En Berlín ven la luz cada año más de 500 empresas vinculadas a la tecnología, lo que ha convertido a la capital alemana en la segunda ciudad europea en inversiones de capital riesgo, superada hasta el momento únicamente por Londres que, después de que el Reino Unido decidiera su salida de la UE, ha visto como algunos inversores optaban por retirar sus fondos de la capital británica. Sus alquileres comparativamente baratos, unidos a su chispeante vida cultual y nocturna, parecen señalar a Berlín como nuevo centro neurálgico del desarrollo tecnológico europeo.
Arm aber Sexi
Tras la caída del muro, la ex República Democrática Alemana sufrió una fuerte desindustrialización como consecuencia de la unificación monetaria, que establecía una tasa de cambio de 1 DM por 1 DDR Mark. La industria de la antigua Alemania del Este vio como dejaba de ser competitiva, tuvo que endeudarse y pasó a depender económicamente de los estados del Sur, auténtico motor financiero del país. En Berlín esto se tradujo en unas cifras de desempleo que duplicaban la media nacional y en un estancamiento del PIB que se mantendría hasta principios del s. XXI. Esto explica por qué, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de países europeos, la capital administrativa de Alemania no coincide con la económica. Tanto el PIB como el salario medio en Berlín son sensiblemente más bajos que en estados como Baviera o Baden-Württenberg.
El bajo nivel de vida de la capital alemana, con sus alquileres baratos, sus abundantes espacios vacíos y la efervescencia propia de una ciudad en construcción, originó en la década de los 90 un flujo constante de artistas e intelectuales que se prolongará hasta nuestros días, propiciando así el surgimiento de la vibrante escena cultural internacional que constituye hoy el principal activo de la ciudad: Berlín mola. Lo saben los 12 millones de turistas que la visitan cada año y los miles de creadores, inversores o trabajadores cualificados que vienen para quedarse.
Silicon Berlin: cronología
En 2007 Berlín alcanza un superávit económico por primera vez en su historia como Bundesland y desde entonces ha visto nacer a más de medio millón de empresas relacionadas con la tecnología.
En 2011 se inaugura el campus tecnológico Silicon Allee, un parque empresarial y punto de encuentro para emprendedores y nuevos talentos, situado en un complejo de 7.500 m² en el centro de la ciudad, que se presenta a sí mismo como la embajada de la escena Startup en Berlín. Además de oficinas, ofrece espacios de coworking, apartamentos de coliving, y craft beer, porque nada estimula más la creatividad que un poco de alegre codrinking.
En 2013 se pone en marcha la iniciativa Deutschland Startet, un programa estatal que ofrece asesoría gratuita y mentoring a nuevos emprendedores, que tiene como objetivo promover y desarrollar nuevas ideas, Startups y proyectos de autoempleo tomando como referente el Silicon Valley estadounidense, cuartel general de compañías como Apple, Facebook, Ebay o Microsoft.
En 2016 los británicos votan a favor de abandonar la Unión Europea y Londres, hasta el momento epicentro del desarrollo tecnológico europeo, se enfrenta a un futuro incierto. Una encuesta publicada el mismo año por Inc. Reports revela que más del 25 % de empresarios consultados señalan a Berlín como enclave preferido para la creación de Startups.
Startup Treck
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de Startups?, se preguntarán-como hice yo- algunos. Este neologismo se usó originariamente para designar a aquellas compañías de reciente creación-esto es importante porque una empresa deja de considerarse emergente cuando cumple los 2 años de vida- cuyos productos o servicios, a menudo de mierda, se basan en el desarrollo de tecnologías que permitan simplificar procedimientos cotidianos, así como en el uso constante de las plataformas de Internet, ya sea para mantener una comunicación permanente con clientes y potenciales, enfocada a la consecución de ventas masivas, o para efectuar las transacciones propiamente dichas.
