El jueves 2 de junio se inauguró en la Embajada de México en Alemania esta exposición del pintor hamburgués. Jan Siebert lleva viviendo en Latinoamérica desde hace más de 25 años, donde ha desarrollado prácticamente toda su producción. Su temática, lógicamente, es Latinoamérica; su visión, la explica en esta entrevista que nos concedió en la propia Embajada.



Buenos días, Jan.
Muy buenos días.
Estamos aquí, en la Embajada de México, en Berlín para conversar sobre la exposición que inauguraste el jueves pasado día 2 de junio. La primera pregunta sería esta, ¿puedes presentarte?
Claro, sí. Mi nombre es Jan Siebert. Soy alemán, nacido en Hamburgo. Desde el 96 vivo en Latinoamérica, primeramente en México, fueron los siete primeros años, donde empezó esta historia de la pintura. Estudié en Hamburgo, y después escogí el camino libre de la pintura, y tomé esa decisión junto a la de mudarme a México. Pasé un tiempo en la academia San Carlos conociendo la pintura y la cultura del país. Más que todo empecé a desarrollar un camino propio en la pintura. Después de siete años, me mudé nuevamente y hasta ahora vivo en Brasil: Sao Palo, Rio de Janeiro y ahora vivo en Salvador de Bahía.
La exposición se llama NachtGedacht. ¿Puedes explicar este título?

Es un juego de palabras porque uno de los aspectos más importantes sería la noche. No lo planeé, pero fue lo que cada vez más cobró cada vez más importante y cada vez más acceso, porque desde siempre las visiones o los motivos que más me fascinaron fue la oscuridad, no por sí mismo, sino el espectador mirando desde la oscuridad. Si ves una escena de noche ves que hasta las sombras son luces, brillan, pero solo si tú estás en la oscuridad. Con esa dificultad he luchado bastante.
Es decir que tú pintas de noche.
Sí, yo trabajo en la sombra muchas veces, a veces con oscuridad total, usando una linterna pequeña para no estorbar a las sombras. Una vez resuelto el problema, siempre usaba esa técnica. Hay una cosa interesante sobre la palabra “noche”. En todos los idiomas europeos es una combinación de la letra N, que significa el infinito, y el 8 acostado que también significa el infinito en matemáticas. Entonces la palabra “noche” es la unión de lo infinito, N+8. Es un gran misterio. Y lo misterioso en la noche es siempre lo que me ha llamado mucho la atención y lo he practicado durante todos estos años.
En los cuadros de Hopper, del que hablaremos después, hay también algunos cuadros de noche, aunque no tantos. Para él es más la luz.
Sí, tienes esas escenas de ciudades, interiores con una ventana y afuera la noche. Dentro está la luz y al rededor es oscuro y algo está pasando en el apartamento.
En todo caso, te defines como pintor, como artista, frente a ese otro Jan Siebert fotógrafo, que nada tiene que ver contigo.
Más que todo soy pintor. Hoy en día el arte tomó tantos caminos diferentes, pero yo soy pintor.
Hay muchos temas que son muy interesantes no solamente en tus cuadros sino en tu biografía. Tú tienes una posición intermedia entre Europa y Latinoamérica, incluyendo lógicamente a Brasil. Tú te defines como pintor ¿en qué tradición? ¿La alemana, la mexicana? ¿O ya no hay tradiciones?
Sí, creo que sí. Lo que más me marcó sería la tradición de pintura europea, de varias fuentes: española, francesa, alemana también pero ni tanto, hay un pintor que admiro mucho, la gente lo comenta, se siente así, del que acabamos de hablar, Edward Hopper, quien a la vez se inspiró en la pintura europea, en el impresionismo y la pintura clásica.












¿Por qué crees que tus cuadros recuerdan a Hopper?
El elemento más importante no es el tema, lo que Hopper decía que quería alcanzar es la luz del sol en una pared, una cosa bien simple pero también filosófica. Hay personas que aparecen en su cuadros, pero la crítica lo clasificó como un pintor de la soledad del ser humano en el contexto urbano, yo estoy casi seguro que esto nunca le interesó. Es una cosa que salió por su naturaleza. Puede ser que sea verdad, pero no era su intención. Me puedo identificar. Son temas que no busco, pero son cosas que salen de forma inconsciente. Antes de empezar un trabajo hay una fase de investigación de los lugares que estaban a disposición, veo las posibilidades de acceso, cuáles son las personas que frecuentan el lugar, hablo con ellos, veo su disposición, si alguno puede ser modelo. Cuando empiezo a veces no los tengo.
