Sobre héroes

En los días previos a la redacción de este artículo he pensado mucho en su título, que apareció de forma natural en mi mente, y en jugar con referencias a la novela de Ernesto Sábato.

En el momento de escribirlo, me di cuenta de que no podía, que resultaría inapropiado, ofensivo incluso, desacertado por las circunstancias, vanidoso por mi parte.

Así que finalmente se quedó como lo ven.

Este breve artículo es una respuesta personal e íntima a la viñeta de Roberto Calvo aparecida en nuestra revista el 29 de mayo pasado. Intentaré dejarlo claro desde el principio: me desagrada profundamente. Durante algunas semanas intenté introspectivamente encontrar la raíz de ese desagrado, probablemente la multiplicidad de frentes en que todos luchamos día a día no nos da el espacio emocional para estos ejercicios que requieren una parada en la actividad mental, por eso me costaba encontrar la raíz de mi respuesta emocional, y no acertaba a decir nada más que el insuficiente “no me gusta”, sin poder añadir más argumentos. Inesperadamente, sin embargo, acabó surgiendo la causa del fondo del inconsciente.

Diccionario de la Real Academia Española (de la Lengua)

Interpreto, y espero interpretar bien, que la viñeta se inscribe en el momento de pandemia planetaria y de guerra universal contra un virus del tipo corona que ha llevado a los gobiernos a establecer medidas que han limitado severamente los derechos de los ciudadanos y han convertido, de la noche a la mañana, a los colectivos profesionales vinculados a la salud en héroes.

Perdón, creo que he caído sin darme cuenta en el discurso belicista generado por los medios de comunicación españoles vinculados a las estructuras del poder que tanto hemos asimilado en estos días. ¿O no se han dado cuenta ustedes mismos? No, no se han dado cuenta de que usado la palabra “guerra”, la palabra “lucha”, la palabra “héroe”, porque ya todos hemos asimilado ese discurso.

No sé quién empezó a decir que esto es una guerra, cuando no lo es, pero en algún momento empezó a desarrollarse un lenguaje belicista en torno a la pandemia, con imágenes de militares en televisión vinculados a la resolución de un problema que es fundamentalmente médico. Como en otras ocasiones, el discurso parece querer sustituir a la realidad, porque de hecho el discurso es la conformación de la experiencia, pero ya don Quijote tenía claro, como también sabía que el discurso no es la realidad, aunque jugara con su confusión. Dentro de ese discurso belicista y seudomitológico era natural que surgiera la palabra, y la figura asociada, del héroe: necesitábamos figuras simbólicas para creer que estábamos en una especie de “juego de tronos” pandémico que nos aliviara simbólicamente del sufrimiento de ver miles de muertos cada semana en los medios de comunicación, cifras emocionalmente astronómicas difíciles de asimilar, sobre todo cuando en los grandes centros de infección no había familia sin infectado en las UCI de los hospitales públicos, y había que silenciar a toda costa hechos más objetivos como que el dinero público se utilizó para privatizar la asistencia sanitaria o que los recortes de décadas en sanidad habían llevado a los médicos y enfermeros a una carestía de recursos inconcebible en un país rico en términos absolutos como España. Sí, era más fácil creer que estamos viviendo una serie de televisión que enfrentarse a la realidad, que era lo que hacían día a día los sanitarios, los mismos que una y otra vez clamaban: No somos héroes.

En este contexto de discurso distractor, en este contexto de pérdida de libertades a merced de unas estructuras de poder que aprovechaban para recentralizar la toma de decisiones, en este contexto de descoordinación entre administraciones, en este contexto de confusión científica y en concreto médica, que nos afectaba a todos como planeta interconectado -la primera gran crisis de la globalización que convertía a un proceso con tintes juveniles de viajes permanentemente para todos a los confines más remotos de la tierra, en un proceso adulto que mostraba sus verdaderos caninos de lobo controlador mediante la tecnología del móvil rastreador que recibe mensajes que nos inmoviliza en nuestras casas-, es que interpreto que surge la viñeta de Roberto Calvo: en efecto, no hay héroes. La sociedad verdaderamente adulta, la sociedad verdaderamente democrática, no necesita héroes. La realidad no es mitológica, y el discurso belicista es uno más de los instrumentos de las estructuras de poder. Estoy de acuerdo: no necesitamos héroes, y apoyo firmemente la crítica del uso de la figura simbólica en nuestra sociedad multimedial. 

