Libros en español desde la Argentina

Durante la presentación de la editorial EME en la librería Andenbuch de Berlín el pasado día 10 de junio de 2022, un asistente citó, para apoyar su pregunta, y con inconfundible acento chileno, a Roberto Calasso y su traducido título La marca del editor. La pregunta en cuestión hacía referencia a la relación entre los gustos, intereses, tendencias, del editor (en este caso, la familia editora, Verónica y Agustín y la pequeña hija presente también en el evento), y el catálogo de títulos editados. El citado asistente citaba la frase, ya célebre, del editor italiano, «la edición como género literario». Una inteligente y elegante pregunta para Verónica Stedile Luna, editora de EME, pequeña editorial argentina que vino a presentarse a Berlín junto al editor, Agustín Arzac, y dos de las colaboradoras, María Guillermina Torres y Ana Rocío Jouli.

¿Cómo sobrevive una editorial que lanza tiradas de ochocientos ejemplares; que edita, imprime, encuaderna y casi distribuye por sí misma sus libros; que dedica más tiempo a leer y a hablar y a elegir, que a vender? ¿Cómo sobrevive una editorial en la Argentina actual, un país donde una familia monopoliza la fabricación de papel y usa ese monopolio para privilegiar a unos afines frente a otros críticos (recordemos el desgarrado discurso de Guillermo Saccomanno en la inauguración de la Feria del libro de Buenos Aires)? La respuesta parece estar en el tamaño abarcable, en el perfil claro del lectores meta, en el sistema por el que un libro paga el siguiente, pero en especial en el amor al libro como objeto en el que todo se mide, en el que la propia tapa es símbolo y representación de lo que se propone en su interior, combinando figuras, desgarrando el papel, cortándolo directamente, hasta el punto de usar serigrafía para que cada ejemplar sea único en el más extenso sentido de la palabra. Personalmente lo que más me subyugó fue esa dedicación casi espiritual al libro como objeto, dedicación que el poeta catalán Joan Brossa habría compartido sin dudarlo. Frente al imperio de lo digital, de las editoriales todopoderosas que abarcan continentes, frente al monopolio del papel, EME parece proponer una rebeldía sutil, una confabulación en pequeña escala que llegue más allá, y que sea no solo ideológica, sino práctica, física, artesanal, que potencie el contenido, relacionando intrínsecamente el de todos los títulos de todas sus colecciones.

En definitiva, la editorial EME de La Plata, Argentina, es tan interesante por ese catálogo configurado quizá a partir de las necesidades de sus editores (más que la de sus lectores), como por su concepto del libro como objeto que en sí mismo, como exteriorización física y simbólica del contenido que envuelve. La palabra es signo y símbolo, en este caso es el objeto llamado libro el que se convierte en signo.

Pero dejemos que sean ellos quien nos hablen. A continuación, una sucinta biodata de la editorial remitida por sus editores, y el texto de presentación leído por Ana Rocío Jouli en el evento que tuvo lugar en la librería de Teresa Cosci de Berlín.

Eme EDITORIAL surge en el año 2014 como conjunción de tres condiciones vinculadas a lo colectivo: la construcción del Colectivo Malisia en el año 2013, proyecto que dio lugar a una librería, distribuidora y editorial con el mismo nombre; el pasaje de la revista Estructura Mental a las Estrellas que dirigíamos nosotrxs mismos con un grupo de amigxs, hacia la edición de libros; y la posibilidad de co-editar nuestros primeros Libros con Bajo La Luna, una de las editoriales independientes más importantes y con gran trayectoria en Argentina. Toda la fuerza de lo que estaba sucediendo a nivel editorial en la región fue fundamental en ese momento.

El proyecto fue cobrando identidad en el proceso de su construcción y en la reflexión continua sobre la práctica, así como también aprendimos mucho de lo que hacían otros. Actualmente llevamos adelante tres colecciones: Fin de lo mismo, donde publicamos narrativa contemporánea; Plan de operaciones, dedicada al ensayo político e histórico; y la colección más reciente, Madriguera, que incluye ensayos sobre arte y literatura. En esta colección, además, trabajamos con la artista Leticia Barbeito, quien no es solo la directora y hacedora de las tapas de cada libro sino que los piensa en su integridad desde un concepto artístico que dialoga con la propuesta del texto.


El siguiente texto con forma de fingida conversación es una composición libre de Ana Rocío Jouli a modo de puzzle en el que las piezas son preguntas y fragmentos tomados de los libros de I Acevedo, María Pía López, Silvio Mattoni, Clara Obligado y Corina Gepner.


