Se despiertan los fantasmas europeos. Es la primera frase que se me ocurre. Sigo pensando: ¿qué significa eso exactamente? Anda circulando por los móviles polacos un mensaje que para cualquier historiador de esta parte de Europa, consciente de los cambios dramáticos de los últimos, qué, cien años, es, cuanto menos, sorprendente, cuanto más, inexplicable, por lo que supondría de olvido histórico. ¿O superación de la historia? Quizá los polacos y los ucranianos han empezado a superar la parte de la historia que los une y los desune al mismo tiempo. El mensaje reza: “Ucrania no tiene hermanos, solo tiene una gran hermana, y esa es Polonia”.
Es domingo. Hace frío en Varsovia. Mientras hablamos sentados frente a un café muy conocido en la ciudad, se acerca una chica, joven, rubia, vestida a la moda, hablando en inglés. Nos pregunta por un banco, nos enseña el papel donde tiene anotado el nombre en alfabeto latino. Mi amigo, que habla ruso, sigue la conversación con ella en ese idioma, y le indica dónde está el establecimiento. No hay que decir, a estas alturas, que se trata de una chica ucraniana. Después, nosotros continuamos nuestra conversación: cómo está recibiendo Polonia las oleadas de refugiados que llegan al país, unos 100.000 cada día.
Yo pienso ahora en uno de tantos artículos escritos estos días en los medios digitales. El texto, publicado en una revista de caza, ofrece una serie de recomendaciones para el caso de una invasión: qué debemos hacer, qué opciones tenemos si un país extranjero invade, en el siglo XXI, el país en el que vivimos, que no tiene que ser, como cualquiera puede imaginar, nuestro propio país. La opción nº1 es buscar refugio. La opción nº2 es escapar (y la opción nº3 es enfrentarse al invasor). Después vienen las medidas que uno debe tomar para cada una de las opciones, antes, durante y después del momento de la invasión. La opción nº2 es la elegida por esos cientos de madres que han cruzado la frontera con sus hijos mayores y pequeños para salvar la vida junto a unas cuantas cosas que han podido empaquetar en el último momento. Apenas traen una maleta y par de bolsas. Yo pienso que no han tenido en cuenta las otras opciones, y no lo digo irónicamente: no creo que hayan pensado siquiera que tenían otras opciones.
Había llegado dos días antes a la capital polaca con un motivo ajeno a la invasión de Ucrania por parte de la Federación rusa y de su dirigente, pero con el propósito de escribir este relato. Desde el primer momento, la cámara estaba lista para ir tomando pequeños fragmentos de cómo esta otra “invasión” está siendo asimilada por la sociedad polaca; la mirada, igualmente preparada, buscaba pruebas de la llegada de los ucranianos convertidos en refugiados. Para empezar, veo que la moneda polaca está cayendo, en la oficina de cambio casi llega a 4,90 zlotis por EUR. La gente se agolpa para cambiar euros o dólares a zlotis. La moneda ucraniana no se cambia, el valor es de 0,00. Hay banderas ucranianas por todas partes, en los trenes y en la cabeceras de los tranvías y en las ventanas de las casas y en los escaparates de los restaurantes. Hay una furgoneta en una esquina paa llevar ayuda humanitaria. En uno de los puentes del río Vístula están colgando una enorme pancarta por la paz. Parece que no ha habido una manifestación como la de Berlin de la semana pasada. Es cierto, por otro lado, que no existe esta tradición manifestera que hay en la capital alemana. En fin, poco más veo en una primera mirada.







Hace décadas que los ucranianos llegan a este país, yo los conocí hace más de veinte años. A la casa donde vivía venía a limpiar una ucraniana, la imagen que se me dio del país por aquel entonces era la de una sociedad más pobre que la polaca que debía mandar emigrantes al país vecino para ganar dinero, el mismo país que mandaba emigrantes a Alemania con el mismo objetivo. Hace mucho que los ucranianos están llegando al país, hace mucho que se han ido integrando en la sociedad polaca, estableciendo vínculos más o menos duraderos con los habitantes del país. No creo que haya muchos polacos que no conozcan a algún ucraniano. Hablo, por supuesto, de los grandes centros urbanos, Polonia tiene una gran población agrícola para quienes la guerra es, quizá, además de un lejano recuerdo, un evento distante. No así en ciudades como Varsovia, Cracovia, Breslavia u Opole, pequeña ciudad del sur donde vive un profesor de español que conozco. También allí hay ucranianos. A pesar de saber todo esto, fue una sorpresa no percibir ostensiblemente la presencia de esas familias ucranianas por las calles de la ciudad, en los locales públicos o en el transporte. Yo iba con otra idea.