La viñeta del héroe, sin embargo, no nos ayuda a dar luz para desmontar esta confusión probablemente dirigida, dentro de un discurso alienador. No solo me parece que la factura artística de la propia viñeta desmerece de otras del pintor valenciano, sino que la mirada que en otras viñetas es incisiva y sutil, en esta viñeta baja de nivel al aprovechar contenidos de una moralidad sexual obsoleta para descodificar la figura del héroe. Eso es lo que profundamente me molestaba y no me daba cuenta: el uso de la masturbación como imagen para la crítica del héroe. ¿Por qué un héroe no podría masturbarse como cualquier persona? Pero sobre todo: ¿por qué la masturbación en sí podría ser tan mala como para usarse como arma contra la figura del héroe? Y más allá, al referirse por contexto la viñeta a la palabra que tanto asociamos gracias al discurso arriba descrito al personal médico, ¿quiere estar diciendo que en realidad los médicos se la pasan todo el día cascándosela? Bajo el nivel de mi estilo con evidente propósito, no dejaría de reconocerlo en el juicio de los lectores.

En resumen: la viñeta cae en la afamada y vilipendiada moral judeocristiana que estigmatiza la masturbación al usar en la imagen esta práctica como recurso de ataque contra la figura del héroe. Recurriendo a mi más profundos recuerdos de infancia, diría que en esa viñeta parece que es el cura de mi pueblo en lo profundo del País Vasco el que habla.

Y sin embargo, la viñeta salió en la revista. No era yo el único que tenía dudas sobre la propiedad del momento ni sobre la calidad de la factura del dibujo ni sobre la menor calidad en la perspectiva en torno a la palabra Held y el concepto asociado. Y sin embargo, ya digo, apareció en la revista Desbandada. ¿Con qué criterio? Con el de la pluralidad.

Creo que Roberto Calvo está profundamente equivocado en su manera de descodificar la figura del héroe en el contexto actual; creo que su enfoque sobre la impropiedad del uso del héroe en una sociedad democrática adulta está profundamente equivocado al recurrir a imágenes de pobre moralidad católica; pero no por eso se me ocurriría censurarlo bloqueando su publicación, aunque reconozco sin problemas que intenté que propusiera otras viñetas con el argumento de que podía herir sensibilidades. Quizá sí la rechazaría teniendo en cuenta que tiene dibujos de mejor factura artística, pero no desde el punto de vista ideológico.

¿Significa eso que la revista debería llegar a aceptar un dibujo que defendiera la posición moral de la Iglesia católica, pongamos por caso? Probablemente por salud mental sí, pero inmediatamente tendría la respuesta dentro de la misma revista, la mía en primer lugar. Lamentablemente mi respuesta a Roberto Calvo, en este caso, es la palabra y no la imagen, hablamos en este sentido lenguajes diferentes, y quizá por eso no nos entenderíamos. No será esta diferencia, tampoco, una razón para bloquear una viñeta. ¿Es que, entonces, cualquier cosa puede aparecer en la revista Desbandada? ¿Es que no hay criterios de selección? ¿Es que existen derechos adquiridos incuestionables por el hecho de haber publicado con cierta regularidad o por la fuerza de la costumbre? ¿Qué derecho tengo yo mismo a publicar este artículo que no ha pasado previamente por la lectura de nadie? ¿Tenemos una estructura jerárquica donde dos o tres personas en la sombra establecen prioridades oscuras? ¿O somos una cajón de sastre donde van cayendo desordenadamente los retales de las mentes aleatorias de los lectores fugaces de la revista? ¿Dónde están los límites de la pluralidad, de la multiplicidad de puntos de vista? ¿Es que tenemos miedo a la “línea editorial”?

Nuestra sociedad, desde Sócrates, ha elevado la disputa constructiva y la argumentación intelectual a un rango superior al discurso mitológico, y eso supone inevitablemente la presunción de que cada uno puede tener la razón mientras no se demuestre, argumentalmente, lo contrario. Creo que lo que aquí se debate es en buena parte, y dejando a un lado momentáneamente diferencias personalistas, nuestra capacidad o incapacidad emocional para aceptar y dejar existir a visiones diferentes de la propia. Personalmente podré rechazar un texto por estar mal escrito, por decir mentiras obvias, por contribuir al discurso manipulador y, sobre todas las cosas, al discurso del odio, pero personalmente no estaré nunca en contra de un texto o una imagen que vaya contra mis propias ideas y contra mis propios principios. El ejercicio de mi libertad de expresión es el mismo que tiene mi oponente en la dialéctica ideológica. De otra manera, no tendría yo mismo derecho a escribir todo esto.

La viñeta a la que se alude en el artículo. ©Roberto Calvo.
Iñaki Tarrés

2 comentarios sobre “Sobre héroes

  1. Todo es cuestión de interpretación. En la viñeta de Roberto Calvo no veo nada de lo que dices aquí, Iñaki. Este ‘héroe’ es en realidad un antihéroe. Un pobre huevón rascándose las pelotas mientras lee en la soledad de su confinamiento pandémico. Jamás se me ocurrió que estuviera masturbándose. Si esa era la intención del artista, lo siento, no la vi. Saludos. Como te digo, todo es interpretación.

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