Sé que hay una cierta agitación entre ustedes, los fanáticos del Havana Club, los fumadores de Cohiba, las cheerleaders del Che Guevara, los nostálgicos de la primera –y única– revolución socialista del Caribe y los turistas con síndrome de Estocolmo y es que las imágenes perturbadoras sobre lo que está pasando ahora mismo en Cuba, desbordan las redes sociales y les descoloca sus fantasías.
Los he visto llevándose las manos a la cabeza y preguntándose como un pueblo puede ser tan desagradecido con sus legendarios gobernantes. ¿Cómo toman las calles, vuelcan autos, insultan a esos líderes que ya entraron en la historia y se enfrentan a la policía, al ejército, a las Tropas Especiales y a “las Milicias de todo el pueblo”? ¡Pero si están en el paraíso de los obreros, campesinos e intelectuales! Los comprendo, puedo entenderlos y me propongo responderles. Les argumentaré por qué nos atrevemos a oponernos a ese generoso gobierno, por qué queremos desalojarlos del poder, aunque nos dieran la educación gratis, la salud pública de gorra y fuéramos liberados del triste papel de burdel de los Estados Unidos. Intentaré que entiendan por qué estamos tirando por la borda una labor tan hermosa que ya lleva sesenta y dos años enfrentando al todopoderoso y vil imperio.

Aquí va la respuesta a quien me dijo, con el ceño fruncido, que una sociedad que dio a cantautores como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés no puede ser mala. Al que, masticando a dos carrillos un suculento asado, afirma que un país que manda a sus médicos a más de cincuenta países a trabajar es una nación generosa y no sería capaz de hacerle daño a sus ciudadanos y, claro, a los que sostienen que todas las necesidades que padece el cubano lascivo y rumbero, el sonriente negro fumador de tabaco y la mulata bailadora de curvas perfectas, son culpa del vil bloqueo norteamericano y de los siempre presentes y muy bien entrenados agentes de la CIA que destruyen desde dentro la tierra prometida.
¡Señores, por favor! Díganme la verdad ¿Dónde están viviendo? ¿Qué los induce a cegarse? No creo que sea la falta de información, porque la verdad de lo que pasa en Cuba está a un click de distancia de sus dispositivos móviles y fijos. De hecho, esta sublevación no es siguiera la primera, estos crímenes cometidos por vándalos vestidos de civil y por militares con licencia para matar, no son nuevos.
El pueblo tomó varias embajadas en 1980 para escapar del paraíso de los trabajadores. En esa ocasión también hubo violencia y mucha. Sacaban a las personas de sus casas para que las turbas los apedrearan, los apalearan y los arrastraran. Fueron los días en que nacieron los infames “actos de repudio de un pueblo en revolución” ordenados por Fidel en persona usando como ahora lo hace Díaz Canel, los medios de difusión masiva. Después el pueblo volvió a tomar las calles. Fue en agosto de 1994 y volvió a correr la sangre de gente común enfrentada con las manos vacías al aparato represivo por las mismas razones que sale hoy; por hambre, desesperación, por hastío, por no tener nada de perder. Y ahora les pregunto: ¿dónde estaban ustedes que no se enteraron?
Ya, ya puedo verlos negar con la cabeza, alzar las cejas asombrados o poner expresión circunspecta en sus rostros, pero ¿saben qué? la ceguera autoinducida, adquirida por las imágenes manoseadas con Photoshop, esas de los autos de otra época que parecen dibujados con crayolas y con las consignas coreadas por los loros de siempre ya no sirve de nada. Ya no pueden mirar a otro lado. ¿Saben por qué? Pues porque ya no hay justificación para esconder la cabeza bajo la tierra. Esta vez sus comunistas preferidos se olvidaron de nadar y guardar la ropa. Sus héroes de postalitas mataron sin compasión. No respetaron ni a mujeres, ni a viejos ni a menores de edad. Los detenidos se cuentan por cientos al igual que los desaparecidos y hasta están muriendo como moscas los militares que se negaron a reprimir al pueblo. Esos seis generales y altos oficiales que han muerto en los últimos siete días, no padecían otra enfermedad que no fuera tener algo de dignidad. Eran demasiado decentes para estos tiempos y por esos los asesinaron. ¡Sí! Los asesinaron, por eso cremaron sus cuerpos enseguida y fueron enterrados sin honores.