Estás rompiendo una barrera, ¿no?
Sí, claro.
¿Hay una implicación emocional con esos posibles modelos?
Siempre pasa, pero es aleatorio. No era mi intención al principio, no pensaba que iba a llegar a este punto, a esta forma de trabajar. Mi interés es la realidad, la realidad más cruda y más directa posible. Por eso tengo que tener el acceso al lugar. No basta tomar una foto o buscarlo en los medios, hay que estar ahí y hay que frecuentarlo. Y a veces es un trabajo de meses, tengo que ir todos los días, y así he creado una relación íntima con los lugares y con las personas.
Volvamos a la pregunta, esa posición intermedia entre Europa y Latinoamérica.
Fue algo que se desarrolló, no sabía que iba a pasar. Al principio escogí Latinoamérica porque me inspiraba, en Alemania me sentí un poco preso, aquí hay muchas reglas, y después de haber roto eso, cambió mi carrera.
Hay una fascinación tradicional en Alemania por Latinoamérica, básicamente desde Humboldt. Pero también hay un buen montón de clichés en este país sobre ese continente, como los temas de la violencia y de la pobreza. ¿Cómo se ve Latinoamérica desde Alemania actualmente?
Siempre hay muchos conceptos previos, como en todo, ¿no?, y la gente que no ha viajado se queda con esos conceptos, como Brasil y la samba, el carnaval, las playas, esas cosas que se piensan. Hoy en día es todo más accesible, las nuevas generaciones viajan más, hacen intercambios, se mezcló mucho. Se ha abierto bastante la idea sobre Latinoamérica. Y además hay aspectos europeos que los encuentras en las grandes capitales de Latinoamérica, así que todo se va diluyendo.
En relación con esto, en algún momento te pusieron en Alemania la etiqueta de “el pintor de las favelas”.
Eso fue porque en el año 2016 tuve el apoyo de la ARD, la cadena de televisión, los que hicieron los programas sobre las olimpiadas. Cada vez que un deportista fue un entrevistado y ganó una medalla, cuando salió del estudio, le dieron un presente, una réplica de un cuadro mío. Se mencionó mi nombre todos los días, y en esa época yo vivía en una favela, durante cuatro años viví en Vidigal. Es una favela de lujo prácticamente. Tenía violencia también, porque es un brazo de la Rocinha, pero es una favela más artística. Muchos artistas viven ahí desde antes de la pacificación, como se le llamó.
No era una favela violenta.
No, no había violencia, pero tampoco en la Rocinha, que es la mayor favela, que más o menos es tranquilo hasta ahora.
Lo pregunto porque la violencia forma parte del estereotipo latinoamericano.
Ese es uno de los grandes conceptos previos, y una gran confusión de la gente. Se piensa que esos lugares son extremadamente peligrosos, que no puedes entrar, pero es absurdo, porque cuando das el paso y entras en este mundo, notas que es prácticamente lo contrario, porque la violencia cotidiana que encuentras en las ciudades, no la encuentras en la favela.
Tus pinturas, en especial las hechas en Brasil, son muy tranquilas, serenas, inspiran mucha calma. La posición de las figuras, la relación entre ellas, la relación con el entorno urbano, o arquitectónico, las habitaciones, los pisos… No aparece el tema de la violencia.
Yo no tenía interés en mensajes sociales, ni políticos, nada de eso. O sea, estos mensajes intelectuales, es decir, me hago un concepto y la siguiente serie de cuadros se va a dedicar a la cuestión de la violencia, o de los contrastes sociales, o de lo que sea. Voy a los lugares y con el contacto tomo las decisiones. Por eso, ni siquiera puedo decirte qué temas hay, eso viene después, y por supuesto me doy cuenta de que hay elementos que se repiten, pero tienen que ver más con temas psicológicos.





Otro tema que podría uno esperar en los cuadros hechos en Brasil es el de la pobreza. Tampoco aparece. Las figuras son muy dignas, no reflejan miseria, pobreza.
