En Alemania cada cierto tiempo salta a la luz un nuevo escándalo de alguna figura famosa del siglo XX, de quien todo se podía decir menos que hubiera tenido alguna vez actitudes antisemitas o simpatías con el régimen nazi. Ese fue el caso, hace unos años, del escritor Günter Grass, quien a sus 80 años causó gran revuelo al confesar que en su juventud se dejó seducir por el mensaje de Hitler. Otro que hizo ruido en su momento por su afiliación al partido nacional socialista fue el director de la Filarmónica de Berlín Herbert von Karajan. Y qué decir de Martin Heidegger, el filósofo más importante del siglo pasado, y su odio visceral hacia lo judío, y admiración por el “instinto político y excepcional” de Hitler, como lo revela su correspondencia.
Ahora le ha tocado el turno a uno de los grandes artistas del expresionismo alemán, Emil Nolde (1867-1956). En realidad, sus simpatías con el nazismo no son una novedad, se conocen desde el fin de la guerra. Existe una abundante documentación, que ha sido estudiada y revisada, que lo confirma. No obstante, su nombre no fue nunca proscrito después de la guerra, al contrario, su obra está más viva que nunca. Una recién inaugurada exposición en el museo Hamburger Bahnhof de Berlín muestra por qué. El título de la muestra es: Emil Nolde, una leyenda alemana. El artista durante el régimen nazi.

El evento ha suscitado bastante expectativa por todo lo que ha escrito la prensa alemana en las últimas semanas sobre el caso Nolde. Por eso no fue sorprendente ver el primer día una larga cola de gente serpenteando pesadamente por el antejardín del museo. El último condimento al debate lo añadió la noticia de que Angela Merkel retiraba de la Cancillería dos obras de Nolde. Un gesto que se interpretó como un distanciamiento de la canciller hacia un artista manchado por un imperdonable pasado. Las obras en cuestión son Brecher (1936) y Blumengarten (1915), que se pueden ver ahora en la exposición. Pero, estas pueden no ser más que especulaciones de la prensa. Los dos cuadros mencionados estaban en la Cancillería en calidad de préstamo, y el plazo de devolución se vencía precisamente este año. Es muy posible que Merkel, una gran admiradora de Nolde y del cuadro Brecher en particular, haya aprovechado la circunstancia de la exhibición para devolverlos simplemente. Aunque claro, no es difícil especular que la devolución sea un gesto político, a su cancillería no le conviene defender abiertamente a un artista con tan vergonzosos antecedentes.
Sea lo que sea, lo que está claro es que la intención de la muestra del Hamburger Bahnhof representa un arreglo de cuentas con un artista cuya excelencia como tal no impide ver la postura ideológica del hombre. Un ajuste de cuentas que no quiere, ni mucho menos, restarle méritos a la calidad misma de su arte, que es la verdadera razón por la cual su nombre sobrevive entre los grandes de su generación. Su salvación en la historia podría deberse al hecho meramente casual de que, a pesar de su adhesión al régimen, su obra fuese catalogada por los nazis como ‘arte degenerado’, y por tanto vetada en todo el territorio alemán durante el nazismo.
En efecto, el ministro de propaganda Joseph Goebbels incluyó numerosas obra de Nolde en la exhibición de ‘arte degenerado’ (Entartete Kunst) que se organizó en 1937 en la Haus der Kunst de Múnich y que viajó por otras ciudades del país. El objetivo de la exposición era ridiculizar todo lo que fuera extraño al aparato de propaganda del gobierno; colgaron las obras de cualquier manera y les pegaron etiquetas burlonas. Lalista de ‘degenerados’ incluye a los mejores artistas de esos años, muchos de los cuales eran de origen judío, y las tendencias más relevantes de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo. Nolde fue el artista al que más obras le decomisaron – 1052 obras- y se puede decir que fue el más perjudicado por esta campaña. No tanto porque los nazis quisieran ensañarse contra él de manera especial, sino porque era uno de los artistas que más vendía, y justamente lo que querían era que no se vendiera esa ‘basura’. Varias de las obras de Nolde fueron particularmente destacadas y ridiculizadas de manera prominente en la exposición de Múnich.

Una cita de Hitler reproducida ahora en la muestra del Hamburger Bahnhof, trata a Nolde de “cerdo” y “canalla”, y ordena que ninguna galería compre nunca ninguna de sus obras, porque, “de todos modos, lo que él pinta no son sino montones de estiércol”.
Como miembro del partido y admirador de Hitler hasta el final de la guerra, este fue un golpe duro para Nolde. No podía entender, y se sentía tremendamente ofendido ante la clasificación de sus cuadros como ‘degenerados’, y movió todos los hilos que pudo para retirarlos de esa exhibición. Cosa que obtuvo finalmente al año siguiente. También se sabe que desde entonces estuvo intentando ser rehabilitado, y le escribió una carta personal a Hitler pidiendo reconsiderar su situación. En vano. No solo su petición no fue escuchada sino que lo echaron de la Cámara de Bellas Artes y le mantuvieron la prohibición de exponer, vender y publicar.
¡Afortunadamente para su posteridad!
Como también fue afortunado que su inclusión en la muestra ‘degenerada’ tuviera más resonancia que su exclusión, así como todos los intentos de él y de su esposa Ada para lograr los favores del régimen, que quedaron solamente documentados para los especialistas que más tarde investigarían su vida y obra. El Hamburger Bahnhof aporta buenos ejemplos de esto, como esta cita de Ada Nolde de enero de 1942, escandalizada porque se haya expulsado al artista “más alemán, y más germánico. Este es el agradecimiento por su lucha contra la infiltración extranjera de los judíos, el agradecimiento por su gran amor a Alemania… es el agradecimiento por ser miembro del Partido, al que él ve como la solución a los problemas del pueblo”.
Ahora sabemos que fue toda una suerte para Nolde que su amor por Hitler no fuera correspondido, que el Führer lo detestara tanto.
Por otro lado, se sabía que con frecuencia sus aseveraciones anti judías tenían en buena parte como fondo su rivalidad con Max Liebermann que data de mucho antes de 1933, el año del ascenso de los nazis al poder. Nolde se sentía boicoteado por la crítica de arte berlinesa que, según él, estaba dominada por los judíos, con Liebermann a la cabeza. De modo que su antisemitismo se podría entender también como una historia de celos y envidias entre artistas, y no necesariamente como una posición ideológica definida.
Su pasión nazi se esfuma con el final de la guerra. En mayo de 1945, Nolde escribe: “Hitler está muerto. Era mi enemigo. Su diletantismo cultural me ocasionó a mí y a mi arte mucho dolor, persecución y condena. Ahora está muerto”. Hitler no fue el único que lo acusara alguna vez de ‘cerdo’.
Esta exposición no solo permite ver un centenar de los maravillosos cuadros de Emil Nolde (entre los cuales, el impresionante Paraíso Perdido, arriba), sino que pone al hombre en evidencia. Pero quizás lo mejor de la exposición es que permite también darse cuenta de que el arte de Nolde no podía estar más alejado de los patrones nazis de arte heroico que exaltaba los valores germánicos, la belleza clásica y la pureza racial. El arte de Nolde se opone justamente a estos conceptos. Basta ver sus girasoles para entenderlo.

La imagen de la portada es Paraíso Perdido, de 1921.
La exposición en el Hamburger Bahnhof, Museum für Gegenwart, de Berlin está abierta hasta el 12 de septiembre de 2019.