La trayectoria ideal de una Startup empieza con una idea. Para conseguir el capital inicial que le permita poner en marcha su empresa, el aspirante deberá convencer, bien a un banco convencional (LOL), a sus desdichados familiares o amigos (lo que se conoce como FFF: Family, Friends & Fools), a mogollón de gente a través de una plataforma de Crowdfunding (que no es más que una variante del FFF) o atraer la atención de una empresa de gestión de fondos de capital riesgo. Esto último, sin embargo, no es probable que suceda hasta estadios posteriores, cuando la empresa se encuentra en fase de crecimiento y ya se adivinan dineros futuros. No vas a pescar un tiburón sin algo apetitoso en el anzuelo.
Si en 2018 aún albergas la esperanza de inventar una App, vendérsela a Google y entregarte al desenfreno en Honolulu, ya me sabe mal, pero me veo en la obligación de informarte de que llegas 20 años tarde. Lo más probable es que: a) tu idea se le haya ocurrido a otro antes que a ti; b) no sea, en realidad TAN buena idea. Aunque, también te digo, hay por ahí Apps petándolo que te cambian automáticamente la foto de Twitter si detectan que la has cambiado en Facebook y-espero-viceversa; c) no consigas levantar el proyecto. E incluso aunque lo lograras, aquí, como en el porno, lo que cuenta es durar. Según la revista Forbes solo 1 de cada 10 Startups superará los 18 meses de trayectoria. Y entonces, añado, habrá dejado de ser una Startup y estará lista para que algún gigante se la lleve calentita.
Últimamente he estado en contacto con varias empresas del palo, diría que para documentarme para este artículo, pero estaría mintiendo. La verdad es que he estado buscando curro (si os enteráis de algo…) y de lo que me he dado cuenta es de que muchas de las compañías que están buscando personal internacional a través de los portales digitales de empleo para cubrir puestos relacionados con el desarrollo web, el posicionamiento en buscadores o la internacionalización de sus páginas, hace rato que, por definición, dejaron de ser Startups. Y, en honor a la verdad, es raro que se anuncian como tales. Pero mantienen una, llamémosle, estética de Startup. Se trata de empresas jóvenes, tecnológicas, situadas en maravillosos lofts diáfanos, cuya ausencia de despachos pretende ser un reflejo de su ausencia de jerarquías. Con su fruta (fresca) gratis, su Club Mate, sus futbolines, su team building y su paintball, que ponen a disposición de sus entregados empleados para que estos se identifiquen con la empresa, se sientan afortunados por trabajar allí y que, por lo tanto, estén dispuestos a darlo todo, baby.
Para ti, que eres joven[i]
Yo, que tan joven, tan joven, tampoco, he visto cosas que, probablemente, sí creeríais. He hecho turnos de noche por 6 euros la hora en restaurantes infames donde me hacían pagar por mi propia comida. He sido amonestada por pasar demasiado tiempo en el cuarto baño, mientras agitaban ante mis estupefactas narices un documento en el que se especificaban los minutos que había dedicado al menester en una semana, con desglose por incursión, subtotal diario y total semanal (lo juro). Yo, que una vez tuve que matar a un ratón [ii] y deshacerme de su cuerpo para entrar en la barra del bar donde trabajaba. Yo, decía, me preguntaba ¿qué tiene de malo que las empresas hagan un esfuerzo para que el currito esté a gusto? Para que comprenda el producto y se implique emocionalmente con su puesto de trabajo. Para que, en definitiva, sea un poco más feliz en el lugar en el que va a permanecer la mayor parte de sus horas de vigilia. ¿No es esto lo contrario a la alienación de la clase trabajadora? UN MOMENTO. Danger. Cuidao. Hold your horses!