Así lo veo. Si tienes una aproximación con cada mundo, incluso los más alejados, por ejemplo, el mundo de la calle… Los traficantes de la favela hasta me hicieron el favor de posar en algunos cuadros. Cuando fui a Sao Paulo me inspiraron esos temas de las calles de noche donde frecuentan aquellos que viven en la calle y a los que se les tiene miedo. Me presenté a ellos, les expliqué lo que quería hacer, me invitaron como si fuera uno de ellos. Ahí tú ves la persona y cada persona tiene su mundo.
Volvamos un poco atrás. México fue tu primer contacto con Latinoamérica. ¿Qué relación tienes con los grandes pintores mexicanos? Personalmente no veo un reflejo de los grandes muralistas, por ejemplo, a los que es inevitable enfrentarse cuando estás en el país porque están por todas partes, en la Universidad, en el Palacio Nacional, no puedes evitarlos.
Los he estudiado, los fui a ver, me han inspirado también, pero no sería mi camino. El arte mexicano tiene esos aspectos de la cultura, como el color, cierto grado de exageración, ¿no?
El color es también muy importante para ti.
A mí me interesa la tonalidad más que el color por sí mismo. El mundo de la pintura vive de los colores, pero más de las tonalidades. Los temas latinos sí me interesan, los lugares, los motivos, eso sí lo saqué. De todos los pintores mexicanos que más me influyeron, el que considero que se acerca más a mi pintura es Rufino Tamayo, de Oaxaca, y es abstracto.
Y tú eres figurativo.
De él podría sacar más cosas, como la manera como dirige el color. Rivera ya es casi un pintor político, tiene algunos cuadros que a mí me podrían interesar más, pero los temas políticos no serían los que más me interesan.

Entonces, ¿qué te dejó la experiencia mexicana en tu pintura?
Yo no haría diferencia entre México y Brasil. Los ejemplos que te puse para Brasil tiene ejemplos semejantes en México. Uno de los temas que me fascinan es el chamanismo, y eso empezó en México. El primer cuadro es uno llamado “La curación”. Ese es un lugar donde puedes ver pobreza, pero también lo típico mexicano que son los santos y las figuras.
Es lo que en Cuba laman “la santería”, más propio de Veracruz, ¿no?
Sí.
Es la zona de México más…
Más cubana, sí. Ahí viví cuatro años. Y es donde tuve este contacto. Es fascinante.
¿Participaste en algún ritual?
Sí, porque también fue así. En la casa donde se trabajaba con esto, tanto la hija como su madre, hacían esto, durante el día pasando el huevo por las personas, y de noche cosas más delicadas. Yo lo veía como observador, me dieron ese permiso, pude estar ahí varios días e hice varios cuadros.
¿Cuál es tu actitud cuando te enfrentas a estas situaciones tan delicadas, culturalmente tan ajenas lo europeo en su mentalidad, en sus creencias?
Los primeros años no me atrevía a hacer eso. También es cierto que no había desarrollado esas rutinas de trabajo, para resolver un problema pictórico me tardaba mucho. A partir de cierto momento, y eso fue en México, empecé a frecuentar las calles y hacía los cuadros en el propio lugar, estaba allí físicamente, y era una cuestión del contacto con las personas. Les explicaba antes lo que quería hacer, y casi nunca alguien me cerró la puerta. Al rato ya cenaba con ellos.
Te integraban en su mundo.
Totalmente, como si fuera de la familia.
Cambiando de tema, me gustaría preguntarte por la composición de tus cuadros. Veo composiciones muy fotográficas. ¿Hay una relación entre tus cuadros y una visión fotográfica de la realidad, o incluso cinematográfica?
Sí, es probable. Pero yo no soy hiperrealista.
No tanto la técnica hiperrealista, como al encuadre, la posición de las figuras, las líneas que forman las paredes, el suelo, un encuadro arquitectónico, etc. Parecen escenas de películas.
