En este libro carioca, Ciccio, alter ego del autor, Chico Buarque, espera, en silencio, detrás de la puerta de la habitación de su hermano mayor. Ciccio quiere ver con qué muchacha se encuentra su hermano esta vez. Luego se esconderá en su habitación, donde espiará para confirmar si se trata de esta o de aquella muchacha y, recién cuando la chica en cuestión salga de su casa, la buscará para invitarla un trago y llevarla a su propia cama.
Ciccio, o Chico Buarque, o Francisco de Hollander, o Francisco Buarque de Hollanda, como ustedes prefieran llamarlo, en un libro en el que podemos escuchar su acento brasilero, su tono musical, su voz poética, busca en la ciudad de Sao Paulo, las mujeres que deja detrás su hermano mayor, Miccio; recoge los libros que caen de las repisas de la abarrotada biblioteca de su padre en un intento por ser digno de hablar con él; busca, con cierta desazón por cierto, los trazos de un hermano alemán que nunca conoció.

El libro empieza y transcurre durante la dictadura en Sao Paulo, pero ciertas imágenes berlinesas atraviesan los capítulos: una carta de la Secretaría de Infancia de Tiergarten; fragmentos y canciones de la clásica película alemana, El ángel azul; una antigua foto de su padre frente a la Literaturhaus que aún existe sobre la calle Fasanenstrasse; además encuentra, en diversos antros cariocas, monsieurs franceses, revolucionarios brasileros, Frauen alemanas.
Chico Buarque logra, así como Ciccio en la ficción, un libro de marcados trazos familiares, su propia roman à clef, donde la cultura alemana y la brasilera se entrelazan, donde la cultura italiana y francesa destiñen la trama para confundirnos pero también para hacernos sonreír, un libro donde pareciera ser que el Sao Paulo de la dictadura estuviera a tan sólo un paso, largo, pero un paso al fin, de la Alemania que antecedió a la Segunda Guerra Mundial.
Texto de Esteban Rauch, autor de «La sonrisa de la traición«.
Me ha gustado mucho el artículo.
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