Una colaboración artística de Aquarela del Sol Padilla y Orlando R. V.
Hay azares, juegos metafísicos, felices accidentes, que logran volver a unir lo que ha sido separado por la terquedad humana. Y así es como en este lado de lo ajeno que se hace costumbre, el oficio del migrante, la imagen y la palabra se vuelven a encontrar para narrar la tierra, y en ella los nidos, de donde partimos, a donde llegamos y que extrañamos. Es así como una anémona rosada se encuentra con una guayaba madura en algún patio de la infancia, en una tierra extasiada de sol, de historias mínimas y de derrotas. Las pinturas de Orlando y los poemas de Aquarela nos vuelcan a lo primario y vegetal: la flor, el árbol, el cuerpo; y su representación: la máscara, el tótem, el canto. Un azar de territorios íntimos que se cruzan como líneas del recuerdo, como grafías que logran sujetar la flor, el dolor y la memoria, para contemplarla.
por eso cuando vuelva y algún día será a mis tierras mis gentes y mi cielo ojalá que el ladrillo que a puro riesgo traje para mostrar al mundo cómo era mi casa dure como mis duras devociones a mis patrias suplentes compañeras viva como un pedazo de mi vida quede como un ladrillo en otra casa
Mario Benedetti La casa y el Ladrillo
a Ale

cuerpo en la distancia una tarde preñada de mangos y gusanos en una tierra condenada por el sol su pacificador soy la que fui y la que no pude ser sostengo tu cabeza en el aire el aliento que nos mantendrá vivos un día más soy también la tristeza de la parte de la común ignorancia que nos sepultó una vez más (como las tortugas que al nacer corren al mar sin saber que morirán en el pico de un pájaro hambriento, aún así anhelan el agua, que no conocen, y se sacrifican) lloro el vacío que ha quedado de tanto romperle a los árboles sus raíces su fondo húmedo, su sangre la certeza de haber sido también la semilla putrefacta de la que nada nace inventamos fantasmas para creer en algo nos creímos soberanos dueños determinantes hundirse en la derrota de la historia minúscula me voy recogiendo los pasos para no dejar señales te conservo en la dulzura única y mamífera necesito tocarte para transmutar voy a ti yéndome cierro las ventanas las cargo conmigo para que a tu lado me alumbre todavía el sol efímera equívoca errante me borro el rostro toco el viento sin memoria la perdida respiro lo que queda voy a tu tibio corazón desnuda de mí para mirarte a iguales espero en la tarde un abrazo indivisible un clamor de dos que nos baste y crecer sin prisa hacia la luz acunando un sentido pido una clamor que siempre me acompañe un silencio sin exilio te ofrendo la llama que guardé en mi boca ese volcán viene conmigo.

©Orlando R.V.

conozco la casa de memoria sus polvos más guardados respiré en el insomnio un pequeño movimiento desnuda la vigilia la contemplación silenciosa de un gato cazador luces esparcidas en la quietud de la noche ahora duermo más que nunca como una niña que ha trepado árboles toda la tarde con la sangre fresca en las rodillas y la frente sudando agrio cansancio me quedo dormida dulcemente remolino las piernas y me quedo sin ellas flotan sin peso en un mar atemporal no hay transcurso en la sensación de lo eterno no hay bocas compulsivas devorándose sólo lentas flores carnívoras abriéndose para succionar los jugos más dulces en sus entrañas la muerte deliciosa de los insectos respiro a tu lado la bruma de un fuego inextinguible corre por la espalda hasta las piernas me vence contra las paredes no tengo peso me miras sobre lo claro para abrirte camino no escucho el cielo ni sus pájaros dices mi nombre para recuperarme caigo en precipicio duermo los años acumulados de navaja en el cuello los de vivir sola a la intemperie presa del mundo.

©Orlando R. V.

esta mañana los jardines son blancos una manta de luz seca y fina los envuelve respiro la luz de una tierra que habito y me sostiene respiro la llegada del amanecer y todo se me hace música escojo hoy callar en nombre de la música en nombre del silencio que componen las palabras sus altos sonantes en el pecho su resonancia haciendo camino al centro de mi cuerpo y del tuyo y el de todas escojo hoy hacerme a la orilla y cerrar los ojos ser sólo un recuerdo en lo que nos hace centro en lo que nos hace luz escojo esa calma con la que podemos sumar los dolores y de todas las guerras me quedo con ninguna me descalzo con el cansancio de quien no tiene a donde volver de quien busca dentro sí todos los caminos.