Cuando en 2015 llegaron todas aquellas familias de refugiados a Berlín, donde vivo, todos pudimos distinguirlos fácilmente del general de la población: por su forma de moverse, por su ropa, por su presencia constante en el espacio público, por sus idiomas, por su forma de hablar y de consumir. Iban en grupos algo numerosos, dos o tres familias juntas, con muchos niños pequeños, todos muy juntos y hablando más alto de lo que se acostumbra por aquí. Yo esperaba algo parecido en las calles de Varsovia, y sin embargo, nada más lejos de la realidad. Apenas podía distinguirlos. ¿Dónde están esos cientos de miles de ucranianos que han llegado a Polonia? La respuesta es fácil: en las casas de los polacos. El amigo con el que hablo ha acogido a una madre con sus dos hijos. Se anotó en una página web y poco después le asignaron esa familia. Se plantearon la posibilidad de que tuviera Covid-19, afortunadamente disponen de unos test llegados de Alemania, pueden mantener controlada la situación. Aún así, durante un tiempo nada definido tendrán que compartir su espacio vital con los nuevos inesperados huéspedes. Miles de casa en Polonia están recibiendo a los refugiados, es más, cientos de miles, puesto que tal es el número de madres con hijos que están cruzando la frontera. Esta respuesta, y la organización puesta en marcha para sustentarla, ha sido, ahora sí, una verdadera sorpresa para mí.

Estrella es una chica medio polaca medio española que estudia Publicidad en un universidad privada ubicada en el famoso Pałac Kultury, el edificio construido durante la época de Stalin, y que actualmente ejerce de icono de la ciudad. En su clase hay muchos estudiantes ucranianos. Explica que la universidad ha organizado un servicio de asesoría psicológica para ellos y un punto de recogida de ayuda. Una parte de los estudiantes están en Ucrania, a causa de la pandemia muchas clases son en inglés y online, y las siguen, como pueden, y mientras tengan conexión a Internet, desde su país. Al principio de cada clase, los profesores preguntan por los estudiantes ucranianos que están en su país, y por su estado y el de sus familias. Probablemente si la pandemia hubiera acabado ya oficialmente, la invasión les hubiera pillado en Varsovia, y no en Kiev, en Leópolis -Lwów en polaco- o en Odessa. Probablemente hay muchas situaciones como esa, y de hecho no dejo de escucharlas: la abuela de una chica que vive en Varsovia se trasladó a ver a su hija enferma de cáncer y no puedo volver, porque ya no puedo salir de Járkov. El país tiene, según la Wikipedia, más de 44 millones de habitantes y poco más de 600.000 km2 (España tiene poco más de 500.000, y Alemania, poco más de 350.000 km2). ¿Cuántas historias genera en una población de ese tamaño una invasión rusa? Por cierto, la enciclopedia digital incluye ya en la sección histórica la invasión de la Federación.
A Estrella le gusta que los polacos ayuden a los ucranianos, independientemente de su religión o el dinero que tengan. El 60% de sus amigas tienen a alguien en su casa. Todos ayudan a todos, no importa si tienes seguidores, todos hacen grupo y comparten información. Le emociona ver a todos ayudando. Hay un grupo de FB en el que se pasan información de quién necesita ayuda y quién puede ofrecerla, que tiene más 470.000 miembros. Me cuenta que ellos también han ayudado a una chica con su hija a encontrar alojamiento. Hay una web del gobierno creada para ofrecer o pedir ayuda que se activó muy rápido, algo que parece que en Rumanía no ha sucedido con la misma celeridad. Añade Estrella en este punto que “los alemanes tendrían que aprender”, aunque en realidad también en Alemania se ha reaccionado muy rápidamente.