Sí, tal vez. En mi caso el punto de partida no sería la foto. No evito el uso, y en los grandes formatos es ya una cuestión técnica, pero los formatos que normalmente uso son medianos, me permiten viajar con ellos y estar en el lugar físico. Casi siempre trabajo con el lugar, en el lugar, y con las personas. Pero sí que hasta un fotógrafo podría trabajar de manera no tan diferente pero con sus herramientas. Yo escogí la pintura porque me permite captar la sensación emocional. La sensación emocional que era el motivo original, se transmite. Esto no lo veo mucho en las fotos. Veo la perfección, pero no veo lo mismo. Como resuelvo ciertas partes en la pintura es diferente que en la fotografía.
Me refería sobre todo a temas compositivos.
Bueno, eso sí. Me entiendo muy bien con fotógrafos, a los que normalmente les gustan mis pinturas.
¿Cómo crees que el público va a percibir los cuadros de la exposición? Primero, el público mexicano que venga, luego el latino, y finalmente el alemán.
Yo creo que la frontera no va a ser muy alta para entra en el mundo de las pinturas. Para los latinos, porque se identifican.
¿No los van a ver como cuadros de un pintor alemán que pinta sobre Latinoamérica?
A lo mejor sí porque no están muy acostumbrados a ver ese tipo de pintura en sus propios países. Pero quizá sí se van a identificar porque viven aquí en Alemania donde pueden encontrar ese estilo y tienen más idea de cómo se ven las cosas aquí. Lo digo por experiencia, los latinos vienen y se sienten como en casa. Lo reconocen. Y los alemanes…
Cuando vienen los alemanes a ver esta pintura tienen en su mente su propia tradición alemana, y todos estos clichés de la sociedad latinoamericana.
Un alemán no lo va a ver como muy extraño. Los cuadros reflejan aspectos generales, existenciales tal vez, como dije, no tengo motivaciones intelectuales o políticos, sirven para cualquier persona. Las colecciones donde estoy son casi todas alemanas. Muchos de los propietarios ni siquiera han ido a Latinoamérica.
Todas las exposiciones las has hecho en Europa.
No, también en México y en Brasil, pero la mayoría aquí, es donde se comercializó. Las personas que tienen cuadros yo diría que la mayoría no tiene relación física con Latinoamérica.
La figura de la mujer es muy importante en tus cuadros. Casi todas las figuras son de mujeres, hay muy pocos hombres. ¿Cómo enfrentas la figura de la mujer? Hoy en día, en Alemania, en Europa, es muy difícil llevar la figura de la mujer a un cuadro sin un rasgo ideológico.
Esto hasta me ha preocupado. Hasta los cuadros que tendrían un poquito de sensualidad creo que no llegan a ser ofensivos por lo que me han comentado.

Hablo en especial de los que no son desnudos, las obras compositivas con varias figuras. Tienes un cuadro de varias mujeres juntas en una misma tonalidad que me recordó a Ferdinand Hodler, del que en Desbandada hicimos un álbum. Son mujeres en situaciones cotidianas.
Me hace pensar en una cita de Picasso, que dice “me tomo la libertad de pintar lo que a mí me gusta”. La belleza femenina no se cuestiona, es parte de la tradición europea, los grandes cuadros… Además, las mujeres tienen una gran inteligencia emocional, sin explicar mucho ellas captan la motivación emocional de mis pinturas, de forma casi natural. He tenido la suerte de tener maravillosas modelos, y no había la seguridad o la garantía de que iba a funcionar porque es muy pesado para ellas el trabajo de modelo, tienen que regresar a la misma posición tantas veces que se hace pesado. En prácticamente todos los casos aceptaron ese peso porque ellas querían que la creación se llevara a cabo, de igual modo que ellas mismas son creadoras. Quién mejor puede ayudar a crear.
¿Dónde se van luego los cuadros?
Está planeada otra exposición en Hannover, aún no está confirmado. Aquí en la Embajada ya me pidieron prolongarla. Vamos a ver.
Pues estaremos atentos. Bueno, Jan, muchas gracias por esta entrevista. Te deseamos mucho éxito con esta exposición que durará prácticamente un mes.
De nada. Gracias a ustedes.
Advertencia: La mayoría de las fotografías publicadas en este artículo han sido tomadas con permiso del autor y con el uso de un filtro. No son reproducciones fieles de la realidad.
Nuestro agradecimiento a Andrea Fahmel por organizar esta entrevista. La exposición de Jan Siebert en la Embajada de México se puede visitar hasta el 31 de junio de 2022 en los horarios habituales de apertura de la Embajada.