La máquina inexacta de la memoria: El lienzo de Benjamin Stein

El lienzo (2010) de Benjamin Stein, traducida al español, es una de las mejores novelas alemanas de la última década. Una aventura del pensamiento que también nos invita a jugar con el objeto libro: el lector decide con qué historia comienza y el orden en el que va siguiendo la trama. Lo maravilloso es que funciona.

Basada en un hecho real, el escándalo del que fue protagonista Binjamin Wilkomirskis quien en los años noventa falsificó sus memorias como víctima del Holocausto, la novela trata del valor del recuerdo, de la credibilidad del propio recuerdo, y de la construcción de una identidad en un juego donde falsificación y verdad aparecen como dos posibles caras de una misma medalla: la historia que se narra. Un juego donde la piedra preciosa será un concepto central en la cábala, el tikkun: el proceso de curación, de reparación de algo roto por superación bajo una nueva forma

Corren tiempos actuales y a uno y otro lado del libro comienzan dos historias que se encontrarán exactamente en el medio, en el showdown que tendrá como protagonistas a ambos narradores: Jan Wechsler y Amnon Zichroni. Este último posee un sexto sentido: el don de sumergirse en los recuerdos de otras personas. Nacido en Jerusalén y criado estrictamente en la ortodoxia judía, cursa sus estudios en los Estados Unidos para luego instalarse en Zurich como psicoanalista. Allí conoce al luthier de violines Minsky, a quien incitará a escribir sus memorias como forma de reelaboración de los traumáticos sucesos que vivió en su infancia en los campos de concentración nazis. La existencia de ambos se pondrá en juego cuando el escritor Jan Wechsler afirme que el libro de Minsky no es más que pura ficción. Diez años más tarde a un escritor y editor también judío practicante le entregan un día de shabat una maleta que supuestamente él había declarado como perdida en un vuelo a Israel. Esta efectivamente lleva su nombre, pero esa maleta no le pertenece y tampoco es él el autor de un libro que encuentra dentro de ella y donde también figura su nombre en calidad de tal: Jan Wechsler. ¿Quién es él? Sus recuerdos, su  biografía no coinciden con los del autor de Mascaradas,  aunque todo se confabule para identificarlo con él. ¿Acaso él no existe? ¿Acaso alguien pretende apropiarse de su biografía para suplantarlo en algún momento? Siguiendo las huellas de esta maleta y en busca de su propia identidad, Wechsler emprenderá un viaje a Israel, escenario donde finalmente se encontrará cara a cara con Amnon Zichroni.

Con escenarios originales que abarcan diversas estaciones de la ortodoxia judía, desde Jerusalén a Nueva York, desde los asentamientos israelíes del Westbank a Munich y a Berlín –incluyendo el Berlín Oriental en tiempos de la RDA–, de Zurich a Atlanta, El lienzo es una novela que se mueve dentro de los márgenes de la literatura fantástica y que cautiva con el suspenso y el misterio de una novela policial.  En cada línea narrativa, un misterio que atrapa al lector: ¿quién es realmente Jan Wechsler?, ¿adónde conducirá a Amnon Zichroni su sexto sentido? ¿Existe el azar o los sucesos responden a elevados designios? Los ecos que irán surgiendo entre esas dos historias a través de leitmotivs tales como el recuerdo, el ser otro, la verdad, los libros, las lecturas prohibidas, el misticismo y la tradición judía irán cimentando, por otra parte, la sospecha de que en algún momento ambas habrán de confluir. Dos referentes literarios se mencionan en El lienzo: El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y Ejercicios de estilo de Raymond Queneau (donde se narran múltiples variaciones de una misma historia desde distintas perspectivas).

A todo esto contribuye también la particularidad de esta novela que le propone al lector diseñar su propia estrategia de lectura (¡y funciona!): comenzar por uno u otro personaje –girando concretamente 180 grados este libro que tiene dos tapas (no tiene contratapa)– o ir, por ejemplo, alternando los capítulos de una y otra línea narrativa creando así un montaje paralelo típico de las películas de suspenso. Ni siquiera el final está definido en esta novela que con su propia forma tematiza un leitmotiv en su trama: la constante transformación. Dependerá de qué línea narrativa elijamos para concluir.