Dice la chica que algunos estudiantes de su universidad se lo esperaban. Se comenta en su círculo con ironía que, a raíz de la invasión, Ucrania ha empezado a existir en el mundo. La ironía polaca se manifiesta también en las redes; circula en Instagram un meme en el que aparece un Putin vestido de demente en la sala del psiquiatra, el cual le pregunta “Señor Putin ¿el “poder militar” está con nosotros en este cuarto?”. Hablando en serio, ¿como se explican los polacos lo que está sucediendo, teniendo en cuenta no solo la memoria oficial de las relaciones históricas entre Rusia y Polonia, sino sobre todo la versión oficial de esas relaciones aprendida en la escuela por todos los jóvenes polacos? Como cualquier mandatario ruso, Putin, dicen los compañeros de Estrella, está loco, lo que quiere es quedarse con toda Ucrania, y probablemente Polonia es la siguiente, y quiere tener toda Europa, porque después de la victoria rusa no habrá un país intermedio que defienda a Polonia. Polonia, con Rumanía, sería la siguiente invasión. Al mismo tiempo, y contradictoriamente, se dice que se necesitaba que pasara algo para que Putin deje de ser Putin, la invasión de Ucrania supone la tumba de Putin -algo que mi amigo desmiente-. En Polonia, antes de empezar la guerra, se pensaba que el ejército invasor podría ocupar toda Ucrania, pero ahora ya no creen que lo consiga. Los soldados rusos pensaban, por las indicaciones de sus superiores, que van a participar en maniobras militares, o a salvar el país del nazismo, y por eso creían que los ucranianos son los buenos. Hay un video que se ha hecho viral en el que se ve cómo unos saldados les piden a los ucranianos gasolina para sus tanques, pensando que son sus aliados, y no entienden que los nacionales no quisieran dársela. Se comenta mucho que incluso los rusos rechazan la guerra, y que hasta la hija del portavoz de Putin en sus redes sociales puso un mensaje contra el conflicto, aunque lo retiró rápidamente.

Los polacos no parecen separar a Putin de los rusos, comenta Estrella, y me cuenta el caso de un restaurante de comida rusa en el barrio de Praga que sufrió ataques en las redes sociales los primeros días de la invasión (algo equivalente ha sucedido en Berlín). Los rusos siguen siendo los rusos malos de la historia, y los pierogi ruski (unas empanadillas de queso típicas en el país), es decir, “pierogi rusos”, ya no se llaman así, ahora se llaman pierogi con queso. No se han registrado ataques físicos contra rusos, empresas rusas o la embajada rusa en Varsovia, aunque por otro lado el alcalde de la ciudad ha confiscado a la embajada rusa una urbanización que estaba a su nombre para destinar los apartamentos a vivienda para los refugiados de la guerra.
Estrella estuvo recientemente en Leópolis. Con lo que vio y sintió en la ciudad, no podía imaginar que el país estuviera al borde de una invasión. No se estaban preparando para lo inminente a pesar de todas las señales dadas por el dirigente ruso y de todas las noticias en redes sociales y en periódicos internacionales y de todos los discursos del presidente de la Federación en foros políticos internacionales, y en especial a pesar de los movimientos de armamento tanto en su frontera como en la bielorrusa. ¿Es que los servicios de información norteamericanos o europeos no tenían suficiente fehaciente información? La gente en general no se lo esperaba: Estrella vio una ciudad tranquila, la gente iba al trabajo como si no fuera a pasar nada, no parecía preparada. Dos semanas antes de la invasión no había ningún tipo de restricción ni medidas de avituallamiento ni de defensa. Una amiga de Estrella de Kiev sí declara que se estaba preparando para una posible invasión, pero solo a título personal. El país seguía con su rutina. ¿Cómo puede ser? Me cuesta creer que el gobierno alemán o el de Biden no supiera lo que iba a hacer el mandatario del Kremlin. Me cuesta mucho creer que no avisaran a Volodímir Zelenski con la suficiente seriedad. En los primeros días de bombardeos a distancia, Ucrania perdió la mayor parte de su capacidad militar. ¿Se confió el presidente de Ucrania en el apoyo de sus nuevos amigos de la OTAN? No dejo de leer artículos de sesudos análisis que intentan explicar las causas mas o menos remotas de la guerra. Todos los argumentos desaparecen cuando llego a la estación de Wschodnia: han dejado a la población abandonada a su suerte. Ha habido una respuesta solidaria individual, alunas organizaciones, a Cruz Roja anda por ahí, y en las noticias de Berlín se oye de un orfanato judío de Odessa cuyos niños han llegado a la ciudad. Hay muchos más orfanatos con niños ortodoxos que no son noticia. No se trata de noticiar el éxodo que genera la guerra, se trata de otra cosa, y me cuesta, por un momento, percibirlo.










