Desde los medios de comunicación ya se nos torpedea con eso de la vuelta a una nueva normalidad tras el Covid-19, pero ¿Qué significa esa contradicción semántica “la vuelta a una nueva normalidad”?
Cada uno va haciéndose una idea en su cabeza de lo que esto puede implicar en nuestras vidas. Mi humilde pronóstico al respecto es que nos dirigimos a una supernormalidad aún más supernormal de lo que ya era, de lo que ya es.

La Supernormalidad
El etólogo premio Nobel de Fisiología y Medicina, Niko Tinbergen, realizo durante los años 50 una serie de experimentos en los que acuño el término de estímulos supernormales. Los estímulos supernormales son aquellos que incitan una mayor tendencia de respuesta que los estímulos naturales o condicionados a los que representan. Peces que preferían aparearse con señuelos de madera por tener un vientre más redondo o pájaros que preferían empollar huevos falsos por ser de un color más llamativo.
¿Qué implica esto para nosotros en la actualidad? Implica comida transgénica superazucarada, realidad virtual, home office, 10000 seguidores en Instagram, porno quimérico, muñecas sexuales con personalidad programable; todo esto desde la comodidad y la seguridad que nos brindan nuestros hogares. Cada día más conectados con lo artificial, como desconectados con lo real.
La sociedad tras el Covid-19
No me cabe duda que esta crisis traerá cosas positivas como una mayor defensa de la sanidad pública o una dosis de bendita humildad para muchos. A corto plazo quizás veamos también una sociedad más solidaria y una reestructuración de nuestras prioridades en la que las relaciones humanas ganen peso. Está bastante claro que en algún momento veremos también ese efecto rebote en el que pasaremos más tiempo haciendo todo aquello que antes no podíamos, pero, ¿Qué ocurrirá cuando la situación se vuelva a “estabilizar”?
Desgraciadamente, creo que, a medio y largo plazo, lo que se mantendrá serán los hábitos que hayamos interiorizado durante esta crisis. El miedo y la desconfianza se seguirán alimentando, como siempre, por medios de comunicación y redes sociales. Y nosotros cada día permaneceremos más tiempo en casa, seguros, independientes, productivos a pesar de todo… Prisiones autoimpuestas a la que nos encadenamos ingenuamente por medio de esos estímulos supernormales. Las cadenas son recompensas inmediatas en términos de valor-esfuerzo, sacio mi apetito en el momento con el mínimo esfuerzo; así anestesiamos al niño que llevamos dentro. A esto unámosle la presión por ser productivos, el individuo se autoexplota en términos absolutos de fracaso o éxito, esto nos lleva inevitablemente al miedo y a la culpa; así es como anestesiamos al adulto que nunca superará su adolescencia.
Autenticidad de catálogo
Esta crisis representa el triunfo del individualismo más agresivo en una sociedad adolescente, donde sus individuos suplican en secreto sentirse parte de un algo. Una sociedad superficial, en continuo conflicto de personalidad y sedienta de reconocimiento social. No es solo que se nos manipulen con estímulos supernormales, sino con el ideal de convertirnos nosotros mismos en uno de esos estímulos para triunfar. Esto se ve clarísimamente en los perfiles de redes sociales (Tinder, LinkedIn, Instagram, etc.). El individuo se vende como cualquier otro producto para ser consumido, lo cual, no lo olvidemos, resulta muy práctico en la sociedad. Lo realmente preocupante es la tendencia a interiorizar esa idea de éxito, es el deseo y la ilusión de ser lo que queremos mostrar al resto, de ser super dentro de lo normal.
Como consecuencia de interiorizar este ideal podemos observar, entre otros muchos ejemplos, la tendencia social a rechazar las emociones negativas o la idea de que debemos coleccionar experiencias para disfrutar de la vida, no de crearlas, sino de consumirlas en atracones, para llegado el caso, exponerlas en escaparates online. Todos queremos ser tan diferentes que terminamos siendo iguales, es la autenticidad comerciable de catálogo y collage.

Berlín
En mi opinión (algo pesimista, no lo niego) este es el rumbo inevitable que lleva el mundo occidental. Berlín seguirá siendo ese rinconcito dispar, aunque no divergente de la corriente que a todos nos lleva. Se verá arrastrada por el mismo curso, un poco más lento quizás, a su manera, distinta al resto, auténtica, pero siempre dentro del mismo catálogo.
Estupendo artículo David. Yo estoy harta de esta sociedad vanal y superficial, que tú muy bien describes. Con motivo de la publicación de mi novela me metí por primera vez en las redes sociales. No me gustan nada. No creo que está crisis vaya a cambiar a la humanidad, sólo una completa reestructuración y un consumismo reducido y de acuerdo con las necesidades reales del individuo lo haría. Y eso no creo que pase. Seguiremos persiguiendo la felicidad en objetos de consumo y no en nuestra realización personal. Soy cómo tú también pesimista.
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Gracias por tu comentario Macarena. Esto de lo que hablamos es lógicamente una tendencia que depende de los comportamientos más comunes que realizamos y estos están en su mayoría automatizados. Por eso que hable sobre hábitos, ya que estos son las pautas comportamentales más resistentes. Quizás ahora generemos nuevos hábitos que se opongan de alguna manera a estos estímulos supernormales (adictivos artificiales de nuestras necesidades humana), pero para que estos se mantengan y ganen fuerza, tendrán que ser persistentes y frecuentes tanto en el tiempo como en diferentes contextos. Esto requiere generalmente de esfuerzo, el mismo que nos ahorramos mediante las recompensas inmediatas que nos ofrecen estos estímulos supernormales, y de ahí mi pesimismo
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Gracias por ayudarme a pensar, sentir y no consentir razonamientos contrarios a los sentimientos, además de contradictorios entre sí. Nadar contracorriente no cambia, ni la dirección, ni el sentido en que fluye el agua del río, pero me río cuando alguien se tira a la piscina sin comprobar antes si hay suficiente profundidad. Aunque estudié experimentos como el que citas del Nobel Timbergen (K. Lorenz y K.v.Frisch) y también de otros que compartieron el Nobel, en áreas distintas a su especialidad (G.Newbold; D. Kahneman) me gusta volver a las fuentes con herramientas que ellos no tuvieron y conocimientos que tampoco. En mi Facebook suelo reflexionar a la manera como acabo de apuntar y lo suelo acompañar con toques de humor relacionados. Lo hago porque me gusta, no solo saber, sino saborear. Y si algo puedo recomendar es, tu escrito sobre el hacer y el libro de Kahneman sobre el pensar rápido y/o lento. Gracias.
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Hola Ramón,
me apunto tu recomendación. A Kahneman lo conozco superficialmente por las investigaciones que realizó sobre resolución de problemas y tomas de decisiones del individuo en relación con la economía y la verdad que son premisas que encajan perfectamente en esto de los estímulos supernormales y las recompensas inmediatas.
Te busco en facebook.
Muchas gracias!
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