¿Qué hay en escribir?

Una brutalidad del renacer propiamente abrumadora.

¿Qué desorden quiere latir en la escritura, qué fuerza necesitamos para que ella se desate de todas esas cadenas del sentido y del prestigio?

Yo no quería escribir, pero escribía.

¿Se trata entonces de aferrarse a algo que va mucho más allá de la historia misma? ¿De flotar asida a lo que sobrevive más allá de la semántica?

Cuanto más se cuida, se atiende, se escucha lo que se está escribiendo, menos se sabe lo que la obra despliega. Su paso y su gracia están atrás, fuera de la vista del escritor que avanza, que sube en busca de una luz de día en la que exponer, tratar lingüísticamente aquello que lo fascina y que no puede darse vuelta para mirar.

¿Qué queda?

Si me aferro a una visión cegada por la pérdida, esta tiene un peso demasiado grande. Si la contemplo a escala del texto en su integridad, se inscribe en un conjunto de pérdidas y de ganancias, de desplazamientos, de empobrecimientos y de enriquecimientos que escapa a todo cálculo.

¿Quién es yo?

No hay que rendir culto a la transparencia. Opacidad máxima bajo ese nombre. Menos que menos si traza un hilo con la idea de deseo.

¿Y si lo absolutamente último fuera no el poder de la interrupción ni la energía de una inspiración sospechosa, sino más bien la oscilación constante, el equilibrio entre dos catástrofes?

Lo percibo a diario, en esta vida cotidiana tan inofensiva, en apariencia. Todo está ahí, en todo momento, en acto. Desplegar frases, inscribir palabras… ahí, al menos, un espacio lúdico donde poder respirar, donde poder traducir el mundo, su furia, pero también su dulzura, con precisión.

¿Cómo hablar de esa escritura sin repetirla?

Sería sin duda falso creer que la obra se escribe una sola vez. En traducción, la obra se reescribe, de otro modo, y cada traducción es una nueva reescritura, que no puede ignorar las anteriores. La obra primera no es más que la aparición tangible de un comienzo de escritura.

Ana Rocío Jouli

¿Para qué sirve la literatura?

La utilidad: escribir para abonar a un archivo del presente.´

La inutilidad: escribir porque sí. En estado de goce.

Pero, ¿contra qué rebelarse?

Narrar porque nuestras palabras son parte de un compost: no para que se preserven para la posteridad, marmóreas e incólumes, sino para que se descompongan y alimenten un yuyo cualquiera o una flor exótica.

Poesía, no nos abandones a la razón política ni permitas que te querramos escuálida aportante de un giro convincente o un combustible de emociones. Exígenos, poesía, considerar tus fuerzas, la ferocidad de tu amistad, el declive hacia ese sentido que apenas atisbamos, la precisión de una imagen que no flota en la serie de las comunicaciones, la emoción que se anuda en una parte ignota de los cuerpos.

¿Qué tipo de saberes se arrojan sobre los cuerpos, qué disciplinas, qué conductas los organizan y los disparan?

Actuamos como si la literatura “nos ayudara a imaginar” cuando en realidad la gente siempre imaginará cosas. El valor de la literatura está en que esa imaginación es colectiva y es capaz de conjugar pasado, presente y futuro. Dadas estas condiciones, el nivel de inestabilidad del sentido que se pone en juego en la práctica literaria permite una constante proliferación cuyos resultados están por fuera de todo cálculo. Si no fuera así, no tendríamos la afortunada y común experiencia de abrir un libro al azar y encontrar la respuesta justa a nuestra pregunta.

¿Qué lleva a una persona a dedicarse a las letras, a amarlas, a pensar que son una parte constitutiva de su existencia?

Lo que empieza como dominio, es decir, el proyecto de escribir, incluso el arrebato de escribir pero en el instante exacto de tomar con la mano el instrumento material de escribir, lo que comienza así con la mínima herramienta técnica de una lapicera o sus equivalentes, luego deja de ser dominación del material y control de la expresión, pero lo que justamente ya no es dominio, lo que no le pertenece a nadie, será el tono más propio, la verdad que incluye su contradicción inicial.

¿Es la derrota de las palabras, del lenguaje, o es una manera, tal vez más sabia, de asignarles su verdadero lugar?

Libros de la editorial EME expuestos en la librería Andenbuch de Berlín.
Revista Desbandada

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