El país se ha volcado con los refugiados. Lo tienen todo gratuito, comenta Estrella, y añade que hay algo de irritación entre la población que tiene más dificultades para acceder a esos mismos servicios. La empresa Lux Med (hospitales privados) ofrece todos sus servicios médicos de forma gratuita a los ucranianos; los trenes (la compañía polaca es la PKP) son gratuitos, el transporte público es gratuito, y hay almacenes con medicamentos, ropa, alimentos para los refugiados: una amiga me pide que le compre unos parches de hormonas en una farmacia de Berlín porque en la ciudad se han agotado. Tienen a su disposición escuelas, instalaciones deportivas, y preferencia a la hora de solicitar pisos comunales, lo correspondiente a los pisos de protección oficial en España. La compañía aérea húngara ha destinado 100.000 billetes gratuitos para que los ucranianos salgan del país.
Para terminar le he preguntado a Estrella por una noticia que se ha comentado en Alemania. Polonia no dejaba entrar a africanos que querían salir de Ucrania. Estrella no me ha sabido dar información sobre este asunto. Seguramente no se ha dicho nada de eso en las noticias de la televisión polaca.
Por la mañana me he acercado a la estación de tren de Wschodnia. Se trata de unas de las tres principales estaciones con Centralna y Zachodnia. En el vestíbulo hay un pequeño módulo donde han instalado un punto de recepción e información. Hay voluntarios, muchas madres con hijos, muchas abuelas sentadas en los bancos disponibles, mantas y sacos de dormir por el suelo, niños jugando, muchos juguetes y muchas cajas de ropa y de juguetes. Los insuficientes voluntarios intentan atender a todos, se oye hablar ucraniano pero también ruso. Soy la única persona haciendo fotografías por ahí. Nadie me dice nada, ningún policía repara en mi presencia. No hay jaleo, no hay tensión, el ambiente es tranquilo. En un pasillo veo que viene en mi dirección una mujer polaca dirigiendo una familia ucraniana. Lleva una caja de dulces y golosinas. Probablemente lleva a la familia a su casa. Va muy contenta. Las caras de los ucranianos no dan muestran de depresión, los niños no lloran. Es algo que me hará pensar más tarde en el tren a Berlín. Salgo de la estación profundamente afectado por lo que he visto, y sobre todo, por lo que he imaginado: esas mismas madres con sus hijos volviendo a su país, y lo que encontrarán a su regreso.
Todas estas muestras de solidaridad me han sorprendido vivamente, y, desde luego, me han alegrado. He pensado, por un fugaz momento, que quizá esta parte de Europa podría dejar atrás a sus fantasmas, superar sus peores pesadillas, esas mismas pesadillas que la invasión rusa parece haber despertado. Europa es víctima de su historia. O mejor dicho: Europa es víctima de la Historia. Solo la inspiración europea podría hacer a un invasor justificar una invasión apelando a los orígenes: “Ucrania es y será siempre parte de la madre Rusia”, le oímos decir en YouTube. Esta solidaridad es nueva, novedosa: hace treinta años habría sido impensable. No voy a entrar en este avispero ideológico. Intentaré solo resumir mi sorpresa. A ello me ayuda mi amigo en un café del centro de Varsovia poco antes de tomar el tren para regresar a Berlín.
La relación histórica entre Ucrania y Polonia es todo menos fraternal. En el siglo XVII una parte importante de Ucrania a través de los cosacos se enfrentó a la ocupación polaco-lituana, que llegó prácticamente al Mar Negro. Nikolái Gógol aprovechó esa parte de la historia para escribir Taras Bulba, en la que el cosaco aparece como la víctima expiatoria en la creación de la identidad nacional ucraniana. Más cerca en la historia, y es un fantasma que intenta resucitar Putin en su declaración, un millón de ucranianos se unieron al ejército nazi en la II Guerra Mundial (y más tarde llegó Stepán Bandera…), pero Stalin -esto no lo añade Putin- fue el responsable de la muerte de 16 millones de ucranianos, ¡una buena parte de hambre! Antes, al principio de la II Guerra Mundial, la matanza de unos 80.000 polacos por parte de soldados ucranianos en Volinia (Wołyń en polaco) dio pie a acusaciones mutuas entre soviéticos y alemanes nazis, y acabó convirtiéndose en película. Las fronteras se movieron después de esa misma guerra, y Polonia perdió territorios que tradicionalmente habían sido parte del país, en especial al recuperar su soberanía tras la Gran Guerra…
¿Es inevitable volver una y otra vez sobre la historia? La relación entre los vecinos, polacos y ucranianos, parece no haber sido demasiado amistosa, es verdad, sin embargo, todo eso parece haber quedado atrás, olvidado, enterrado en el más profundo sentimiento antirruso de los polacos. Mi amigo dice que es “el nivel de solidaridad más grande que ha expresado este país desde la II Guerra Mundial”: ¡están acogiendo a los ucranianos en sus propias casas!

