Un mundo sin eros (II)

Pequeño paseo por la filmografía de Yorgos Lanthimos: La langosta, o amar razonablemente

El que ama corre el riesgo de sufrir.

Algunos, por desgracia, siempre lo supieron pero incluso los más afortunados, aquellos que en su infancia experimentaron el amor incondicional de sus padres y tuvieron la suerte de llegar a la juventud sin haber perdido a un ser querido, se enfrentarán un mal día, entre la adolescencia y la primera juventud, a una experiencia inesperada; que el amor se acaba.

©Roberto Calvo

Y que cuando acaba duele. Y que duele tanto que hace ya 500 años Robert Burton le dedicó un capítulo de su compendio, “Anatomía de la Melancolía”, por considerarlo una de las causas de esta.

Homo homini lupus, dijo Hobbes y no son precisamente nuestros enemigos los más peligrosos. Esto lo supo mejor que nadie Kierkegaard, probablemente el filósofo que más y mejor sufrió la carencia de amor, tanto que escribió una novela, “Diario de un seductor”, tan maravillosa como lamentable para explicarnos con pelos y señales como protegerse de él. Como no amar.

Además, no existe cura para el amor, ni siquiera Apolo, que se pavoneaba de poder sanar todas las enfermedades, pudo librarse él mismo de esta afectación: nullis amor est medicabilis herbis. No hay remedio para el amor.

En el cuento de terror hiperrealista que es Langosta este problema aparentemente ya no existe. Siguiendo la linea de Kierkegaard pero perfeccionando sus métodos, que básicamente consistían en huir de él, se describe un mundo en el que huir ya no es una opción (esta lleno de vigilantes) pero tampoco es necesario porque la distancia necesaria para evitar el sufrimiento ya no es física sino interior.

©Roberto Calvo

El amour fou ya no sucede pues ahora las parejas se encuentran siguiendo criterios lógicos y racionales. Por ello el sexo apenas aparece y cuando lo hace deseamos, junto a los protagonistas, que acabe cuanto antes. El amor erótico, que Burton llamaba heroico, que implica deseo sexual, fascinación, locura y obsesión, que hace que se eleve al ser amado a la categoría de divinidad, es imposible de provocar con algoritmos pues está impregnado de subjetividad y deseos inconscientes. Y son ellos los que transforman a una persona que no se ajusta a nuestro ideal de belleza y en la cual reconocemos defectos de carácter imperdonables en el sujeto de nuestro deseo.

Langosta no es una película futurista pues lo que plantea ya está sucediendo.

Gracias a las apps de contacto estamos aprendiendo a escoger a nuestros partenaires a partir de criterios visuales y racionales, y, poco a poco, vamos olvidando que existía otra forma de enamorarse.

©Roberto Calvo

Langosta tampoco es una película fantástica. Lanthimos se limita a materializar un sufrimiento informe e interior. En un lugar en el que la ingeniería social apenas deja grietas para la libertad individual Lanthimos consigue transmitirnos la urgencia de sus personajes por encontrar el amor (una urgencia que no parece venir de la necesidad de amar sino más bien del miedo a la condena).

En el mundo algorítmico de Lanthimos no hay medias tintas:

-La opción bisexual no existe, nos creaba problemas operativos.

Allí todo está pensado y repensado para nuestro bien:

-No se permite fumar, así no se cansará tanto cuando corra, ni tendrá mal aliento cuando bese

Y sin embargo algunas personas no han conseguido adaptarse al sistema impecable que regula sus vidas, de modo que se ven obligados a fingir. Pues la no adaptación está severamente penalizada, y como dice uno de ellos:

-¿Qué es peor, morir de hambre y frio en el bosque, ser devorado por un animal más grande o (fingir) hemorragias nasales ?

En este mundo aburrido todo el mundo finge y Lanthimos plantea la cuestión de si es más difícil fingir que tienes sentimientos cuando no los tienes o fingir que no tienes sentimientos, cuando si los tienes. Y nos muestra como ninguna de las opciones es sencilla, pues ambas requieren un sacrificio. El sacrificio de la subjetividad. Nada de lo que ocurra en el interior debe salir a la luz.

Esto mismo parecen pensar actualmente los jóvenes -y algunos no tan jóvenes- que acuden a la consulta del psicólogo, al darse cuenta de que tienen sentimientos que no deberían tener, sufren por cosas que no deberían importarles, y no consiguen ser tan cool como sus amigos instagramers.

©Roberto Calvo

Esta situación nos plantea a los psicólogos un dilema: ¿Qué es mejor?, ¿guiar al paciente a que tome conciencia de su subjetividad y la valide pagando el precio de enfrentarse a un mundo en el que esta no es bienvenida, o darle recursos para sobrevivir precisamente en ese mundo, a sabiendas de que el sufrimiento que le provocará su subjetividad reprimida no va a poder ser eliminado?

En Langosta se da lo improbable; a pesar de todos los obstáculos dos personas se enamoran. Viendo el sacrificio que hacen los amantes para permanecer juntos el espectador se hace una idea de cuán dolorosa hubiera sido la alternativa.

Aunque no está claro si este sacrificio está motivado por el amor heroico o por el miedo a ser condenado por la comunidad.

Georgia Ribes

Psicologa clínica y autora. Berlin- Neukölln. www.psychologischepraxisneukoelln.de

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