Han pasado más de setenta años desde el fin de la guerra, pero los nazis no dejan de depararnos sorpresas.
El pasado 13 de mayo tuvo lugar en Berlín la ceremonia fúnebre más inaudita que uno se pueda imaginar. Un cajoncito que contenía unas 300 pequeñísimas piezas de tejido humano fue enterrado en el cementerio berlinés de Dorotheenstadt, en una ceremonia interreligiosa oficiada por un rabino, un sacerdote y una pastora luterana. Tal como se aprecia en esta imagen:
La historia se remonta a los años cuarenta del siglo pasado. Hermann Stieve, un médico y profesor de anatomía del hospital universitario Charité, que colaboraba con los nazis, recibió para sus investigaciones ‘científicas’ hasta 184 cadáveres, en su mayoría de mujeres que habían sido recientemente ejecutadas -ahorcadas y decapitadas- por su participación en la resistencia política. Al doctor Stieve le interesaban en particular los órganos genitales de las mujeres para su estudio sobre los efectos que puede tener el estrés en el ciclo menstrual.
Por alguna razón, Stieve guardó en su casa, hasta el final de su vida en 1954, unas cajitas negras que contenían pequeños trozos de piel de esas mujeres, piezas microscópicas, en muchos casos de menos de un milímetro. Algunas de las cajitas estaban etiquetadas con nombres. En 2016, los descendientes de Stieve descubrieron estos pequeños recipientes en la propiedad de la familia, y los llevaron al Charité. El hospital a su vez contactó al Gedenkstätte Deutscher Widerstand GDW (Centro Conmemorativo de la Resistencia Alemana) para que hicieran la investigación de la historia de esas personas. Ahora se sabe que al menos 13 de ellas pertenecieron al grupo de resistencia, Die Rote Kapelle (La orquesta roja), conformado por artistas, intelectuales y comerciantes alemanes que se oponían al régimen, muchos de los cuales tenían orientación comunista.
Como recordó el director del GDW durante la ceremonia fúnebre, precisamente el 13 de mayo de 1943, doce miembros de la Orquesta Roja fueron ejecutadas en la prisión de Plötzensee en Berlín, y sus cuerpos entregados al laboratorio de anatomía de Hermann Stieve. En esta página web de la BBC se pueden ver la foto y la historia de ocho de las mujeres que terminaron como objeto de experimentación ‘científica’ de este nazi. Mujeres como Liane Berkowitz, de 20 años, embarazada. Y Elise Hampel, que junto con su esposo escribía tarjetas con mensajes contra Hitler y los nazis. En ellos se inspiraría después el escritor Hans Fallada para su libro Solo en Berlín.

A la ceremonia asistieron también unos pocos familiares de las víctimas, como Saskia von Brockdorff, una señora de 81 años, que le contó a la prensa que su madre, Erika, miembro de la Rote Kapelle murió decapitada en 1943. Dice que esos pequeños restos humanos no le dicen nada sobre su madre, pero que está contenta de saber que ahora hay al menos un lugar, el cementerio de Dorotheenstadt, al que puede ir a conmemorarla. Antes tenía que ir a la prisión de Plötzensee, no precisamente un sitio muy agradable de visitar. La tumba con la pequeña caja está ahora en ese cementerio cerca del monumento a las víctimas de los nazis.
A quien quiera saber más sobre la resistencia de estas mujeres, El GDW organiza una audio-videoguía (también en español) que cuenta la historia de la Rote Kapelle.
Muy buen artículo. La memoria histórica en Alemania si es digna de estudio…
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