Diario de una pandemia: Nocebo

Preservar la vida y la salud es el imperativo vigente estos días. El “Bleib Gesund» (mantente sano) resuena en todos lados y el tono no es amable.

Hemos convertido el mundo en un laboratorio que pretendemos mantener libre de gérmenes.

Lejos quedaron los días en los que voces progresistas insistían en que un mínimo de «suciedad» era positiva para el sistema inmune. Y es que ya lo dijo alguien: la confianza esta bien, pero el control es mejor y sistema inmune arriba o abajo, la limpieza total es más concreta.

Hemos equiparado higiene con vida.

©Roberto Calvo

Hace ya tiempo que las ciencias de la salud, en las que rige el paradigma biológico, actúan como si la vida fuese explicable y reducible a la biología. Y ahora que, después de años ignorándola, nos encontramos frente a frente con la muerte, pretendemos reducirla a ella también.

Pero, como decía un famoso pesimista; la vida es fundamentalmente ambigua y los seres humanos somos psicología y sociología, además de biología.

Los occidentales, deslumbrados por el brillo de nuestros avances tecnológicos, creímos que con el progreso la muerte y la enfermedad habían desaparecido. Pero solo habían mutado. El progreso ha multiplicado las cosas y la muerte y la enfermedad no iban a ser menos: hoy hay más formas de enfermar y morir.

A pesar de esto nos encontramos atribuyendo todas y cada una de las muertes de los positivos a la ferocidad del virus.

Pero incluso en tiempos de pandemia hay diversas posibilidades de morir.

La muerte por nocebo, por ejemplo. Hermano maligno del placebo, el efecto nocebo aparece allí donde nuestras expectativas, conscientes o no, de los efectos negativos de una enfermedad o tratamiento provocan un empeoramiento de los síntomas. Y así como el efecto placebo puede culminar en una recuperación espontánea e inesperada, el efecto nocebo puede provocar la muerte*.

El efecto nocebo viene a decir que es posible morir de miedo, de soledad o de agotamiento, por ejemplo.

©Roberto Calvo

Y probablemente el pánico que algunos medios de comunicación -que pretenden hacernos creer que publicar datos sin analizar acompañados de interpretaciones dudosas y proyecciones ad hoc es informar- están esparciendo, ha convertido al virus en una condena a muerte; en especial para los llamados «de riesgo».

El efecto nocebo, como casi todo lo psicológico, tiene la desventaja de no ser mesurable. Y en ciencia lo no mesurable sencillamente se ignora. Pero si nos parásemos un momento a pensar constataríamos que tampoco están demostradas la mayoría de las teorías científicas que cursan actualmente. Pero como son científicas, hay que creerlas y actuar en consecuencia: los resultados ya vendrán después.

Y por si nos quedaba alguna duda, un médico muy reputado en esta crisis ha acabado con ella de forma lapidaria apelando a una vieja máxima inapelable que dice que:

«Absence of evidence is not evidence of absence».

En estos momentos la ciencia no tiene que demostrar sus verdades.

Puede que salvemos los hospitales, esperemos que no a costa de la sociedad.

*A los interesados en el tema les recomiendo el libro «Tod durch Vorstellungskraft» del físico y psicólogo Gary Bruno Schmid.

Dibujo de portada: ©Roberto Calvo

Georgia Ribes

Psicologa clínica y autora. Berlin- Neukölln. www.psychologischepraxisneukoelln.de

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