada; no mucha gente, sobre todo, no muchos alemanes, querían venir a quedarse aquí, no les gustaba Berlín occidental, y se sentían igual de extranjeros que los otros extranjeros. La gente iba y venía. Los eventos culturales servían para atraer gente. Unos años después del cambio empezó a notarse la diferencia. Disminuyó el apoyo a la cultura y la inversión en las carreras de humanidades en las universidades.
«Sobre lo que pasaba en Berlín a la caída del muro, muchas veces se enteraba más la gente de fuera de Berlín que los que vivíamos aquí, los que estábamos metidos en la transformación.»
RD: Se dice que Berlín es una ciudad pobre.
LF: Sí, lo es en comparación con las otras grandes ciudades alemanas. Aquí los sueldos no son muy buenos. Lo que ha pasado en los últimos años es que en Berlín ha aumentado bastante la posibilidad de trabajo en muchos sectores, incluso en el sector cultural. Por ejemplo, en las ediciones de libros, hay instituciones, fundaciones que dan apoyo; han surgido revistas que vuelven a tener buena circulación, los centros culturales se empiezan a sostener mejor. Las salas de cine están hoy mejor.
RD: En una entrevista que diste recientemente a un medio colombiano dices que Berlín es una ciudad que amas, pero no tanto como amas a Bogotá, que está presente en tus novelas, aunque no la nombres. Ahí dices que esa es la ciudad a la que quisieras regresar después del exilio voluntario en el que vives que, para tu gusto, se ha alargado más de la cuenta. Tu última novela, Regresos (2014), trata de la historia de un colombiano que después de veinte años de vivir en Canadá regresa al país. ¿Has pensado de verdad regresar? ¿Tienes a veces nostalgia?
LF: Yo no tengo nostalgia de ningún lado. De la nostalgia solo conozco la palabra. No tengo nostalgia de Colombia porque estoy en contacto con el país, y cuando estoy allá no siento nostalgia de Berlín porque sé que voy a volver. Voy con frecuencia a Colombia. A veces me quedo allá bastante tiempo, hasta un año, pero nunca voy con el plan de quedarme definitivamente. No extraño la vida en Colombia, quizás porque estoy en constante comunicación con los amigos de allá, con los medios literarios. Todo lo mío sale en Colombia. Mi contacto con Colombia es importante para mi trabajo.
El regreso no es un conflicto personal. Se escriben muchas novelas de gente que sale de su país. Este es un tema que interesa, y este tipo de novelas tiene gran éxito. Sobre todo en el país del autor. Pero eso no fue lo que yo pensé cuando escribí Regresos, una novela en la que el personaje no encuentra lo que fue a buscar en su país, pero en cambio encuentra lo que no fue a buscar, algo que existía y de lo que él nunca se había dado cuenta.
RD: Sí, esto es algo que nos sorprende a los lectores porque resulta con algo que uno no esperaba.
LF: Así es, él se encuentra con personas sencillas con quienes, mientras vivió allá, nunca tuvo relación. Ahora, al volver, encuentra amistad y lealtad en esas personas. Este fue el tema que me motivó a escribir esta novela: la posibilidad de intimidad que se puede alcanzar con personas que pertenecen a medios sociales diferentes a ese en el que nos hemos movido siempre. El personaje, Gonzaga, no se siente bien con las convenciones con las que vivió antes, el de una familia de clase media alta, y al volver a Colombia no quiere volver a hacer parte de ese mundo, por eso se acerca a otro tipo de gente.
«Regresos es una novela en la que el personaje no encuentra lo que fue a buscar en su país, pero en cambio encuentra lo que no fue a buscar.»
RD: Es una novela que comienza con una gran desilusión y termina con un optimismo enorme.
LF: Sí, esa era la idea. Si no hubiera sabido eso, no la escribo. No quería contar solamente el regreso o el fracaso del regreso. El regreso es aquí algo positivo: es el encuentro con un país que él no conocía.
RD: Sin embargo, Ernesto Gonzaga al final decide no quedarse en su país y vuelve a Canadá.
LF: Sí, porque sabe que si se queda no podrá escapar al medio social del que hacía parte antes, y que lo hubiera apartado de este nuevo medio social descubierto, que le despertó afectos que nunca había sentido. El encuentro con esta gente fue el verdadero éxito de su regreso.
