Rompiendo las reglas

Alice Weidel y Alexander Gauland, altos representantes de la AfD

La llegada de la AfD al Bundestag no solo ha polarizado la vida política de Alemania sino que está resquebrajando el accionar democrático.

Algunos piensan que la política alemana es aburrida y aséptica como los discursos y las trayectorias con que sus principales figuras alimentan sus currículos y los libros de historia. Alemania es un ejemplo en cuanto a comedimiento, rectitud y decoro de sus servidores públicos si los comparamos con otros países europeos, donde la corrupción de los partidos y los juegos efectistas y sucios de sus cabezas visibles producen vergüenza ajena.

Con la irrupción de Alternativa para Alemania (AfD) en el panorama político, no solo el discurso político ha ganado en virulencia y atrevimiento, también en el maniobrar de alguno de sus líderes.

Vamos a trasladarnos al Bodensee (Lago de Constanza) un lago que está enclavado entre Austria, Suiza y Alemania. Es un lugar hermoso, con paisajes de postales y que se enorgullece de su turismo ecológico. Sus aguas lamen las orillas de Baden-Württemberg, una región que está bastante alejada de los vaivenes de la caldeada política berlinesa. Los analistas solo llegan hasta allí para disfrutar de sus hoteles y gastronomía campestre. Tal vez por eso no llamó la atención, hasta ahora, el extracto de la cuenta de la financiación de la AfD del verano de 2017.

El tesorero local del partido, estuvo recibiendo pagos de 9.000 francos suizos (7.891 euros al cambio) a un ritmo sospechosamente sistemático, –con intervalos de tres a cuatro días–, procedentes de Suiza. La suma superó los 130.000 euros. Solo después del tercer ingreso en el mes de agosto, el tesorero envió un correo electrónico al responsable de las finanzas del partido solicitando instrucciones.

Hasta para un burócrata de pueblo llama la atención semejante flujo de capitales a unas cuentas que hasta ese momento recibían pequeñas donaciones locales. Su formación podía estar incumpliendo la normativa alemana de financiación de partidos, y eso les podía costar caro.

No solo es una cuestión de prestigio; el monto de los bienes recibidos de forma irregular juega un importante papel. Según la ley, los partidos alemanes no pueden tomar dinero de países ajenos a la Unión Europea y, por tanto, deben informar enseguida al presidente del Bundestag de semejante infracción. Al transgredir las normas, la AfD se exponía a una sanción que multiplicaba por tres la cantidad de metálico irregularmente recibido.

Por eso el encargado de los números informó a su superior que: “Alice Weidel (la vicejefe del partido) está recibiendo donaciones electorales de un patrocinador suizo, varios miles de francos por semana”. Ante la incertidumbre, le preguntó: “¿A qué debo prestar atención?, ¿debo depositar esas cantidades en alguna parte?, ¿debo realizar algún informe o anuncio?”.

Frank Kral, que en ese momento era el administrador de la formación en Berlín, no pareció sorprenderse de semejante mensaje y solo se interesó por saber si el dinero iba dirigido a la campaña de la copresidenta del partido o tenía algún otro propósito. Si se trataba del primer caso, orientó que: “el dinero debe usarse para la campaña electoral de Weidel”. Así, Kral no ocultaba estar al tanto de los envíos y que sabía muy bien qué debía hacer con estos. El tesorero tenía muy claro que debía manejar con sumo cuidado este asunto.

Esta no era la primera vez que la financiación del partido pasaba bajo la atenta lupa de sus oponentes. En 2016, varias fuerzas políticas reclamaron una investigación sobre si la AfD estaba jugando sucio para financiar las campañas electorales regionales en Baden-Württemberg, Sajonia-Anhalt y Renania-Palatinado. Los números fueron expuestos a la luz y se comprobó que el dinero provenía de donaciones de miembros y simpatizantes de la organización con capital suficiente para ello. Tras este dinero estaba el empresario y mecenas Hans Wall, que ya había conseguido donativos significativos para las elecciones de 2013 recibidos de empresas alemanas que han decidido olvidar la historia y jugar con fuego.

Pero, ¿qué dijo al respecto Frau Weidel? La copresidenta de la AfD reconoció que tuvo conocimiento de estos ingresos, pero solo en septiembre. Acto seguido, ordenó devolverlos. Solo que… el dinero no fue reintegrado hasta abril de 2018, en pagos también fraccionados desde el distrito del Lago Constanza, donde tiene su residencia, y por un total de 124.000 euros, con lo que unos 6.000 euros están, digamos que, extraviados.

Llama la atención la reacción de Ralf Özkara, responsable regional de la AfD de Baden-Württenberg, que ha declarado que: “aparentemente se trata de una donación inadmisible…” y “si se demuestra que nos encontramos ante un caso de financiación ilegal, la señora Weidel es la responsable principal y debería retirarse de todos sus cargos”.

Seguro que ustedes se estarán preguntando: ¿cómo es posible que Özkara no supiera qué estaba ocurriendo delante de sus narices y su tesorero sí? De ahí que algunos analistas consideran que tras este asunto se esconde una conspiración orquestada por varios dirigentes del partido. Se elucubra que es una trampa algo burda, pero efectiva, diseñada para desbancar a Alice Weidel. La copresidenta está considerada un elemento “liberal” dentro de la formación, que sirve como freno a las incontinencias fascistoides de los más radicales, representados por el copresidente del grupo parlamentario Alexander Gauland, que lleva tiempo intentando hacerse con el control del partido sin una contrafigura que se lo impida.

La llegada de la AfD al Bundestag no solo trae una nueva dinámica al modo de conducir a una Alemania que se polariza despacio pero sin pausas, sino que ya está contaminando su política y resquebrajando desde dentro el accionar democrático.

Revista Desbandada