Se hace tarde. Tengo que ir a tomar el tren para Berlín. Nos damos un abrazo y nos despedimos. Cuando bajo al andén de la estación de Centralna, la gente se acumula con todo tipo de bolsas y maletas. Como antes en la estación de Wschodnia, son sobre todo madres con sus hijos. Con los refugiados que se dirigen a Alemania vienen muchos policías, algo que nunca se ve en este tren. Salimos con más de 20 minutos de retraso. Yo esperaba más gente, ocupo un lugar en el vagón restaurante. Más retrasos en las sucesivas estaciones, donde siguen subiendo refugiados. Al acercarnos a la frontera, justo antes de cruzar el río, la cantidad de refugiados que esperan es considerable. Más retraso. El tren debe de estar ya completamente lleno. Por fin cruzamos el puente internacional. Los ucranianos preparan sus pasaportes. En Frankfurt suben los policías alemanes, nos piden a todos la identificación. En el vagón-restaurante básicamente se escucha ucraniano y ruso. Una chica de unos diecisiete años se sienta a mi lado. Juega despreocupadamente con su móvil. Un par de niños de unos cinco o seis años juegan en el pasillo del vagón. Cuatro madres están sentadas frente a mí, conversan tranquilas, sus rostros muestran cansancio, peor no miedo, no desesperanza. Me pregunto si son conscientes de lo que está pasando. Pasan tres ucranianos más, una chica y dos chicos jóvenes, vestidos a la moda: dan la impresión de que simplemente están de viaje. Todos dan esa impresión. No han vivido el horror de los bombardeos, han salido muy pronto del país, o llegan de ciudades cercanas a la frontera polaca, lejos de los enfrentamientos más descarnados. De pronto, recuerdo la imagen de Lwów que me dio Estrella, y se forma en mi mente una pregunta que no me gusta.
Por fin llegamos a Berlín. Mucha gente en los andenes fotografían a los refugiados llegando con sus maletas y bolsas. Hay fotógrafos con dos o tres cámaras profesionales, con objetivos de larga distancia. Me acerco al punto de información cerca de la salida de la U-Bahn. Se ofrece ayuda y alojamiento a los ucranianos. Hay ruido, jaleo, mucha más gente que en la estación de Wschodnia. Se renueva la impresión que me causó ver a todos esos niños jugando en la estación de Wschodnia de Varsovia y en el vagón restaurante. Aquí, como allí, muchos voluntarios, carteles en cirílico, policías, paquetes, bolsas, gente por el suelo…
Esta es la pregunta: ¿por qué la población ucraniana no estaba preparada para la invasión? Y las otras preguntas asociadas: ¿Por qué sus dirigentes no tomaron medidas suficientemente fuertes ante el peligro? ¿Por qué los países europeos, o los de la OTAN, o los Estados Unidos, o quien fuera de fuera de Ucrania, no se movilizó ante lo inminente, para evitarlo, o para prevenir, o para preparar a la población? ¿Por qué se está encargando la población civil polaca o alemana de acoger a los refugiados, movimiento digno de alabanza sin lugar a dudas, y no las organizaciones internacionales creadas para este fin? ¿Cuál es el negocio? ¿Y quién está haciendo negocio en esta invasión a costa de una población desplazada que no merecía este trato de ninguno de los gobiernos implicados? ¿Es así en todo conflicto armado, esta sensación de indefensión y abandono de una población que ha quedado en medio y que no ha sido advertida suficientemente?
Descubro, entonces, que tendré que dejar sin terminar este artículo, porque todo esto apenas acaba de empezar.
Ayuda para huérfanos de orfanatos ucranianos.
Información proporcionada por la Oficina Precaria de Berlín.
Cómo apoyar a refugiadas ucranianas en Berlín.
→ Apoyo directo en la frontera ←
Ucrania está a 9 horas en coche de Berlín. Por ello se están organizando muchos minibuses para llevar materiales y traer gente a la vuelta. Si tienes una furgoneta o un minibus y tiempo para ir la semana que viene, puedes preguntar a Hände Weg vom Wedding, que han organizado un minibus. También puedes encontrar más información en este link.
