Acoso en el campamento para mujeres refugiadas de Niedstraße

Rathaus Friedenau

Es martes por la tarde y quedo con Nira para hablar sobre su estancia en el campamento de Niedstraße. En el edificio del Rathaus Friedenau se alojan desde febrero de 2016 unas 320 mujeres y 80 niños necesitadas de protección. Muchas refugiadas han vivido episodios de violencia sexual, en su país de origen, durante la huída o en los centros de acogida en Berlín. El alojamiento de Niedstraße debería ser un espacio seguro para estas mujeres. El responsable de gestionarlo es la Iniciativa Social de Baja Lusacia (Soziale Initiatiave Niederlausitz – SIN) de la ciudad de Cottbus. Muchas mujeres se ven obligadas a quedarse en el lugar más tiempo de los seis meses que recoge la ley.

Durante 10 largos meses tuvo que vivir Nira en la residencia, “demasiado tiempo”, como ella misma dice. Al pensar en las mujeres y los niños, en sus amigos, que siguen esperando allí, se le cambia la cara. Recuerda con horror la “tortura diaria”, como ella misma lo describe. Pero Nira tuvo suerte. Al ser activista por la mejora de las condiciones de vida de las mujeres, y rebelarse siempre contra la dirección del campamento, los trabajadores sociales y el personal de seguridad, la dirección la expulsó. Ahora vive en otro lugar. En un lugar mejor y más seguro. Pero tampoco allí se puede quedar porque su permiso de residencia lo impide.

Nos encontramos en una estación de S-Bahn en el sudoeste de Berlín y decidimos sentarnos en una pequeña cafetería en la esquina de la plaza. A mi pregunta de cómo está, responde ella que hoy se siente muy estresada porque su trabajadora social le ha dicho que lo más probable es que tenga que volver a vivir en un campamento. Después de todo lo que ha pasado, volver es su peor pesadilla.

Cuando Nira llegó a Berlín en septiembre de 2016 fue alojada, como muchos otros refugiados, en un campamento del parque de Tempelhof. Hay numerosos informes sobre asaltos y violencia sexual, y también estudios que recogen testimonios de que allí las mujeres refugiadas se encontraron con una violencia desproporcionada. Muchas de las que vivieron en el campamento de Tempelhof informaron con posterioridad de que pasaron miedo continuamente. El acoso sexual era diario. Una situación que es especialmente traumática para las mujeres que ya han sufrido episodios de violencia sexual.

Cuando una trabajadora social le comunicó cuatro días después que se podía mudar a Friedenau, Nira se alegró al principio. “Pero ella no sabía”, dice ella, “que allí trabajan 15 hombres como guardias de seguridad”. Imagínate que eres una mujer que ha sufrido experiencias de violencia sexual y quieres, por la mañana, después de levantarte, ir a lavarte la cara y te encuentras a un hombre en el cuarto de baño. Imagínate que si quieres ducharte tienes que apresurarte siempre y alzar la vista, continuamente, para asegurarte de que nadie mira.

Hay que poner fin al acoso sexual diario

Todas las mujeres de Niedstraße han vivido ya violencia, amenazas y agresiones sexuales. Esa es la razón por la que fueron trasladadas a este campamento, que debería ser un espacio seguro para las mujeres. Pero en vez de estar protegidas, viven un acoso diario. Hay siempre 15 guardias de seguridad, explica Nira, aunque en total son cerca de 70 mujeres y niños a los que tienen proteger. A pesar de que el campamento está configurado como lugar de protección para las mujeres que han soportado violencia sexual, el 90% de los guardias de seguridad son hombres. En la mayoría de los campamentos de Alemania se involucra a empresas privadas de seguridad a través de subcontratas; la empresa mejor postora gana, incluso en campamentos gestionados por ONGs.

Los guardias de seguridad están por todas partes, cuenta. Se sitúan en diferentes lugares, pero cada hora dan vueltas por el edificio para hacerse ver en todas partes. “Todas las mujeres tienen miedo. Una vez pasó algo con un guardia de seguridad y algunas se pusieron histéricas, gritaron y lloraron. Otras han intentado suicidarse. Es inaceptable. Aquí no se puede vivir. ¿Por qué necesitamos guardias de seguridad? En las casas normales no hay. Solo en la cárcel”.

“Cuando más miedo tienen las mujeres es por la noche”, me dice Nira. Incluso en mitad de la noche se pasea el personal de seguridad por el edificio. “Se les escucha reírse y pasearse, se oye su voz y da mucho miedo. La puerta de tu cuarto está siempre abierta, no se puede cerrar con llave, por eso da todavía más miedo. Durante el día, por lo menos, puedes salir a la calle, y los trabajadores sociales están ahí. Aunque no ayudan. Pero por la noche es peor”. ¿Cómo va a dormir alguien ahí? Una mujer intentó bloquear la puerta con un palo de madera.

Me explica que los empleados de seguridad a menudo les hablan con un tono muy agresivo. “Te chillan a menudo. Quieren que en todo momento les muestres el carné de identidad. Cada vez que te miran, lo hacen directamente a los ojos para que así sepas que están vigilándote todo el tiempo. Te dicen ‘haz esto, haz lo otro’, y lo hacen de una manera muy agresiva.

Pero el acoso no solo comprende el control y el comportamiento agresivo. Nira informa de que los guardias de seguridad hombres, que se encuentran en posición de poder respecto a las mujeres, se les insinúan y les hacen proposiciones sexuales: “A veces uno de los tipos de seguridad quiere tener una relación con una mujer y empieza a caminar contigo, a hablar contigo y tú te sientes con la presión de que debes mantener una relación con él porque ellos… ya sabes… te controlan. Tienen poder sobre ti. Y a veces, cuando la mujer dice no, no quiero tener nada contigo, se van a una habitación, abren la puerta e intentan acosarla. A veces estás durmiendo, a veces te estás cambiando de ropa. Y estás siempre preocupada, porque no te puedes cambiar sin pensar que alguien podría abrir la puerta en cualquier momento. Yo no podía dormir por si alguien abría la puerta en mitad de la noche. Ponía siempre el armario detrás de la puerta para poder dormir.”

Protección cotidiana de fronteras: ¿De quién es competencia?

Nira me cuenta, además, que el personal de seguridad y los trabajadores sociales también hacen a menudo de agentes de la autoridad, sin preparación. La externalización de los servicios de protección de fronteras y ejecución de las leyes migratorias; y la cesión de su gestión a empresas privadas es un fenómeno que se extiende por Europa y por todo el mundo.

“El trabajo del personal de seguridad y de los trabajadores sociales no tiene nada que ver con nuestra seguridad, sino con nuestra vigilancia y control. Las mujeres se sienten mal -como delincuentes- y están más traumatizadas que nunca. No somos criminales. No estamos detenidas, no somos presas.»

Por qué esta discriminación, pregunta Nira. «¿Por qué no somos todos iguales? Así no puede seguir… No hay ningún espacio privado dentro del campamento. Ningún lugar seguro, ninguna intimidad. Por eso hay que cerrar todos los campamentos. Tenemos que vivir en casas; allí se integra la gente muy bien en la sociedad. Si tu vecino es alemán, puedes aprender de él y él puede aprender de ti. Nos podemos integrar”.

Artículo originalmente publicado en oplatz.net

Traducción: Javier Pérez de la Cruz

Revista Desbandada