©Orlando R. V.

me debían poblar ciertos augurios paisajes de humedad inconcebible cuarenta grados de sensación térmica los frutos desbordados barrocamente en cada trozo de tierra en cada cuerpo abriendo surcos de luz la carne pastosa de una guayaba abierta fermentándose en la sombra del patio de mi infancia me debían poblar ciertos pájaros cuyos nombres desconozco pequeños, enormes, diminutos surcadores del cielo siempre azul siempre día de mi memoria me puebla en cambio la lluvia perenne de la ciudad despierta a punto de crisis y catástrofe el arribo de los viajeros la excitación del tránsito los techos prestados ¿cuántas especies de árboles han cruzado el alféizar de mis ojos? colecciono recuerdos como piedras pulidas sobre la mesa memorias con fundamento un día sumado a otro la piel del destierro inhalo palabras y exhalo ruido la incesante rueda fecunda del pensamiento las palabras que he aprendido me pueblan promesas extraviadas en maletas cuadernillos no transcritos cientos de versos truncos me puebla la rabia y el escape la pupila latiendo al costado del día como un signo de lo que he olvidado y me puebla fuera de mi tierra soy un cuerpo sin lenguaje una casa carcomida por la sal y la espera.

©Orlando R. V.
Aquarela del Sol Padilla
Empecé a escribir porque tenía cosas que decir. Crecí en una familia de tres, que luego fuimos cuatro. Una familia hermética, nómada, militante. Me enfada la injusticia y nací con cuerpo de niña, en un país condenado por el oro negro, partido por el hambre, el machismo y la violencia. Empecé a escribir como una especie de deuda con mi propia historia, con la historia de mi familia. Tenía cosas que decir y tengo. Para mí la poesía fue una forma de sacarme la rabia, para poner la piel en el entendimiento de un cuerpo de mujer dentro de un territorio saqueado por la avaricia, me ha sostenido el circulo de afecto que me arropó desde que nací, como un signo de vida que no me abandona. Escribo con dolor, cuando termino un poema me queda una sensación de hueco, escribo y me siento vulnerable, pero cuando leo en voz alta me nace una fuerza que no es mía, que me toma. Quizás la poesía es mi forma de espiritualidad, mi forma de amar y condenar. A veces escribo desde mi cuerpo, que a penas conozco, lo libero, lo resignifico para sentirme menos aislada, para recuperar sonidos y texturas, olores que vienen conmigo. Garabateo un repicar de tambores para estremecerme hasta el llanto, narro el mordisco dulce de un mango sin hilachas, descalza frente la inmensidad del mar caribe. Escribo porque soy un animal gregario con lenguaje. He publicado algunos poemas, he escrito algunos guiones, he participado en algunas revueltas.
Orlando R. V
Viene de una familia de artistas autodidactas de Santander, Colombia. Plasmador de voluntad creadora desde la infancia, formado como diseñador gráfico, becado para estudiar en el extranjero y hecho nómada; durante los últimos 15 años su aprendizaje ha sido el producto de una experimentación constante e improvisación, más que de seguir las pretensiones académicas de un discurso o una ruta predeterminada. Fiel a la idea de que todas las obras de arte parecen ridículas ante los ojos del hambre, excepto aquellas realizadas desde su misma necesidad de combatir a la muerte (o que interpelan al deseo como hambruna), su trabajo en el fondo representa la realización de que el arte, como todo lo demás, es un sistema de suposiciones en crisis del que se acaba por entender que uno no sabe nada desde el principio, pero sigue adelante: en la ceguera del tiempo que corre persiguiendo una explicación cualquiera… o deteniéndose en las misteriosas formas elementales del como, sin pretender abarcarlo todo, muchas cosas terminan expresándose mejor mediante la simplicidad del gesto. Pues la simplicidad siempre es lo mas difícil, como en la naturaleza. Y cómo durante el proceso de creación todo no es más que un intento de capturar dicha naturaleza evasiva de la realidad en la poesía del fracaso.
Al leer y ver cosas de las que me gusta aprender, no puedo sino lamentar que a los artistas no se les conceda el DON adicional de curar a los sordos, dar vista a los ciegos, hacer caminar a los parados,… Lo pienso desde que escuche y vi al «Cartero de Neruda» afirmando: «La poesía no es del que la crea sino del que la NECESITA».
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