Una nueva especie

Titane (Titanio – 2021), fantasy-drama dirigido por la cineasta francesa Julia Ducournau, se llevó este año la Palma de Oro en el festival de Cannes. Un acontecimiento por varios motivos: es la primera vez que un “film de horror” (como se lo catalogó aunque es otra cosa) y la segunda vez que una directora mujer (hace 28 años lo había hecho la cineasta neocelandesa Jane Campion) ganan el máximo galardón en el festival francés. Titane, un film fuerte, ambiguo, atrapante que ya se puede ver en los cines berlineses.

Nadie puede juzgarme

“Titanio:”, leemos mientras va tipeando la máquina, “metal ligero que alcanza la dureza del acero. Los métodos convencionales de extinción del fuego no pueden con él, resiste a temperaturas extremas. No se encuentra en el cuerpo humano, pero su biocompatibilidad y su baja constante elástica similar a la de los huesos lo hacen perfecto para prótesis e implantes médicos. Su liviandad y resistencia lo hacen perfecto también para la industria del automóvil, con aplicación en piezas de motores y chasis de automóviles de alta gama”.

De metal y fuego está hecho el mundo de Titane. Un mundo en el que se busca a niños y niños desaparecidos y a asesinos seriales. Donde en un fetichismo por los autos post-Cronenberg, humanos y automóviles tienen sexo de alto voltaje: el auto-placer en su más cabal sentido de la palabra. Titane es un extravagante relato, “visualmente extravagante también, aunque siempre cuidando de resguardar a los personajes”, dice Ducournau, al cruce de los géneros: fantasy, drama, terror, thriller, gore con violencia gráfica -y sonora- extrema y sangre salpicada al ritmo de hits musicales de otras épocas a lo Tarantino. No sin ironía, y hasta humor, la gran matanza sucederá al ritmo de Nessuno mi può giudicare (Nadie puede juzgarme), la canción de Adriano Celentano que catapultó a la fama en 1966 en el festival de Sanremo a Caterina Caselli, la chica rubiecita del corte de tipo casco.

Con una sólida y excelente dirección de Julia Ducournau el film crea un mundo propio. Por el cual la acción de ese relato extravagante se va deslizando y va avanzando… ¿como un pez en el agua? Más exacto sería decir como un pez de una nueva especie en un fluido acuoso de otro planeta –¿o acaso es solo el futuro? Pero dentro de todo el despliegue de violencia extrema y acción, dentro de toda esa carcasa mutante, lo que en realidad anida en el film -¿como un monstruo?, ¿como el nacimiento de un amor, como dice Ducournau?, ¿como un monstruo que es el nacimiento de un amor?- es la historia de un insospechado encuentro. Es que Alexia, la joven psicópata asesina de la prótesis de titanio, solo se detendrá en su huida cuando se encuentre con Vincent.

Las prótesis de Dios

Cuando se pierde un hijo, cuando un hijo desaparece, hay padres que no lo soportan y se van. Y hay otros que permanecen allí, en esa misma casa, en esa casa donde el cuarto del hijo permanece intacto desde el día en que lo dejó; permanecen allí como una coordenada. Ese es Vincent, el jefe de bomberos. “Para darle forma final a Titane”, señala la directora, “me concentré en el personaje de Vincent y en esa fantasía suya, esa idea de que se puede dar vida al amor y la humanidad aunque sea a través de una mentira”. Cuando en su huida Alexia recurra a una violenta transformación y se presente como Adrien, el hijo perdido hace tantos años, enigmáticamente Vincent lo reconocerá, lo aceptará.

Hay algo que une a esos dos seres tan disímiles. Alexia encuentra con quien puede medirse. Lo dice también la cámara que los equipara tomándolos a ambos desde abajo, en contrapicado, dotándolos a ambos de un aire de superioridad, poder y control por sobre otros, aunque en un vínculo complejo, conflictivo, siempre mutante vaya cambiando la relación de poder entre ellos. En un film que juega constantemente a la transformación y la ambigüedad impresionante es la actuación de Vincent Lindon. Prepotencia del cuerpo y a su vez llena de matices. “Humano y monstruoso al mismo tiempo, con ese enorme cuerpo”, así lo describe Ducournau en ese papel escrito especialmente para él. “Lo quería musculoso e imponente como un buey, como un Harvey Keitel en Bad Lieutnant (Un maldito policía) de Abel Ferrara”. Todo un año entrenó Vincent Lindon para corporizar a ese comandante de una brigada de bomberos ya maduro, en decadencia, adicto a los esteroides: su prótesis para intentar sostener a toda costa ese cuerpo de Atlas musculoso. Para seguir siendo “Dios” en ese mundo homosocial, chovinista y de testosterona de su brigada de hombres. ¿Estás enfermo?, le preguntará Adrien/Alexia cuando le pide que lo inyecte. “No, soy viejo”, le responderá Vincent. Hay un mundo viejo que se acerca a su fin.

Ella no está allí (Los zombies)

Si hay una matriz humana que está por estallar, estalla en Titane. Si hay un paradigma que está por estallar, estalla en Titane. Film al cruce de los géneros no lo es solo en el sentido de los cinematográficos, sino que en él estalla también el régimen binario de la diferencia sexual. En Titane lo masculino y lo femenino no son un universal, sino que son momentos en un proceso de mutación, o pasibles de múltiples combinaciones. En un film donde el cuerpo es protagonista, la cineasta busca para Alexia un rostro desconocido. En Agathe Rousselle encuentra no solo una gran presencia escénica, sino la posibilidad de encarnar desde una Alexia hipersexualizada, idealizada y clisé en la secuencia inicial a una feminidad mutante sin límites ni contornos. Así en Titane la hija se convierte en el hijo, el hijo se convierte en la madre, padre e hijo bailan juntos al ritmo de She´s not there (Ella no está allí), el hit de 1964 de Los zombies.

“Monstruo:”, leemos mientras va tipeando la máquina, “ser contrario a la naturaleza” –o a lo naturalizado como tal-, “desmesurado en tamaño tal que causa extrañeza, ser fantástico, ser de suma crueldad.” Si monstruo es esto, si monstruo es lo que se aparta de la norma, si el monstruo es, en palabras de Paul B. Preciado, “aquel que vive en transición”, entonces Titane es un film de monstruos.

“En su etimología el término proviene del verbo mostrar”, señala Julia Ducournau y agrega: “Los monstruos nos obligan a mirarlos a los ojos y nos muestran nuestro propio reflejo.” Titane nos obliga a mirarlos a los ojos para decirnos que quizá ha llegado el momento de una nueva especie, de una nueva genealogía.

Todas las fotos: ©Crcarole Bethuel

claudia baricco

(isa.kar.wai) - Un cine real o virtual es el living de mi casa. Los libros son mi otro hemisferio. En un mundo donde todo es político. Latitud: B y B – Buenos Aires-Berlín, dos ciudades de contrastes.

2 comentarios sobre “Una nueva especie

  1. Excelente comentario, como siempre, Claudia Baricco. Cuando la película ganó en Cannes la mayoría de los comentarios en la prensa (al menos los que yo leí) fueron tremendamente negativos. Como para desanimar a cualquiera de ir a verla. Sin embargo me atreví a hacerlo pensando que iba a perder el tiempo. Y vaya sorpresa, valió la pena atreverme, la película me resultó mucho mejor de lo que esperaba y suscribo todo lo que dices en esta reseña.

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