La Bohemia de Berlín

La Gran Ciudad Berlín fue un poderoso foco de atracción para todos los literatos alemanes y muchos extranjeros. Numerosos cafés, cervecerías y clubs ofrecían el marco para reuniones y encuentros que producían un fructífero intercambio de ideas. El diálogo escrito era constante mediante los numerosos periódicos y revistas que abordaban los temas del arte y la literatura, sin perder de vista el aspecto social o político de la República de Weimar. En 1928 había 147 diarios y semanarios en Berlín. La mayoría pertenecía a las grandes editoras como Mosse, Ullstein y Scherl-Hugenberg. Las redacciones e imprentas se encontraban en el llamado “barrio de la prensa”, ente las calles Koch y Zimmer (Koch- und Zimmerstraße).

Para el Vossische Zeitung trabajó como crítico teatral durante muchos años el novelista Theodor Fontane, Theodor Wolff fue corresponsal de Berliner Tageblatt, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht hicieron de Rote Fahne el órgano de agitación de los espartaquistas, y, sobre todo, con la famosa Weltbühne colaboraron Carl von Ossietzky, Kurt Tucholsky, Alfred Kerr, Herbert Ihering, Klabund, Joseph Roth, Egon Erwin Kisch y Alfred Polgar.

 “¿Qué hacen? Pues bien, beben café solo o también con absenta, fuman cigarrillos, hablan de estética y de mujeres, formulan nuevas teorías y sostienen afirmaciones paradójicas, echan pestes sobre el Estado… se sablean mutuamente y quedan a deber la cuenta”.

Así describe Erich Mühsam a la bohemia de los años veinte en Berlín. En cafés y restaurantes, cervecerías, cabarets y locales nocturnos, sobre todo en torno a la avenida Kurfürstendamm, en el oeste de la ciudad, se reúne una fauna variada de poetas, escritores, gente de teatro, músicos, pintores, editores, periodistas y mecenas. Los cafés más famosos son el llamado Café Románico, justo enfrente de la Iglesia de la Memoria, y el Café del Oeste, al que la gente gusta denominar Café Größenwahn, que se encuentra en la esquina con la calle Joachimstal. Todo el mundo pasa por allí para ver y dejarse ver, los artistas parecen muestras de escaparate para atracción de turistas y curiosos. En el Café Románico, por ejemplo, hay compartimentos para los “nadadores” y los “no-nadadores”. Los que no nadan son por supuesto los clientes desconocidos que llegan por curiosidad o para respirar un poco la densa humareda de los creadores. Elias Canetti, el famoso pensador de origen sefardí nacido en Bulgaria, pero escritor en lengua alemana, describe el ambiente de esos años (1921–1931) con fascinación y repulsa en sus relatos autobiográficos La antorcha al oído (Fackel in Ohr).

Bertolt Brecht luce su cazadora de cuero y su enorme habano con proletaria arrogancia; Alfred Döblin, que a raíz del éxito de su novela Berlin Alexanderplatz (1929) se había trasladado con su familia al barrio de Charlottenburg, se deja caer por allí; pero también aparecen algunos pintores expresionistas, como George Grosz, Otto Dix, Max Beckmann o Emil Nolde. Carl Zuckmayer, tras el éxito de sus obras de teatro, en especial El Capitán de Köpenick (1931), o Max Reinhardt a la búsqueda de contratos y de actores, son asiduos de las reuniones de literatos y dramaturgos. El novelista Joseph Roth, que acabaría alcoholizado, vive al lado, en el Hotel Zoo. Vladimir Nabokov no era el único escritor extranjero que sufría la bohemia berlinesa. Junto a él se agrupaban miles de emigrantes rusos escapados de la revolución bolchevique, de forma que al barrio de Charlottenburg se le denominaba “Charlottengrado”. Heinrich Mann, el hermano mayor de Thomas Mann, se codea con el camaleónico Kurt Tucholsky o con Erich María Remarque, este último súbitamente famoso por el éxito de su novela Sin novedad en el frente (1929). Egon Erwin Kisch, El reportero vertiginoso (1924), entra y sale en busca de la noticia o elabora el reportaje de denuncia sobre las miserables condiciones de vida en el este de la ciudad.

Erich Kästner idea su popular novela Emilio y los detectives (1929), y los editores como Samuel Fischer o Wieland Herzfelde están allí al alcance de todos para discutir las nuevas publicaciones. Walter Benjamín, crítico literario y pensador marxista; Gottfried Benn, médico y poeta; Lion Feuchtwanger, novelista histórico de raigambre judía; revolucionarios y expresionistas, como Ernst Toller o Johannes R. Becher, no podían faltar en el ambiente de aquellos frenéticos años. Y en medio de todos los rostros, con el cabello revuelto y la mirada luminosa entre la espesa humera de los cigarrillos, la figura delicada de la poetisa Else Lasker-Schüler, tan pobre que cuando le preguntaban por su dirección respondía diciendo: “Vivo en lista de correos”.

Foto de portada Bertolt Brecht © ullstein bild- Zander & Labisch / Pintura retrato Bertolt Brecht por Rudolf Schlichter (1926) ©Viola Roehr-v.Alvensleben, München/ Todas las imágenes Fair Use.

Juan Pedro Ledesma

Germanista, traductor y publicista: juanpedro@arcor.de

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