Un texto de Sebastián Trujillo.
Había regresado. Pero no recordaba nada. Era como si se hubiera golpeado en la cabeza al caer al piso, luego de haber estado volando durante mucho tiempo por cielos negros y azules.
La madre que eligió lloró cuando se lo pusieron en brazos, envuelto en una toalla manchada de sangre. En su cara, hecha de burbujas de sudor y lágrimas por el parto, se dibujó una expresión de incertidumbre por su destino.
Tenía siete años aquella tarde en el bosque. A su familia le avergonzaba las deformaciones de su apariencia, porque le daban aire de algo tan vetusto como los arboles que le rodeaban. Iba solo. En un camino lleno de hojas. Sonreía y cargaba el saxofón en el esqueleto jorobado.
Un ave plateada cayó a sus pies. El niño la recogió. Su llanto humedeció las alas rotas reposándole en las líneas de las manos.
En el firmamento fueron acumulándose nubes rojas. El pequeño puso el ave encima de una hoja y empezó a tocar el saxo. Por primera vez lo hacía de una manera tan hermosa que el mundo dio la impresión de ser un lugar capaz de rehabilitar al hombre más incrédulo. Lo que sea que hubiera estado dormido en su interior por fin había despertado para conseguir su revancha. Estaba destinado a sonar melodías eternamente en el paraíso.

Sebastián Trujillo Sanclemente es comunicador social y periodista con énfasis en prensa, egresado de la Universidad Sergio Arboleda, Colombia. Nació en Barranquilla. Trabajó en seguimiento.co, periódico virtual de Santa Marta, Colombia. “Mi alma es del Caribe y ahora sobrevivo en Berlín”, dice. 27 años.
Foto de portada: Death Song © Lou Patrick Mackay (Opawapo) Email: loupatrickmackay@gmail.com