Se ha afirmado que El lienzo revitaliza con enorme frescura un género que por razones obvias casi había desaparecido de la literatura alemana en los últimos 70 años: la literatura de la diáspora judía, literatura que extrae su chispa de las neurosis de la identidad judía inmersa en un entorno no judío y cuyo representante más famoso en la literatura norteamericana es Philip Roth. Benjamin Stein radicaliza la apuesta al no tomar como escenario y protagonistas de su novela a la comunidad judía ya asimilada, sino a la ortodoxia judía creyente y practicante.[1] Brechas en la suma ortodoxia abrirán, no obstante y en rebelión contra el adoctrinamiento, el amor por el conocimiento, el cuestionamiento de la existencia de una única verdad y la aspiración a una mejor convivencia.

Escrita con un lenguaje claro y llano, El lienzo se nutre de formas que son propias de los escritos sagrados de la religión judía como el Talmud y la Torá. Su narración está hecha en gran parte de preguntas, ilustrada con parábolas, son historias dentro de historias. Por otra parte, como Stein utiliza los términos de la tradición judía (tevila, por ejemplo: el baño ritual que se realiza al sumergirse en una mikwe, etc.) sin explicarlos, al final de cada línea narrativa hay un claro y breve glosario, el cual pese a lo que uno podría sospechar, no molesta en la lectura. Quizá hasta agrega más movimiento a esa lectura ya planteada como móvil por las dos líneas narrativas.

El lienzo es una gran novela que logra una conjunción no tan frecuente en estos días: conjunción de calidad literaria y ese vértigo que lleva al lector a devorarla para llegar al final, final que se definirá casi en la última línea. Es una novela para todos esos lectores que disfrutan de los enigmas, del misterio y la conjetura y a quienes resulta fascinante el hecho de que de pronto en medio de la vida cotidiana se abra una rendija hacia otras dimensiones.

Con un ingenio que lleva la especulación hasta el absurdo, con humor, inteligencia, aportando conocimientos sobre la tradición judía y abriendo la reflexión sobre profundos interrogantes filosóficos, espirituales, relativos a la ciencia, desde el enigma del título, en alemán Die Leinwand (lienzo, tela, pantalla), hasta la última página esta novela del escritor alemán Benjamin Stein es el placer de una historia bien contada y una aventura del pensamiento que vale la pena.


[1] Ijona Mangold, “Religion ist kein Wunschkonzert”, en: DIE ZEIT, 08.04.2010


Benjamin Stein: Nacido en Berlín Oriental en 1970, comenzó a publicar sus primeros poemas y relatos breves en 1982. Ha trabajado como redactor y corresponsal para varias revistas alemanas y norteamericanas sobre informática. En 1998 comenzó su labor como consultor en tecnologías de la información. Director de la editorial Edition Neue Moderne, escribe también un blog literario: http://www.turmsegler.net. Después de Die Leinwand/El lienzo (2010) publicó la novela Replay (2012). En 2014 publicó una versión completamente revisada de su primera novela Das Alphabet des Rabbi Löw y en 2015 Ein anderes Blau.

Benjamin Stein, El lienzo, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2015 (480 p.) Traducción de Claudia Baricco. (Publica en Europa: Adriana Hidalgo editora España.)

Benjamin Stein, Die Leinwand, Verlag C.H.Beck, München, 2010 (416 p.) 

Foto de Nueva York: Sam Trotman en Unsplash. Foto de Zurich: Ricardo Gomez Angel en Unsplash. Foto de rollo de la Torá: © Daniel Tibi (CC3.0). Foto Mea Shearim © Levi Clancy (CC3.0). Foto de Beríin: Unsplash ©Adam Vradenburg. Foto de portada: ©Kazuyoshi Nomachi


claudia baricco

(isa.kar.wai) - Un cine real o virtual es el living de mi casa. Los libros son mi otro hemisferio. En un mundo donde todo es político. Latitud: B y B – Buenos Aires-Berlín, dos ciudades de contrastes.

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