Pero si no me creen, puedo recomendarles algo, así se enteran si es verdad o no los que digo: vayan a vivir como un cubano de a pie a la tierra del tabaco, la rumba, Fidel y el son. Quiero verlos morder el cordobán junto al proletariado, sin aire acondicionado, sin dólares, sin euros, sin seguro médico, sin sindicatos, sin supermercados llenos de comida y farmacias repletas de medicamentos. Vamos, los invito, como dice Silvio, “a creerme cuando digo futuro” y veremos cuanto duran construyendo el socialismo.
Vamos, queridos turistas políticos de toda la vida, ustedes que jamás han sido dañados por neuropatías provocadas por el hambre, que no saben lo que es estar tirado en el suelo de un hospital que no tiene ni camas ni Aspirinas para calmar un simple dolor, súbanse las mangas de sus camisas de cien dólares y vengan a moldear el futuro con sus manos. Porque más allá de ir a los resorts cinco estrellas, corretear el sexo barato y las excursiones dirigidas, no los veo hacer otra cosa en Cuba. ¿Qué los lleven a las playas de arenas infinitas a atiborrarse de langostas recién sacadas del mar que nosotros tenemos prohibido comer so pena de ir a la cárcel? ¡Claro que sí! ¿La poesía de Guillén? ¡Sí señor, cómo no! ¿Pero vivir en Cuba? ¡eso no! La solidaridad no da para tanto, ¿verdad?
A ver, hablemos sin tapujos: ¿No será que ustedes no añoran una sociedad más justa que la que tienen, sino que sienten una afinidad morbosa, un enganche fetichista por ese parque jurásico que es Cuba y por sus cuidadores verde olivo?

Si yo fuera ustedes, ya estaría sospechando de la integridad de un gobierno que, como primera medida de control social allá por los años sesenta, creó campos de concentración para reprimir a los intelectuales, gays y “otras lacras”. Por cierto, por allí pasaron el excelso Silvio y el lánguido Pablo, los juglares de la revolución… ¿Y saben qué? La “reeducación” fue tan efectiva que terminaron lamiendo las botas de sus castigadores. Y también firmando sentencias de muerte por orden expresa de Fidel. ¿No lo creen? Pues les recomiendo que a buceen en las hemerotecas. Debían horrorizarse al saber que, desde esos mismo años sesenta, estamos mandando miles, cientos de miles de soldados, sí muchos, muchísimos más que médicos, a invadir países en aras de la dictadura del proletariado. Miles de cubanos murieron en Angola, Etiopia, el Congo, Bolivia, Granada, Venezuela… ¿Para qué? Díganme si esos países gozan de democracias sanas, de libertad, de prosperidad. No. Todo lo contrario, son estados fallidos. Esos son los mismos gobiernos que votan a favor de levantar el mal llamado bloqueo. Una mano lava la otra, ¿no?
¿Con estos antecedentes me van a decir que la Cuba de hoy es un paraíso que hay que preservar? ¿Saben lo que creo? En sus mentes cargada de conmiseración de tripa llena, nos ven como si fuéramos animalitos lindos y peluditos encerrados en una reserva natural en peligro de extinción. Pero la verdad es que la realidad es otra.
Esa Cuba proletaria, sonriente y victoriosa ante el imperialismo no existe. Eso es un mito… y sé que lo intuyen, porque de lo contrario, ¿por qué los cubanos huyen por millones a refugiarse en la tierra de sus enemigos? Por cierto, ¿se han preguntado por qué los haitianos y los dominicanos, que tienen a Cuba a solo unos kilómetros de sus costas se lanzan en barquichuelos precarios para llegar a los Estados Unidos, que les queda a cientos de kilómetros de distancia?
Imagínense:
Yo, desde la costa, viendo pasar el barquichuelo atiborrado de gente: ¡Pero a donde van, están pasando de largo…!
Ellos: ¡Sí, como no! Muchas gracias, quédate con tu socialismo.
Vamos, piénsenlo.
Pero se los voy a poner más fácil: el puñado de “gusanos” refugiados en Miami desde 1959 hasta el día de hoy, generan un PIB siete veces superior al de la isla que los vio nacer. Repito: no ahora, desde siempre.
Por eso me veo en la necesidad de informarles, porque cuando los veo saliendo con una banderita cubana de papel y media docena de cervezas frías para “luchar” contra el “bloqueo” no consiguen otra cosa que generar lastima. Siento vergüenza ajena por ustedes. Esa es la verdad. Da risa verlos insultarse con la “miseria” de los pobladores de Casadelcarajostán, gobernada por un cocotudo corrupto de derechas y sin embargo no les importa lo que hacen los comunistas en Cuba. Prefieren ignorar que aun viviendo tan mal allá en ese remoto lugar, sus ciudadanos llevan a sus mesas más comida en un día que los cubanos en un mes. Es patético ver como se indignan con los salarios de “mierda” que pagan en Aprietalatuerca Arriba, cuando cualquier cubano mataría para poder ganar lo mismo para alimentar a los suyos. Me estremezco al oírlos llamar asesinos e inmorales a presidentes de derecha o socialdemócratas, que llegan al poder por los votos de su pueblo, pero ven en una añeja junta militar formada por criminales y con un títere civil tan vulgar, corrompido y criminal como cualquier mafioso de Good Fellow, a los últimos mohicanos de la defensa del futuro socialista al que todo deberíamos aspirar.

