Un mundo sin eros (I)

Pequeño paseo por la filmografía de Yorgos Lanthimos: Canino. Seguridad versus libertad

Con este artículo comienza la serie Un mundo sin Eros. Una tetralogía en la que la psicóloga Georgia Ribes analiza la filmografía de Yorgos Lanthimos.

«Su perro esta aquí para que le enseñemos como debe comportarse, para que obedezca sus órdenes»

El ser humano tiene dos necesidades básicas y contradictorias.

Una es la necesidad de seguridad, amor y protección que nos empuja hacia la madre / casa (*). La otra, la de aventura y riesgo, que es despertada por el padre (*), ese primer intruso que viene a perturbar la simbiosis perfecta de la madre y el hijo.

Para que la vida sea soportable precisamos de ambas y el peso de cada una de ellas varía en las diferentes etapas de la vida. Los experimentos clásicos sobre apego llegaron a la conclusión de que tendemos a sacrificar la libertad cuando nos sentimos inseguros.

Es decir, ante la duda, la madre.

Sin embargo, la relación entre ambas necesidades es más compleja y, en última instancia, un proceso individual. Hay niños que nunca han experimentado la seguridad y son absolutamente temerarios y otros que son incapaces de separarse de la madre (*), paralizados por el exceso de protección (y la amenaza que perciben o intuyen allá afuera).

En la película Canino, Yorgos Lanthimos, uno de los mejores directores contemporáneos, plantea magistralmente, y sin escatimar en crudeza, este eterno dilema.

Un padre que, en connivencia con su mujer, mantiene a su familia cautiva; tres hijos que son educados como perros; y una cuestión: ¿hasta qué punto el ser humano es domesticable?

©Carlos Calvo

¿Cuál es el precio de vivir en cautiverio?

Lanthimos nos  invita a asomarnos a  la vida de tres adolescentes que viven en el estado totalitario y seguro en el que reina el Padre. Allí se respira una calma controlada que es interrumpida, en los momentos menos esperados, por arrebatos de violencia, los cuales nunca van dirigidos, como sería lógico, contra la instancia dominante, que los hijos perciben como excesivamente poderosa, sino que alternativamente se manifiestan en impulsos psicopáticos, fratricidas y autolesivos.

Impulsos, que no rebeldía, pues los hijos creen en el Padre y cómo no creerle, si todas las herramientas que les permitirían cuestionarle son manipuladas de antemano.

-Las nuevas palabras del día son: mar, autopista, excursión y escopeta.
-Mar es un sillón de cuero con posabrazos de madera, como el que esta en la sala.
-Ejemplo: No te quedes de pie, siéntate en el mar para que conversemos.

Cada día la madre se encarga, radiocasete mediante, de ampliar el vocabulario de sus hijos.

-¿Mama qué es un coño?
-Un coño es una gran lámpara.
Ejemplo: el coño se apaga y toda la habitación se oscurece.

Los chicos no van al colegio y la madre-maestra practica una pedagogía que ha sido vaciada de todo componente lúdico. Por ello después de estudiar  juegan:

-A ver quién resiste más tiempo con la mano debajo del grifo ardiendo.- Propone la menor.

Lejos de ser una simple expresión de masoquismo, este pasatiempos es la prueba de que todo aprendizaje reclama un anclaje físico y de que estos adolescentes tienen una necesidad imperiosa de sentirse.

La mutilación psicológica que es su educación los ha dejado incapacitados para el juego, pues jugar implica arriesgar y en esta casa el riesgo ha sido eliminado dejándoles un tiempo que llenar, si no quieren morir de aburrimiento.

El Padre ha intervenido todas las parcelas de las vidas de sus hijos, poniendo especial atención en que ni el riesgo ni el exceso, connaturales al juego y a los instintos más básicos, amenacen el orden establecido.

De organizar el disfrute se encarga él. 

-Hoy es nuestro aniversario de boda, para festejarlo comeremos pasteles y decoraremos la casa con luces y globos.

En la fiesta que se celebra para honrar a los padres, el hijo toca y las hijas bailan. El baile es crucial en todas las películas de Lanthimos, en él se pone de manifiesto, de un modo más patente si cabe, la corporalidad, rígida y sin gracia, de sus personajes, su falta de conexión con sus cuerpo.

Viendo a estas jóvenes bailar constatamos que los que velan por el mantenimiento del orden han tenido éxito pues la represión ha calado en lo más profundo de estos seres. Pero vemos también que hay grietas y que el cuerpo, esa parte del ser humano que escapa a la razón, encuentra siempre un modo de expresarse.

Esta vez el desastre puede evitarse, la madre interviene justo en el momento en que el baile-paroxismo comenzaba a mutar a convulsión epiléptica.

Canino es la utopía materializada de un mundo seguro en el que la libertad, si bien no ha sido erradicada, está presente solo como promesa de un futuro que llegará, algún día, cuando el canino -derecho o izquierdo- caiga y vuelva a crecer. El hermano díscolo, que no tuvo paciencia, pagó su prisa por conquistarla con su vida.

©Roberto Calvo

El final es ambiguo, para que cada uno saque sus conclusiones o, mejor, para que haga sus analogías.

(*) Que nadie se ofenda, estos términos son utilizados simbólicamente.

Georgia Ribes

Psicologa clínica y autora. Berlin- Neukölln. www.psychologischepraxisneukoelln.de

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