Luis Fayad / Fotografía: Jaime de Lorenzo
RD: Ahora has vivido más tiempo en Berlín (32 años) que en Bogotá, una ciudad de la que te fuiste cuando tenías 29 años. Cuando regresas, ¿encuentras todavía la ciudad de tu infancia y juventud?
LF: No, todo está ahora muy cambiado. Algunas de las casas en las que viví, ya no existen, las han convertido en edificios, o en bodegas. También la vida en los barrios, Chapinero, Palermo, ha cambiado mucho. Una vez le dije a un amigo, «voy a recorrer estas calles»; me dijo, «no vayas, no vas a encontrar lo que vas a buscar». Ha habido un cambio de vida. La gente se ha trasladado a otros barrios muy lejos del centro porque cree que son mejores socialmente. Han abandonado los mejores sitios en cuanto a ubicación, creándose una incomodidad terrible porque el transporte en Bogotá es malo. Los barrios viejos se han ido deteriorado. Aunque quedan todavía algunas fachadas, algunas calles bien conservadas.
RD: Alguna vez te preguntaron, qué obra literaria te gustaría haber escrito y contestaste, una novela sobre Berlín. ¿Estás pensando en una novela sobre Berlín?
LF: Me gustaría escribir una novela sobre Berlín, lo que pasa es que yo no pienso las novelas, sino que me llegan. Nunca he escrito novelas que transcurren fuera de Colombia. Cuando escribo sobre algo fuera de Colombia es periodismo. He escrito artículos periodísticos sobre Berlín. Creo que debería llegarme una novela sobre Berlín, pero no me ha pasado. Hay muchos escritores que escriben sobre lugares que creen que conocen, se esfuerzan, pero no saben para dónde van. Porque escribir sobre una ciudad no es solamente describir la ciudad, nombrar las calles. Conozco muchas novelas en las que se nota que los autores se han esforzado por poner los nombres de las calles, las esquinas, pero no le sacan el alma a la ciudad, que es lo importante. No basta con que los hechos transcurran en una ciudad.
RD: ¿Te consideras un berlinés? Lo pregunto porque esta es una ciudad llena de extranjeros, y de gente de otras partes de Alemania, que se han convertido en verdaderos berlineses.
LF: Lo que pasa es que ciudades como Berlín, o París, no podrían ser lo que son si no hay gente de afuera. Yo por lo general, en los lugares en donde he vivido me siento de ahí. Aquí no me siento más extranjero que cuando estoy en mi país. Aquí vivo integrado, no tengo una sensación de extrañeza.
«Me gustaría escribir una novela sobre Berlín, lo que pasa es que yo no pienso las novelas, sino que me llegan.»
RD: Además, el español es una lengua importante en Alemania. Hay una enorme cantidad de actividades culturales en español, hay incluso editoriales.
LF: Sí, cuando nosotros llegamos a Berlín occidental en 1986, la única comunidad grande extranjera era la de los turcos. Es decir, la de alemanes de origen turco. La presencia alemana era completa en todos lados. Los empleados de los supermercados, los obreros, los limpiadores. Había una comunidad vietnamita, pero vivía en Berlín oriental. No había una comunidad fuerte de extranjeros de este lado. Ahora se oye hablar español por todas partes. Al principio eran sobre todo españoles, pero ahora hay gente de toda América Latina.
RD: Hay una lista larga de escritores que escriben y publican en español en Alemania. Como autor que escribe en español, ¿eso te beneficia de algún modo?
LF: No, hasta ahora no me he dado cuenta de esto. En mi trabajo yo estoy mucho más vinculado a Colombia y a España. Y si estoy vinculado aquí a algo es a través de medios alemanes, o de institutos españoles como el Cervantes, el Instituto Iberoamericano, y algunas universidades.
RD: Como dice tu colega Esther Andradi, los escritores extranjeros viven aquí, pero en el fondo lo que quieren es el reconocimiento de su país de origen, ese es el destinatario de sus ficciones. ¿Estás de acuerdo con esto?
LF: Indudable. Eso está claro, lo primero es que me consideren buen escritor en mi país, porque si uno es buen escritor en su país es buen escritor en cualquier parte del mundo. Es indudable que uno escribe para un lector, o si no, no corregiría tanto. Mi lector es un lector colombiano. Yo publico mis libros en España con la condición de que me los dejen publicar también en Colombia o los manden inmediatamente a Colombia. Esto es indispensable.
«Berlín es un cuento» es una serie de entrevistas con autores hispanoamericanos residentes en Berlín. El título proviene de la novela de Esther Andradi que lleva este mismo nombre.