Club de Debate: Alone in Berlin

El pasado viernes, 22 de Noviembre, un grupo de inmigrantes nos encontramos en la librería La Escalera con el (des)propósito de debatir sobre la soledad. 

Despropósito porque la soledad parece ser uno de esos temas sobre los que Wittgenstein aconsejaba callar; no se suele hablar de él, ni siquiera en la intimidad de la pareja, cada uno lidia con él como puede, los más talentosos lo convierten en poesía, género solitario por antonomasia. 

Sin embargo, el éxito del evento nos confronta con algo que algunos no esperábamos y que devuelve coyuntura a la pregunta que se hacía el poeta alemán Reiner Marie Rilke hace ya casi un siglo; 

¿qué ocurriría si dejásemos de mentirnos y comenzáramos a hablar de lo realmente importante?

Ilustraciones de Roberto Calvo

Solamente tratar de definirla ya es un reto. Soledad, del latín solĭtas, -ātis, según Wikipedia es «un estado de aislamiento en el cual un individuo se encuentra solo, sin acompañamiento de una persona o animal de compañía». Si bien rápidamente todos estuvimos de acuerdo de que esta definición se quedaba corta, seguidamente comprobamos que resulta imposible -quizás Wittgenstein tenía razón- encontrar una definición que nos satisfaga a todos: donde algunos veían un estado deseable en el que nadie te molesta ni te contradice, otros veían algo que evitar a toda cosa. Cuando se desea es un páramo de libertad individual, cuando es involuntaria puede causarnos mucho daño.

Y es que la soledad es el tema existencial por excelencia y se puede abordar desde innumerables perspectivas. 

Manfred Spitzer, psiquiatra y por ello experto en catalogar los sentimientos humanos y convertirlos en patologias, le dedicó un libro – Einsamkeit – al tema. En él afirma que la soledad es la peor pandemia de nuestro siglo. 

Sin duda es una de las mayores fuente de estrés. Produce disminución de oxitocina, la hormona del amor y hace que el cuerpo libere cortisol, la hormona del estrés. El resultado: infartos, accidentes vasculares, depresiones, cánceres y demencias. 

A los neurocientíficos también les gusta situar las emociones en el cerebro, y la soledad -o sus efectos- se sitúa en las regiones que se han relacionado con el dolor: la corteza cingular anterior y córtex prefrontal. 

Como decía el poeta, la soledad es esa nada que duele.

Entre las causas de la soledad se barajaron varias. Una de las más citadas fueron las redes sociales (digitales). Algunos estudios llegan a la conclusión de que estas impiden, más que facilitan el contacto entre las personas. Tinder o Meetic fomentan que busquemos y desechemos a la gente que no nos gusta, se produce una mercantilización de las personas que promueve las relaciones de usar y tirar, lo cual acaba generando un vacío. ¿Pero no han sido las redes sociales creadas expresamente para fomentar la comunicación? Seguramente no, apuntaba un participante: las redes sociales están concebidas para que la gente pase el máximo tiempo posible enganchado a ellas, porque eso es lo que da dinero.

Llegamos al tema del capitalismo, que parece ser el culpable de todo siempre; pero bien pensado, y, como apuntaban otros participantes, tampoco es que podamos afirmar que en otras épocas, o en otros sistemas (socialistas, comunistas…) la soledad se haya erradicado. Alguien puso el ejemplo de los suecos, cuyo sistema social basado en la omnipresencia del estado con el fin último de que nadie tenga que depender de otra persona, y en donde la autosuficiencia de los individuos les ha conducido, aunque por otro camino, en muchos casos al aislamiento social.

Quizás se trate de algo intrínseco de la condición humana, el precio a pagar por nuestra autoconciencia, un estado existencial ineludible pues parece ser que hagamos lo que hagamos al final nos encontramos siempre solos.

Ilustraciones de Roberto Calvo

¿Qué podemos hacer?

El psiquiatra Manfred Spitzler recomienda paseos por el bosque y apuntarnos a actividades de grupo; estos son los clásicos remedios teutones a la soledad, que en el debate intuimos insuficientes.

En esto cada país plantea su idiosincrasia a la hora de dar sus soluciones a este problema: en Inglaterra se ha creado el Ministerio de la soledad, que evoca utopías fallidas; en Japón existen cafés donde hombres jóvenes pagan por hablar y abrazar a mujeres; en Berlín se celebran Kuschelpartys (fiestas de abrazos), antídoto lúdico a la soledad, en Silicon Valley construyen robots que simulan emociones e intentan que algún día lleguen a tenerlas. El caso más extremo me parece el de Corea del Sur, uno de los países con un índice de suicidios más altos del mundo; cuando la soledad ha llegado a ser tan insoportable que la muerte parece una salida razonable, lo único que queda es intentar frenar el desenlace fatal. Para ello, en un intento como de querer apagar fuegos emocionales, han decidido rebautizar un puente que la gente suele elegir para terminar con su vida como «puente de la vida» y han colocado luces de neón con frases de autoayuda y fotos de parejas felices, para disuadir (!) a los suicidas.

Viendo lo absurdo de algunas estas medidas quizás solo quepa una conclusión: no sabemos de lo que hablamos y quizás deberíamos detenernos un momento antes de comenzar con el activismo.

Tarkovski lo veía claro, al ser humano le hace falta otro ser humano. Pero tal vez mientras humanizamos a los robots nos vamos deshumanizando nosotros; o quizás aún peor: el destino del ser humano es la deshumanización. La eliminación del sentimiento a costa de la razón.

Puede que tuviesen razón los que tímidamente, al comienzo del debate proponían el abrazo, el amor como único antídoto a la soledad. 

Pero el amor es el mayor acto de valentía pues como decía Rilke:

«lo bello no es sino el comienzo de lo terrible, ése que todavía podemos soportar; y lo admiramos tanto porque, sereno, desdeña el destruirnos»

Y por ello los amantes comienzan a mentirse, nada más comienzan a intimar.

Ilustraciones de Roberto Calvo

He de decir que disfrute mucho del debate, pero al final vuelvo a la pregunta del principio;

¿qué ocurriría si dejásemos el miedo a un lado y nos confesáramos solitarios y necesitados de otros?

…..

Ilustraciones de Roberto Calvo.

Georgia Ribes

Psicologa clínica y autora. Berlin- Neukölln. www.psychologischepraxisneukoelln.de

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