Los muros cotidianos: el diario de una joven turca en el Berlín de los setenta

El libro ‘Extrañas estrellas’ de la escritora turca Emine Sevgi Özdamar retrata el Berlín del muro con detalle, en su complejidad y desde los lugares más cotidianos. Os hablamos de esta imagen de Berlín que la joven artista turca reflejó en su libro y de la radical actualidad de su perspectiva.


Antes de nada, voy a confesarme. Soy adicta a Berlín. Para curarme solía venir una o dos veces al año. También procuraba leer todos los libros que contenían la palabra Berlín en la portada. Pero nunca funcionó. Al final no me quedó más remedio que mudarme aquí. Seguí leyendo libros sobre la ciudad, más por vicio que por necesidad, pero estos ya no tenían que ser tan evidentes. Fue así como Extrañas estrellas (Seltsame Sterne starren zur Erde en el original) llegó a mis manos. La palabra Berlín no aparecía por ningún lado, pero al abrirlo leí algo todavía más sugerente: «Wedding – Pankow 1976/1977».

Vivo en los límites del Ring, allá en su parte norte y estoy hasta la coronilla de lo cool que es Kreuzberg. De que lo acapare todo. Así que bienvenido sea Wedding. Bienvenido Pankow. Bienvenida esta bellísima novela.

Pero pongamos al lector en contexto. Emine Sevgi Özdamar, actriz y escritora, se exilia de Turquía en los setenta tras un golpe de estado. Enamorada del teatro de Bertold Brecht, consigue un puesto como asistente de Benno Bresson, director artístico en aquella época del Volksbühne. Y se muda al Berlín dividido de los años setenta. De ahí surge este diario, en el que la autora nos cuenta el día a día de la ciudad pero también de su propio trabajo en el teatro, plasmado en dibujos de las escenografías, apuntes de escenas y ensayos que hoy forman parte de los archivos de la Academie der Künste de Berlín.

Aunque quizá lo más destacable del libro es la cotidianidad a la que nos permite asomarnos, una rutinaria normalidad que no deja de sorprender a los que observamos aquellos años de muro y división como algo excepcional. Al principio de Extrañas estrellas su protagonista cruza diariamente el muro para ir a trabajar. Cambia sus marcos federales por marcos democráticos, fuma cigarros distintos y pasea por una ciudad que siente como dos, preguntándose si la nieve que ve caer a un lado estará cayendo también en el otro. En esa parte de la novela la protagonista vive en una comuna de estudiantes alemanes por la que se dice que también pasaron los Baader-Meinhof. Pero este ni siquiera es el tema, solo es algo que se cita de pasada, porque lo que importa son las observaciones que anota una joven turca exiliada, recién llegada a ese Berlín inquieto de finales de los setenta.

Özdamar deja constancia de la libertad sexual de sus compañeros de piso, de su machismo, de las teorías feministas de sus compañeras, de la miseria de las prostitutas del bajo de su edificio, de las ambiciones de los emigrados turcos que se ahogan en el alcohol. Pero lo hace sin excesos, porque esta no es una novela de sexo, drogas y rock and roll, sino más bien de teatro, cotidianidad y muros. El que cruza con visado de permanencia después de unos meses. Y ahí continúa este diario, con ella como habitante extraordinaria de la RDA. Y al igual que hacía al otro lado del muro, la autora reflexiona sobre lo que ve sin tomar partido y eso es quizá lo más interesante de la novela, que no juzga, solo anota lo que ve y lo que siente. Las conclusiones, las deja para el lector.

Estas son las mías. A través de sus páginas y de su estilo delicado y poético, la autora nos dibuja el día a día de un lugar que la historia de los vencedores se ha empeñado en dibujarnos tremendamente gris. Un Berlín que trataba de respirar libre dentro de sus limitaciones, donde sus habitantes amaban, creaban, reían y soñaban con la misma intensidad que lo hacían sus vecinos del oeste. O tú misma.

Lo cierto es que es un buen momento para leer Extrañas estrellas. En los últimos meses el Volksbühne ha protagonizado, a su pesar, uno de los últimos escándalos gentrificadores de la ciudad. El nombramiento como director de Chris Dercon, comisario de arte con una limitada experiencia teatral, en detrimento de Frank Castorf, que llevaba 25 años en el puesto, ha sido visto por muchos como la homogeneización y globalización de un espacio que se caracterizó siempre por su transgresión. La ocupación del teatro en septiembre por parte de colectivos artísticos lanzó de nuevo una pregunta al aire: ¿qué modelo de cultura queremos ofrecer en la ciudad? Si bien esta novela no nos ayudará a resolver la cuestión, nos permitirá acercarnos a una visión diferente del Volksbühne y del panorama cultural berlinés.

Revista Desbandada