Lo cierto es que el pensamiento positivo y la aparente disolución de las jerarquías en la empresa actúan en detrimento de la capacidad crítica del trabajador. A medida que aumenta la identificación del individuo con la compañía para la que trabaja, disminuye su potencial de generar conflictos. No es casual la asombrosa creatividad de la que hacen gala las empresas emergentes a la hora de inventarse títulos guays para sus distintos puestos. Aquí hasta el conserje es manager, porque la etiqueta que lleve el rol que el trabajador desempeñe, pasará a definirle como persona. Esto, sumado a la disponibilidad total que facilita el estar permanentemente conectado gracias a las redes, difumina los límites entre el tiempo de trabajo y el de ocio y el empleado, hipermotivado, corre el peligro de perder la conciencia de clase al sentirse recompensado por el trabajo en sí mismo puesto que este pasa a convertirse en la pieza clave que le permite definirse. Suena barato, ¿no? Porque, dos cositas: 1. ¿Cómo de fácil es sentirse orgulloso de tu labor en una emergente tecnológica? Quiero decir, habrá excepciones, no digo que no, pero básicamente venden humo, la nada más absoluta: productos y servicios absolutamente prescindibles y que solo tienen sentido en un contexto de capitalismo supetecnológico, cada vez más alejado de las verdaderas necesidades. El único reconocimiento real se produce dentro de los límites de la propia escena Startup, ya que el aporte a la sociedad afuera, simplemente, no existe. Y 2. ¿A cómo iba la hora de Office Manager? Entiendo.
El molar se va a acabar
¿Puede el sector del desarrollo tecnológico seguir creciendo indefinidamente? ¿Es cierto que muchas de estas empresas de reciente creación carecen de valor real y que se están cotizando en función de su crecimiento y no de los beneficios que generan? ¿Ha llegado el momento de hablar de una burbuja?
Cuando, debido a la especulación, los precios de un producto o un activo suben de manera artificial, alejándose cada vez más de su auténtico valor, hablamos de una burbuja financiera. El ramo ya experimentó la llamada burbuja de las puntocom entre 1997 y 2000, que tuvo como causa el incremento desorbitado del valor bursátil de las empresas de Internet y culminó con el colapso del NASDAQ (bolsa de valores electrónica) en marzo de 2000.
¿Qué repercusión tendría en Europa y, por lo tanto, en la ya no tan incipiente escena Startup berlinesa una crisis en los States? Es difícil contestar a esta pregunta. Parece evidente que en Europa, en parte quizás porque no había tanta pasta para invertir, las valoraciones a emergentes no se han disparado tanto como en EE.UU., pero hay dos factores que no podemos obviar. En primer lugar, las numerosas tecnológicas estadounidenses que han establecido sucursales en Berlín. Compañías como Facebook, Paypal o Airbnb disponen de oficinas en la capital alemana, donde, además, encontramos capital proveniente de los EE.UU. en programas de creación y desarrollo de Startups, lo que se conoce como incubadoras. En segundo lugar, a pesar de que las valoraciones de las Startups europeas no estén tan hinchadas, sería absurdo creer que una crisis en los EE.UU. iba a pasarles de largo. En un sector tan dependiente de la inversión de riesgo, el sonido de una burbuja deshinchándose a lo lejos puede tener consecuencias fatales.
Es difícil, por lo tanto, hacer previsiones de futuro, especialmente para la que esto escribe, que no es economista, ni ganas, gracias. La especulación y el turismo cutrón van acabando con la materia prima de Berlín: su capital molante se extingue y el ambiente de ebullición cultural deja paso a una creatividad aparente, vacía y supeditada a unos objetivos, que en realidad son siempre el mismo.
La tecnología ha cambiado el paisaje humano y económico de nuestras ciudades y ha posibilitado la aparición de nuevas formas de interactuar sin las que no podemos y no queremos imaginarnos la vida. La tecnología mola, por supuesto. Nos la quedamos porque nos pertenece, faltaría más. Pero, ¡ojo avizor! No vaya a quitarnos más de lo que nos da.
[i] Es posible que el lector sea tan joven que no haya advertido que el título de este párrafo hace referencia a una sección de la revista El Jueves creada por Manel Fontdevila y Albert Monteys que se publicó entre 1997 y 2014.
[ii] El animal había ingerido algún tipo de veneno y agonizaba cuando yo lo encontré. Considero mi intervención un acto de gracia y no un asesinato. Nunca me he arrepentido.