Pero si algo me llama a atención es que, ni una vez los escucho mencionar la palabra Libertad. Saben que ni siquiera tenemos el derecho a viajar libremente, pero eso no les inmuta. ¿Creen que no merecemos ser libres? El término Represión, si se habla de Cuba, a ustedes les es ajeno. ¿Allí no se reprime? Deberían ver como entró la policía y las Tropas Especiales a las casas disparándole a padres de familia delante de sus hijos, como detenían a los disidentes de madrugada, lanzándolo dentro de camiones volquete como si fueran sacos de basura. Y ¿qué hay con los desaparecidos? Mutis en el foro. ¿Qué me dicen por allá atrás, con voz temblorosa? Ya le escucho: ¡Necesitamos factchekers porque esas imágenes son de Casadelcarajostán! Sí de allí mismo…
Si, claro, es posible. Todo es verosímil cuando no se quiere ver la verdad. Díaz Canel, ese que no duerme en las noches pensando que la limonada es la base de todo, no se atrevería a matar a una mosca. El discurso televisado donde ordenó al pueblo a que se mataran entre ellos fue manipulado por la CIA. Pero es que era en directo… ¡Igual, la CIA lo puede todo! ¡Llamen otra vez a los factchekers que eso es cosa de Donald Trump desde su mansión en Florida! ¡Mis lindos barbudos no hacen eso!
Eso explica porque ustedes se reúnen y pagan 200 mil dólares al New York Times para lanzar un panfleto que pide: Let Cuba Live! ¡Pero queridos buenistas, ombligistas rosados y rojitos de salón, si lo que queremos los cubanos es eso! ¡Nosotros lo que queremos es vivir! No están diciendo nada que no ambicionemos, pero ¿saben qué? Nosotros queremos vivir libres, con nuestras propias reglas, no las que nos imponen los militares pisoteándonos las cabezas. Nosotros, los cubanos, el pueblo, queremos ser una nación libre y soberana. Queremos un gobierno votado por todos nosotros, no un puñado de mafiosos que no respetan las reglas del comercio, que les roba a sus acreedores, que no pagan lo que deben y se burlan, con la complicidad de ustedes, del derecho internacional.
¡Ah! El embargo… no se me olvidó. Dejemos lo mejor para el final.
Sí hay un embargo y repito: embargo, no bloqueo, ¿y saben por qué? Pues porque Fidel y los suyos se robaron bienes y fortunas de cubanos y ciudadanos extranjeros, no solo norteamericanos, sin abonar compensación alguna por ello. Sí hay embargo es porque Raúl y los suyos no pagaron la deuda externa de la nación durante décadas, mientras gastaban miles de millones de dólares en invasiones a otros países, adoctrinamiento de guerrillas y narcotráfico. Hoy no hay medicinas ni médicos en Cuba porque el gobierno los exporta como mercancía mientras nosotros nos morimos de enfermedades curables. Las vacunas producidas en la isla son inefectivas porque los productos necesarios no se pueden comprar. No hay dinero. ¿El bloqueo? ¡No! Todo se gastó en artilugios represivos de nueva generación para masacrar al pueblo y en lujos y autos de alta gama que ni siquiera se toman el trabajo de esconder. No hay comida porque se prioriza su distribución a las elites y al ejercito mientras los demás hambrean. Por eso hay un embargo comercial, no un bloqueo a Cuba, porque si va a una tienda dolarizada en cualquier lugar del país verás, amigo solidario, que la mayoría de los productos dicen: Made in USA. El gobierno cubano puede comprar bienes y servicios en Estados Unidos, lo único que tiene que hacer es pagar en efectivo y sin dilaciones. Pero no, ellos quieren créditos blandos sin amortizar lo que ya deben. Por eso, a ustedes, los copartícipes de la barbarie, los de las banderitas, los Chupamaros y revolucionarios de cantina, les pido que abran los ojos, que dejen de hablar de lo que no saben o no quieren ver y si no pueden, por favor, quítense de nuestro camino que estorban.