Si quieres donar material y medicamentos (al final de la newsletter os dejamos una lista con cosas necesarias), puedes hacerlo:
* En la Kiezhaus Agnes Reinhold (Afrikanischestr. 74)
→ Acogida en Berlín ←
Si tienes una habitación libre o un sofá para compartir, se están organizando múltiples iniciativas para acoger a la gente. Todo ayuda, incluso si solo es una noche: si toda la gente que lee esta newsletter acogiese a una persona una noche, esta persona tendría alojamiento durante años. Os recomendamos estas iniciativas:
Schlafplatzorga. Este grupo autoorganizado está funcionando desde hace años para poner en contacto a gente que puede ofrecer alojamiento con gente que lo necesita:
La ventaja de este grupo frente a otras iniciativas que acaban de surgir es que, al llevar tiempo funcionando, hay cierta garantía de que seguirá funcionando de aquí a un mes. En el link encontraréis los detalles de cómo funciona.
Si no podéis ofrecer un sitio para dormir, podéis donar dinero a través de esta plataforma.
Hauptbahnhof
Estos días se está juntando gente de manera espontánea en Hauptbahnhof para ofrecer un sitio para dormir a quienes están llegando. No está claro cuánto tiempo puede durar esta iniciativa, pero esta tarde había más de cien personas ofreciendo alojamiento.
Tubman network
Para las personas racializadas (no blancas) hay además una red de apoyo liderada por personas negras. Las racializadas que están viniendo de Ucrania están siendo controladas de manera adicional (por ejemplo en el control fronterizo de Frankfurt Oder por parte de la policía alemana). Si puedes ofrecer una habitación, aunque sea solo una noche, puedes escribir indicando dónde vives, cuántos días puedes ofrecer alojamiento, y qué idiomas hablas aquí: help@tubman.network
Otras
Esta iniciativa también trata de organizar acogidas: https://www.unterkunft-ukraine.de/
→ Si hablas ruso ←
Si hablas ruso y alemán (o ruso e inglés), puedes hacer dos cosas:
1. Unirte al grupo de Telegram de traductoras en Berlín que están apoyando a la gente recién llegada.
2. Ir a la estación central de Hauptbahnhof. Allí se está autoorganizando de manera espontánea la gente para recibir a quienes llegan y darles información. No sabemos hasta cuándo durará, pero hoy había cientos de personas.
→ Información fiable ←
Os recomendamos que, si podéis, os informéis un poco de los derechos básicos que las personas ucranianas tienen en Berlín, para que en el caso de que os encontréis con alguien podáis dar información de calidad. Está circulando mucha desinformación, así que os recomendamos que os informéis de las ayudas sociales a las que tienen derecho a través de este enlace.
Además, la UE ha activado hoy la directiva de protección temporal para facilitar la acogida de personas que vienen de Ucrania. Es la primera vez que se activa, así que desde la Oficina Precaria no sabemos muy bien cómo funciona, intentaremos informarnos.
→ Apoyo económico ←
Algunos grupos a los que podéis donar algo de dinero:
* Libereco: ayuda humanitaria de emergencia para Ucrania.
* No nation truck: camión que ayuda a cruzar fronteras, ahora está en la frontera de Ucrania.
* Apoyo a manifestantes de Moscú en contra de la guerra:
Lista de materiales y medicamentos necesarios para Ucrania
Este material se donará a los grupos presentes en la frontera entre Ucrania y Polonia esta semana. El punto de recogida es la Kiezhaus Agnes Reinhold (Afrikanischestr. 74). Consultar días y horas.
* Esterillas
* Sacos de dormir
* Linternas
* Camping gas y cartuchos de gas
* Powerbanks (baterías externas para teléfonos) cargadas y con cable
Material médico:
* Ibuprofeno, Paracetamol, Aspirinas
* Vomex (Dimenhydrinat)
* Buscopan
* Imodium
* Cetirizin
* Gotas para los ojos
* Spray de asma
* Spray nasal
* Pulsómetros
* Termómetros
* Dextrosa (azúcar concentrado)
* Aparato para medir el azúcar en la sangre y tiritas para medirlas
* Mascarillas (OP y FFP2)
* Pomada desinfectante para heridas (Jodsalbe)
* Equipos de primeros auxilios (como los de los coches)
* Vendas y esparadrapos
* Gasas esterilizadas
* Tiritas
Otras cosas no podrán ser transportadas en el minibús organizado por Hände Weg vom Wedding.
Muy buena tu crónica, Iñaki. Y veo que usas la forma correcta, ucraniano/a, y no como en El País que siempre escriben ‘ucranio’.
Me gustaMe gusta